DIA 2
Segundo dia en la granja romántica. A menos de 24 horas de la decisión final.
Roleo libre. El granjero se encarga de tomar las riendas de la escena :P
El equipo de cámaras les persiguen allí donde vayan. Si no ven cámaras no importa, igualmente las hay, y micros por todas partes. No dudéis de la profesionalidad de James Cameron.
La cita durará aproximadamente unos 20 minutos on-rol. Tenéis una semana entera para rolear. Los findes no es obligatorio postear, entre semana si. La cita concluirá el 22 de marzo a las 23:59 horas.
Estaba muy nervioso porque todo lo que podía haber salido mal en la primera cita había salido. No había sido culpa de Emma, para nada. Emma era una buena chica, tal vez un poco inexperta en las cuestiones del campo, tan inexperta como lo estaba él en el arte de la seducción. Era romántico, pero no como esos que cantan bajo el balcón serenatas o escriben poesías sin despeinarse, sabía que en eso no podía competir, imposible, pero era buen hombre, con un gran corazón y que quería compartir sus sueños con alguien. Era romántico aunque era posible que a primera vista no saltara a la vista, pues su románticismo residía en el día a día, en los pequeños detalles pero continuos que hacen que una mujer se sienta querida porque, como le había dicho su difunta mujer, Sam no era de los que entraba por los ojos el primer día sino que te iba calando cual gota malaya con su forma de ser, siempre amable, cariñoso y atento.
Pero solo tengo dos días para que se fije en mi y ya ha pasado uno y la cita había sido un auténtico desastre.
La picadura de la serpiente casi la había matado, aunque ella no lo supiera, algo que preferiría que no supiera nunca aunque igual alguien del equipo se lo había dicho, y la picadura de la serpiente lo había volado todo por los aires. Le había tenido que chupar el muslo, había resfregado la cara por encima de su pecho, le había tenido que tocar el culo y la había acabado besando. Un desastre, un desastre del que nadie se podría recuperar y pensar que la tenía que ver ahora le avergonzaba tanto que si hubiera sido por él hubiera excavado un agujero y se hubiera quedado allí escondido, per tutta l'eternità.
Eso es lo que hubiera hecho si no tuviera parte de sangre irlandesa, indómita y salvaje, sangre de los que no se rinden. Todo el mundo soñaba con Wallace, que si que guapo, que si que romántico, pero la gente no tenía ni idea, ni la más mínima, porque el realidad William Wallace era irlandés, tan irlandés como el whisky, otro invento que les habían robado los escoceses solo por tener un mejor marketing. La cita la había pedido de noche para poder mirar las estrellas juntos, sabía tantas cosas sobre las estrellas, tantas historias románticas que seguro que le valdrían para que al menos no pensara de él que era un panoli. Allí junto a las estrellas bailaría para ella, pero no una danza de esas obscenas como el reggeaton, no, una danza de seducción fina no apta para todos los pies, pues solo los pies irlandeses más ligeros podían bailar así. Hablarían, y, si tenía suerte le obsequiaría lo más parecido que tenía a un corazón. Suspiró y miró al cielo buscando la bendición en las estrellas y creyendo recibirla en el titilar de los astros.
El coche llegaba, Emma ya estaba allí y la sensación de vértigo se apoderó de él. Aun así se acercó hacia el coche saludando con la mano alegremente y se acercó a la puerta de donde saldría Emma para abrírsela caballerosamente. Le tendió la mano con gracia y le obsequió su mejor sonrisa mientras le decía
"Benvenuta a la felicità al quadratto del rancho McCarthy de nuevo Emma. Questa notte sei bellissima, prego, me permites la mano?" . Era una extraña pregunta para alguien que había estado a un palmo italiano de haberle comido il panetone, pero era lo que le salía, dado los nervios. En cuanto salió la miró y le dijo
"Te he echado de menos y estoy contento de tenerte aquí pero siento mucho si te di la impresión de ser un aprovechado. Nada más lejos de mi intención." - dijo sonriendo ligeramente enrojecido - "aunque he de admitir que.... nada, nada... que estás guapísima esta noche". No era eso lo que quería decir, quería decirle que se acordaba del beso que le había robado pero era difícil decirlo sin que la cita empezara con incomodidad. Él iba vestido con una de sus camisas de cuadros, una bonita, de esas de las que no se ponía para trabajar, pero que le hacía sentirse más él, más cómodo.
