- Maese Görg, me temo que una solución que implique un acto conjunto de todos los campesinos del reino es futil. ¿Como vamos a avisarlos a todos, y como sabemos si nos obedecerán cuando no sacamos de ellos una mínima información acerca del falso dios? Respecto a volver atrás, Mariscal, no soy yo quién debe opinar, pues solo vosotros sabéis si puede haber quedado información por recoger...
También he de añadir que quizá no hayamos exprimido del todo este pueblo donde nos encontramos; puestos a marcharnos a otro pueblo, en este ya hemos repelido un ataque de bandidos y tenemos una casa en usufructo. Si los habitantes de este lugar no nos ayudan, pocos serán los que lo hagan.
Dicho esto, se dirige junto a Morz, porque quiere escuchar su respuesta, aunque tenga que salir de la discusión del grupo y hablar en voz baja.
- Morz, ¿qué ibas a contarme? -le susurra al hobbit.
Ya os dije que llevaba poco tiempo en Talona, entré por las fronteras del sur con una caravana de comerciantes en busca de aventuras.
Un grito de Morz corta toda conversación.
¡Y vaya si las encontré!
- ¿Y estuviste en algún pueblo donde la falsa religión tuviera un peso mayor?
Le hubiera gustado preguntar si cabía la posibilidad de que los comerciantes estuvieran siguiendo órdenes exteriores, pero probablemente el hobbit no entendería la pregunta.
Marco a todos los presentes como destinatarios por si os giráis y os fijáis en que Elladan y Morz están hablando en susurros, para no interrumpir la discusión principal.
Con algo de sorpresa Morz sigue hablando.
¡Claro que sí! En Montaña Jorobada, pero eso ya lo sabíais. De hecho nos encontramos bastante cerca de ese pueblo de locos.
Pese a que escucho con atención la conversacion entre Elladan y Morz no puedo evitar deslizar uno de esos murmullos en voz baja un poco elevada que de vez en cuando me salen.
Mmmm, mira tu por donde sabía que traer al hobbit sería útil. Pero no sospechaba como ni cuando.
Al darme cuenta que se me ha oído perfectamente miro a todos con un gesto de disculpa y después hago otro a Morz para que continúe hablando.
Laern intenta contener una risotada y se lleva la mano a la barba. Había estado atento a todos ellos, pero había preferido no intervenir, para lograr un clima más liberado. Al menos Morz le había dado una idea.
-Bueno, bueno, bueno... Inaudito, pero puede que el señor hobbit pueda devolvernos a nuestra vereda... Íbamos a Montaña Jorobada desde un principio, ¿no? Las pesquisas de la última vez no fueron muy meticulosas. Y recuerden, caballeros, que fuimos por primera vez a esa aldea porque fue la fuente de los rumores de un nuevo dios. ¿Qué les parece?
Afirma con la cabeza mientras empieza a recoger su equipo, con vistas a una salida inminente.
La elfa asintió con aprobación. Había seguido la discusión sin apenas intervenir, ya que, más que una idea general de lo que podrían hacer, no tenía mucho más para aportar. Una vez se hubo decidido el rumbo, fue hasta el rincón dónde había dejado sus cosas para comprobar que todo estuviera bien amarrado. Se colgó la espada en la espalda y se dispuso a salir ne busca de su caballo. Antes de llegar a la puerta se volvió.
-¿Y?... ¿qué esperan caballeros? ¿alguna carroza, tal vez?- riendo, se dirigió al exterior.
Laern sonríe y señala con el dedo al hechicero.
-Apúntelo, maese taumaturgo: debemos requisar una carroza.
Y, con la sonrisa instalada en el rostro, comienza a enfundarse la armadura. Luego recoge su peculiar escudo y sale afuera a ensillar su caballo.
Ahora que me fijo... ¿No tenemos armadura? Yo sólo tengo el casco y el escudo apuntados en la ficha de personaje...
Con todo vuestro equipaje ya cargado en los caballos fuisteis a despediros de Jilban y el resto de campesinos, los cuales os agradecieron vuestra ayuda del día anterior, y como gesto de gratitud os dieron varias alforjas con comida para varios días.
Empezaba el viaje hacia Montaña Jorobada otra vez.
Cambio de escena.