James tenía la mirada perdida hacia el agua, donde había caído el hombre al que acababa de apuñalar, y apenas sostenía su navaja ensangrentada con la punta de los dedos.
En la base del ejercito había escuchado historias parecidas sobre soldados que se bloqueban una vez pasado el impacto del primer combate pero nunca había entendido bien lo que querían decir. Hasta ese momento.
No fue hasta que el detective mencionó el nombre de la muchacha que había viajado con ellos que comenzó a volver un poco a la realidad y dejó escapar un pequeño suspiro de alivio cuando Charles indicó que estaba viva.
- Alguien ha podido escuchar el disparo. - su voz sonaba a la de alguien que acababa de despertarse, un tanto apelmazada. - Y tendremos que cargar con ella... quizá debamos escondernos.
En ese momento echó de menos no haber venido en coche, habrían tenido mucha más libertad para moverse y habrían llamado menos la atención.
Lamento haberme saltado turno, estos días han sido un poco locura.
¡Al menos acerté lo de la señorita White! ^^
Se percataron de las palabras de James, a las que no les faltaba razón. ¿Por qué no había acudido ningún vigilante del muelle? Y aunque no lo hubiera ¿cómo es que no había policía en las inmediaciones? Ni siquiera vieron que se encendiera ninguna luz en las casas que estaban al otro lado de la calle, que aunque lejanas al muelle tendrían que haber escuchado claramente los disparos en la noche.
De pronto notaron que el ambiente de la ciudad se volvía opresivo, casi maligno. Se sintieron más solos que nunca en aquella fría y oscura noche.
¿Hacia dónde vais?
Sudaba, un sudor frío y molesto, que no quiso reconocer como miedo. Acababa de matar a un hombre, estaba metido hasta el cuello en el asunto más turbio de su vida, y sentía que había precipitado las cosas de modo que más que probablemente se estaban volviendo contra ellos, contra sus compañeros, a los que había arrastrado hasta allí. Lo único que sostenía la situación era que quizá habían salvado la vida a la pobre y engañada chica.
-Sí, sí... hay que irse de aquí. ¿Escondernos...? Ya, pero, ¿dónde? No podemos ir a la posada, allí seguramente es donde han ido a encontrar a Miss White, nos buscarán, y no van a ser tres... me temo que he subestimado a esa secta. Pensé que eran peligrosos, pero esto...
Cargó con la mujer como si se tratara de un fardo, casi como habían hecho sus captores.
-Sólo se me ocurre irnos a la estación de tren, y meternos en el primer nocturno que pase. Esta ciudad no me gusta un pelo, y tal como han ido las cosas...
¿Qué iba a decirles? ¿Que sentía algo que nunca había sentido, y que no tenía nada que ver con la ya enorme carga de culpa por haber apretado el gatillo? ¿Que por primera vez había algo que notaba, más allá de lo físico y lo ordinario? ¿Él, que se reía de lo que otros llamaban "sobrenatural..."?
James nunca había sentido una sensación como la de ese momento, parecía que toda la ciudad se había callado ante lo sucedido en el puerto, como esos desencuentros en pueblos pequeños de los que nadie quiere hablar pero todos conocen.
- Quizá... - su voz tembló ligeramente y su mirada se dirigió hacia el cadaver pero sin mirarlo directamente. - Quizá lleven encima lo que usaron para drogar a la señorita White.
Solo esperaba que el detective tuviera el valor para acercarse a comprobarlo ya que él nunca se había acercado a un cadaver.
Charles asintió. Seguía bastante afectado por lo que acababa de suceder. Y la verdad, no tenía la más mínima intención de profundizar en los asuntos de Blech o de Bremont.
-Sería lo más sensato-dijo en respuesta a las palabras de Greyson-No existe ya ninguna posibilidad de recuperar el libro, ni a Bremont. Y casi matan a la señorita White. No hay nada más que nos retenga aquí. Pero antes deberíamos buscar ayuda para ella. La llevaremos al hospital y nos iremos en el primer tren de la mañana ¿les parece?
