Sin mediar más palabras, presos por la urgencia, los dos hombres siguen a paso ligero el corredor de roca por el que hasta el momento avanzaban. Debido al ajetreo de la carrera, la tambaleante luz que ilumina su marcha apenas puede enfocar los diferentes obstáculos en forma de rocas y baches que van encontrando en su camino, cosa que hace que Alfred caiga al suelo en varias ocasiones.
Pasados unos minutos de marcha, Sutherland interrumpe su paso.
— No se oye nada. Creo que hemos tomado una dirección equivocada.
Justo en ese momento, nuevos gritos estallan desde las entrañas de la tierra. En esta ocasión, aunque sean incapaces de entender qué dicen, reconocen tanto una voz femenina como una masculina.
Motivo: Seguir el grito
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 40(-10)=30 (Fracaso) [40]
Lamentablemente, Sutherland tampoco ha pasado la tirada de Orientación.
Necesito que hagas una nueva tirada de Orientación, en esta ocasión con un bonus de -20.
Si añadíamos a los gritos el perdernos en unas cuevas, diría que nuestra situación empeoraba a cada minuto. Tenía los pantalones rotos por las rodillas debido a las caídas que sufría por la irregularidad del terreno y las prisas por encontrar a Eleanor.
Cada giro, cada pared parecía exactamente igual que la anterior y la sensación de que estábamos caminan do en círculos crecía en mi interior. El comisario se giró y expresó lo que me estaba temiendo. Nos habíamos perdido.
Fue entonces cuando escuchamos de nuevo un grito, pero esta vez si que identificamos a una mujer. Y aun hombre.
No consigo orientarme en estas cuevas comisario. ¿Por donde ha sonado? Quizás deberíamos seguir avanzando. El sonido parece venir de más adelante aunque no estoy nada seguro.
Motivo: Orientarse
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 41(-20)=21 (Fracaso) [41]
Incapaces de dar con la fuente de los gritos, la pareja interrumpe su carrera entre profundos jadeos. Alfred reclina su cuerpo sobre la fría pared de roca mientras su ruidosa hiperventilación llena el silencio de la caverna. De repente, Sutherland se coloca las manos alrededor de los labios a modo de megáfono y profiere un profundo grito al vacío.
— ¡¿Dónde estás?! ¡Grita más para que podamos encontrarte!
Motivo: Seguir los gritos
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 47(-20)=27 (Fracaso) [47]
Como si fuera un perro de caza acechando a su presa, Sutherland avanza lentamente por el corredor de roca procurando no hacer ruido. Levanta ligeramente la cabeza tratando de captar cualquier sonido en el ambiente que le pueda indicar el camino a tomar. Los minutos transcurren en silencio hasta que, de repente, una inequívoca voz de mujer resuena urgente desde la profundidad de la cueva como respuesta a la llamada del inspector.
Necesito que hagas una tirada de Orientarse con un bonus de -30. A su vez, también es preciso que hagas otra más de Idea, pero esta sin modificador.
Seguía sin poder determinar de donde venían las voces, pero el comisario parecía tener más idea que yo en ese sentido. No entendía como podría orientarse en aquel lugar que a mi me parecía todo igual.
No reconocí todavía la voz que se oyó como respuesta, pero no pude evitar colaborar también.
¿¿Eleanor?? ¿Eres tú? ¿Donde estás?
Parecía que ya etábamos cerca de encontrarla o, al menos, eso es lo que esperaba. Por la llamada de auxilio, podía deducir que se encontraba sola. Puede que por fin tuviéramos algo de suerte y pudiéramos esquivar a los hombres de Rowland
Motivo: Orientarse
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 69(-30)=39 (Fracaso) [69]
Motivo: Idea
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 54 (Exito) [54]
Alfred nota un vuelco en el corazón al identificar, sin atisbo de duda, que la propietaria de la voz es su querida compañera de investigación, Juliette. No obstante, cuando se dispone a comunicar la noticia a su compañero, este sale disparado por la galería de roca.
