Partida Rol por web

Otro día más, otra guardia más, que pasa sin pena ni gloria. El Rey está en el palacio de Tristán, y en New Heaven, aunque en esencia es la capital administrativa del reino, solo está el príncipe, que no suele dar problemas. Lo único destacable es un cierto evento que parece va a haber en el castillo de Lord Trancy, pero no os han dicho que el príncipe vaya a acudir, así que de momento estáis tranquilos.

Esa noche te acuestas en tu cama, como de costumbre. Sabes que al día siguiente tendrás que madrugar, así que te preparas para una buena noche de sueño.

Doy una última vuelta al castillo antes de dar por finalizada mi ronda, comprobando que no haya nada ni nadie fuera de lugar. Por desgracia, es así y no hay que poner en juego a mi preciosa Parca. Lo más destacable que he visto ha sido una criada arrodillada frente a un criado. Y ni siquiera me he podido quedar a mirar...

Dejo el mandoble al lado de mi cama, lo suficientemente cerca como para ser lo primero en ver al despertar. O poder cogerlo rápidamente en caso de ataque, pero no veo posible un ataque en mis aposentos. Me desnudo, quitándome los refuerzos de la armadura, la armadura y la ropa que llevo debajo, quedándome completamente desnudo. Me tumbo en la cama y cierro los ojos...

...para volverlos a abrir al cabo de un buen rato. Estoy tan poco cansado, que no hay modo de que pueda dormir.

"Entonces... supongo que tendré que volver a los 14 años".

Tumbado boca arriba, comienzo a tocármela despacio hasta ganar el tamaño y dureza suficiente. Llegados a ese punto, me la machaco con fuerza hasta acabar y quedarme tumbado, realmente relajado. Mi remedio para el insomnio: un buen combate de espadas o una buena paja. "Aaaah, aunque en realidad preferiría acostarme con alguna de las criadas...". De tan poca actividad en el reino y en palacio, estoy comenzando ver atractivos incluso a gente como el príncipe. "Sí. Necesito un polvo."

Te acuestas a dormir, tranquilamente. Pero esa noche no iba a ser tan tranquila como tú pensabas.

La ciudad está destruida. Desconoces el nombre de la ciudad, aunque algunas cosas, como la catedral o la torre de magia, te recuerdan a lo que se cuenta sobre Tristan. No estás seguro, sin embargo. Los edificios están en llamas, y el suelo está cubierto de cuerpos de cientos, quizá miles de personas. La sangre de esos cuerpos mancha tus botas, mientras caminas hacia un sitio indeterminado.

De pronto lo ves, una hombre se debate, intentando soltarse de los brazos de una joven. No dirías que es mayor que tú, y sin embargo sujeta a su presa con una sola mano. A pesar que su cuerpo parece enjuto, sus alas negras y sus ojos rojos te hacen darte cuenta que no es una persona normal. Su rubia melena se alza a la luz de la luna, destelleando con reflejos dorados, pero su cara refleja una maldad como nunca has visto.

El demonio desnuda al hombre con facilidad, mientras aferra sus manos con una sola mano. Tumbándole en el suelo, mientras mantiene las manos del hombre aferradas entre sus propias manos, monta su pene, de dimensiones más que respetables, dejándose caer de golpe, mientras el tipo intenta debatirse, al menos al principio. Pronto el hombre pone los ojos en blanco y gime fuertemente, al tiempo que lleva sus manos a los pechos de la demonio, apretándolos y retorciéndolos, aunque ella solo responde con una risa para nada alegre.

Su cuerpo empieza a cambiar. Sus orejas se hacen picudas. La  parte inferior de su cuerpo muta, convirtiéndose en una cola de serpiente. Sus gemidos y gritos de placer se escuchan ahora claramente, sobreponiéndose a los gritos de dolor y agonía de los heridos. De pronto, el hombre-demonio suelta un grito y empieza a convulsionar, presa de un furibundo orgasmo. Una vez acaba, sus ojos quedan en blanco. 

El demonio sigue cabalgando sobre el hombre, cada vez más fuerte, más rápido, mientras sus pechos, de grandes dimensiones, botan sin cesar. Por fin, suelta una especie de gruñido y empieza a convulsionarse en lo que imaginas es un intenso orgasmo. Cuando se levanta, puedes ver el pene del hombre cubierto de un líquido negruzco y espeso.

Tú eres el próximo ruge, y se lanza hacia ti. Intentas moverte, pero no lo consigues. El demonio cada vez se hace más grande, cubre más y más espacio de tu campo de visión. Hasta que por fin, su figura hace que no veas nada, sólo negrura.

En ese momento, con un grito de terror, te despiertas. Estás en tu cama, en el cuartel, pero todo parece normal. Hasta que escuchas el sonido de la alarma. ¡Os están llamando para que os reunais en al sala de armas! ¡Algo grave ha sucedido!

Mis pasos resuenan en el silencio sepulcral que invade la ciudad. ¿D-dónde estoy? ¿Qué ha pasado? No he tenido constancia alguna de ningún ejército cercano de la magnitud necesaria como para llevar a cabo tal destrucción. Mi mano reposa en la empuñadura de mi mandoble, preparado para desenvainar ante el más mínimo peligro. Pero todo lo que veo son cadáveres y más cadáv... Espera, ¿esto es Tristán? No sabría decirlo seguro, pero esta opresión en el pecho... Majestad...

