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Granjero Busca Esposa

• Cita alfa [Atila + Mel] •

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22/02/2020, 16:52
• Granjero Busca Esposa •

Cita alfa

Marzo 2020

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07/03/2020, 15:14
• Granjero Busca Esposa •

DIA 1

 

¡Un parón de una hora para descansar, refrescarse o merendar y vuelta a la acción! El kínder bueno de Atila estaba a tope. A TOPE. El equipo de James Cameron había sudado ríos de deseo observando la cita de ambos por separado. Otros directamente habían eyaculado chocolate de su bollicao al arder de pasión contemplando lo que la naturaleza era capaz de ofrecer creando cuerpos tan perfectos de Eva y Adán. Mel venía preparada para todo.

¿Le enseñaría Atila su super mega bollicao, tractor?

¿Le obligaría a alimentar las gallinas y recoger huevos del mismísimo donut de las caponatas?

¿La llevaría a retozar como cochinos al granero empajándose de... paja y "pajas" hasta las orejas?

Preguntas, preguntas que aún no tenían respuesta y mantenían en vilo a millones de espectadores.

James Cameron y equipo se trasladaron hasta la zona de la entrada de la casa como Atila y Mel, un territorio neutral que no dejaba entrever cual sería el nuevo plan del granjero.

 

 

Notas de juego

Roleo libre. El granjero se encarga de tomar las riendas de la escena :P

El equipo de cámaras les persiguen allí donde vayan. Si no ven cámaras no importa, igualmente las hay, y micros por todas partes. No dudéis de la profesionalidad de James Cameron.

La cita durará aproximadamente unos 20 minutos on-rol. Tenéis una semana entera para rolear. Los findes no es obligatorio postear, entre semana si. La cita concluirá el 15 de marzo a las 23:59 horas.

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09/03/2020, 00:02
E. Atila Johnson

Pues sí, tras mucha agua para hidratarse y un meneíto al bollicao en la privacidad de su cuarto de baño, Atila estaba preparado para su cita con Mel. Pero el desfogo, aunque satisfactorio, no había funcionado como él esperaba y el gran Atila llegó con la bandera izada, algo que se notaba perfectamente en los vaqueros ajustados que llevaba en ese momento. Es que no era lo mismo hacérselo a uno mismo a que se lo hicieran. Claro. Tampoco pasaba nada, no era algo inusual que Atila se presentara a una cita con toda la artillería preparada para disparar. ¿Y si volvía al baño para un segundo meneo? No le daba tiempo. ¿Por qué? Por una sencilla razón. Se había pasado los últimos veinte minutos de descanso buscando por los establos la dichosa camiseta que se había quitado antes de montarse sobre Philippe. Y la camiseta era esencial. Se la había llevado Celine, una de las yeguas, a su recinto. Estaba algo llena de tierra, pero no pasaba nada. Su función no era hacerle elegante.

Mientras esperaba, con la camiseta puesta, guiñaba a la cámara seductoramente. Por supuesto. Y esta vez, además, lanzó un beso seductor también. “Muak, nenas, las siguientes podríais ser vosotras”, parecía querer decir. Qué hombre, por favor. QUÉ HOMBRE. Ahí legaba Mel, caminando con su elegancia sensual. No tan sensual como Atila, pero la chica estaba para mojar pan, el churro y lo que hiciera falta.

Tenía menos pinta de trabajar en una granja que Ivonne, había que ser sincero. No la veía mucho con habilidades para recoger caca y de apretarle las ubres a las vacas. Pero las apariencias podían engañar. No todo el mundo era como Atila, que tenía pinta de conquistador buenorro y bien dotado que hacía gemir a las nenas a cien metros de distancia, y, efectivamente, así era.

Encantado de verte de nuevo, en mi modesto rancho —saludó, con falsa humildad. Abrió sus brazos, como señalando a su alrededor, pero con el único propósito para que se notaran sus pectorales bien marcados bajo la camiseta. Guiño seductor a Mel—. Hoy te lo vas a pasar muy bien, ya lo verás. Esto parece mucho trabajo. Y lo es. Saldrás todos los días de aquí sudada, guarra, con ganas de quitarte la ropa y darte un baño relajante en mi bañera especialmente espaciosa —Todos entendemos lo que quería decir, ¿no? En el baño no tendría sales y jabones de lavanda y mierdas de esas. En el baño tendría a Atila. Que no olía a lavanda, olía a hombre. A machote lleno de testosterona. Yeah. Y que, además, sabía dar masajitos. Vaya vidorra—. Pero no te preocupes, porque estarás a mi lado todo el rato.

Guiño seductor a Mel. Se acercó a ella, marcando ahora algo que no eran los pectorales, y se quedó a cinco centímetros de su cara.

¿Es eso lo que buscas, Mel? —preguntó, to seductor, con su voz grave y seria, de esas que derriten y hacen temblar a cualquier hembra—. Porque, si es así, has llegado al lugar indicado.

Se apartó de ella, guiñando esta vez a la cámara. Era una mujer extremadamente guapa. Por ser guapa, las cámaras la deseaban; por ser mujer, la deseaba el bollicao de Atila.

Ivonne me ha demostrado que sabe cómo ordeñar a una vaca —Guiño seductor tras pronunciar la palabra “ordeñar”—. ¿Te parece si me enseñas tú cómo coges los huevos? —Y, en lo que hizo esta sugerencia, Atila se cogió de la parte de abajo de su camiseta y se la quitó lentamente. ESA era la función de la camiseta. Los pectorales de Atila brillaban, como si se hubiera embadurnado de aceite. Qué sexy era—. Vamos al gallinero, nena. Está lleno de paja, te va a encantar —Todos sabemos tras qué palabra volvió a guiñar con seducción, ¿no? Paja, efectivamente.

No esperó respuesta. Como el macho alfa que era, lideró él el camino con su andar todopoderoso. Y aprovechó para recolocarse el paquete.

Por cierto, ¿qué tal con mi familia? ¿A quién has conocido? —preguntó, imaginando que había tenido la reunión con ellos durante su cita con Ivonne. Por favor que fuera a la madre. Por favor que fuera a la madre. Nadie mejor que esa gran mujer para hablar de las virtudes de Atila. Menos de una que estaría feo que una madre conociera, pero esa hablaba por sí sola.

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09/03/2020, 13:18
Mel Thompson

Una hora daba para mucho, que se lo dijeran a Mel. La potente actriz había tenido tiempo para aliviarse las calores, darse una ducha, ponerse un tanga explosivo –porque los sujetadores estaban pasados de moda- y unos vaqueros tan cortos que dejaban al aire la mitad de sus muslos así como una camiseta ceñida de color amarillo pálido. A pesar de que una mujer como ella no necesitaba maquillaje se había puesto algo de rímel y un pintalabios hecho para aguantar cualquier comida de bollycao lo que fuera.  Lo mejor para el público su alfa.

La primera visión que tuvo del hombre que estaba provocando el calentamiento global fue el bulto que marcaba sus pantalones. Madre mía con Santa Rosa de mi vida. ¿Qué les dan de comer a los sementales aquí? Si tuvieran un hijo probablemente se convertiría en el nuevo líder mundial, o mínimo en Julio Iglesias. Desfiló como si de una pasarela se tratase, consciente de que las cámaras y el mundo entero la miraban, y movió su cabellera al viento de forma tan sexy que provocó una erección en el cámara.

La bienvenida del hombre provocó que la mujer se fijara en la camiseta que le sobraba a Atila, pero estaba tan fuerte que podía advertirse su anatomía a través de la ropa.  No le habría vendido bien la vida en la granja de no ser porque todo acababa en una bañera espaciosa junto a él, donde podrían disfrutar de una buena merienda. Solo de imaginarse al hombre sin ropa ya empezaba a sudar, o eso habría hecho si no fuese una diva, y las divas nunca sudaban.

-Gracias, cariño- sí, claro, ya estaban en esa fase de llamarse de forma cariñosa porque estaba claro que él iba a elegirla a ella. No iba a decirle que si se casaban su ejército de criados se encargaría de cuidar la granja mientras él le comía el donut, pero Mel iba a trabajar poco en el futuro a no ser que fuese de actriz. Lo de las ganas de quitarme la ropa lo voy entendiendo, ya se me apetece- ahí estaba, directa. No sabía lo que habría hecho el bicho católico, pero ella era mejor.

La forma que tuvo de acortar distancias fue abrumadora, más cuando sentía un misil apuntando directamente contra ella. La cercanía de su rostro podría haber dejado embarazada a más de una, pero ella tenía que resistir. Yo te busco a ti. Si todo lo demás viene incluido en el pack, me encanta. Todo eso de guarrear, sudar, quitarme la ropa y darme un baño contigo suena de puta madre- eso tendrían que cortarlo, así que añadió algo para que no les costara- genial. Dos cuerpos trabajando juntos por levantar- bueno, en realidad ya estaba levantado lo que le interesaba- todo lo que esté a nuestro alcance.

¿Lo de Ivonne iba con segundas? ¿Le habría ordeñado? No iba a rebajarse a sentir celos por la perra besabiblias porque ella era mejor, más guapa, más lista y  seguro que más rica. Si es que lo tenía todo, joder. No le gustó que se hubiera separado, pero no pasaba nada porque Mel todavía recordaba cómo andar.  La pregunta que le hizo quedó en segundo plano mientras el tiempo parecía ir a cámara lenta mientras se quitaba la camiseta mostrando unos abdominales inhumanos. Pedazo de hombretón, ya me imagino su pollón.

Cuando el alfa empezó a andar, Mel interceptó al adonis a medio camino. Le colocó una mano sobre el pectoral- porque claro, ya que tocaba, tocaba algo que le interesaba- y luego la otra bajó directamente hasta su entrepierna, agarrando lo que le había mencionado anteriormente. Espera… huevos… gallinero… ¡Ay, las gallinas! ¡Que no se refería a los suyos!- Mel debió haber nacido rubia, pero todos sabían que su piel tostada no compaginaba con el cabello color platino.