— Creo que el grito venía de aquí. ¡Vamos!
Pasados unos minutos de carrera por la pedregosa senda, la frustración detiene nuevamente los pasos de la pareja. Sutherland profiere un nuevo grito, pero en esta ocasión de cólera.
— Hemos perdido el rastro de nuevo. ¡Esto es un maldito laberinto, Dios santo!
Desalentados, los dos hombres siguen caminando por la gruta. Tras torcer una gran cantidad de pasillos y sortear innumerables socavones y montañas de escombros, siempre inmersos en la más pura oscuridad, acaban por vislumbrar una titilante luz que, de repente, les devuelve algo de esperanza en la búsqueda. Se aproximan con cautela al lugar para descubrir, en un ensanchamiento del camino, una vela anclada en una gran roca. Junto a ella, media docena de barrotes configuran lo que parece ser la puerta de una pequeña celda.
Motivo: Sutherland intenta de nuevo seguir el grito
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 78(-30)=48 (Fracaso) [78]
Comisario, mire allí.
Señalo la celda, susurrando para intentar no ser escuchado por lo que fuera que hubiera en la celda, si había algo. Dicho esto, me acerqué lentamente a la celda intentando ver en su interior. Me quedé a una distancia prudencial por si algo saltara hacia los barrotes, no me alcanzara.
¿Hola? ¿Eleanor?
Antes de acercarse, Sutherland enfoca con la linterna en el interior de la celda. La luz se filtra entre los oxidados barrotes y descubren un habitáculo de reducidas dimensiones, robustas paredes de roca y suelo húmedo y fangoso. Desperdigados en medio de la pequeña prisión pueden verse los restos carcomidos de un par de sillas de madera. Poco más llama la atención a los investigadores.
Los hombres se disponen a entrar en la celda para echar un vistazo más concienzudo cuando, de repente, un nuevo grito les hace estremecer. Nuevamente, la inconfundible voz de Juliette pidiendo ayuda suena desde el fondo de la caverna, en esta ocasión a una distancia bastante más estrecha que las veces anteriores.
De querer seguir el grito, en esta ocasión no es necesario hacer ninguna tirada.
Por cierto, ¿puede ser qué se te pasara por leer esto de aquí?
Alfred nota un vuelco en el corazón al identificar, sin atisbo de duda, que la propietaria de la voz es su querida compañera de investigación, Juliette. No obstante, cuando se dispone a comunicar la noticia a su compañero, este sale disparado por la galería de roca.
Los dos hombres emprenden la marcha corredor abajo, nuevamente impelidos por el deseo de dar de una vez por todas con la fuente de aquel suplicante y a la vez esquivo grito. A medida que se adentran en la profundidad de la cueva, notan como su vista se va acostumbrando poco a poco a la oscuridad reinante. Así mismo, también son capaces de percibir el rumor de centenares de voces entonando un canto que a Alfred le transporta a su encuentro en alta mar con el capitán Baird y la tripulación del "Arenque Ahumado". No obstante, el cántico blasfemo no tarda en expirar y ser engullido por el silencio de la cueva.
Pasados unos minutos de travesía, la pareja ya no precisa de la linterna para iluminar sus pasos, ya que una tenue claridad parece impregnarlo todo. Bajo sus pies, las piedras, antes duras y punzantes, parecen disminuir en tamaño y angulosidad y, a medida que avanzan, son sustituidas por cantos rodados y arena de playa. El camino transcurre en una agradable penumbra cuando vislumbran, al fondo de la cueva, el titilante refulgir de, por lo que parece, un buen puñado de velas o antorchas.
Alertados por la luz y por la consecuente y más que evidente presencia de los hombres de Puerto Llano en las proximidades, la pareja aminora el paso y empiezan a avanzar con cautela. Sutherland apaga la linterna y ambos caminan procurando no hacer ruido hasta la zona iluminada. Parapetados tras un pequeño montículo de rocas, los dos hombres asoman tímidamente la cabeza y un escalofrío les sube por la nuca al presenciar lo que allí acontece.
