Partida Rol por web

Joorin se dejó caer en un rincón. Un suspiro, mezcla de cansancio y alivio se escapó de entre sus labios. Distraídamente se rascó su alborotado cabello que formaba lastas que le llegaban hasta el cuello.

El mediano observó desde su rincón al enorme Égida. – Que ser más fascinante… Pensó. Nunca se hubiera imaginado que conocería a una criatura así. – Y mírate ahora, escondido en una fortaleza de un dragón. Un dragón nada menos!! Si alguien le hubiera explicado aquello en la vieja taberna del Paxton, lo habría tomado por loco. Sonrió para si. – Paxton… que tipo más peculiar. Recordó al viejo posadero cojo que amenazaba con su ballesta a todos los joven medianos que se reunían las noches de verano en su terraza para probar su amarga y caliente cerveza.

Con ligereza se incorporó de un salto y se acercó al enano que hablaba con Abdali. – Perdonar que me entrometa… Interrumpió Joorin. Cosa que su madre le decía que nunca debía hacer, pero siempre recordaba esas palabras cuando ya se había entrometido en una conversación. – Yo también quiero prestar mi ayuda, maese enano. Añadió con una media reverencia mientras los dedos de sus pies se movían de forma inconsciente.

"Tan deprimente por dentro como por fuera". Estaba tan fresco como al principio, así que no necesitaba descansar. Égida se recuperó por su propia cuenta, así que se encogió de hombros mientras pasaba a su lado. 

-¿Hay alguna vía de evacuación? ¿No pretendereis enfrentaros a un dragón,verdad? Quiero decir, ni siquiera es que sea una mera cría. Así que, ¿Qué piensan hacer? ¿Cuál es el plan?

-Hay... algo, si. Puede que tengamos un plan, o al menos algo que se le parezca. Si de verdad estais dispuestos a ayudar entrad conmigo-respondió el enano viendo que tenían disposición de ayudar- Por ahora lo único que me preocupa es mantener a toda esta gente a salvo, después... ya veremos-dijo en enano abriendo la puerta de la torre.

-Eh, yo voy a acercarme allí-dijo el enano señalando la herrería del patio de armas- por si necesitan ayuda con algo. Tened cuidado, ¿vale?- dijo al resto antes de ir a ver si podían ayudar o ser útiles de alguna forma. 

La elfa se quedó más tranquila al entrar dentro de la fortificación. Aunque si la amenaza era un dragón, no sabía hasta que punto serviría de algo esconderse tras esos muros, por fuertes y altos que fueran.

Draenna sacó de su hatillo una pequeña ramita de muérdago mientras susurraba unas palabras. De la ramita brotaron de pronto unas hermosas bayas silvestres: moras, frambuesas, fresas, arándanos y cerezas.

- Gracias por ayudarnos a esa familia. - dijo sonriendo a Égida mientras le ofrecía un surtido de esas bayas en la palma de la mano. Eres muy abnegado para ser un hombre de metal. Aunque eres el primero que conozco... eso también es cierto. - dijo algo avergonzada por su torpeza al hablar con ese ser inorgánico.

¿Porqué era tan complicado? Era más fácil hablar con los animales... Pero Égida se había abalanzado contra los kobolds sin miedo a ser ¿herido? y debía tener un gesto con él por ello.

- Tómate una aunque sea. Confía en mí, deberían hacerte sentir mejor o... eso creo.

- Un plan? Qué plan? Vais a lanzar algún tipo de red al dragón? Tenéis unas ballestas gigantes para dispararle al corazón como en los cuentos? Joorin empezó a preguntar curioso. Había escuchado tantas historias cerca del fuego sobre dragones, que por un momento olvidó el peligro que corrían.

- Flechas envenenadas, tal vez? Sus ojos se hacían grandes a cada pregunta, iluninandose como les de un niño ante un tronco lleno de regalos.

Abdali siguió a Scorbert el Rojo. Él quería liberar al pueblo de tan horrenda criatura tanto como ellos mismos. Esperar al siguiente ataque sin más no era lo suyo.

