La pequeña druida caminó unos minutos hasta que la oscuridad del bosque fue total, sus sonidos naturales la relajaban y se sentía de nuevo en casa. No podía dejar de pensar en ese día tan largo y lleno de emociones, apenas veinticuatro horas que habían cambiado su mundo patas arriba.
Era obvio que cuando acudió a ver un unicornio cabía la posibilidad de que su vida quedase alterada para siempre, pero nunca hubiera imaginado que tanto. Había sido una nueva prueba a su madurez, que le había obligado a crecer, a enfrentarse a sus miedos más cervales, a sus ansias más fuertes y había forzado al límite sus mismas creencias espirituales.
Estaba claro que todo aquello se cobraría un peaje y que, potencialmente, podría definir quién sería Auria en el futuro, cómo terminaría de crecer.
Karl, el hombre que le había robado su infancia y su futuro, que le había forjado su personalidad juvenil, había muerto, asesinado por su mano; aunque ella no lo sabía entonces, y tenía miedo por ello, nunca fue perseguida porque el criminal estaba en busca y captura, vivo o muerto.
Había no sólo hablado, sino colaborado con éxito con gente, incluso con hombres que no le habían hecho daño e, incluso, la habían defendido. El muro detrás del que había refugiado su psique tras la experiencia atroz y traumática de su niñez había caído con esa pareja de martillazos, de modo que ahora debía evolucionar o enfrentarse a sus miedos.
Por otro lado todo el mal que le había hecho Karl, podía haber sido su salvación. Si hubiera sido virgen... ¿la habría seleccionado el unicornio a ella? Pensaba que era probable, o por lo menos posible. Y, si lo hubiera hecho, ella habría sufrido el destino de Trellana Resplandeciente, en lugar de la camarera. ¿Había sido un regalo del destino, de los dioses o de lo que quiera que rigiera sus vidas ser violada de niña? Era tan duro pensar en eso que sólo intentarlo era suficiente para hacer que su alma volviera a doler como aquella noche horrorosa.
¿Y Gaia? Auria había sentido el éxtasis espiritual cuando vio el unicornio y estuvo a punto de tocarle. Supo que había un paraíso en algún lugar y que ella podría llegar allí. Pero cuando vio el unicornio negro sintió justo lo contrario, supo que igual que había un bienestar puro y perfecto, había un lugar igualmente intenso de terror, oscuro y doloroso, que también estaba allí cerca y que no tenía piedad. ¿Cual de las dos era la auténtica cara de la Diosa? ¿O podían ser las dos? ¿O eran diosas distintas? ¿Qué tenía ella que creer ahora? Negar una de las experiencias espirituales, era negar ambas y, lo cierto, es que no podía, sinceramente, negar ninguna.
Auria era ahora más madura, de eso no cabía duda, pero había tantas preguntas en su cabeza que era imposible saber dónde la dejarían. Su hermandad femenina seguiría esperándola, pero no estaba tan claro que ella siguiera siendo la misma niña que acogieron y, desde luego, ninguna de ellas había sentido en su alma el toque de las bestias, ni de las sagradas, ni de las impías. Era imposible que ellas la entendieran ya, estaba más allá de su sabiduría.
Bueno, es decisión tuya lo que pasa con Auria. En tu caso no hay muchos límites, casi puedes decidir cualquier cosa para Auria, aunque sí que debería costarle un poco llegar a la conclusión que sea, creo que sale de ésta vivencia muy confusa.
Auria huyó del grupo con el que había logrado vencer a la impía criatura. No quería pasear junto a ellos, no quería tratar temas burocráticos, ni tampoco relacionarse más de lo debido con los seres de aquella ciudad. Había decidido abandonar la ciudad, había demasiados sentimientos confusos en ella y no sabía como aceptarlos.
Por si acaso decidió no pensar en ello, lo único que quería era pensar en su futuro, al menos en su futuro más inmediato. Necesitaba reencontrarse con la naturaleza, con ese momento que el unicornio blanco le había regalado. Un lugar eterno, de pureza sin fin, y de infinita naturaleza. Necesitaba tomar los frutos de Gaia, bañarse en sus cristalinas aguas y retozar entre las húmedas hierbas.
Necesitaba ver como los bosques de espinos, y las enredaderas más dañinas se quitaban a su paso. Sabía que la zona de la que había huido estaba recuperándose, lo había podido sentir, pero no quería quedarse allí para comprobarlo.
Cuando encontró un claro bosque, de verdes hierbas y claras aguas decidió quedarse allí. Se tumbó entre las pequeñas plantas y dejó que el sol bañase su blanquecina pie. Luego se desnudó por completo y se embriagó del calor que emanaba. Aquel acto de nudismo era algo que jamás había pensado hacer Auria, al menos no la antigua Auria que había sido. Antes estaba trastornada, temiendo que Karl apareciese por detrás y la volviese a violar, temiendo que apareciese de nuevo y le regalase de nuevo una experiencia fatídica que resultó ser, desgraciadamente, su salvación.
Ahora, con su cuerpo blanquecino desnudo, se lanzó al lago, sientiendo su frescor y planteándose algo que no quería hacer. Debía pensar en su futuro. En su verdadero futuro. No había razón alguna para volver con su aquelarre, no tenía sentido, ellas jamás la entenderían. Debía dejarse guiar por la naturaleza, por lo que ella le dictase. Y ahora que no temía a nada, ni a nadie, que se había visto capaz de superar sus miedos, decidió que era un buen momento para enfrentarse a todo lo demás.
Los hombres no eran tan malos como parecían, exactamente igual que la naturaleza, que no parecía ser tan buena como creía. Todo poseía dos caras, la buena y la mala. Y por un momento algo la aterró. ¿yo también poseeré esas dos caras? Auria no pudo negárselo, había matado a Karl; en la sociedad común eso estaba mal visto por muy mal hombre que fuera, pero si había matado y había sentido placer ¿eso le convertía en una mala persona? Quizá... pensó la pequeña druida.
Pero eso era como lo demás, en el mundo no todo era blanco y negro, o bueno y malo, sino que una misma persona podía tener ambas caras. Ella lo había vivido en sus propias carnes, pues hasta las mismas criaturas puras podían ser sumamente desagradables.
Había aprendido una nueva lección, ahora vería su futuro con más claridad, querría ayudar a su madre naturaleza, lucharía contra todos aquellos que quisiesen dañarla y mataría si fuera necesario, pero también colaboraría con los grupos que estuviesen a su favor. Había llegado el momento de aceptar al resto de razas, a los humanos y a los hombres.
Auria estaba preparada, sería una gran druida, una poderosa elfa y una defensora de la naturaleza, aunque aquello la costase la nueva vida que iba a comenzar.