Sonrió, sacó un pañuelo de seda de color borgoña y se lo enseñó por ambos lados. Metió la mano por dentro y materializó un pequeño ramo de rosas mientras se lo daba con una sonrisa y a modo de disculpa le decía
"Es lo único que sé hacer pero creo que esta segunda cita necesitaba empezar con magia" -Miró el pañuelo con una sonrisa y le dijo "Aunque no es el único uso que tiene este pañuelo" - Lo enrolló hasta convertirlo en una estrecha tira y le dijo "Confiarías en mi? Quisiera llevarte a un sitio con los ojos cerrados"
Ardía en deseos en preguntarle como había sido su cita con Romeo pero debía mostrarse paciente y ver si a ella le interesaba como habían ido las cosas con Susie. Paciencia. Sam no entraba por los ojos pero las gotas caerían cual tortura malaya, al menos hasta que ella sacara el paraguas
Emma estaba nerviosa. Había pasado la mañana dando un paseo a solas y la tarde tranquilamente leyendo en su cuarto, pero en cuanto se había acercado la hora de la cita había empezado a ponerse nerviosa. Se había cambiado de ropa tres veces. Primero se había puesto un vestido, porque si salían de noche le parecía lo más apropiado. Pero, claro, luego se había planteado... ¿qué se hace de noche en las granjas? Y no tenía ni idea. Se había acordado de la serpiente y se había cambiado para ponerse un peto vaquero, así con un estilo vintage rural muy de granja (según ella). Pero se miraba en el espejo y no veía la protagonista de novela que quería ser. Es que necesitaba un vestido, lo veía claro. Ninguna serpiente podía cambiar eso.
Así que había terminado por ponerse uno, pero no el de la primera vez, que era granate y parecía perfecto para salir de noche en la ciudad. No, porque no estaba en la ciudad. Se había puesto uno que le parecía campestre pero bonito, con franjas amarillas y verdes en tonos pastel y una cinta negra ciñendo la cintura. Sobre los hombros una chaquetita marrón. El pelo suelto y las gafas puestas.
Todo sólo para darse cuenta de que seguía estando nerviosa una vez escogida la ropa. Y es que, en el fondo, no estaba nerviosa por eso, sino por la cita. Aún se sentía atribulada por cómo había terminado la del día anterior, con la carrera a caballo, la inyección, los labios de Mac robándole un beso, sus manos subiendo por sus muslos hasta llegar a... Uf, le entraba calor y vergüenza a partes iguales sólo de recordar esos últimos minutos. No tenía ni idea de cómo iba a atreverse a mirar a la cara al granjero cuando volviesen a encontrarse.
Pero él volvió a demostrar que era todo un caballero al abrirle la puerta románticamente. Los labios de Emma se curvaron en una sonrisa automática y tomó su mano para ayudarse a salir. Mac hablaba en italiano, eso debía ser por su ascendencia, porque ella no había entendido ni media, toda una parrafada. A saber qué había dicho, pero es que todo sonaba romántico en italiano, podría haber estado recitando la lista de la compra y Emma habría suspirado igual que como lo hizo.
—Hola, Mac —saludó, con una pizca de timidez ahora que ya estaba con él.
Sus disculpas enrojecieron las mejillas de la joven y se puso las palmas de las manos en ellas, intentando aliviar la vergüenza. Pero enseguida eso quedó atrás cuando sacó un pañuelo y le hizo un truco de magia. El truco de magia más romántico que había.