-Sí, bien... Sinceramente esperaba que fuera sólo un somnífero potente, en ese caso no sería necesario llevarla al Hospital, con dejarla dormir sería suficiente. Pero, tiene razón, Charles, si es un veneno, sería irresponsable no medicarla. A ver...
Lo que sugería James era una posibilidad, y aunque no le hacía maldita la gracia, dejó a Miss White en brazos del bibliotecario y se inclinó sobre el cuerpo inerte del malhechor. Hurgó en los bolsillos buscando rápidamente algo que les indicara qué le habían dado a la chica. Si es que tenían la suerte de que lo llevara encima.
Motivo: Buscar
Dado de rasgo (1d8): 6 = 6
Dado salvaje (1d6): 5 = 5
Total: 6+(2) = 8
Dificultad: 4
Resultado: Éxito (1 aumento)
Motivo: Buscar
Dado de rasgo (1d8): 5 = 5
Dado salvaje (1d6): 5 = 5
Total: 5+(2) = 7
Dificultad: 4
Resultado: Éxito
Se me ha escapado la segunda tirada, sorry.
Jeremy registró el cadáver. Efectivamente encontró un frasco etiquetado como 'láudano'. Dentro de la gravedad no era tanta como para necesitar una hospitalización. Además de eso se dio cuenta de que el hombre llevaba un anillo extraño. Le llamó la atención porque no parecía una baratija: se trataba de una joya engarzada que formaba el dibujo de unos tentáculos enrollándose alrededor del dedo1.
[1] ¿Se lo quitas?
Estamos en la fase final del capítulo. Estos personajes volverán más adelante pero habéis concluido esta parte de la historia de forma, permitidme decirlo, sobresaliente. En el siguiente mensaje me podéis decir como salís de Kingsport (intuyo por lo anterior que será en tren) y cuales serán las reacciones de los personajes ante lo vivido en los siguientes días. Yo añadiré un epílogo y, como os digo, volveremos a ver a Charles, Jeremy, y James en capítulos posteriores.
-¿Laudano?-dijo Charles aliviado-El láudano no es mortal, salvo en dosis muy elevadas. Y si...si fuese el caso ya poco podríamos hacer. Habrá que confiar...
Entonces vio el anillo.
-Ese tipo de anillos son utilizados en algunos cultos para identificar a sus personalidades destacadas y recordar al portador cuales son sus votos. Como...como en la masonería ¿Podría verlo?
Charles se sintió realmente interesado en aquella pieza. Querría saber si era antiguo o moderno, si tenía alguna inscripción, el material...
Por suerte la señorita White se recuperó al cabo de unas horas y pudieron regresar a Arkham sin mayores consecuencias. Se interesó por lo que le había sucedido y le aconsejó denunciar su secuestro e intento de asesinato. Pero antes debían salir de allí. Antes de que quienes la habían raptado supiesen que estaba a salvo y pudiesen tomar medidas más drásticas si cabe. Desde Arkham podrían hacer lo que fuese necesario.
El regreso a Arkham en tren le dejó un regusto amargo. Por un lado, tenía la conciencia tranquila porque habían averiguado todo lo que estaba en su mano averiguar. O al menos, todo lo que estaba en su mano e interesaba averiguar. Habían localizado a Bremont y estaba sano y salvo, aunque preso de una secta peligrosa. Ya sería cuestión de las autoridades o de su familia tomar cartas en el asunto. Respecto al Necronomicón, sabían cuál había sido el destino del Necronomicon y a decir verdad, no le disgustaba la idea de que se fuese a un lugar lejano aunque como bibliotecario, se consideraba ultrajado. Pero aunque su presencia en la biblioteca le incomodaba, le preocupaba más que cayese en malas manos, pues sabía bien el efecto que causaba en las personas. No, no había nada bueno en su desparición. Era responsabilidad de la biblioteca de Arkham el custodiarlo y habían fallado.