Pudieron pasar desapercibidos y Endozal aprovechó para examinar a aquel grupo de humanos. Nada en sus ropas indicaba que pudieran rendir culto al dragón. Pero el echo de que fueran acompañados por un Kobold era muy relevante. Además, pocos atacarían tan tranquilos a una ciudad a la vez que un dragón. Las conexiones eran claras para el cocinero y se dio cuenta de que estaba equivocado. Los cultistas no se encontraban en Nidoverde, a Talis la tenían aquellos malnacidos que atacaban la ciudad y poco podía hacer ahora para ayudarla. 

Sólo de pensar que estaba bajo el influjo de un grupo de seguidores de un dragón real hacía que Endozal temiera por la vida de su mejor amiga. Contuvo la respiración y retomó el aire mientras el grupo volvía a seguir a la mujer a la que habían ayudado y a su familia.

El torreón estaba ya cerca y las llamas volvían a avivarse en otro punto de la ciudad recordándoles que sobre sus cabeza volaba un peligro mortal. Un enano pelirrojo les abrió las puertas del torreón para dejarles pasar. Cuando le vio su cara le resulto familiar, estaba seguro que lo había visto antes. De seguro en su taberna y que lo había atendido antes y había escuchado historias de él. En la seguridad del torreón se puso a pensar rápido, si parecía él un enano que iba acompañada de una hembra enana también y les contó una historia de como habían luchado contra yetis en el norte, más haya del espinazo del mundo. Y que luego un grupo de valientes aventureros habían derrocado a la bruja que mandaba sobre ellos y que se transformó ni más ni menos que en un dragón. Tenía que ser él. Beorne, se llamaba si, Beorne Golpeacero y ella Brima algo. 

Aunque esté enano parecía más precavido que el que conoció pues amenazó rápidamente a Egida hasta que la mujer a la que habían acompañado le calmó y le llamó por otro nombre. Con pena se encogió de hombros pues aquel enano le había gustado, pero había que ver lo que se parecían los enanos entre ellos, sobre todo cuando tenían el mismo color de pelo y tanta barba tapándoles la cara. 

Tras identificarse se marchó para continuar con sus asuntos agachando su cabeza el humano para saludarle. Aprovechó para estudiar el caos reinante del torreón y el miedo palpable en todo el mundo. La adrenalina por encontrar a Talis le había echo superar sus miedos y echarse adelante pero ahora viendo el terror a su alrededor, volvió a dejarse caer al lado de Joorin en el suelo incrédulo de la locura que acababa de cometer. Se tenía que haber quedado en la caravana. No se llegaron a hablar en esos instantes pero ambos sabían que no debían estar metidos en aquella locura en circunstancias normales.

Una mirada alrededor le hizo comprobar que los miembros de la caravana también estaban allí con ellos, así que eso no hubiera sido una opción. Cuando Joorin se levantó para ofrecerse a ayudar junto Abdalí que había venido con ese fin, admiró si cabe más al mediano. Si el había corrido al interior de la ciudad había sido por la preocupación de una sola persona pero algunos allí habían actuado desinteresadamente.

Escuchó con interés la conversación entre estos y la posibilidad de un plan. Para encontrarla debería ayudar a la ciudad así que se levantó y acompañó al enano a través de la puerta que había abierto para ellos, escuchando las estrafalarias ideas de su amigo y posando una mano sobre su hombro.

Con un bostezo aburrido el tiefling acompaño a los demás. Echó un vistazo en derredor buscando al monje que había venido a visitar. ¿Dónde se encontraría el condenado viejales?

- Parece que vamos a trabajar juntos, y por ahora, he visto que podemos compaginar nuestros talentos bastante bien. Una vez esto termine, tal vez debiéramos plantearnos establecer una relación a largo plazo. 

Égida se había quedado pensativo tras haber vendado las heridas de aquella mujer. La mirada de intranquilidad que le dedicó mientras hacía lo imposible por su salud, y luego verla abrazar a los suyos, parecía haberle afectado gravemente.

—¿Ah? Oh, gracias pero... —la repentina aparición a su lado de aquella elfa le sorprendió. Cogió la baya que le ofrecía con cierta torpeza, hasta que se le cayó al suelo—. Maldita sea. Perdona, no era mi intención.

