Y, de pronto, la calma… Esos dos días habían sido un tobogán de emociones, sentía que no había tenido un segundo para pensar y todo el cansancio acumulado la alcanzó de repente. Estaba agotada a pesar de acabar, como quien dice, de levantarse. Y en ese estado de cansancio le alcanzó el aluvión de nombres que la hizo marearse y sentarse en un banco lo antes posible.
Tantos nombres, tantas vivencias, tantas posibilidades…
Ásvaldr y Notcha… Su hermano había partido a la guerra tras encargarla dar una carta de amor a su enamorada, sin saber que para entonces el cadáver de la chica se pudría desde hacía cinco años después de… trató de no pensar en ello, pero su creativa mente dio otro revolcón a su maltrecho cuerpo cuando trató de ayudarla ofreciéndole la imagen del demonio que habitaba en Trellana abriendo su vestido para enseñarla lo que había sufrido la camarera. Notcha habría sufrido algo parecido. Sacudió la cabeza alejando la imagen mientras pensaba… ¿Iría al frente a buscar a su hermano y contarle el infame destino de la mujer que amaba? ¿Era digno plasmar semejantes palabras en una carta o era algo que había que decir en persona?
Adalbern… ¿Era posible que su antiguo amante hubiera tratado de venderla como esclava? Si. Lo era. Si la carta de su puño y letra, las evidencias, su perfume en el campamento no fueran suficiente, le había visto en la ‘Falda de Retales’. Incluso si no sabía que era a ella a quien iba a secuestrar, ¿eso importaba? Y el resto de delitos, incluso se asoció con un pedófilo… bueno siempre había sabido que no era una buena persona, pero ¿podría perdonar todos aquellos actos? ¿Le importaba ya siquiera? ¿Había alguna excusa lo bastante buena que le justificase? Parecía improbable, pero aunque estuviera dispuesta a pedirla ¿dónde buscarle? ¿Y quería buscarle? Eso mataría lo suyo con Pía.
Pía… La pasional, celosa y bipolar Pía. Había matado a un hombre, muerto. Por su mano. Lo hizo por ella, por Gaëlle. Por su amor. Había renunciado a todo, incluso a su relación, para abrirla los ojos a Adalbern... y luego le había jurado amor eterno y que la esperaría. Había jurado que entraría al bosque prohibido a por ella si hacía falta. Y no dudaba de que lo haría. Pero ella había tardado menos de un día en traicionarla con Karlack… ¿La quería de verdad? Sabía que Pía la quería de verdad a ella, pero su amor no era un lecho de rosas, bueno a menudo sí lo era… pero nunca les quitaba las espinas, celosa, posesiva, un tanto maniática y no menos manipuladora que la propia Gaëlle, así era ella. ¿Era el amor de su vida? Probablemente pero ¿era un buen amor o uno condenado a hacerla sufrir, tal vez a morir? Desde luego era un amor de fuego ¿Era el amor que quería? ¿Buscaría a Pía para amarla, para dejarla? ¿O dejaría que la matasen intentando buscarla entre los elfos?
Laila y Carolien… Su familia, a las que hacía años que no veía. Elfos que, si se descuidaba, no la reconocerían cuando la vieran. Su conversación con su hermano le había recordado que los elfos de vida larga no veían el tiempo como ella. Se dio cuenta que para su madre y hermana ella se había ido ayer, aunque en ese tiempo había pasado de niña a mujer… Sobre todo con lo vivido esos días. ¿Iría a verlas antes de resolver sus otros conflictos? ¿Aguantaría Pía tanto tiempo como para que fuera a casa, al frente y volviera sin hacerse matar entrando en el bosque de los elfos?
Decisiones, decisiones, tantas decisiones. ¿Hacia dónde encaminar sus pasos? Su cuerpo estaba más descansado y su mente un poco más centrada... era hora de elegir.
