Partida Rol por web

Con toda la aprensión del mundo, ya que la insistencia del pobre tipo al que habían rebanado el cráneo le daba muy mala espina, Butler se colocó junto a Bradford cuando éste abrió la puerta del laboratorio. Y ¡FLAS!

El gas azul y gélido le alcanzó de lleno en la cara, por mucho que estuviera prevenido para una mala sorpresa. Sintió arder la garganta y los ojos, y empezó a ahogarse y toser, retrocediendo a trompicones. Por suerte, parecía que no era letal, aunque a saber qué les estaba haciendo en los pulmones, que con la tos casi le salían por la boca.

Bradford decía no sé qué de máscaras y del cilindro, pero Walter ya bastante trabajo tenía para sostenerse en pie mientras combatía el desgraciado efecto de la nube que por suerte se estaba disolviendo nada más entró en contacto con el aire del pasillo...

Procuró recuperarse, respirando profundamente en dirección contraria a la puerta, las manos sobre las rodillas, semiagachado, aturdido por la impresión. Luego se giró, y entonces sí miró en el interior, esperando encontrarse quien sabe qué atrocidad. Pero era maquinaria. Una extraña maquinaria.

James subía las escaleras aún perturbado por todo lo que acababa de pasar abajo, con la promesa de encontrar en el laboratorio algo que les ayudase a comprender lo que estaba sucediendo. Con decisión abrió la puerta recibiendo una inesperada ráfaga de gas gélido de golpe. Sintió un dolor agudo en los ojos y en sus fosas nasales, que provocó que cayese al suelo en medio de toses y secreciones de sus mucosa nasal, pero instintivamente consigió rodar por el suelo alejándose de la estancia.

Cuando escuchó el sonido de la explosión, temió lo peor. Salió corriendo en dirección al laboratorio, alzando la camisa hasta cubrirse con ella la nariz, en un vano intento de protegerse de los efectos de un posible ataque de gas.

Vio a sus compañeros, aun tosiendo, y se puso tenso. Pensó que habían aspirado el gas y estaban contaminados -no supo por qué le vino precisamente esta palabra a la mente en lugar de envenenados-, pero le sorprendió todavía más el ver que, en cuestión de segundos, continuaban con sus tareas como si allí no hubiera pasado nada.

– ¿Se encuentran bien? –Viendo su comportamiento, le pareció una pregunta estúpida en el mismo momento que la hizo.

– Entonces… Yo continuó con lo mío.–hizo un gesto con la cabeza, señalando la habitación de la que había venido.

Al volver decidió abrir las ventanas del pasillo y dejar que entrara algo de aire fresco.

Pese al susto inicial el humo resultó no ser letal. Cuando se hubieron recuperado Bradford y Butler entraron en aquel extraño laboratorio mientras que Tandey regresaba al almacén. Lapham, en el pasillo, se estaba levantando del suelo.

Bradford revisaba la sala. El sitio era más bien diáfono y no ofrecía posiciones para ocultarse. Las palancas que había en el centro parecían conectadas a unos generadores y bombonas que se esparcían por el sitio. Había extrañas luces colgando en las paredes y el sitio estaba tremendamente frío, aunque ahora empezaba a recuperar algo de calor al haberse escapado el humo de la sala. En una enorme mesa había un montón de papeles y documentos.

Pero si algo destacaba en el  laboratorio era la colosal cubeta de metal que, cuando se aproximaron, comprobaron que estaba llena de un líquido azul. El verdadero horror lo conformaba su contenidor: una enorme criatura insectoide, casi tan grande como un hombre, flotaba en medio del líquido. El cuerpo del monstruo asemejaba al de un escarabajo de proporciones desmesuradas, incluyendo las seis patas y unas alas membranosas. Las partes de su cuerpo que no estaban cubiertas por un caparazón rojizo eran porosas, de color pálido y enfermizo. Pero lo peor era su cabeza: no tenía similitud con ningún ser vivo que hubieran visto jamás. Parecía como si se la hubieran arrancado para poner en su lugar una especie de hongo gigante repleto de bulbosidades¹.

Ajeno al laboratorio Tandey revisaba las cajas del almacén, no sin antes abrir las ventanas que fue encontrando en el pasillo y en la propia habitación. En las cajas había una gran cantidad de material científico y técnico: probetas, cables, imanes. Casi todo estaba etiquetado en alemán como 'Proyecto Yuggoth'.

Se adentró en el laboratorio con lo que ya empezaba a ser un problema, su aprensión. Pero, de entrada, no vio nada que la justificara, a no ser el frío que, sin duda había sido debido a un mal funcionamiento de la maquinaria. Y que debía haber provocado también la fuga de gas que casi les ahoga.

Bombonas, tubos, cajas con trastos, una mesa con documentos... lo que cabría esperar... excepto por la enorme cubeta. 

Se acercó con un mal presentimiento. Esperaba, sin saber exactamente por qué, encontrarse un cadáver allí tendido. Un hombre con el cráneo abierto, como el que acababan de abatir. Pero...

- ¡¡AAAAAAGH!!

El grito le heló la sangre incluso a sí mismo. Su propio grito. Paralizado, aterrado, no pudo controlarse cuando lo vio. Esa... cosa. El pobre Butler se meó encima...

James se levantó tosiendo con dificultad. Tenía los ojos rojos y le picaban, lo mismo que la garganta. 

Entró en el laboratorio detrás de sus dos compañeros intentando averiguar qué estaba sucediendo allí. Parecían estar mirando algo en una cubeta. Su cara parecía desencajada, insinuando desconcierto o estupefacción. James acudió a ver qué era lo que habían descubierto. No era para menos. Aquella criatura no se parecía a nada que hubiese visto antes. Era antinatural y repulsiva. Contuvo una náusea y sacó su pistola para reventar a aquella cosa de un disparo.