-¡Ay, perdona! Que me he liado. Con huevos te referías a las gallinas. Pero bueno, ella ya había tocado paquete, ¡y qué buen paquete! Le guiñó el ojo igualmente, de forma pícara, y tras apartar la mano del lugar prohibido se puso a caminar. Vamos, que yo lo cojo todo bien.

Ante la pregunta de su familia, Mel enarcó una ceja. El lisensiado me dijo que no era de tu familia. ¿Me ha mentido?- puso su mejor cara de intriga mientras miraba a cámara, abriendo mucho los ojos y la boca. ¡Ay, qué boca más perlada tenía ella! Se la comería a sí misma si pudiera, pero no había nadie tan perfecto. Quizá Atila.

 

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09/03/2020, 20:38
E. Atila Johnson

Los ojos femeninos llenos de lascivia y admiración eran esos a los que Atila le gustaba mirar. Si no, prefería las tetas, sinceramente. Y sabía que los ojos de Mel iban a explotar en cualquier momento de mirarlo. O sea, sí, lo que estáis pensando: ese es el único motivo por el que no le miraba los pechotes apretados en esa camiseta tan ajustada que llevaba. Durante diez segundos, luego las miró. Coño, es que eran tetas. Y encima si le dice que está deseando quitarse la ropa, pues las mira por partida doble.

Me gusta cómo piensas, nena —Guiño seductor a Mel. ¿Cuánto hacía que no tenía a un par de mujeres tan ansiosas delante de él en el mismo día? Cierto, desde anteayer. Y había sido un suplicio. Porque el día anterior se lo había pasado en casa preparándose para el programa. Y el pobre solo había tenido tiempo de un único donut a la hora de la merienda, así rapidito. En fin, lo que sacrificaba por salir en la tele.

Yeah, Mel venía bien cargada de decisión. Atila oyó algunas de sus frases favoritas. “Yo te busco a ti”, “Darme un baño contigo” eran como un orgasmo para el oído. Dulces palabras que, en cualquier otro momento, habrían conseguido que le arrancara la ropa con sus potentes manos. Y luego habría usado también otra cosa muy potente que tenía él. Que uno podría decir: Pero, Atila, escuchas las mismas frases a diario, ¿no te cansas ya de ellas? NO. No se cansa nunca de ellas. Por favor, qué chorradas. Le dedicó otro de sus guiños seductores a la cámara y les lanzó un beso a sus fans, cuyos pensamientos probablemente coincidieran con las palabras de Mel. Él era sexy y lo sabía.

Hay cosas que no cuesta nada levantarlas. Solo con echarte un vistazo y… —Suspirazo, como un toro. La agarró suavemente y la apretó contra su cintura. Y, quien dice cintura, dice paquete. Paquetón. De esos que tienen que traer en carretilla porque, si no, el pobre mensajero se deja los lomos. Guiño seductor a Mel—. ¿Qué te parece si lo del baño lo dejamos para la siguiente cita y hoy nos dedicamos a la primera parte? —Él ya estaba bien sudado. Pero en plan sensual. Porque, como de costumbre, su sudor no olía a mierda reconcentrada, sino a puro machote. Ni siquiera guardaba el olor de las hembras con las que había estado antes. Era alucinante cómo su propio cuerpo trabajaba por cada pequeño detalle, para que no hubiera problemas. Atila se quería tanto a sí mismo… ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, que ahora le tocaba a Mel sudar y guarrearse bien. O guarrear con Atila, lo que ella prefiriera, que aún no lo sabemos.

Ah, pues ya lo sabemos. Es la segunda opción, según nos cuenta la mano que le agarró los huevos al granjero. Ahí, bonita, ahí, agarra bien. Madre mía, había que darle un puto premio al fabricante de aquellos pantalones. Ni las costuras se rasgaron ni el botón salió despedido a pesar del considerable aumento —sí, nenas, es posible que crezca aún más— de aquello que resguardaban. El bollicao, vamos. Fue una bonita y romántica sorpresa.

Te puedes liar todo lo que quieras, nena. Me gusta que hables mi idioma —Beso seductor a Mel. No, no es que se lo lanzara como había hecho con la cámara. Es que estaba en tal estado de calentón, que le cogió la cara y le plantó un beso en los morros. Sin lengua, eso sí. Que a él le gustaba ir despacito. JAJA Mentira, la lengua se la metió. En la boca, no pensemos cochinadas—. Disculpa, es que ha sido verte, lo sexy que vienes, cómo te mueves y lo bien que coges todo… —le dijo, sin soltarle la cara. Como si comerle la boca fuera algo mucho más invasivo que el tocamiento de huevos que había hecho ella—. Pero no te pienses que te vas a librar de las gallinas —Qué granuja. Pues no estaba intentando distraerlo para no trabajar. Que, ojo, él se dejaba distraer por una buena causa. Si la chica estaba con una temperatura tan alta que necesitaba relajarse y que se la bajaran a base de… cariño, pues él lo hacía. Se preocupaba por el bienestar de sus citas. Y por que sus donuts estuvieran bien rellenos.

Tras la respuesta de Mel sobre su reunión anterior, Atila no pudo por menos que reírse.

¿Que has conocido al lisensiado? No es de mi familia, no. Lo siento por ti, nena. Quiero decir, ahora es el segundo tío más sexy de Santa Rosa. Te habrás dado cuenta —dijo, como si aquello no tuviera ninguna importancia. Y no la tenía. La de agujeros que habían compartido ambos… No a la vez—. Pero está operado de los pies a la cabeza —añadió, en un susurro, como si no pretendiera que aquella información la supiera todo el país. Guiño a la cámara.—.  Pero ¿y qué pinta aquí ese aquí, si no está pariendo ninguna vaca? —No hablaba con Mel, hablaba con las cámaras. Se les había colado un intruso en el programa. Coño, si quería participar, que se presentara al año siguiente.

Claro que pronto se olvidó del lisensiado. ¿Por qué? Porque en el reflejo de una de las cámaras, vio la sensual boca de Mel. ¿Y si se la comía un poco más? Qué preguntas… Se la comió un poco más.

— Bueno, pues aquí estamos —dijo Atila, que llevaba de nuevo puesta la camiseta, tras caminar unos metros más. Un recinto abierto, bastante amplio, por el que un montón de gallinas y un gallo vagabundeaban y comían. En una esquina, un gallinero servía de protección para los animales cuando quisieran dormir—. Tienes que caminar con cuidado. Las gallinas están en libertad y, como les quitamos los huevos a diario, los esconden en cualquier parte, entre hierbajos, detrás de las piedras, arbustos… —le explicó. Tío, es que este hombre era capaz de glasear donuts pronunciando “hierbajos”—. Pero ya me has demostrado que tú tienes un talento natural para encontrarlos —Recolocamiento de paquete sutil—. Seguro que se te da bien. Toma, una cestita —Cogió una del suelo que claramente estaba preparada para su llegada—. Ten cuidado, no rompas ninguno al manipularlos. Son enormes, pero frágiles —Guiño seductor a Mel.

Mientras los buscas, nena, cuéntame algo sobre ti —dijo, mientras volvía a quitarse la camiseta lentamente.

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10/03/2020, 18:31
Mel Thompson

Una persona con más materia gris probablemente habría pensado que Atila tenía un tic de todos los guiños que le dedicaba a Mel, a la cámara y hasta al viento. No obstante, a la mujer  la volvía loca esa forma seductora de decirle tú y yo en mi cama, ahora, o eso pensaba que le quería transmitir con cada gesto. ¿Qué iba a querer decirle sino? Cásate conmigo. Sé la madre de mis hijos. Jamás encontraré a una mujer como tú- sí, claro, eso también.

Tenía claro que su cuerpo y  su personalidad eran capaces de izar cualquier bandera, pero el bramido que lanzó provocó que la mujer aplaudiese con ilusión. Está tan caliente que podría cocinar sobre sus abdominales. Bueno, mandaría a una criada, pero luego sí comería sobre él- ante la pregunta ella asintió, aunque habría preferido mil veces bañarse ahora y dejar cualquier otra tarea como pendiente.

-Como tú quieras. Así te doy algo con lo que soñar hasta que volvamos a vernos- toma ya. Estaba seguro de que cada descarga de ese bollycao desde ese momento hasta que se encontrasen nuevamente iban a producirse mientras pensaba en ella. Se fijó en lo muy perlado que estaba su cuerpo con esas gotas de sudor que decían cómeme, mami. Le iba a dar un repaso con la lengua.  Se pasó la lengua por los labios sensualmente como diciéndole esto podría hacértelo a ti.

Al final resultaba que con tanto calor se había equivocado de huevos, o quizá no, porque al final le había dado al público lo que deseaba: que esos dos cuerpos entraran en contacto. El bulto crecía tanto que los ojos de algún cámara podrían acabar destrozados cuando los botones saltaran disparados, pero por ahora aguantaban. Quien no estaba tan segura de poder contenerse más era ella, que ahora que había notado el paquete estaba deseando abrirlo para ver su regalo.

El beso fue captado por las cámaras mientras Mel escuchaba a medio mundo gritar en su cabeza. La mujer le siguió el rollo -¿quién no lo haría? Si seguro que Cumber…como se llamara estaba lamentando no ser ella- y las lenguas se encontraron dando un espectáculo digno del inicio de una película porno de alto presupuesto. Bueno, ya que había tocado una vez, se dio el capricho de seguir tocando la zona un poco más: sería problema de las cámaras el tener que tapar el espectáculo que estaban dando.

-No pasa nada, puedes hacerlo todas las veces que quieras. En público o en privado- le hizo un guiño y luego apartó la mano lentamente, aunque recordó esa película en la que alguien tenía un objeto valioso y no quería desprenderse de él porque era “su tesoro”. ¿Cómo se llamaba? Joder, el bicho ese se parecía a Ivonne. Casi lo tenía en la punta de la lengua, pero si seguía pensando se arriesgaría a un aneurisma.  Está bien- aceptó, resignada- primero unos huevos y luego otros.