—Ohhhhhhh... —Cogió el ramo y metió la nariz entre las flores para comprobar si eran de verdad o no—. Qué bonito, muchas gracias.
Lo miró con un brillo curioso bailando en sus ojos cuando habló de otro uso para el pañuelo y con la propuesta, se le escapó una risilla nerviosa. Se lo pensó, muy poco, apenas un instante. Casi no lo conocía, pero la había salvado varias veces el día anterior. Y la propuesta era adorable. Así que asintió.
—Confío en ti —aseguró, quitándose las gafas y metiéndolas con cuidado en el bolsillo de la chaquetita. Luego lo miró y se rió otra vez—. Pero llévame con cuidado, ¿eh?
Tras la advertencia necesaria, porque Emma era capaz de tropezarse con sus propios pies, cerró los ojos y esperó a que él la vendase y guiase.
Parecía imposible que Emma no estuviera resentida por su comportamiento pero parecía que le alegraba volverlo a ver, al menos un poquito y eso era todo lo que necesitaba para no darse por vencido e intentar plantar batalla. Cuando le vio tocar las flores para comprobar si eran de verdad no pudo evitar reír con ternura mientras le decía
"Son de verdad, las recogí esta mañana y le quité las espinas, por si acaso después de lo que pasó con la serpiente no quería que te pudieras pinchar" - El rostro se le trastocó por un momento mientras dudaba en si debía sincerarse o no. Si le decía la verdad le podía coger miedo a la casa, aunque a él nunca le había picado una serpiente, y si le mentía, si le mentía no la merecía, no quería basar su relación en una mentira, más si podía ser la señora McCarthy en breves. Siempre y cuando no estropeara la cita.
Le mostró el pañuelo y le anunció que iba a tener más de un propósito para esa noche. Emma rio y decidida se quitó las gafas mientras le decía que confiaba en él y que la tratara con cuidado. Sam sonrió y le dijo
"Con mucho cuidado, te trataré bien, prometido. Cierra los ojos y déjate llevar". Esperó a que cerrara los ojos y la miró, fijándose en ella, llenándose de una sonrisa expectante. No era bonita. Debía pasarle muchas veces que su belleza era pasada por alto, escondida para el que no tenía tiempo de mirar, evidente para el paciente. Sam era paciente y estaba acostumbrado a mirar con calma, ya que la vida en el rancho era así, calmada, sin los ajetreos de la ciudad, y esa paciencia le permitió verla tal y como era. Se puso detrás de ella y con dulzura le dijo en el oído "Te voy a atar el pañuelo para que no veas nada, te retiraré el pelo con cuidado para que no te tire. No te asustes, nada malo te pasará.". Le puso el suave pañuelo sobre los ojos y con un gesto lento le retiró el pelo para poder pasar el pañuelo y atárselo, firme pero no demasiado tenso como para que pudiera hacerle daño.
Sintió el deseo de besarla de nuevo pero no debía, no quería, ya había robado un beso y el siguiente, si llegaba, quería merecerlo. La tomó de la mano con su mano fuerte pero amable y estiró de ella para que lo siguiera mientras le decía con una sonrisa "Está cerca, enseguida llegaremos". Caminaron en dirección a un pequeño montículo desde donde se divisaba todo el rancho y de camino a él Emma hizo el amago de caerse de bruces un par de veces, haciendo que Sam se tuviera que multiplicar para evitar la visita al dentista o al traumatólogo. Sam sonrió y con un "Con permiso Emma, cógete a mi cuello" le pasó una mano por la cintura, otra por las piernas y la levantó en volandas, pegando su cuerpo con el de ella de forma protectora. Continuó caminando en dirección al montículo mientras intentaba entretenerla para que no se pusiera nerviosa, hablando un poco de todo, visiblemente nervioso
"Que tal te fue en la granja de Romeo? O te llevaron a conocer a Evon? Yo tuve una cita bonita con Susie pero no creo que pudiera tener una relación con ella. Es demasiado famosa y yo soy una persona sencilla, así que no tienes que preocuparte por ella, bueno..." - dijo riendo nervioso - "si es que después del desastre de primera cita eso te importa algo. Luna ha tenido un potrillo y ella me ayudó a sacarlo, estoy deseando que lo veas, es muy muy tierno, además, el parto venía de nalgas y fue complicado pero tanto la madre como el potro están bien" - Volvió a reír esta vez más relajado antes de decirle "Siempre hablo demasiado cuando me pongo nervioso y tú me pones nervioso, nervioso bien... ya me entiendes. En fin, hemos llegado, te voy a poner en el suelo y va a empezar la cita. Preparada?"