Y al final todo había acabado. Tras dos días por completo surrealistas, llenos de acontecimientos terribles, inmersa en una montaña rusa de emociones difícil de gestionar, al fin pudo descansar. Pararse a pensar. Recordaba ahora el momento en que se unió a Theonil, Karlack y Evea. Buscaba una pequeña aventura, tener una historia que contar más adelante. Ni siquiera podía imaginarse lo que vendría después. Demonios, sacrificios, un unicornio negro, Notcha, Adalbern, Pia, Karlack… Demasiadas cosas en muy poco tiempo.
Ya había empaquetado sus pertenecías para abandonar Zoquejo, pero aún le quedaba algo por hacer antes de lanzarse a la carretera. Estaba sentada en la Lmyè Maten, la posada donde siempre se alojaba, con varias hojas en blanco delante de ella. Tenía algunas cartas que escribir, y no sabía que escribir, ni cuales acabaría enviando. Tres destinos posibles. Tres mensajes. Uno para su familia en las tierras élficas, otro para su hermano en el frente, otro para Pia… Tenía que decidir qué hacer.
Pasó un buen rato escribiendo antes de levantarse para coger sus bártulos e ir a enviar dos de las cartas que había escrito.
La primera a su familia. No podría ir a visitarles, confiaba en que lo entendiesen. Intentaría no tardar tanto como la última vez, pero en esta ocasión tenía algo que no podía dejar de lado.
La segunda para Pia. “Esperame” le decía. Iría a buscar a su hermano al Valle del Grito, para contarle lo ocurrido con Notcha. Algo tan grave y tan importante para él no podía decírselo por carta. Prometió darse toda la prisa que fuera posible para reunirse con ella en Portalelfo. Tenía muchas cosas que contarle. “No hagas tonterías, por favor”. Confiaba en que no tratase de seguirla dentro de las tierras de los elfos.
El tercer mensaje no podía enviarlo por carta. No podía dejar que su hermano leyese escrito en un papel lo que le había pasado a Notcha, el amor de su vida. Tras enviar ambas cartas partió hacia el Valle del Grito en su busca, confiando en que la guerra no le impidiese llegar y que él estuviese bien.
Parte 1.
Antes de escribir la parte 2 no se si quieres añadir alguna cosa en medio.
En caso de que no ¿Pia espera o se va? ¿O lo decido yo?
En cuanto me respondas termino.
Tú decides todo, habéis conseguido que los PJs sobrevivan y su destino os corresponde a vosotros. Pía hace lo que tú quieras entre las opciones que te dije: esperarte o buscarte, que son lo que marca los acontecimientos de la partida.
El encuentro con su hermano fue duro. Fue duro ver como la recibía ilusionado por las noticias que esperaba que ella trajese. Fue duro contarle el verdadero destino de Notcha, su amada. Fue duro ver como se hundía delante de ella, sin que fuese capaz de hacer nada por consolarlo. Aun habiéndose ahorrado los detalles más escabrosos la historia había sido demasiado para él.
Gaëlle se pasó los siguientes días con él. Le partía el corazón dejar a su hermano en ese estado, así que alargó su estancia todo lo que pudo. Después de que consiguiese él consiguiese un permiso, se pasaron casi una semana hablando, bebiendo y llorando.
Tras una larga despedida, que duró casi un día entero, Gaëlle partió de nuevo, esta vez en dirección a Portalelfo, donde Pia la esperaba. No dejó durante todo el viaje de darle vueltas a lo ocurrido durante el festival, a lo que le diría, a lo que no le diría... No quería ocultarle nada, pero sabía que si le contaba todo lo que había pasado se iría antes del primer amanecer.
Cuando Gaëlle llegó, con las últimas luces de un tormentoso día, Pia la estaba esperando. Llevaba desde que había llegado allí hospedada en una posada a la entrada del pueblo esperando. La recibió con una mezcla de alegría, por verla al fin, preocupación, al verla llegar calada hasta los huesos e impaciencia, por el tiempo que había tardado. Aquella primera noche Pia se esforzó, más de lo que Gaëlle recordaba que hubiese hecho nunca, porque estuviese cómoda. Le preparó un baño, se ocupó de conseguirle ropa limpia, le trajo la cena a la habitación, y culminó haciendole el amor bajo las gruesas mantas de la posada donde se hospedaban.