Mel podía recordar perfectamente al Lisensiado, pero era cierto que Atila tenía algo más sexy, más varonil, más mojabragas: su barba. Ya podía imaginársela humedecida después de que le comiera el donut. Ay, que estaban en horario infantil.  ¿Operado?- ella preguntó en voz alta, sorprendida. No le había dado esa impresión en absoluto, pero tampoco se daba cuenta de cuando sus amigas se retocaban la nariz, las tetas o el culo. Ella solo tenía ojos para sí misma por norma general, así que el aspecto de los demás no importaba a no ser que se los fuese a tirar o que pudiese insultarlos por su apariencia. Pues me dijo que había venido porque los caballos tenían problemas para montar a las yeguas.  ¿Es veterinario de verdad o esa también me la ha colado?

De nuevo más besos, pero con un magreo contenido. Mel ya se imaginaba esas manos fuertes y grandes recorriéndola por completo, o cogiéndola en brazos para ponerla contra la pared del gallinero.  Podría hacerle de todo allí mismo, pero el hombre quería verla de rodillas, y no era precisamente para lo que ella se imaginaba. Bueno, seguro que sí, pero hace como que no. En cuanto me vea cogiendo más huevos se va a poner celoso.

Mel no se dio cuenta del momento en el que la camiseta había vuelto al cuerpo del hombre, pero en su vida general no solía percatarse de prácticamente nada. Si había la posibilidad de que se encontrase con un espejo o con la cámara del móvil, la cocina podía salir ardiendo y ella estaría haciéndose selfies que aumentaban el número de fanáticos que la seguían en instagram, porque Mel estaba a punto de ser considerada una Diosa. Solo le hacía falta ese programa.  Echó un vistazo al lugar en el que se encontraban y fue asintiendo mientras se llevaba las manos a las caderas.

La mujer cogió la cesta después de recibir las indicaciones y se quitó los taconazos que llevaba para poder buscar descalza, aunque luego tendría que pedirle a algún criado que le lavase los pies para quitarle los restos de granja. Ni corta ni perezosa, la morena se agachó y comenzó a andar de rodillas, mostrando un espléndido trasero trabajado gracias a entrenadores personales a los que pagaba una pasta. Los pantalones le quedaban tan cortos que dejaban poco a la imaginación del hombre mientras gateaba moviendo las manos para hacerse con huevos.  Su móvil parecía estar a punto de caerse.

-Pues soy actriz, ¿sabes? Claro que tenía que saberlo si no era un inculto. ¿Recuerdas la película  Resaca del 1 de noviembre? Yo era la chica a la que mataban al principio. Encontró el primero mientras le respondía.  ¡Anda, un huevo!- movió la mano agitándolo hasta que este salió disparado, cayendo contra la paja y, con suerte, sin romperse. Ay, no lo era- mintió. Mira, en el bolsillo de mi pantalón tienes mi móvil con la escena. Salgo desnuda, espero que no te importe- dijo girando la cabeza hacia atrás mientras le guiñaba el ojo.

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10/03/2020, 20:51
E. Atila Johnson

¿Con qué soñaba Atila? ¿Con caballos? ¿Con gallinas? ¿Con su huerto? ¿Con su…? TETAS. Soñaba con tetas. Pero, normalmente, no tenían una cara asociada. Eran simplemente tetas. No flotantes y sin cuerpo, eso habría sido muy creepy, pero la cabeza de la dueña quedaba borrada. Pero, a ver, no penséis que es un salido y que solo sueña con mujeres en bolas. También sueña con él mismo. A veces en bolas. O sea, es un salido y un narcisista. Miradlo cómo guiña a la cámara ahora. To seductor. Sabe que esa noche soñará consigo mismo. Y tal vez con Mel e Ivonne. En bolas.

Por supuesto, Mel no podía dejar de tocarle el paquete. Es que ni él podía dejar de tocarse el paquete a veces. Cuando haces pop, ya no hay stop. Y su bollicao era más grande que una lata de Pringles. ¿Le importaba? Le importaba que no lo hiciera por dentro de los pantalones. Pero se recordaba a sí mismo el truco de la tele, mantener el misterio de si Mel y Atila se comerían la repostería del otro. No podían zanjarlo todo en cinco minutos. Eso sí, el guiño seductor que no faltara en ningún momento.

Te tomo la palabra —dijo, pensando lo mucho que echaba ya de menos la mano en Espartaco—. Y ya verás cómo tu esfuerzo tendrá recompensa, nena —Se lamió los labios. No en plan baboso cochino que da miedo y asco a la vez. En plan seductor, con una mirada que decía: “Como te pille, sales de aquí con mis babas por lugares que no sabías ni que tenías”.

Asintió con lo de la operación del lisensiado. ¿Por qué iba él a inventarse algo así? Ni que necesitar usar mentiras para seducir a mujeres. Al contrario, le daba pena ese pobre hombre que pensaba que con la cirugía podía llegar a ser como Atila. Y es que solo Atila era como Atila. Guiño seductor a Mel. Por no perder la buena costumbre.

Sí, sí, es veterinario. Problemas, los hay. Porque, verás, está Philippe, que es mi mejor semental. Y todas las yeguas quieren con él y solo con él… Así que no te creas que el resto pueden mojar mucho —En resumen, era lo mismo que pasaba con Atila y el resto de hombres de Santa Rosa. Que a los demás les costaba dios y ayuda que las mujeres se fijaran en ellos. Pero, oye, que hubieran nacido con un cuerpo para el pecado, como él. Tsk.

Mientras Mel se ponía de rodillas para buscar huevos, Atila se quedó apoyado en la verja, mirándola fijamente con los ojos entrecerrados. Que parece todo muy romántico, pero en realidad le estaba mirando el culo en pompa mientras pensaba “la rellenaba como a un pavo”. Joder, si no estuvieran en el puto concurso este, esa hacía tiempo que estaría en esa postura, pero sin ropa. Otro suspirazo de caballo en celo. ¡La de aguante que estaba teniendo!

Aaaah, la recuerdo, la recuerdo —dijo, refiriéndose a la película. Efectivamente, la recordaba. En realidad, recordaba haber comprado una entrada para esa película y haberse metido en la sala. Lo que pasó en la hora y media siguiente es algo que solo les incumbe a él y a Laura Mitchell. Que Laura le comió el bollicao, vamos. Qué tía, la hora y media aguantó y quería quedarse hasta los títulos de crédito y todo. Lo que le costó a Atila sacarla de ahí. Y no me refiero a la chica del cine. Guiño-guiño, codazo-codazo—. ¿Para qué voy a querer verte en una pantallita tan pequeña, teniéndote delante? —preguntó, mientras se acercaba a ella. A ver, no pensemos mal. Se acercaba a ella porque parecía que tenía dificultades buscando huevos y quería ayu… JAJAJA No, no puedo decirlo entero. Sí, se acercaba para meterle mano—. Pero sí, me encantaría ver  ahora algo tu trabajo, ya que tú estás viendo el mío. Y te prometo que todas tus películas las veré cuando esté solo… en mi habitación. Sobre todo, en las que sales desnuda —Pero qué sutil era el chico. Guiño súper seductor.

Se puso de rodillas a su lado. El tío volvía a tener la camiseta puesta y aprovechó que estaba otra vez tan cerca de ella para quitársela lentamente. Y, mientras Mel seguía gateando, él metió la mano en uno de sus bolsillos del trasero. Uno que estaba vacío.

Uy, perdón. Me equivoqué de bolsillo, buscaba tu móvil —No se ha equivocado, ¿eh? Por si os lo habíais creído. Vamos, de hecho dejó ahí la mano metida, agarrando con fuerza. El móvil podía importarle menos. Se inclinó hacia adelante. Aún con la mano metida. Pero era por sujetarse a algo, no fuera a ser que perdiera el equilibrio estando ya en el suelo… Guiño seductor a Mel—. ¿Te ayudo? Mira, ahí tienes uno —Alargó la mano y cogió un huevo que había bajo un montón de paja. Aún con la mano sobeteando el culo de Mel, miró fijamente al huevo, con esa mirada suya profunda, como si tuviera delante un cuadro de Monet—. Mel, nena, no habrás visto en tu vida un huevo como este. Son enormes, la mayoría con dos yemas y algunos incluso con tres. Porque en la granja de Atila, los huevos no decepcionan; sorprenden y dan respeto.

Y no sacaba la mano del bolsillo, ¿eh? Echó el huevo a la cesta y acercó su cara a la de Mel. Pero esta vez no le comió la boca. Se la quedó mirando con cara de deseo. Lo que iba a hacer ahora era su movimiento maestro. Que, siendo Atila, todos podían considerarse maestros. Pero este era la puta hostia de bueno. Y Atila estaba deseando hacerlo desde que Mel entró en su granja. Se acercó un poco más a ella, guiñándole un ojo seductoramente. Y, en lugar de besarla, le habló al oído.

— Nena… ¿Quieres que te enseñe algo?

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11/03/2020, 19:14
Mel Thompson

Mel estaba segura de que Atila ya fantaseaba con el momento de intercambio de azúcar. Ella era deseable hasta el punto de que si tenías una pesadilla con Freddy Krueger ella podía aparecerse en el sueño y convertirlo en una película porno donde el quemado se moriría de tanto pelársela con sus cuchillas. Porque estaba claro que Mel no se tiraría a un feo por nada del mundo. Bueno, por fama probablemente sí.

Le gustaba la forma en la que sonaba la palabra nena en su boca. Oh, sí, me encanta cómo me comes el bollycao, nena- pronto escucharía esa frase. Nena, no te vayas. Mi cama se quedará vacía sin ti- eso también sería esperable. Nena, tienes el donut más apetecible que he visto en mi vida- por supuesto. Te voy a dar muy fuerte, nena- vale, tenía que parar ya antes de que se le siguiera mojando el tanga. –Cuando te coja un par de huevos deberías darme un adelanto de la recompensa, para motivarme. Vamos, ya era motivación suficiente verlo sin camiseta, pero si colaba…

¡Pobre Philippe! A ella le pasaba exactamente lo mismo cuando salía de fiesta, todos querían con ella y solo cuando la actriz estaba ocupada sus amigas podían pillar cacho.  Lo entiendo total, ¿sabes? Es que cuando tienes un producto de primera categoría como tú o como yo delante... ¿para qué vas a querer algo de segunda?  Dijo mirándole el bote de pringles con descaro.