El calor y el crepitar de las llamas llegaron a los sentidos de Emma antes de que le quitara el pañuelo. Frente a ellos tenían una romántica hoguera, ardiendo con la intensidad que solo habita en los cuerpos de jóvenes amantes. Junto a ella habían dos hachas, varios troncos de madera, unas mantas para el suelo y evitar el frío, una bolsa de mashmallows y la cúpula de estrellas más increíble que pudiera imaginarse.
Sam carraspeó y le dijo "La primera cita no me salió muy bien pero quiero que me dejes intentarlo y hacerlo mejor. Esta noche te he preparado varias sorpresas que espero que te gusten. Yo" dijo dudando antes de encogerse de hombros "Yo no soy un hombre que sepa decir palabras bonitas, poesías y ese tipo de cosas, pero te he preparado unas sorpresas que espero que sean capaces de hablar por mi. Preparada?"
Esperó a que Emma lo estuviera antes de señalar con un dedo hacia su granja, esperando a que se diera cuenta de lo que había hecho por ella. Todas las tejas de la granja tenían un color distinto al que tenían cuando había llegado el día anterior, cambiando el rojizo por un hermoso tono verdoso. Sam sonrió y le dijo "Una granja con tejas verdes para mi Ana. Te gusta? La verdad es que me llevó algo de tiempo y alguna burla de un vecino pero me da igual"
Algo de tiempo había sido casi toda la noche despierto, algunas burlas habían sido el escarnio de sus vecinos pero le daba igual. Emma se iría o se quedaría pero estaba seguro que después de aquella noche nunca olvidaría las tejas verdes del rancho McCarthy.
Un escalofrío nació en la nuca de Emma cuando Mac le susurró en el oído. Se deslizó por su espina dorsal haciendo que se estremeciese y soltase una risita. No había nada de lo que reír, en realidad, pero le pasaba siempre que se ponía nerviosa. Se sintió vulnerable cuando tuvo los ojos vendados. A partir de ese instante dependería de él por completo y esa situación hacía que le latiese el corazón con fuerza en los oídos.
Se aferró a la mano de él en cuanto cogió la suya. La incertidumbre de no ver lo que tenía delante se mezcló con la seguridad de que Mac no la dejaría caer y se lanzó a seguirlo sin pensárselo dos veces. Claro, pasó lo que tenía que pasar, y los pies torpes de Emma fueron capaces de encontrar cada pequeño desnivel o piedrecilla del suelo con tal de tropezarse. Un par de veces estuvo segura de que se iba de morros al suelo, pero en cada una de ellas el granjero estuvo rápido para mantenerla a salvo y todo se quedó en una risa o dos.
De repente a Mac le dio un arrebato de príncipe azul (¿o es que había visto otra serpiente?) y la cogió en brazos. Emma prefirió creer que era lo primero, no quería ni pensar en serpientes. Lo cogió del cuello con delicadeza y apoyó la mejilla en su hombro, así, con una pose romántica que espoleaba su imaginación, ya de por sí poderosa. Aprovechó el momento y la cercanía para aspirar discretamente el aroma del granjero, quería saber a qué olía.