Al regreso a la Univesidad, lo primero que hizo fue ir a informar de sus hallazgos. Luego, se fue a dormir. Estaba agotado. Y sin embargo, apenas consiguió hacerlo. Su cabeza daba vueltas sobre lo ocurrido y le seguía preocupando el destino del necronomicón. Intentó leer algún libro de entretenimiento para quitar esa idea de su cabeza, pero no conseguía centrarse. Al final cayó rendido de puro agotamiento. Pero a las pocas horas, despertó presa de horribles pesadillas en la que horribles rituales tenían lugar en nombre de dioses paganos, cuyos nombres no podía recordar. El sentimiento de culpa lo estaba reconcomiendo por dentro.
Al día siguiente intentó recuperar la normalidad, pero no resultaba fácil. Con el paso de los días las pesadillas se repitieron hasta el punto que comenzaron a afectarle, lo que le llevó consultar a hurtadillas algunos tomos de la zona restringida de la biblioteca en busca de respuestas que pudiesen aplacar sus pesadillas.
Por resumir, entiendo que acabamos enterándanos del hallazgo del frasco y del anillo.
Buena escena, compañeros. Me lo he pasado muy bien.
Inicios de Mayo de 1923, días después de la huida de Kingsport.
En la soledad de su despacho Jeremy estaba sentado en su butaca, inmóvil, la vista fija en algún punto indefinido, las manos dejadas caer sobre la superficie de madera de su escritorio.
Estaba literalmente sobrepasado.
No había podido recuperar el Necronomicon, por lo que le había costado aceptar la compensación económica que a pesar de su fracaso le había ofrecido amablemente el rector de la Universidad, Mr.Fisk. Lo habían localizado, cierto, pero dudaba que el preciado tomo regresara a manos de Charles, en la Biblioteca.
Lo que sí había dejado en manos del muchacho había sido el extraño anillo. Cuando lo cogió, su forma le produjo una sensación inquietante, que se sumó a su ya bastante inquietante estado de ánimo. No, no era una persona influenciable, ni pusilánime, no creía en supersticiones, ni en sucesos sobrenaturales. Jeremy era una persona pragmática y escéptica. Pero los sucesos vividos habían modulado eso. Y cuando vio los tentáculos reptando alrededor del dedo del maldito tipo muerto, se había estremecido. De modo que cuando Charles se había interesado por él se lo dio inmediatamente.
Recordaba como si de un mal sueño se tratara la vuelta a Arkham. Miss White durmiendo su sopor profundo, el traqueteo del tren nocturno que los llevaba de vuelta entre las formas oscuras de un paisaje lóbrego. El silencio entre ellos, meditando, asimilando. Ella afortunadamente despertó sin más consecuencias que la desconcertante y trágica sensación de que su novio, la persona en quien había confiado y posiblemente planeado su futuro, formaba parte de una secta que había tratado de matarla...
James, el más joven del grupo, se había echado años encima de golpe. Serio y callado como probablemente nunca antes había estado.
Y él... el concienzudo detective seguro de sí mismo... estaba a un tris de derrumbarse. Había matado a un hombre, por mucho que fuera para defender a un compañero, por mucho que estuviera la vida de una mujer en juego, por mucho que fuera en defensa propia. No lo habían culpado, cierto. Pero su propia culpa era suficiente. Porque esa culpa no era todo lo que arrastraba.
No, había también esa nueva sombra que pesaba como una losa, la de la maldad que sintió campar en esa finca, en esa Roca maldita, en esa población. Quizá fuera sólo una leyenda, quizá una falacia. Pero no conseguía sacársela de encima-
Finalmente se levantó de su butaca y salió de su despacho con la resolución pintada en su rostro.
No podía dejarlo así.
Seguiría investigando, ni que fuera por su cuenta, sólo por su cuenta. Sólo tenía preguntas, debía encontrar respuestas...
Le quito el anillo, sí, pero se lo entrego a Charles. Jeremy aparcará otros casos, y se dedicará a investigar la Secta por su cuenta, formándose además en cosas tan prosaicas como abrir cerraduras... ;)
Todo un placer, un enorme "gracias" a jugadores y director.
James hizo el todo trayecto de vuelta en un pesado silencio que solo rompió para preguntarle a la señorita White cómo se encontraba cuando la muchacha por fin recobró la consciencia.