Atila sumó puntos en su listón después de decir que conocía la película en la que había actuado, algo que el Lisensiado no había reconocido.  Lo oyó acercarse mientras buscaba los huevos pero en realidad pensaba en otros diferentes que ya había podido catar con su mano. Ay, qué calores le entraban cuando decía esas cosas. Empezaba a lamentar no usar sujetador porque la camiseta le sobraba.

 Lo que sí hizo fue apoyarse sobre sus rodillas para recogerse el cabello y luego se enrolló haciendo un nudo en la camiseta de forma que dejaba a la vista todo el vientre y un escotazo. Vamos, que lo único que tapaba era el pecho y con algún que otro movimiento se podía ver también.

-Si quieres, en privado, te puedo repetir cualquier escena- ¿Habría pillado que se estaba ofreciendo a desnudarse, verdad? Vamos, que te la repetiría en público porque nuestra audiencia se merece verme al completo, pero hay niños delante.

-¿Tú crees que yo me puedo quitar la camiseta?- le preguntó mientras le miraba los abdominales con el mismo deseo con el que un gordo miraba un donut después de hacer ejercicio.  El hecho de que la hubiera empezado a manosear le hizo preguntarse cuánto faltaría para que se revolcaran en el suelo. Esperaba que poco.  Pegó un poco más su culo a él y recordó la escena de los caballos. Ojalá me montara él a mí.

Mel asintió a las explicaciones sobre el huevo aunque no fuese el que le interesaba comerse. La voz de Atila seguía resultando sexy, ya hablase de huevos, del tiempo o de finanzas que no entendería. Cuando se le quedó mirando de una forma que amenazaba con quitarle el resto de prendas, la mujer permaneció atenta a sus ojos, a su boca y no miró más abajo porque su cara ya era lo suficientemente atractiva.

-¡Sí!- la respuesta surgió como un gemido más que como una afirmación. Ella estaba deseando que le enseñase el bollycao, pero vamos, que si era otra cosa también la aceptaría.  Tú enséñame lo que quieras. ¿Qué tienes para mí, papi?- ahí, hablando en español –bueno, la última palabra-. Llamando a la audiencia latina. Joder, qué ganas de polvo tenía.

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11/03/2020, 22:46
E. Atila Johnson

Atila era un caballero de los pies a la cabeza. Y él satisfacía siempre a cada mujer que entraba en su rancho. Por tanto, si Mel le enseñaba un buen escote en el que meter su cabeza, él miraba al escote, porque sabía que el escote no se iría de allí contento si los ojos de Atila no se posaban sobre ellos. Hasta le lanzó un guiño seductor solamente al escote. He dicho demasiadas veces "escote", ¿verdad? Es que era muy bonito. Y qué lista era Mel. Había venido sin sujetador. ¿Cómo lo sabía? Coño… Cuando una nena llega a tu rancho apuntándote por debajo de la camiseta dos Berettas 92FS de 9mm, empiezas a notar que ahí hay poca tela. Y, ahora, se le notaba incluso más. Qué picarona.

Nena, pero si estamos en privado, puedes repetir lo que quieras cuando tú quieras —señaló a su alrededor, donde no había absolutamente nadie. Y, de paso, guiñó a tres o cuatro cámaras que había captado en tan solo un segundo. Y, también de paso, ya que ella quería repetir sus escenas en las pelis, él podría repetir lo que hacía con las nenas mientras se reproducían esas pelis—. Cualquier cosa que no quieran que vean los niños, lo quitarán del programa —¿Y ahora ella habría pillado que a Atila se la soplaba al máximo las reglas de Benedict?

Oh, un culo en su paquete, qué gustazo. Sonrisa picarona en uno, dos… Ahí estaba. Joder, si es que sobraba ahí ropa para parar un tren. Qué aguante, dios mío, qué aguante estaba teniendo. Esto era impagable.

En mi rancho no hay pudor, Mel. Aquí cada uno puede quitarse lo que quiera cuando quiera. ¿Acaso no lo he hecho yo? —respondió, señalándose a los brillantes pectorales. Porque él era un tío natural, moderno, a quien no le molestaban los cuerpos en bolas, fueran de quien fueran. Y creía en la liberación de la mujer; y de su ropa también. Además, era posible que la pobre Mel estuviera empezando a pasar calor. Por su bien, tal vez debería quitársela, sí. Quizá incluso debiera mojarla un poco con la manguera. Por su bien, ¿eh? Y por el pico de audiencia que iban a tener en ese momento.

Atila sonrió al escuchar el ansia en la voz de Mel. Así, nena. Así es como se conquista a un hombre, con ese ímpetu, con esas ganas. Su bollicao creció incluso más con ese gemido. Era el momento estelar de Atila. En realidad… bueno, a ver… Los telespectadores ya lo conocían. Pero era algo tan excepcional como sus abdominales o incluso más, así que probablemente estuvieran deseando volver a verlo. Se puso de pie, marcando paquete, como el semental que era. Y, de paso, guiño seductor a la cámara.

Nena, esto es algo que no has visto en tu vida —le aseguró, mientras se ajustaba los pantalones. Y, de paso, volvía a quitarse lentamente la camiseta que, lo habéis adivinado, volvía a tenerla puesta.

Quería impresionar a Mel, igual que quería impresionar a cualquier mujer. Porque, en el fondo, no era tanto por él, sino por ellas. Sabía que lo que tenía guardado era algo que todas tenían que conocer, con lo que soñarían el resto de su vida, algo que lo hacía incluso más machote de lo que era ya. No se perdonaría a sí mismo privarles de un bis de su mejor momento hasta ahora en el programa. Coño, si es que llevaba escuchando los gritos de sus fans desde que la cita anterior "¡Otra, otra, otra!". Y los había ignorado, pero ya no más.

Nena, he sido campeón, tres veces consecutivas, de rodeo —le anunció, guiñándole un ojo seductoramente. Ya imaginaba a las nenas desde su casa: “AAAAaarAAAaAAAaaAARrrrRRRGGGGGggh, Atila va a volver a preñarnos desde la distancia con sus sensuales movimientos”. Madres, hijas, hermanas, abuelas, amigas matándose entre ellas para conseguir el lugar más cercano al televisor; las ganadoras se bajaban las bragas, preparándose para la visión que iban a tener; las más afortunadas, cogían sus gafas de 3D. Hasta la Madre Tierra estaba con las hormonas alteradas, volcanes en erupción, huracanes, terremotos…—. En dos modalidades, nena, en dos modalidades. Caballo con Montura y Monta de Toro. No tengo ahora mismo a ninguno de los animales a mano, pero puedo mostrarte igualmente cómo fueron mis movimientos sobre el caballo.

Y dicho y hecho. No os creáis que al tío le daba vergüenza repetir su numerito, esta vez sin animal debajo de él. Bueno, a ver, repetir no. Que antes había hecho lo del toro. Y son dos cosas totalmente diferentes. Abrió bien sus piernas, para simular su posición en aquel momento.

Nena, cuando estás en la competición, montando al caballo, no puedes sujetarte con nada más que con tus piernas y hay que aguantar mínimo 8 segundos sobre el animal asalvajado —Por algún motivo, no se sabía por qué, se agarraba el paquete mientras lo contaba. Tal vez se ponía tanto a sí mismo narrando su historia que no podía evitar toquetearse un poco por fuera. Y, después, hizo su demostración.

 

Qué sexy estaba, yeah. En medio del gallinero, moviendo sus caderas hacia adelante, hacia atrás, hacia la derecha, hacia la izquierda. Siempre mirando a Mel… Intentaba no mirarla con demasiada seducción. Su cuerpo ya emitía bastantes vibraciones sexuales como para lanzarlas también con los ojos. Lo último que quería era que a la chica le diera un infarto de la emoción. Pero, claro, “poca seducción” en Atila seguía siendo un 4382934% más que el máximo de seducción en cualquier otro hombre. ¿Por qué? Porque él era un puto dios.

Mis piernas son tan fuertes que se agarran como una lapa a todo lo que tengan entre ellas. Así que aguanté 23 segundos, nena, 23 —Alzó la mano, parando a Mel antes de que respondiera. En caso de que quisiera responder algo—. Y antes de que digas nada, nena, 23 segundos aguanté sobre el caballo. No es lo que aguanto con una mujer —Nunca en su vida habría pensado que tenía que explicar algo así, pero, en fin…— Te enseñaré mis trofeos en nuestra próxima cita —Guiño seductor a Mel.

Atila se ponía a sí mismo. Se ponía tanto que grabaría los programas en los que él saliera y se los pondría en los momentos solitarios. Que eran pocos. O, qué coño, en los momentos acompañados también, que no podía privar a nadie de esa obra de arte. Guiño seductor a la cámara y a su futuro yo cuando se viera. “Atila, eres un dios”, se decía a sí mismo con la mirada. Por desgracia, no se podía meter la lengua a sí mismo. Ojalá pudiera meterse la lengua a sí mismo.

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12/03/2020, 12:56
Mel Thompson

¡Qué listo era Atila! Claro, el director del programa se encargaría de borrar lo que no interesara, pero estaba claro que su figura desnuda era lo que más podía vender de ese programa. A lo mejor lo que hacían era lanzar un blu ray de pago con contenidos +18 que todo el mundo pagaría al saber que esas escenas existían.

-Ay, claro. Bueno, cuando te coja los huevos lo hago- sonrió. Podía repetir la escena cuando quisiera deshacerse de su ropa, que en realidad era ya, pero iba a dejar un poco más con las ganas al alfa. Por suerte esa escena no había tenido diálogo apenas, porque Mel era realmente mala recordando. O pensando. O haciendo cualquier cosa que incluyera darle movimiento a sus neuronas.