Pasaron allí unos cuantos días en los que Gaëlle terminó de contarle lo que le había esbozado en la carta, y de relatarle los hechos ocurridos en el festival. Al contrario que a su hermano, en este caso con tremendo detalle, por deseo de Pia, que parecía fascinada por todo lo que la bardo había tenido que pasar. Le contó todo, salvo lo ocurrido la ultima noche tras volver a Zoquejo.
De allí partieron hacia las tierras del sur. Pasaron algunos meses vagando de pueblo en pueblo, como solían hacer antes de que Pia se hubiese ido, tocando juntas en posadas y pequeños festivales locales. Con la recompensa que Gaëlle se había llevado de Zoquejo no necesitaban trabajar, pero Pia insistía en no depender de ella. Era orgullosa, eso Gaëlle ya lo sabía, y su trabajo era algo que le encantaba, así que no puso oposición alguna.
El primero de esos meses fue uno de los mejores momentos de la vida de Gaëlle. Pia consiguió hacerle olvidar todo el sufrimiento del festival, incluso consiguió hacerle olvidar toda la desconfianza y los celos que habían acabado gobernando su anterior aventura romántica. Durante ese mes estaba segura de querer pasar el resto de su vida junto a ella, tocando prácticamente por diversión, bebiendo y bailando todas las noches y bañándose bajo la luz de la luna.
Pero poco a poco las cosas fueron cambiando. Porque un león no se puede convertir en un gatito por mucho que se esfuerce. Poco a poco fueron apareciendo reproches cada vez que Gaëlle pasaba algo de tiempo hablando con algún otro hombre o mujer, los celos cuando el público le prestaba más atención o recibía alguna invitación, y las discusiones que en otra época las habían distanciado.
Al final, por segunda vez, Pia la abandonó. Pero esta vez Gaëlle si sabía por que había sido. Porque un día, tras una tremenda y estúpida discusión, Gaëlle se emborrachó, y más tarde, cuando volvieron a discutir, le espetó que se arrepentía de haberla elegido a ella en lugar de a Karlack, que él si la habría querido. No era cierto, amaba a Pia y sabía que Pia la amaba tanto como era posible amar, pero estaba enfadada, tan enfadada que quería hacerle daño como ella se lo hacía con montones de pequeños reproches al día. Al principio Pia entró en cólera, gritó, la empujó y la amenazó. Momentos después ambas rompieron a llorar tratando de disculparse. Esa noche Gaëlle se llevó a Pia a bailar, tocaron juntas ante un entusiasmado público, y estuvieron haciendo el amor hasta que las fuerzas les abandonaron.
Por la mañana Pia se había ido. Pero esta vez Gaëlle sabía por qué era. Y esta vez había dejado una nota.
"Hasta nunca.
Te quiero"
Pasó casi dos meses sin moverse del pequeño pueblo costero donde aquello había pasado, con la esperanza de que volviese, pero no lo hizo. Una vez más estaba sola, preguntándose sin cesar por que siempre acababa igual. "Quizá la próxima vez salga bien", se decía, sin creérselo demasiado. Quizá no debía haberse ilusionado con Pia otra vez. Quizá no debía haberse acostado con Karlack. Quizá debía haberse quedado con Karlack y Evea...
Al final volvió a la carretera, como había hecho siempre, a la normalidad de su vida. De pueblo en pueblo tocando por unas monedas de oro que le permitiesen dormir, comer y emborracharse, hasta llegar al siguiente pueblo donde repetir, y de cuando en cuando enamorarse de alguno de los muchos que creían enamorarse de ella y acabar decepcionándolo. Mientras esperaba a que otra gran historia se cruzase en su camino.
FIN