—No, a Romeo no lo conozco de momento —respondió, entretenida con el parloteo de Mac—. A Evon sí, estuve en su granja ayer. Es muy simpática Susie, ¿verdad? Aunque me alegro de que no te guste. Bueno, no, no quería decir eso. Ella es muy maja y muy guapa y... No es que me alegre de que no te guste... eh... —Ay, madre, ya se estaba enredando ella sola. Sus mejillas se encendieron a juego con el pañuelo que cubría sus ojos y que en ese instante le pareció una protección para la vergüenza. Resopló y lo dejó así, centrándose en lo siguiente—. ¡Hala!, ¿un potrillo? Tiene que ser supercuqui. Pero eso de sacarlo... ¿no sale sangre y todo eso? —Esa parte la horrorizaba un poco, la verdad—. ¿Lo podré ver? Pero no te preocupes, tú habla lo que quieras. Yo me río cuando me pongo nerviosa. —Y, de hecho, se estaba riendo en ese momento—. Ah, ¿ya hemos llegado? Pues no era muy lejos.
Cuando sus pies pisaron el suelo asintió.
—Preparada, sí. —Pero no le soltó la mano hasta que no la liberó del pañuelo y pudo ver el paisaje ante ellos.
En realidad lo primero que vio fueron varios bultos borrosos de distintos tamaños. Pero se apresuró a ponerse las gafas y ahí sí, ahí puedo verlo todo con nitidez. Se le abrieron los ojos, enormes y redondos, y dio una vuelta para sí misma con expresión maravillada. La hoguera, los malvaviscos y las mantas... ¿Y de dónde habían salido tantísimas estrellas? Se sentía como en el planetario, pero al aire libre. Las hachas no sabía bien bien a qué venían, supuso que eran por si hacía falta más leña para la hoguera. O de adorno, porque quedaban bien y le daban un toque rústico a la escena. Muy bucólico y romántico. Suspiró profundo, desde el estómago, encandilada, y miró a Mac cuando empezó a hablar de nuevo.
Se encogió de hombros. Quería decirle que la cita le había salido genial, pero la serpiente la había estropeado un poco. Pero a ver, eso no había sido culpa suya, no es como si la hubiera puesto él ahí o algo. La merienda junto al lago sí que había estado genial. Pero antes de que pudiera protestarle aquello le señaló la granja y la boca de Emma dibujó una «O» de sorpresa.
—¡Pe pe pero, Mac! —Pestañeó, alucinada, intentando asimilar aquel gesto tan romántico que había hecho explotar todos los medidores. Estaba impresionada, eso sí que era algo digno de un protagonista de novela—. Qué bonito está, parece que la granja tenga un campo verde sobre ella, ¿verdad?
Lo miró a él, con las mejillas sonrosadas, una sonrisa boba en los labios y los ojos brillando detrás de los cristales de las gafas. Le latía el corazón con mucha fuerza y si hubiera sido una chica lanzada seguramente le habría metido un morreo al granjero en ese mismo momento. Pero, a ver, era Emma, no se iba a atrever a hacer eso. Así que sólo se lo quedó mirando con una cara de corderito abesugado que en su imaginación era de lo más romántica.