Detengo mi camino al encontrarme con una mujer atacando a un hombre. No sé qué me lleva a quedarme observando sin hacer nada, tal vez sus alas o porque una mujer es capaz de agarrar a un hombre adulto con una sola mano.

Hace tanto... tanto que no disfruto de una mujer... que no puedo sentir pena por el hombre, aún a pesar de que parece estar "sufriendo" bajo las atenciones de esa criatura. Más que el Honor de defender el reino y acabar con ese ser, siento la necesidad de acercarme y tomar entre mis manos esos senos. Darle lo que se merece, pura violencia carnal.

Intento desenvainar mi mandoble cuando la criatura se lanza a por mí. ¿Atascada? ¡Aaa...

- ..aaaargh! -Me incorporo en la cama, sudando y con la respiración agitada. Tardo unos largos segundos en darme cuenta de que la alarma ha sido activada, así que me levanto y me visto con la ropa y la armadura tan rápido como puedo. Cojo el mandoble y salgo corriendo hacia la sala de armas.

En el salón de armas, todos están nerviosos, mirándose unos a otros. El general jefe del destacamento de la ciudad, el que se podría decir es el segundo al mando de los ejércitos del reino, está frente a vosotros. Alza las manos y todas las voces se callan.

Hace media hora se ha recibido un mensaje procedente de la poderosa escuela de magia de Tristan en la escuela de magia de New Heaven. Tristan ha sido atacada.

Un murmullo se escucha, incluso algún que otro ruido de sorpresa o incluso algún llanto que quiere empezar a salir, pero el general alza las manos, callando a todos.

Los magos de la orden de New Heaven han confirmado una destrucción total, y la casi segura muerte del rey y su familia. Nosotros somos la guardia real. Nuestra misión ahora será proteger a la gente, y al reino, mientras se determina quién será el heredero del trono.

Aún no sabemos qué ha destruido Tristán, y mandaremos un destacamento allá. Sin embargo, desde la orden de magia afirman que han sido los cinco males. Aunque eso es imposible, no queremos correr el riesgo. Necesito algún voluntario que vaya a Keropis, la fortaleza de la orden monástica de los iluminados, los únicos que siguen investigando a los cinco males, y se entere si pueden decirnos algo. ¿Algún voluntario?

Miro al General en silencio, escuchando con atención. Prácticamente ni pestañeo, aunque no puedo evitar en el sueño que acabo de tener. ¿Sería una premonición? No... eso es imposible, mis habilidades mágicas son tan penosas como mi vida sexual desde que estoy en la Guardia. Ha sido simple curiosidad.

- Mi General. -Avanzo un par de pasos, me llevo el puño al pecho y clavo una rodilla en el suelo. - Yo partiré de inmediato a Keropis, con su venia.

Hace demasiado tiempo que no viajo al exterior y, la verdad es que después del sueño, no tengo muchas ganas de ver Tristán destruido, ni los cadáveres ni... aquella cosa.

El general asiente.

Partirás al amanecer. El batallón primero será el encargado de dirigirse a Tristán a investigar lo sucedido. Tu misión será ir hacia el este, siguiendo el camino hasta la fortaleza de Keropis, y desde allí hacia el sur, para ir a Tristan donde informarás de lo sucedido. ¿Alguna pregunta?

Por cierto, antes que sea tarde, ¡cerrad el acceso al camino sur hacia Tristán!

Sonrío, orgulloso de apartarme del marrón. Si mi padre se enterase, probablemente diría algo así como que no tengo honor, ¿pero a quién le importa? Mi madre siempre ha tenido razón en algo: si quieres sobrevivir, no luches en causas perdidas. Y, si de verdad el rey ha muerto, nadie va a pagar mis honorarios. Así que, ¿a quién realmente estoy sirviendo?

- ¿Debo pedir refuerzos de Keropi? -Pregunto con cara de póker, llegando a plantearme incluso ni siquiera pasar por Keropi, pero eso iría contra mis principios morales. Como hombre, he dicho que iría hacia la fortaleza así que hombre, iré allí a informar. Luego ya... me lavo las manos. - Y supongo que podré llevarme un caballo de las caballerizas, ¿no?

Espero a que todos los hombres salgan a hacer sus tareas (como cerrar el acceso) para acercarme al General. A pesar de su carácter autoritario, le conozco de toda la vida, así que me permito en tutearlo aunque le enfade y me golpee, pasando mi brazo por detrás de sus hombros en busca de una confianza mutua.
- Oh, General, mi General... Partiré sólo en un viaje peligroso del cual no puedo volver. -Digo con teatralidad. -Así que, mi General, ¿me llevará alguna criada a mis aposentos...? Ya sabe: antes de una gran batalla, hay que beber, dormir y hacer el amor a nuestras mujeres.

Oh, ¿igual debería preguntarle por mi padre?

El general te responde con un puñetazo que te tira al suelo.

¡Soldado! Ese no es comportamiento para quien pertenece a la elite del ejercito del reino. Si quiere una meretriz, vaya a la taberna, que alli tendra varias.

Diciendo esto, se marcha bastante enfadado.