Se agachó para cogerla e hizo un esfuerzo por no aplastarla entre sus dedos. Sus gruesos y metalicos dedos no parecían los más apropiados para esa tarea.

—Yo... no como —fue su respuesta. Pero la preocupación de Draenna parecía genuina, y dudaba que nada que se metiera fuera a hacerle ningún daño. Así que lanzó la baya al interior de su boca y asintió. Inmediatamente sintió una sensación de bienestar, aunque no sabía si era una sensación que quería percibir—. Sí. Ayuda, muchas gracias.

Tenéis unas ballestas gigantes para dispararle al corazón como en los cuentos?

-En realidad si, mediano -respondió el castellano señalando una de las murallas. En ella había una balista de gran tamaño- pero lo creas o no, ahora mismo el dragón es la menor de nuestras preocupaciones... vale, quizás no la menor pero... entrad, dejadme que os presente al gobernador-insistió el enano sujetando la puerta para que pasaran.

El interior de la torre era algo más confortable. Antorchas iluminaban la estancia. Había una gran alfombra que cruzaba el vestíbulo hacia unas grandes puertas dobles. Habían retirado los bancos y puesto una enorme mesa en el centro donde podía verse un rústico mapa del pueblo. Alrededor de la mesa había dos humanos. El primero de ellos un soldado de piel oscura y cabeza rapada al que llamaban Sargento Markguth. El segundo era un hombre de mediana edad, barba cana y que se había puesto una vieja armadura que debía llevar años en desuso. A él se dirigió el enano.

-Gobernador Nighthill he encontrado entre los últimos refugiados un grupo... que podría ayudarnos en lo que hablamos-dijo Scobert señalándoles

El gobernador se giró y miró al grupo primero con suspicacia pero enseguida mostró una cansada sonrisa.

-Sois un grupo variopinto. Mi nombre es Tarbaw Nighthill, soy el gobernador de Nidoverde. ¿Quienes sois? No quiero que me malinterpreteis, pero allí fuera hay un infierno y no deseo enviar a nadie a su muerte-dijo el hombre.

-  Señor, mi nombre es Abdali, hijo de Iham. Me envia Ontharr Frume de la Orden del Guantelete. Habían llegado rumores sobre dragones activos en la zona y me ha mandado a comprobarlo. En realidad no me esperaba que una bestia tan grande estuviera atacando la ciudad, pensaba más bien en uno joven comiéndose el ganado de las granjas de alrededor. Qué ha podido traer este terrible enemigo a Nidoverde y en qué puedo ayudarles?

El guerrero no quería hablar por el resto, no les conocía tan bien como para involucrarles en tan peligrosa misión.

Al entrar en la estancia saludó a los dos hombres que se encontraban en ella y se mantuvo callado hasta que pidieron que se presentaran.

- Lo entiendo señor, no es plato de buen gusto volver salir ahí afuera pero ... hay muchas vidas en juego incluso fuera de estos muros que esos asaltantes están amenazando. No quería desvelar, por lo menos no delante de todos porqué estaba allí así que por el momento lo evitó hasta que todo se calmara. A pesar de todo su cara era de preocupación. - Endozal Fik, para servirles. El servicio al cliente siempre ha sido mi oficio en la posada que regenta mi padre, el Salmón Truchado, en Klocpi, no muy lejos de aquí. La caza ha sido parte de mi oficio por lo que pongo a disposición mi ballesta para ayudar en lo que pueda.

- Draenna Loranodel, druida de los bosques. - respondió por pura cortesía más que por tener un especial interés en presentarse ante ese hombre. - Nosotros tampoco hemos venido a morir hoy aquí. Por desgracia allí fuera hay un dragón y no creo que esa decisión esté en nuestras manos ahora mismo, mas sí en el capricho de la sierpe. - dijo mientras entraba caminando con el bastón que dejó de sonar a cada toque contra el suelo, ahora que este estaba alfombrado.

- Expliquenos que ha sucedido. Acabamos de llegar a su ciudad hace apenas un rato y nos hemos topado con el asalto...

La elfa no lograba imaginar la razón del ataque. Los dragones eran inteligentes ¿No era más lógico que se presentaran y exigieran algo gracias a su imponente presencia en vez de tomarlo por la fuerza?