Ay, que Atila apostaba por seguir enseñándole los pectorales. Madre mía lo que iba a mover la lengua por ahí en cuanto él le diera permiso, o sencillamente cuando el calor fuese insoportable. Eres muy listo, ¿lo sabes? – sí, él lo sabría, del mismo modo que la actriz estaba segura de que ella era una mente maestra.  Si sigue aumentando la temperatura pues no me quedará más remedio que hacerlo.

Mel se sentó en el suelo para ver el espectáculo que prometía el hombre. Parecía una fangirl deseosa de ver a su anfitrión, aunque más bien tenía la sensación de haber acudido a un Boys en el que aguardaba el striptease final. -¡Quítatelo todo!- dijo, mientras aplaudía. Al final había mezclado realidad y ficción. ¿Campeón de rodeo?- bueno, eso no sonaba tan impresionante como ella habría imaginado, pero igualmente por ver su cuerpo sin camiseta podía fingir que eso le interesaba.

-Por favor, enséñame como te mueves- dijo suplicante, aunque en realidad quería que se moviera sobre ella. O bajo ella. O a su lado. De cualquier forma que provocase que su bollycao terminase dentro. Hasta estaba por ofrecerse a interpretar al caballo o al toro, pero entonces no podría ver esos meneos que había empezado a hacer y con los que ella iba a fantasear esa noche. ¡23! ¡Qué pasada, papi!- dijo ella mientras se levantaba.

Mel decidió que ese era el mejor momento para aprender algo nuevo en su vida, así que se puso delante de él de forma que sus glúteos chocasen con todo el paquete del hombre. Porque claro, no tendría sentido ponerse a su lado e imitarlo, sino que sería mejor seguir el ritmo de sus caderas. Bueno, la verdad, que quería rozarse. No iba a mentir a sus pensamientos.

-¿Me enseñas? ¿Así?-dijo moviendo el culo a su ritmo. ¡Yiha, yiha!-gritó y, con el subidón de tener a ese Adonis detrás con los pantalones a punto de estallar, Mel se quitó la camiseta y empezó a darle vueltas en el aire. A tomar por culo el horario infantil- los niños aprenderían mejor anatomía si ella exhibía el cuerpo del deseo. Con su mano libre buscó la de Atila y se la llevó al vientre. ¿Qué tal lo hago? Pues de puta madre, ¿cómo lo iba a hacer sino?

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12/03/2020, 19:32
E. Atila Johnson

Estuvo a punto de responder que los huevos ya se los había cogido, así que no sabía a qué estaba esperando para quitarse todo lo que le sobraba. Que era, básicamente, todo. Pero la chica tenía que demostrar al público que era capaz de trabajar un poquito. Y, quien dice público, dice su abuela. 

Lo sé, nena —¿Cómo no va a saber que es listo? Sacó sobresalientes en todas las asignaturas que impartían mujeres y para nada tenía que ver con que les hubiera dado a probar su bollicao. O sí. Quién sabía. Guiño seductor a Mel. Y otro más por insinuar de nuevo que se iba a quitar toda la ropa.

Si pensáis que Atila tenía los movimientos de su competición de rodeo ensayados, estáis en lo cierto. Desde que ganó, los ha practicado a diario para enseñárselos a todas las mujeres que se beneficiaba. “Qué vanidoso, qué ridículo”, pensaban todos los hombres verdes de envidia, a los que Atila no hacía ni caso. “CÓMEMELO TODO”, pensaban las nenas. No necesitaba normalmente que se lo repitieran dos veces.

¿Quitárselo todo en ese momento? Pero no, mujer de dios, aún no. A ver, que si se lo repetía, lo hacía. Pero es que estaba en plena demostración del rodeo y él era fan del realismo: no había montado al caballo en pelotas. Una cosa era montar desnudo para dar un paseo tranquilo, que con un poco de vaselina después se arregla (Sí, esto él lo ha comprobado). Y otra el rodeo. Ostras, pues solo faltaría eso, se habría desollado los huevos en el primer segundo. Y en la competición no había nadie para que les diera un besito y se curasen. Mentira. Sí había, sí. Pero aun así no le apetecía pasar por esa experiencia.

Atila estaba todo ufano, Mel comprendía la hazaña que había logrado. Jo, se la notaba tan entusiasmada por sus trofeos, que Atila sentía que tendría que pasarle un DVD con la grabación de sus competiciones. Para la próxima cita lo haría. Firmado con su autógrafo. ¿Veis? Si es que aparte de una máquina en la cama era un detallista.

¿Sabes lo que es también una pasada, nena? —preguntó. Y puso su cara filosófico-reflexiva. Estaba a punto de descubrirle a Mel los secretos del universo—. El último año, después de ganar en una de las modalidades, quince mujeres vinieron a mí suplicándome que les comiera el donut —Y no vinieron más porque no había más. Lo malo de esos eventos era que había mucho tornillo y poca tuerca—. No sabía si debía, tenía que descansar y tanto carbohidrato para cenar podría empeorar mi rendimiento. Pero yo me debo a las nenas, Mel —Guiño extraseductor mientras se llevaba la mano al pecho para darle más dramatismo. Con qué efusividad hablaba, por dios, sabiendo que aquel día terminó por convertirse en santo al haber hecho felices a tantas—. Y moriré el día en que me niegue a satisfacer los deseos más pasionales de una mujer. Todas salieron satisfechas, yo no dormí. Y al día siguiente, gané en mi segunda modalidad —¡Yeah, baby! Por si no os habéis enterado aún, es un héroe. Y, por si Mel no se había enterado, iba a salir de allí con las bragas en los tobillos y el donut enrojecido.

Y que no ocurriera una desgracia, porque la tía empezó a refrotarse contra su paquete y, coño, ¿acaso no lo tenía ya bastante hinchado? Si lo traía bien cargado desde el principio de la cita. Esa mujer era una inconsciente, no sabía los peligros que podría entrañar. ¡Detente loca! Que Atila se pone pim, pam, pum y te deja en el sitio que te tienen que sacar con mascarilla de oxígeno del vahído que te daba. Bueno, ella sabría… Atila ya no daba para más explicaciones, que esas nalgas en su entrepierna le iban acaparando toda su atención. Pero qué manía tenían sus pretendientas de venir con pantalones, de todas formas. Con lo fácil que sería un vestido o una falda por el que meter la cabeza directamente. No pensaban las cosas…

Así, nena. Exactamente así. Con esos movimientos, tú también aguantarás mucho encima de mí —Guiño seductor a la cámara. Estaba a punto de ponerse de nuevo la camiseta para hacer su jugada de quitársela lentamente, cuando...

Madre mía lo que hizo Mel a continuación. MADRE MÍA DEL AMOR HERMOSO. Gritó “yiha”. Tíos, gritó “yiha”. Cual vaquera sexy. VAQUERA PUTO SEXY. Era la primera vez que Atila escuchaba algo así, normalmente las mujeres gritaban "Atila" o "Dios mío", que vienen a ser lo mismo. Y encima se quedó con las tetas al aire. Joder, no la empotraba ahí mismo porque… Espera. ¿Por qué no la empotraba ahí mismo? Empotrar es para la segunda cita. ¿Quién hostias decía eso? ¿Qué pedazo de gilipollas había puesto esa norma? Ah, sí, el mismo Atila. Para mantener el misterio ante la audiencia. Me cago en la audiencia…

Lo haces de puta madre, nena. De puta madre —Ojos cerrados, respiración entrecortada. No entendía muy bien por qué le ponía la mano en el vientre, pudiendo ponérsela en una teta. O en las dos, vamos. Bueno, pues ya se encargaba él. Subió una mano, subió la otra y moc-moc. Qué blanditas, qué bien formadas, qué suaves. Moc-moc. Mientras seguía restregándose bien por detrás.

Las gallinas cacareaban correteando como locas, nerviosas por toda la sensualidad que emitían esos dos. Ni guiños ni leches en vinagre ya. Aún tenía el “yiha” haciendo eco en su cabeza. Y con eso soñaría esa noche. No con las tetas de una ni las tetas de la otra. Con el “yiha”. Acababa de descubrir algo precioso, había sido como un orgasmo. Así que tendría que agradecérselo a Mel de alguna forma.

Le dio la vuelta, la cogió de las piernas, como el machote aguerrido y fortote que era, y ¡p’arriba con ella! La sujetó en el aire agarrándola bien del culo, que no se le cayera al suelo. Pero esta vez no le metió la lengua hasta la garganta, sino que con su lengua le dibujó el sujetador que le faltaba. Y venga a darle lametones. Lametones sexys y besitos cariñosos, que él era un romántico también, ¿eh? ¿Cómo los había llamado Ivonne? “Cuernecitos”. Esta tenía astas de alce.

Dime, nena —Efectivamente. Era capaz de mantener una conversación mientras tenía la boca ocupada con otra cosa. Perdón. Con DOS cosas—. ¿Qué te hizo apuntarte a este programa? Cuéntame tu historia... —Si la tía era capaz de responder en ese momento algo coherente y sin entrecortarse, algo estaba haciendo mal Atila. Y Atila no hacía nada mal. Nada que involucrara  su cara metida entre pechotes.

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13/03/2020, 16:50
Mel Thompson

Mel no tuvo claro qué pensar exactamente sobre la hazaña de su hombre y los donuts necesitados. Quince mujeres eran, desde luego, una proeza, pero también un indicativo de que su alfa necesitaba hacerse unas pruebas de ETS antes de echar un polvo. ¿A quién pretendía engañar? Se lo tiraría ahí mismo entre cacas de gallina si hacía falta.  Bueno, pero cuando acabe el programa sí que lo llevaré a un médico privado.

-¡Creo que batiste más de dos récords esos días!- le dijo ella, con una mezcla de entusiasmo pero también algo de grima. ¿Cuántos bollycaos se había zampado ella en una noche? Menos de 15, seguro, pero porque Mel era muy exquisita y no se acostaba con cualquiera. Mínimo debían tener abdominales, pelo, dinero en el banco, los dientes puestos en su sitio y un paquete envidiable. O eso o pillarla con un pedo impresionante.