Notaba aún el calor pegajoso de la sangre en su mano pese a que había entrado en los baños de la estación nada más llegar y había frotado con tal fuerza que acabó con las manos rojas.
Sabía que tendría que aguantar a su tio recordarle toda la vida cómo habían fallado en encontrar el libro sin que realmente fuese consciente de hasta qué punto habían arriesgado sus vidas en esa maldita búsqueda y cómo lo sucedido en el puerto le perseguiría durante años, despertándose por la noche aterrado y con el puño apretado.
En la Universidad, cuando volvieron a la rutina, esquiva a Charles o a la señorita White siempre que podía, centrándose en su trabajo y tratando de enterrar aquellos días en la rutina.
EPÍLOGO
—Señor... la muchacha... alguien la rescató. Creemos que fue el individuo que vino con ella a la mansión. No vino solo. Le ayudó alguien.
Robert Blech no se inmutó. Siguió jugueteando con el astrolabio que antaño le había guiado en mares muchos más oscuros. Si en aquel entonces hubiera sabido lo que ahora ¿se habría atrevido siquiera a ponerse en la cubierta de un barco? Sí, había logrado domar los vientos y conocer los secretos más oscuros de las profundidades pero ¿a qué precio?
—Está bien. ¿Y el fallecido?
—Lo hemos retirado. Nadie preguntará por él.
Blech asintió. Sí, esos trabajos siempre era bueno encargárselo a los vagabundos que, tras ver lo que no comprendían, pensaban que podrían acceder siquiera a los niveles básicos de la Hermandad. Es cierto que alguno lo había logrado pero la mayor parte servían como buena carne de cañón.
—Señor... ¿quiere que hagamos algo al respecto? Podríamos enviar alguien a Arkham para...
—No Perkins. No es el momento adecuado. Han denunciado la desaparición del libro pero nadie ha informado de lo sucedido en el muelle. Creo que esa gente está tan interesada como nosotros en guardar silencio. Y el libro ya ha partido de Nueva York. Es posible que intenten interceptarlo a su llegada pero ya teníamos un plan de contingencia para eso. De momento debemos mantener un perfil bajo.
—De acuerdo señor. ¿Puedo retirarme entonces? ¿Necesita algo más?
—No. Prepare las maletas del joven Isaac. Espero que ya se haya encargado de las diligencias de su pasaporte ¿verdad?
—Si señor. El resto de la expedición ya le espera en Mérida.
—Excelente. Tiene las cartas para sus familiares y para la señora White ¿verdad? Encárguese de que se envíen cuando sea pertinente. Puede retirarse Perkins. Gracias por todo.
El lacayo dudó un momento en la puerta.
—Señor... ¿me permite una pregunta... personal?
—Claro Perkins. Adelante.— le contestó Blech con una sonrisa intrigada en sus labios.
—Sé que el joven es de su sangre señor pero... ¿creé que está capacitado para liderar esa expedición?
La risotada sorprendió al lacayo, que miraba extrañado a su señor:
—¿Liderar?— Blech se reía todavía entre dientes —Ese joven impresionable no sería capaz de liderar ni un grupúsculo menor de nuestra Hermandad, mi buen Perkins. ¡Que idea la suya! No va allí para liderar nada.
—¿Entonces por qué...
—Alguien tiene que realizar el ritual mi querido Perkins. Y es un ritual que requiere un enorme sacrificio. El mayor de todos. Y para eso sí que puede valer el joven Isaac. Estoy seguro de que será un buen nexo.
Su interlocutor quedó un momento en el umbral mirando a su señor. El hombre que había sido capaz de domar los monstruos bajo el mar, de leer más allá de las estrellas, de comunicarse con entidades que otros ni siquiera se atrevían a soñar. El hombre capaz de entregar a alguien de su sangre a los Primigenios para conseguir un bien mayor para la Humanidad. Perkins asintió y se retiró sin decir palabra. Él también sería capaz de dar la vida por alguien así. Cuando el Durmiente se alzase el mundo comprendería la suerte que tenía porque Robert Blech estuviera al frente de la Hermandad.
FIN DEL CAPÍTULO 1