Sam olía a tierra mojada después de una tormenta y hierba recién cortada, con una nota ligera de algo familiar para Emma que no pudo colocar, fuera no parecía ser una colonia de las que se encuentran en la ciudad. Los brazos en torno al talle de Emma eran firmes y cálidos, como su voz, que aunque con un poco de nerviosismo se iba derramando con esa cadencia típica del italiano. La sonrisa de Mac tembló durante un segundo cuando le habló sobre Evon. Se paró un segundo y le sonrió, olvidando por un instante que Emma tenía los ojos cerrados. Continuó caminando y con una confianza que no sentía le dijo
"Evon, sí, también es muy simpático y atractivo, es algo así como el seductor de Tuscaloosa, sí" - Y es mucho más guapo, atractivo y seductor que tú, aunque mis caballos son mucho mejores y también habla tan bien. Ojalá supiera saber decir cosas tan bonitas, hablar de atardeceres, cisnes y esas cosas bonitas, ojalá.... . Se aclaró la garganta y le dijo fingiendo despreocupación "Y que tal te fue con el bueno de Evon? Espero que fuera respetuoso. En cuanto a Susie" dijo riendo "No sé que está haciendo aquí pero tengo mis sospechas. Recuerdas esos programas donde te hace una broma un famoso? tipo inocente, inocente? Pues yo creo que está haciendo algo así, no me está pretendiendo en serio, se preocupa más de la cámara pero es simpática y salvo al principio me ha tratado bien. Te imaginas? Una famosa en mi granja! Y me ha regalado un dvd de una película, Quick trolebús o algo así, se puso muy contenta cuando le dije que la veríamos con palomitas." Sam rió con esa voz de barítono que le salía cuando cantaba en italiano "En Italia decimos, la bellezza non si mangia, de la belleza no se come, además, lo dices como si tuvieras algo que envidiarle." Le acarició con suavidad el pelo mientras veía que se ponía nerviosa. Para ayudarla le dijo "Sí, sale sangre, si vives aquí te acostumbrarás, aunque podrías ayudar como la mamma en la escuela y dejarme las cosas sucias a mi, a mi me gusta hacerlas, me recuerdan a mi padre. Por supuesto que lo podrás ver y darle un biberón si quieres, estoy seguro que Luna te recuerda y te deja que te acerques. Hemos llegado, a veces los grandes viajes solo llevan unos pasos"
La posó en el suelo y le quitó el pañuelo con una sonrisa. Su reacción le dejó sorprendido, parecía que no la había impresionado, ni siquiera se movía pero pronto lo entendió al verla cogerla las gafas y sonrió por su torpeza e inseguridad. Disfrutó viendo como sus ojos expresivos se abrían viendo la hioguera, los malvaviscos, las mantas. Sonrió al verla mirar las hachas con un gesto de sorpresa pero cuando se dio cuenta de que las tejas eran verdes la expresión de la boca de Emma fue todo el premio que necesitaba. Una O perfecta, la letra más bonita que había visto nunca. La miró, paciente, mientras la mujer reaccionaba. Sonrió y le dijo con naturalidad
"Creo que la granja necesitaba un toque femenino y me has inspirado. Sí, parece un campo verde. Además, no es la primera vez que el rancho tiene las tejas verdes. Me alegro que te haya gustado, es solo la primera sorpresa que te he preparado"
La miró y durante unos momentos compartieron miradas. Sam hubiera esperado que Emma hiciera algo, que se riera, que lo besara, que lo tirara a la hoguera, algo, pero salvo ponerse roja y sonreírle no parecía que hubiera algo más para él. Suspiró con una sonrisa y la tomó de la mano con dulzura mientras se la llevaba hacia los tocones donde estaban las hachas.
Está claro que prefiere a Evon, clarísimo, y cuando se vaya, me tocará pintar otra vez las tejas....que estúpido eres jodido Macarroni... estúpido y romántico. Evon, sus palabritas, sus músculos....su sonrisa perfecta....