-Con tanta práctica ahora solo hace falta ver cómo me comes el donut a mí- sin sutilezas. ¿Para qué iba a utilizarlas cuando sabía que él estaba deseando darle un buen bocado? Pero te digo una cosa, nene, cuando pruebes el mío no querrás otro. Lo mío no es un donut, es EL donut- dijo recalcando la importancia de lo que escondía bajo el tanga. Ya lo vería, ya. La actriz esperaba que fuese más pronto que tarde.

El bollycao de Atila se estaba volviendo 5XL ante tanto roce y Mel estaba ya tan deseosa que apenas podía contenerse. Las manos del hombre subieron hasta sus pechos… ¡y qué pechos! Mel tenía unos buenos melones, dulces. La puta mejor fruta del verano. Aquel programa  iba a hacer millonarios a los productores, pero desde luego iban a tener que vender una versión pornográfica para lo que estaba pasando en la granja.

-¡Sigue así, papi!- puaf, a Mel ya se la sudaba todo. El propio James Cameron la querría contratar como protagonista para todas sus películas. Se volvería la musa del destape. El mundo cinematográfico querría, a partir de ahora, ofrecer solamente a Mel en gran pantalla sin nada de ropa. Se acabaron las películas que ella no entendía como Origen, Glass o Inside out.

Tanto roce había provocado que su respiración se agitase y que los pantalones hubieran empezado a empaparse de lo subidita que estaba en esos instantes. Si le hubiera dado por mirar a un cámara –las buenas actrices sabían que en algunos momentos no había que hacerlo- se habría vuelto consciente de que se la estaba pelando como un mono porque aquello era increíble.

Cuando Atila la cogió y sus piernas rodearon ese cuerpo esculpido Mel pensó que el trabajo estaba hecho y que ahí iba a conocer el auténtico cacao de Santa Rosa. El repaso que le hizo con la lengua se podría convalidar como una mamografía. Mel estaba viviendo ya el éxtasis de Santa Teresa, aunque en realidad su visión era ella cogiendo un óscar. La pregunta del alfa la devolvió a la realidad, bueno, más o menos.

-Pues yo…- ¡qué difícil era hablar con esa lengua en movimiento! Y encima a Mel no le sobraban neuronas para disfrutar y hablar a la vez. Vine con ganas de triunfar y hacerme más famosa…- de no haber sido hipnotizada por ese lameteo constante habría mentido, pero tenía la cabeza en otro lado. Pero después de esto pues… tengo muchas ganas de probar un buen semental.  Ay, que estaba más cachonda que su amiga la fea. Soy tu invitada, así que si te pido un poco de bollycao deberías dármelo, ¿no? Tras decirle eso, Mel le saltó al cuello, besando, mordiendo y chupando para demostrar lo bien que se le daba utilizar la lengua. Que se demostrase que allí él no era un maestro del  sexo, porque Mel tenía ya tanta práctica que podía estar a la altura de Atila, que ya era decir mucho.

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13/03/2020, 19:02
E. Atila Johnson

Sí, ese día había batido un récord esencial. Como cuando en el instituto echó 17 polvos seguidos con la misma mujer. Ah, el baile de primavera de undécimo curso. Ese día demostró su calidad como amante. Al día siguiente, Polly tenía agujetas hasta en la garganta. Ella ya sabía por qué. ¿Y lo bien que se lo pasó la muchacha? Guiño seductor a la cámara mientras pensaba con cariño en su cita de nariz torcida, acné crónico y una manta de pelo corporal a lo Wookie. Qué ¿guapa? había estado con ese vestido. Y qué poco duró con él puesto.

Ay, cuantísimas mujeres le habían dicho lo mismo sobre su donut. Que si “el mío es el más dulce”, “el sabor es espectacular”, “mi glaseado no engorda”, “es más adictivo que la heroína”… Atila no era exquisito. Él solo quería donuts y punto. Le daba igual que fueran marca Bollorico o Mierdadona. ¿Acaso no merecían todas las mujeres el mismo trato? ¿No decía la Constitución de los Estados Unidos que todos los donuts eran iguales ante la ley y tenían el mismo derecho a ser comidos? En realidad, Atila había prestado poca atención a las clases de Ciencias Sociales, pero algo así le sonaba fijo. Y era un buen patriota, no sería él quien actuara contra su Constitución.

No, si en algo seguiría pensando toda su vida de su cita con Mel no sería en su donut, sería en aquel “yiha”.

Yo lo como cuando me digas y como me digas, nena —respondió con toda la naturalidad del mundo. Porque el guiño seductor, los morritos y la voz sensual eran parte del ser natural de Atila.

¿Que siguiera así? Lo que la dama ordenara. Ese grito ya le era más familiar. ¿Era cosa de Atila o estaba escuchando gemidos a lo lejos? Probablemente estaba todo el equipo del programa en un éxtasis onanista , como si vieran una película porno. Pero mejor. ¿Por qué era mejor? ¿Porque esto era real? ¿Porque la iluminación era espectacular? ¿Porque el ambiente granjero era súper excit-? Porque estaba Atila, no le deis más vueltas. Y los melones de Mel también tenían algo que ver en todo eso, claro. Guiño seductor a todo el equipo, estuvieran donde estuvieran.

Oh, sí. Ahí estaba. El donut de Mel ya estaba empezando a emitir ese olorcito a feromonas que tanto le gustaba. Respiró profundamente. Atila era capaz de diferenciar hasta el PH de su glaseado. Así de experto era él. Guiño seductor a la cámara.

­— Ahá… cuéntame más, nena —le iba diciendo mientras la chica hablaba. Él escuchaba, ¿eh? A ver si os creéis que no tiene la capacidad. Pero su misión en ese momento era dejarla hablar y catar sandías. La chica estaba en su día de suerte. Iba a cumplir todos sus sueños. ¿Triunfar y hacerse famosa? Con toda la audiencia que estarían teniendo a base de torsos desnudos y magreos constantes, eso ya lo tenía. ¿El semental? Eso lo iba a tener. Guiño seductor a la cámara, como diciendo: “No cambiéis de canal y lo veréis”.

Y, entonces, Mel le suplicó bollicao. Cómo no. No era una sorpresa. Quiero decir, estaba ya casi asomando, normal que la chica tuviera ganas de pegarle… bueno, un mordisco mejor no. Pero sí de sacarle todo el relleno de la forma que fuera. Pero antes le había pedido que le comiera el donut. Qué dilema. No daba tiempo para ambos, quedaba poco para el fin de la cita.

Y lo vas a conseguir todo, nena —Dejó los melones de Mel cuando ella le vampirizó el cuello. “No te vayas Atila, no nos dejes”, parecían rogarle. Lo siento, pequeños… JAJAJAJA “pequeños”. Y empezó a susurrar a la pretendienta. Pero no os creáis que la dejó así con el calentón esperando a que terminara de hablar. Si las cámaras enfocaban a su entrepierna, podrían pillarla refrotándose contra el donut de Mel. Sí, él era capaz de ese movimiento mientras sujetaba a la chica en vuelos. Para que no lo pasara mal mientras le decía cosas súper sensuales al oído—. Imagínate a ti misma. En todos los televisores. Conmigo. Siendo los dos la puta envidia de todo el país. Todas querrán ser tú, todos querrán ser yo —Atila era experto en saber lo que cada mujer deseaba escuchar. Y se lo dio. Por supuesto—. ¿Qué director no te suplicaría que mostrases tus encantos en sus películas? Hasta en otros países te querrán. Y luego… El Globo de Oro —Voz seductora mientras le mordía la oreja—. El Oso. La Palma —Con cada premio, iba aumentando la sensualidad en su voz hasta casi ser un gemido. Como si a él le pusieran cachondo un puñado de estatuillas. Pero todo por su nena de turno—. El BAFTA. El Goya. El Óscar, nena, el Óscar.

La apartó de su cuello y la bajó al suelo, apartándose un metro de ella. ¿Se le estaban cansando los brazos? Nada de preguntas estúpidas, por favor. Era el momento de su discurso. Y de tomar una decisión. ¿Bollicao o donut? ¿Quién comía qué? Esa era la pregunta que todos los televidentes se estaban haciendo. Se puso todo serio, frente a su yegua y frente a las cámaras. O sea, frente a millones de yeguas. ¿Tenía la camiseta puesta? Coño, pues sí. ¿Cuándo se la había puesto?

Nena, yo soy un caballero atento y servicial. Y en mis citas me comporto como tal. Llámame anticuado si quieres y tal vez lo sea —Suspiró. Se estaba poniendo tontorrón, pero esto era muy importante para él—. Pero creo que es mi deber como hombre que, si una mujer me pide que le coma el donut, yo se lo coma bien comido; si quiere que se lo manosee, que salga de ahí desgastado. Y si tiene ganas de bollicao, no me cuesta nada bajarme los pantalones y los gallumbos y acariciarle la cabeza mientras se atiborra. El romanticismo está en tener detalles como estos, ¿sabes? —Se giró hacia una de las cámaras. Se puso bien serio y tieso. A ver, tieso ya estaba de antes, al menos una parte de él. Suspiró y señaló a su público—. Nenas, yo lo quiero dejar claro. En una cita con Atila, siempre hay opción a repostería.

Tras este discurso, que entraría en los anales de la historia, junto al “I have a Dream”, Atila se giró de nuevo a Mel, se quitó la camiseta lentamente, le hizo un gesto interrogativo y preguntó:

Como invitada que eres y lo poco que nos queda, debes salir tú de aquí satisfecha. Es la norma fundamental del Rancho Johnson desde hace generaciones. Así que dime, Mel. ¿Te bajas las bragas tú o te las bajo yo?

Había elegido donut.

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15/03/2020, 16:34
Mel Thompson

Que la cita iba a acabar en merienda estaba claro, lo que falta por terminar de decidir era quién iba a comer primero. Mel se daba cuenta de lo muchísimo que su alfa deseaba devorarla porque claramente ella sería el mejor bombón que podría llevarse a la boca. Un bombón que empezaba a derretirse entre tanta conversación caliente, promesas sobre donuts y movimientos de cadera propios de Chayanne.  –No me lo digas de nuevo que me lo quito todo- ya se lo quitaría, ya.