Una alta cámara de roca iluminada por un centenar de velas y antorchas se alza tétrica a la vez que majestuosa sobre las cabezas de una veintena de individuos encapuchados y cubiertos por túnicas. Entonando entre susurros la blasfemia hecha canto, la extraña congregación aguarda sin poder reprimir cierto nerviosismo por lo recientemente acontecido en el lugar. Ante ellos, una alargada poza natural, en el borde de la cual se encuentra una encadenada Juliette mirando espantada a su interior, los separa de una pequeña elevación del terreno sobre el que se encuentra posada una atávica e imponente construcción. Un blasfemo altar de piedra, decorado con coral y conchas y colmado a su alrededor por grotescas ofrendas en forma de cadáveres putrefactos de grandes animales marinos, destaca como punto primordial en la inquietante composición. Y coronando la sacrílega estampa, en la pared, la demencial forma en bajo relieve de un monstruoso ente tentacular preside la ceremonia.
Un ser de regia figura, también embozado en una túnica, pero de visible mejor calidad que la vestida por el resto de asistentes a la macabra ceremonia, está plantado junto al altar. Por sus gestos, parece enojado y, aunque bajo su capucha se pueda vislumbra el horrendo rostro de un ser antinaturalmente ajado por la edad, una visión más detenida deja claro que dicho individuo esconde su verdadera cara tras una máscara. A su lado, visiblemente atemorizada y prendida por la muñeca, se encuentra Eleanor.
— Iä, iä, Cthulhu fhtagn.
La multitud repite al unísono los extraños vocablos que el enmascarado acaba de pronunciar y se hace el silencio en la caverna.
— Que el Soñante, "El que mora en el foso", guie vuestros pasos, hermanos, y no tarde en brindaros la oportunidad de trascender la cruel e hipócrita humanidad que nos somete como a esclavos y nos aleja de nuestro verdadero ser. Ese es mi deseo, el de vuestro servil pastor, el Hierofante.
La voz del ser enmascarado es profunda y retumba contundente contra las paredes de la cueva. No obstante, pese a su más que evidente firmeza, algo en ella denota nerviosismo.
— La herencia del mar es nuestro legado y, como no, nuestro destino. Conseguiremos regresar a él porque un potente vínculo con los seres de las profundidades corre por nuestras venas. Tarde o temprano, queridos hermanos, llegará el momento de reunirnos con nuestros parientes, pese a quién le pese.
El nombrado Hierofante da un paso y, sin desprenderse de Eleanor, se coloca tras el altar.
— Como ya sabéis, un miembro de nuestra comunidad, Edward Drake, se ha perdido y estas humanas — el enmascarado señala a la poza donde, contradictoriamente, sólo se encuentra Juliette —, que se han dedicado a perseguirlo y hostigarlo con la vileza que caracteriza a los de su raza, se niegan a decirnos donde se encuentra. Es por ello que, como marcan nuestros preceptos, ofreceremos sus almas a "El que mora en el foso", para liberarnos de la mentira y la traición que traen consigo y glorificar a nuestro patrón.
El hombre suelta la muñeca de la escritora y prosigue.
— Por lo que veo, una ya yace en el lecho marino. Sólo faltan dos almas para concluir la ceremonia de Congraciamiento — el Hierofante se gira y observa a Eleanor—. ¿O quizás tres?
Las últimas palabras del Hierofante suscitan un murmullo en la congregación que logra apoderarse de la cámara. Mientras, resguardados en la seguridad otorgada por el pequeño montículo de rocas, Sutherland tarda unos instantes en salir de su asombro tras lo que acaba de presenciar. Cuando logra articular palabra, un pronunciado temblor se apodera de su voz.
— ¿Alguna idea de qué hacer, señor Lean?
A partir de ahora, la narración sigue en Escena 11. En las Tripas. En breve te doy paso.