-Así que un infierno ahí afuera ¿Eh?...- Dejó caer la frase mientras se rascaba la punta de un cuerno.- Si usted lo dice. Tampoco es que haya muchos voluntarios para actuar, así que ¿Qué tal si dejamos las presentaciones en caso de que sobrevivamos y nos ceñimos a actuar hasta estar a salvo o terminar con la amenaza? ¿Cuál es el plan, qué herramientas tenemos para llevarlo a cabo y cuál es nuestro papel en todo esto?

Esta gente le gustaba demasiado hablar. 

- Mi nombre es Joorin Saltolargo. Dijo el mediano con una teatral reverencia. - Estoy dispuesto a ayudar como el que más. Añadió con decisión.

Dicho esto, esperó a oír lo que aquel hombre tenía que decirles. Muestras escuchaba, sus vivarachos ojos de color almendra se paseaban curiosos por la sala dónde se encontraban. Observaba con atención cada detalle, casi con admiración, pues nunca antes había estado dentro de una fortaleza. - En la aldea nunca se lo creerán cuando se lo cuente. Pensaba para si divertido.

- Hace menos de una hora escuchamos un rugido sobre nuestras cabezas. La mayoría no habíamos visto un dragón en nuestras vidas, pero allí estaba esa bestia azul atacándonos. Pero eso no fue lo peor, para cuando quisimos darnos cuentas estábamos siendo asaltados por un grupo de bandidos enormes. Humanos, elfos, enanos... y kobolds. Jamás habíamos sufrido un ataque asi-explicó el gobernador.

-Resepondiendo a tus preguntas-dijo a Zendarión- el plan es quedarnos aquí dentro donde estamos a salvo. Los asaltantes están interesados en saquear el pueblo y no han mostrado ninguna intención de atacar la fortaleza. Quizás por que les saldría demasiado caro. Pero hemos tenido que cerrar la puerta y estoy bastante seguro de que no todo el mundo ha podido entrar- el gobernador parecía preocupado- Si, se que pensais que esto es una ratonera,pero no lo es tanto. Hay un viejo tunel que ya no se usa por el que un grupo pequeño podria salir sin llamar mucho la atención... Si lograis abrir la porterna y asegurarla podríamos mantener un lugar por el que escapar y por el que enviar ayuda a la gente que la necesite en la ciudad-explicó el gobernador.

—Égida —respondió, alzando la mano. Él no disponía de grandes títulos ni un apellido que le diera renombre. Ya no. Se limitó a quedarse a un lado flexionando la mano derecha y mirándosela con curiosidad. Estaba sorprendido por lo que había sucedido con las heridas de aquella mujer y quería encontrar una respuesta—. ¿Os habéis encerrado aquí y habéis dejado a los demás habitantes a merced de esos salvajes?

La explicación del gobernador le había dejado perplejo y había hablado en voz alta sin pensar en ello.

—Perdón... seguramente me he excedido —al fin y al cabo, él sólo estaba de paso—, entiendo que todo habrá sido coordinado porque si no, los bandidos no habrían tenido tiempo de llegar al pueblo antes de que los aldeanos se metieran todos aquí. Bueno, ya poco importa. Yo me ofrezco voluntario para ayudar con ese portón... pero, ¿luego qué? ¿Dónde irán todos? ¿Y qué pasará con esos bandidos? ¿Hay algún Señor al que pedir ayuda?

-No voy a tomaros por tontos ni por crédulos. Se que habéis visto lo que está ocurriendo en Nidoverde. El torreón es el único sitio seguro y, aunque no me guste, solo nos queda esperar a que esos bandidos saqueen el pueblo y se larguen. Los pueblos más cerdanos, Berdusk y Elturiel, están a varios días de viaje y aunque estuvieran al lado no tienen un ejercito como para venir a rescatarnos-dijo el gobernador- Mirad, esto me gusta tan poco como a vosotros, pero ahora mi prioridad es tratar de rescatar a todos mis conciudadanos. 

-Si estáis dispuestos a ayudar, os aseguro que teneis todo mi agradecimiento, pero no puedo quedarme aquí debatiendo. Como ha dicho el tiefgling, hay que actuar...