Atila demostraba ser un hombre que sabía escuchar, o eso le pareció a ella. En realidad el hombre podría haber soltado cualquier tontería por la boca y Mel habría escuchado lo que se le apeteciera. Es aboca sabía perfectamente lo que se hacía y gracias a ella la mujer se olvidaba de todo lo que la rodeaba. Vamos, que sí que era consciente de que las cámaras estaban sacando su mejor lado, pero que no se esforzaba por poner morritos o por ofrecer las mejores sandías del país, no. Ahora la nena quería disfrutar.

¿Qué más quería Mel en su vida? No había llegado tan lejos. Ya era guapa, rica, con un tipazo, amigas que la envidiaban y famosa. ¿A qué podía aspirar más allá de conseguir más fama? No se lo había planteado. Bueno… también quiero a un hombre a mi altura. Uno que me consienta y me ponga mirando a cuenca- esa expresión se la había escuchado a una amiga suya que había estado en España, o en México, no lo recordaba bien, pero sí que le hacía gracia cómo sonaba. Debía ser algo sexual.  Atila le garantizaba que iba a conseguirlo. ¿Se había pillado ya de ella? Seguro que sí. Era irresistible.

La visión que le planteó el alfa fue casi mejor que su destreza oral. Cada palabra transmitía a Mel a un lugar diferente, a una entrega de premios distinta donde llevaba los mejores vestidos y los fotógrafos se pegaban por sacar el mejor plano. Atila estaba a su lado en todo momento, llevando únicamente unos pantalones de esmoquin porque iría con el pecho descubierto. Ya cuando mencionó el óscar el éxtasis fue tal que Mel gimió como si hubiera alcanzado el orgasmo de su vida mientras perdía las fuerzas. Ay, señor, que ese hombre la entendía.

Ella estaba en el quinto cielo, disfrutando de esa estatuilla dorada que se visualizaba en el mundo real en el bulto de los pantalones de Atila, cuando sintió que el hombre la dejaba en el suelo. En su cabeza el público seguía gritando “¡Mel! ¡Aquí, por favor! ¡Sonríe más! ¡Por favor, te ofrezco todo lo que tengo a cambio de una foto contigo!”. Oh, sí, la gloria. Eso era mucho mejor que el sexo.

-¿Qué?-se había perdido la mitad del discurso, pero asintió como si hubiera estado echando cuenta en todo momento. En pocas palabras el hombre parecía ansiar su donut tanto como ella quería cada uno de los premios que había mencionado. La mujer sonrió, satisfecha, conocedora del poder que tenía su merienda sobre cualquier ser vivo del universo. –No llevo bragas. ¿Quién se ponía hoy esa prenda? Las feas con el culo caído.  Empezó a bajarse los pantalones mostrando a la cámara su perfecto trasero y su donut glaseado cubierto por un tanga de color dorado… ¿o acaso estaba hecho de oro?  Las excentricidades de los famosos.  También se lo quitó y se lo lanzó a Atila. Todo tuyo, papi. Cómeme el donut

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15/03/2020, 19:16
E. Atila Johnson

Atila no sabía por qué Mel quería mirar la cuenca del río. Debía de ser alguna romántica que buscara un paisaje bucólico para el momento del dale que te pego. Ya se encargaría de ello para su segunda cita. No había mujer que tuviera queja alguna de su cita con el granjero.

Tomo nota, nena —Guiño seductor a la cámara. Tendrían que coger el caballo, porque el río más cercano estaba a unos cuantos kilómetros. Caprichos de actriz, pero él obedecía, que no le costaba tanto.

¿Sonaban las Cuatro Estaciones de Vivaldi? No, esa música celestial eran los gemidos de Mel mientras Atila la deleitaba con su poesía. Miró a la cámara y lanzó un guiño seductor acompañado de un sutil movimiento de cabeza que invitaba a los espectadores… perdón, a las espectadoras a venir a su granja. En plan “si queréis gemir como ella, el Rancho Johnson es vuestro lugar, nenas”. ¡Y lo que le quedaba por gemir! Se iba a quedar afónica.

Mel no se había enterado muy bien de lo que había dicho. Era comprensible. Estaba tan claramente obnubilada por la sensual voz del granjero, que le costaba concentrarse. Atila sonrió, como si aquello le pasara muy a menudo. “Como”, no. Es que le pasaba a diario.

Donut, comer, yo, ñam-ñam —repitió, con esa voz que preñaba a su paso. Luego se preguntó que, si no llevaba bragas, para qué leches había venido con pantalones. Eso de hacer las cosas a medias… Coño, vente con vestido, que es más fácil. Ah, que llevaba tanga. No le terminaba de gustar a Atila esa prenda. A él le gustaba quitar la ropa interior con los dientas, en plan to sexy. GRRRRRAAAA. ¿Qué pasaba con los tangas? Que la fuerza dental del granjero los destrozaba. O sea, con ese hilillo... Y con lo que costaba la mierda tela esa, pues tampoco hacía mucha gracia. A ver, que después de la sesión con Atila, a las nenas se les olvidaba ya el tanga y el tango. Pero él se preocupaba por el bienestar económico de sus amantes.

Total, que en esta ocasión no le tocó a él arrancar nada con los dientes. Ya se encargó ella de quitárselo. Bien. Y de tirárselo a la cara. MUY BIEN. “Sssnnnnsnsns”, respiró. Perfume de mujer, qué deleite. Una vez absorbió por la nariz todo lo que se podía absorber, se lo quitó de encima. Mel estaba como dios la trajo al mundo. ¿Qué dios? El segundón, claro. No el Dios con mayúscula, ese es Atila. Se frotó las manos. Estaba ya saboreando su recompensa. Metafóricamente, claro; literalmente, en unos segundos se pondría manos a la obra. Miró a la pretendienta con unos ojos que claramente decían: “Me voy a poner morado, nena, hoy no ceno”.

Se acercó a ella y directo al grano, que no quedaba mucho tiempo. Él era un caballero, claro, así que la cogió con sus fuertes brazos, de esos que podrían reventarte la cabeza de una caricia, y la tumbó sobre un montón de paja para que estuviera cómoda. También porque era un caballero, le lamió un poco más los melones mientras lo hacía, para que la espera no se le hiciera demasiado larga. Todo por su bienestar, claro. Y luego…

(Niños, no miréis, por favor. Que esto son cosas cochinas de adultos.) Lo que pasó ahí es inenarrable. (En serio, niños, si esto no os va a gustar. ¿Por qué no salís a jugar a la pelota?) Era como un beso romántico. Pero no lo era, vamos. (Cago en la mar, niños, me vais a obligar a tomar medidas drásticas). O sea, le estaba metiendo la lengua has- (LALALALALALALALA)-dría valer como exploración ginecol- (PIPIPIRIRIRIRIRIR AQUÍ NO PASA NADAAAAA.) Y explorar exploraba. El chico le lamí- (LALALALALALA MIRAD LOS PAJARITOS) -sacó todo el jugo. Y luego Atila le agarr- (TIRIRIRIRTITITITI) -n los dedos que le met- (PAPARARAPPAPA TIRIRIRIRIRI) -staba tan rico que no podía parar de- (VAMOS A CANTAR TODOS, VENGA: “TENGO UN TRACTOR AMARILLOOOO, QUE ES LO QUE SE LLEVA AHORA”) -babas por todas partes, y gritos de placer, de megaorgas- (“TRACTORES, COSECHADORAS, TRES O CUATRO EMPACADORAS) -que el bollicao de Atila estaba deseando ensartarlo. Pero ya para la próxima, que se acababa su cita.

En fin y a pesar de todos los intentos porque los niños no presten atención, las imágenes eran claras: No hubo milímetro de donut que no recorriera con la lengua. Se lo comió hasta dejarla seca. Bueno, hasta que Mel gritó con euforia y acabó totalmente rendida. Porque no había más tiempo, que si no Atila podría dejarla seca de verdad. Y es que uno podría pensar que el bollicao era su miembro más potente. Bueno, no os voy a engañar, lo era. Pero su lengua no se quedaba atrás.

Se levantó del suelo, aún saboreando el glaseado. Guiño seductor a la cámara y cara de satisfacción, de trabajo bien hecho. Se recolocó el paquete. Madre mía, a punto de explotar estaba. A ver qué hacía ahora, porque así no podía irse a dormir, que quedarse con esa inflamación no podía ser sano.

Nena, espero que hayas disfrutado en mi granja. La próxima cita, más y mejor —Guiño seductor a Mel.

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16/03/2020, 00:00
• Granjero Busca Esposa •

Escena finalizada

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22/03/2020, 23:24
• Granjero Busca Esposa •

DÍA 3

 

Un nuevo día y última oportunidad para conquistar al granjero de tu vida o a la pretendienta de tus sueños.

 

 

Notas de juego

La cita durará aproximadamente unos 20 minutos on-rol. Tenéis una semana entera para rolear. Los findes no es obligatorio postear, entre semana si. La cita concluirá el 29 de marzo a las 23:59 horas.

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23/03/2020, 13:39
E. Atila Johnson

Pues ahí estaba Atila, en la puerta de su rancho, mirando a las cámaras; poniendo muecas y movimientos sexys a las cámaras; lanzando besos a las cámaras; quitándose la camiseta una y otra vez para las cámaras; recolocándose el paquete ante las cámaras. Vamos, disfrutando en su salsa mientras esperaba. Que no es que soliera hacer todas esas cosas con cámaras apuntándole, pero sí lo hacía mientras paseaba por la calle, así que ¿qué más daría?

Estaba recién duchado, pero ¡tranquilos todos, no os alarméis! Que ya estoy escuchando voces de desesperación. El jabón no le había quitado el olor a macho sexy. Sus feromonas podían con todo. Movimiento sexy de ceja.

Ahí estaba Mel de nuevo. Que le pegaba estar en una granja como a un Cristo dos pistolas. Ni un huevo había cogido bien en su cita anterior, la muchacha. Bueno, a ver, un par sí que los había agarrado con decisión y atino, que al final era lo más importante. Pero ¿los de las gallinas? Ay, criatura. Menos mal que Atila se bastaba y sobraba él solito para llevar la granja. Porque él era una bestia perfecta en todo lo que se proponía. T-O-D-O.