Sam suspiró y la invitó a sentarse en uno de los tocones mientras le decía
"Como sabes soy medio irlandés y lo que voy a hacer es una tradición allí. En las noches estrelladas como esta" dijo mirando el cielo "podemos encender una hoguera, una hoguera como esta y si cortamos un tronco a la primera por la mitad, perfectamente por la mitad lo podemos tirar a la hoguera y el leprechaum te concede un deseo, uno solo, pero tiene que ser un deseo que salga desde el fondo de tu corazón y no puede ser egoísta"
Empuñó el hacha mirándola con intensidad, puso un tronco en el tocón y le sonrió. Se mordió el labio en un gesto de concentración y empezó a balancear el metal, de adelante a atrás, intentando encontrar el centro perfecto que pudiera concederle su deseo. Miró el tronco, miró a Emma con una sonrisa, cerró los ojos y balanceó el hacha hacia delante con fuerza. El tronco salió partido y el hacha se clavó con fuerza en el tocón. Sam sonrió y se encogió de hombros mientras recogía los trozos de tronco y se los enseñaba a Emma orgulloso. Dos mitades perfectas, sin astillas, un corte entre mil, que digo, un corte entre un millón. Sam le tendió un trozo a Emma con una sonrisa y tiró su trozo al fuego, mirándolo arder con una sonrisa. Sin mirarla le dijo
"He pedido que te quedes, y por eso te he dado una mitad, por si quieres compartir mi deseo. "
Quería decirle tantas cosas que no encontraba la palabra para empezar. Se sentía torpe y carente de encanto, nervioso, desarmado por el reflejo de las llamas en los ojos de Emma. Se había expuesto, después de tantos años había dado el paso y se sentía vulnerable esperando la reacción de la mujer. Tal vez los leprechauns estuvieran demasiado lejos o que aquello fuera solo parte de la leyenda, pero puestos a creer mejor creer en algo que la acercara a ella que creer que Evon la iba a conquistar con una de sus sonrisas.
En ese momento Emma cayó. Pintura. El rastro de olor era de pintura pues Sam debía haberse pasado un largo rato trabajando para que ella tuviera sus tejas verdes. Era evidente que se había duchado pero ese olor le iba a acompañar durante un par de duchas por lo pegajoso que era.
Durante los segundos que duró esa mirada compartida las mejillas de Emma fueron coloreándose más y más, hasta que el rubor alcanzó su escote y se perdió por él. Pensó que tal vez Mac iba a besarla de nuevo, como el día anterior, y hasta entreabrió los labios con esa idea, expectante. Pero el momento no podía seguir estirándose como chicle eternamente y se rompió cuando el hombre suspiró. Cerró los labios de nuevo, pero no llegó a sentirse decepcionada, porque él tomó su mano con delicadeza para llevarla hacia los tocones.
Emma miró por encima de su hombro para ver la granja con sus tejas verdes una vez más, mientras recorrían esos pocos pasos, y al llegar, se sentó donde le indicó. Se colocó bien la falda por encima de las rodillas y escuchó con muchísima atención sobre la tradición irlandesa. Sencillamente le encantó. Parecía mágica, sacada directamente de un cuento de hadas.
—Qué leyenda tan maravillosa —dijo, apoyando la mejilla en una mano y ladeando el rostro, soñadora—. Nunca la había oído, pero sí que suena muy irlandesa. Eso debe estar lleno de hadas y duendes, ¿verdad? Me encantaría verlo alguna vez.
Se puso más recta cuando vio que él se preparaba con el hacha. ¿Luego tendría que hacerlo ella también? No había cogido un artefacto como ese en la vida y no estaba nada segura de saber usarla... pero iba lanzada en esa aventura y estaba dispuesta a probar suerte. Todo por pedirle el deseo al leprechaun. Le devolvió la sonrisa y luego se mordió el labio ella también, en reflejo de su gesto, tan concentrada estaba en lo que hacía Mac.
Cuando el tronco se partió en dos mitades perfectas, Emma aplaudió entusiasmada y se puso en pie para acercarse a él y verlas mejor.
—A ver, déjame —cogió el trozo que le tendía y pasó los dedos por el corte. Luego lo miró con admiración, ya podía sentirse orgulloso—. Caray, ni una máquina industrial lo habría hecho así de preciso. El leprechaun está escuchándote, Mac —Soltó una risa cantarina con esa idea.
Se puso a su lado para contemplar con él cómo ardía el trozo que había tirado. Las llamas lamían la madera y el crepitar la hizo sonreír. Nunca había visto una hoguera, en la ciudad no hacían esas cosas, y no se parecía en nada al fuego de la cocina de su madre (ella tenía vitrocerámica). La sensación era mágica, el momento absolutamente romántico. Notaba la calidez del fuego en el rostro y suspiró profundamente.
