Aunque el castillo es esplendoroso no lo son sus catacumbas, ni mucho menos las celdas donde los malvados ladrones, asesinos y otros son encerrados.
Tras hablar con el guardia del calabozo entras en él, habían encerrado a todos los presos en distintas zonas, como había mandado el mariscal.
Todos estaban allí, el espía, Morz, el mercenario y Huart Mildor.
Me acerco a Morz pero hablo lo suficiente alto como para que todos me escuchen.
Bueno amigo, no voy a decir que aprobara lo que hiciste y lo siento pero no hablare en tu favor, pero si nos dices algo util, si lo haces...
...Si cualquiera de vosotros lo hace...
...Puedo ahorrarte la tortura, piensalo.
Por favor Anioz, ayúdame. ya os he contado todo, yo le servía hasta que os conocí, desde entonces soy leal a Talona, me habéis enseñado a ser justo y bueno, ahora veo el error que cometí al seguir a ese mago.
Lo siento Morz.
Me giro hacia el resto mientras me voy.
¿Y vosotros?
¿No teneis nada que decir?
Ninguno dice nada, el mercenario mira al suelo, Huart está de espaldas y el espía es el único que te está mirando.
Abandono los calabozos a paso lento y me dirijo hacia la sala en la que mis compañeros me esperan.
Pobres hombres.