Cuando estaba a dos metros de la pretendienta, movimiento sexy de ceja.

Nena, hoy vas a montar a un monstruo de impresión —le anunció, con ese movimiento de ceja sensual. Qué picarón era, con esos comentarios sutiles, pero NO sutiles. Atila debería tener más cuidado con estas cosas, porque esas palabras ya empezaban a provocar desmayos en la audiencia y no podía permitir que hubiera tantas bajas por sofocos nada más empezar la cita.

Le hizo un gesto con la mano para que la siguiera y la condujo hasta el granero, lugar donde se guardaban los aparejos, el grano y la virginidad de cientos de mujeres. Pero no entraron en él, sino que Atila lo rodeó. Y, mientras caminaba, a lo machote, iba mirando a las cámaras y lanzándoles su sexy movimiento de ceja.

Terminaron de girar y, en la parte de atrás, había un tractor verde con un cabezal con puntas horizontales.

Hoy, cosechamos maíz —dijo con emoción. Y sensualidad, por supuesto. Y movimientos sexys de ceja también, que no faltaran—. Esta maravilla recoge como ninguna. Y tú vas a tener el privilegio de montarte en ella, ponerla en marcha, agarrar la palanca con fuerza, pisar el pedal con suavidad… Y todo eso conmigo al lado, nena.

Qué planazo. Nada como un día cosechando con Atila, el granjero que conseguía que todas las sibaritas de ciudad quisieran despelotarse entre vacas con tal de que él las hiciera suyas. Se puso frente a ella y se quitó lentamente la camiseta, que tiró por la ventanilla al interior del tractor. ¿Os imagináis que se la deja ahí? Crisis, puta crisis. Antes de montarse, miró a su alrededor. Se puso detrás de Mel, la cogió de los hombros y la puso mirando hacia sus campos.

Todo hasta donde te alcance la vista es mío —le decía al oído, para que se le derritieran hasta los tímpanos con su sensual voz. Pero en alto, no fuera a ser que sus fans se perdieran aquella información sobre sus posesiones. Señaló con su mano la panorámica que tenían delante—. Hectáreas y hectáreas, donde estar tranquilo, al aire libre, sin nadie que moleste, sin nadie que te oiga, con suelo mullidito… ¿Entiendes, nena? —Movimiento sexy de ceja.

Se apartó de ella y dio un par de golpecitos a la máquina—. Pues ahora, al tractor —le abrió la puerta para que subiera—. Por cierto, tengo un regalito muy especial para ti. ¿Lo quieres? —preguntó, en plan sexy, apoyándose sobre la puerta.

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24/03/2020, 00:07
Mel Thompson

¡Tres días! ¡Habían pasado ya tres días! Para Mel el tiempo transcurría de forma diferente siempre que tuviera algo con lo que entretenerse o una cámara de fotos para poder subir contenido a instagram. El encuentro que había tenido el día anterior había generado muchas dudas, dudas que esperaba resolver junto al alfa que quitaba el hipo con un solo guiño.

Mel acudió a la última cita de la pareja con un vestido casi tan bonito como ella. Después del calor que había vivido con Atila el primer día en la granja no quería volver a pasar algo como eso. Se había recogido el cabello en una trenza que llevaba a un lado y el maquillaje para la ocasión no era demasiado llamativo, para que fuese su belleza natural la que deslumbrase. Por supuesto se había duchado y puesto una colonia con un olor dulzón.

Ver de nuevo a Atila provocó un cosquilleo en alguna parte de su cuerpo que no era necesario mencionar.  Lo saludó desde la distancia con la mano mientras caminaba con unas zapatillas veraniegas sin tacón, porque andar por la granja con ese calzado no era buena idea. Ay, qué guapo está. ¡Y qué boca tiene! Hoy se aguantaría las ganas, seguro que sí. Intentaría conocer más al granjero para ver si era lo que le interesaba en su vida.

-¡Hola, cariño! Estoy deseando montar sobre esa bestia- Mel solo había supuesto un escenario, aunque ya había tenido que cabalgar otro tipo de toro como parte del concurso. Menos mal que Atila le había enseñado el día anterior cómo agarrarse fuerte, o ahora tendría un esguince.

La mujer lo siguió, obediente, mientras le miraba el culo sin pudor alguno. El hombre estaba tardando demasiado en quitarse la camiseta, por lo que ella pensó que él también se estaba esforzando por contener toda esa masculinidad y sensualidad que desprendía.  Cuando la mujer llegó hasta el lugar donde aguardaba ese tractor los ojos se le iluminaron y abrieron como platos, a consecuencia de la emoción que le había generado esa maquinaria.

-¡Qué cosa más chula! ¡Es súper alta!- ahí sería la reina del maíz. Ya era la reina de prácticamente todo, pero del maíz también sonaba bien.  ¿De verdad puedo dirigirla yo?- no era buen momento para decir que había perdido dos veces el permiso de circulación. Además, ahí no había peatones a los que debiera pagarle una gran suma de dinero para que se callaran. ¡Gracias! Ya verás qué bien nos lo pasamos.  Que Atila lo acompañara era un plus, sin duda, pero tenía ganas de dirigir esa máquina de matar por el campo.

El movimiento de deshacerse de la camiseta era algo de lo que Mel no se cansaría en su vida, pues sentía como todas sus hormonas hacían la ola con cada abdominal que quedaba a la vista.  Miró los campos sintiendo esas manos fuertes y preparadas para tocarla manejar toda clase de herramientas de campo. -¡Ooooh!- en realidad ella ya tenía una pasada de casa con hectáreas para jugar al tenis o para disfrutar de su súper piscina, pero seguía siendo guay que eso le perteneciera. Los susurros hicieron que se le erizase el vello de la nuca.

-¡Claro, claro que entiendo!- vamos, entendía lo que quería. Ya se los imaginaba a los dos allí junto a sus criados sirviéndoles la comida antes de darse un buen revolcón sobre el suelo. La mujer se abanicó con la mano y prometió dejar encerrada su imaginación durante un rato.

Mel se subió al tractor, demostrando que volvía a llevar tanga en vez de bragas, y asintió con la cabeza de forma repetida al escuchar la pregunta.  Lo miró desde arriba, preguntándose si el regalo era volver a comerle el donut allí mismo. Relaja la raja- ¿Oh, sí? ¡Yo también tengo un regalo para ti. ¡Tú primero!- dijo, ilusionada. La estaba tratando como la princesa que era. Mel, la princesa granjera- no sonaba nada mal.

 

Notas de juego

¡Mira! Ni duermo por ti. 

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24/03/2020, 19:48
E. Atila Johnson

Si Philippe era el Atila de los caballos, esa máquina era el Atila de los tractores. Cómo iba abriendo la tierra en época de cosecha, cómo iba arrancando las mazorcas de maíz con el cabezal megaespecial, cómo sonaba igual que un toro embravecido. Así que era lógico que Mel se hubiera enamorado de él nada más verlo.

Claro que puedes. Hasta un niño podría, nena —Movimiento sexy de ceja. ¿Por qué, si ahora no había dicho nada sensual? Porque era Atila, él siempre lo hacía y decía todo con sensualidad—. Mi padre me subió por primera vez con 12 años. Total, los 50-55 km/h no los vas a superar. Además, estoy yo para controlar. Si te sientes más segura, puedes sentarte encima de mí y yo te voy dirigiendo, nena —Por supuesto, otro movimiento sexy. Estaba claro.

¿Que si se lo iban a pasar bien? Hombre que sí. Todo el mundo disfrutaba al lado de Atila en cualquier situación, era el alma de la fiesta. De hecho, en Santa Rosa una fiesta no empezaba hasta que no llegaba Atila. Y no acababa hasta que Atila no acompañaba a su casa a la afortunada de turno.

Yyyyy ahí estaba el tanga de Mel. Mmmmm... Gesto de aprobación, movimiento sexy de cejas y recolocamiento de paquete. En una granja, la chica no pegaba. Pero al lado de Atila, encima de Atila, debajo de Atila, delante de Atila, detrás de… Bueno, detrás no mucho. Pero ¿lo demás? Yeah, baby. Sobre todo, si soltaba esos grititos de ilusión con cada cosa que él decía. YIHAAAA. No se lo quitaba de la puta cabeza.

Esto no lo hago con cualquiera, ¿eh? —le dijo. Fallo suyo, por otro lado, porque debería hacerlo con cualquiera. Las flores, los bombones, las tarjetas con corazoncitos… Todo eso estaba muy anticuado ya, eran regalos muy cutres. Atila era un tío sexy, no un hortera. ¿Además, flores que acaban muertas? ¿Bombones que te los comes en dos segundos? Eso no era permanente. Y había que dar algo personalizado que le hiciera recordarte a la otra persona para el resto de su vida. En el caso de Atila… Pues era su bollicao, para qué nos vamos a engañar, eso no lo olvidaba nadie en su puta vida. Pero estaba bien que tuvieran algo con lo que pudieran quedarse. Porque el bollicao era algo efímero que solo unas pocas privilegiadas podían repetir. Así que, de su bolsillo trasero, sacó, mientras hacía un movimiento sexy de ceja…

Es un DVD con mis competiciones de rodeo. Las de los tres años. Mi madre me grabó en alta calidad —La carátula frontal de la carcasa era una foto de Atila con camiseta, con la ceja alzada. Por detrás, había una foto de Atila sin camiseta guiñando un ojo—. Te lo iba a pasar por un pen drive, pero es que ahí no podía pegarte fotos mías ni escribirte un mensaje. Mira, mira, que te lo he firmado y todo —señaló la dedicatoria.

Para la mujer más sexy del país.
Si algún día quieres verme otra vez moviéndome así, mi granja y mis pantalones estarán abiertos para ti.
Atila.

— ¿Qué tienes tú para mí, nena?

Se quedó expectante por saber el regalo de Mel. Que sea sus yihas grabados, que sea sus yihas grabados.