Sola en el bosque, con la vida por delante y sin un claro objetivo, cuando tus piernas se cansaron de empujarte corriendo al mundo, tuviste que parar. Y pensar, ¿qué hacer ahora? Pronto la respuesta acudió. No podías ser uno con la naturaleza, ocupar tu puesto como líder de manada mientras vivieras con miedo, sometida a recuerdos de pesadilla de un varón.
Decidiste castigar a Kart por lo que te hizo, como una metáfora de cómo cambiaría tu vida, someter al miedo, morder el cuello del enemigo y alzarte triunfante sobre la corrupción de la civilización.
La vuelta a casa, con el corazón latiendo a cien por hora, no fue como esperabas, la casa de tu madre parecía abandonada desde hacía meses, quizá años. Un guardia de la ciudad al que capturaste para interrogar te informó que Karl había sido encontrado culpable de lo que los elfos llamaban Crímenes Imperdonables, no sabías nada de legislación elfa, ni de legislación de ningún tipo salvo la natural para el caso, pero te hacías una idea clara, personalmente clara, de qué podía querer decir. El castigo para esos crímenes era claro, ineludible e inmediato: Destierro so pena de muerte en caso de incumplir.
El guardia era novato, ni siquiera había llegado a conocer personalmente el gobierno de Karl, de modo que no conocía los detalles, algo sobre su familia – te dijo mortalmente asustado – tenía mujer y una hijastra, algo relacionado con ellas; crees que la luz en sus ojos al decir eso fue de reconocimiento y le debió impresionar tanto que se desvaneció.
Un tanto alicaída reemprendiste la marcha, sin saber bien a dónde ir ahora, ¿fuera del bosque tal vez? Hacia allí te dirigiste, caminando sola con los espíritus durante días, pero una noche encontraste otra viajera solitaria, hablasteis y os caísteis bien, compartisteis la comida como iguales en la manada y os hicisteis confidencias. La exploradora reconoció a Karl, te dijo que ahora era teniente en el puesto fronterizo de Zoquejo:
“- Yo conozco a ese tipo, sigue siendo un guardia, es teniente en ‘Estercolejo’ o lo era hace unos años, no voy mucho por allí, si puedo evitarlo”, al ver tu expresión de incomprensión rió: “-Zoquejo – Estercolero, es un juego de palabras, es como llamamos por aquí a ese lugar hediondo.”
Os separasteis a la mañana siguiente, y reemprendiste una marcha decidida hacia ese sitio que te habían descrito como horrible. Ahora, a unos minutos de distancia de la ciudad, empiezas a ver las primeras casas árbol de gran altura, incluso distingues fuentes y jardines. No parece tan mal sitio… Hasta que un ruido enorme más allá de los árboles te hace llegar a la linde del bosque para ver lo que hay fuera… Madre, ¡ahora entiendes lo de 'Estercolejo'! Es tan… tan… humano. Las casas de piedra, la madera asesinada y esa caravana de medio centenar de personas, llena de carretas y animales esclavos, tan ruidosa, tan sucia.
Un ruido te sobresalta y te sorprendes al ver a otra elfa que como tú a acudido a investigar el ruido de la caravana, por un momento te asustas y te pones en guardia, pero entonces notas algo especial en ella, los espíritus que te tocan es como si se extendieran hacia ella para luego volver a ti, como si su comunión con el bosque fuera tan profunda como la tuya, no la reconoces como una del aquelarre; pero no hay duda de que es una druida.
Apenas has tenido tiempo de tranquilizarte, sonreír y presentarte cuando otra figura, más silenciosa que un gato os sobresalta a ambas al asomarse entre los matorrales, atraída por el ruido la caravana, una joven mestiza de aspecto montaraz y atractivos rasgos.
Por centrarnos, acabas la escena en compañía de Nívea y Liz Idaira.