Cuando escuchó a Mac contarle cuál había sido su deseo lo miró con sorpresa. ¿Eso quería decir que tenía alguna oportunidad de vivir su gran romance con él? El granjero la desconcertaba. En ocasiones le parecía que la cortejaba, en otras que mantenía las distancias con ella. Pero en ese momento, sus palabras no tenían mucha interpretación posible.
La brisa llevó a sus fosas nasales el aroma del hombre y reconoció la pintura. Sus labios se curvaron con dulzura. Movió la mano hasta que sus dedos tocaron los de él y los entrelazó.
—Veremos si el leprechaun me escucha también a mí —dijo, mirándolo con timidez por un instante antes de devolver sus ojos al fuego.
Lanzó el trozo de madera y se quedó así, cogiéndolo de la mano y observando cómo ardía en ese instante mágico que parecía haberse prendido del discurrir del tiempo.
Sonrió al ver como la tirita de hello Kitty asomaba bajo la falda de Emma, una reminiscencia del ataque de la serpiente del que, afortunadamente había salido bien librada. Aquella noche le diría la verdad porque era lo justo, debía saber que la vida en la granja era dura y que a veces esas cosas eran inevitables. Tal vez se asustaría, pero tenía confianza, confianza en que vivir su gran aventura en una granja llena de tejas verdes fuera suficiente, además, si se quedaba, cuidaría de ella para que nada le pasara y pronto se acostumbraría. Era una vida sencilla, pero sencillez y comodidad no siempre eran lo mismo. Acogió su pregunta con una sonrisa mientras asentía y con voz suave le dijo
"Irlanda es una tierra mágica donde los duendes, las hadas y los druidas siguen existiendo" - dijo sonriendo mientras miraba su expresión - "al menos en nuestros corazones. Será un placer llevate, podríamos ir en.... en otro momento, sí, cuando acabe el programa y no haya tantas cámaras alrededor, sí" - dijo riendo nervioso y enrojeciendo levemente en las orejas. Había estado a punto de asustarla mucho, mucho mucho, de esos terrores que te hacen saltar las vallas en la noche aunque sepas que en el otro lado hay toros salvajes. Pensar en lunas de miel no era lo más apropiado, por romántica que fuera, porque una cosa es dar un saltito y otra un triple mortal carpado con tirabuzón al vacío. Sí, más adelante, así era mejor. Solo esperó que no se hubiera dado cuenta de lo que estaba insinuando.
Puso el tronco en el tocón y de un solo golpe lo cortó con perfección quirúrgica. Le tendió un trozo para que pudiera examinarlo y tiró el suyo al fuego mientras se sinceraba. Quería que se quedara, estaba dispuesto a tener paciencia con ella si hacía falta, pero no quería que se fuera, no quería que fuera al rancho de Evon ni quería que Susie volviera, por simpática y guapa que fuera, lo que quería era correr a la habitación de la nonna, coger la escopeta y ahuyentar a todos esos moscones, las cámaras, los productores y todos esos chacales. Emma y Sam, Sam y Emma, eso era lo único que quería pero la decisión no estaba en sus manos, si no en las de Emma. Miró al fuego esperando su decisión y cuando deseó que quería ser escuchada por el leprechaun la miró con una sonrisa llenándose de su sonrisa tímida.
La madera voló, dibujando la más hermosa parábola que había visto en su vida, a cámara lenta, tan perfecta que ni el mejor matemático la hubiera podido ni inventar. El trozo de leña fue lamido por el fuego y Sam entrelazó la mano con la de Emma, una mano firme pero tierna. Se llevó la mano de Emma a los labios y la besó con fuerza antes de ponérsela en el pecho, junto a su cuore, un cuore que rugía como un Ferrari di competizione, cavalinos rampantes desbocados mientras los ojos hablaban lo que las palabras no sabían encontrar. Sonrió, le puso un dedo bajo la barbilla para elevarle al cabeza y la besó con ternura, bueno, esa era su intención, pero al final la cosa se le fue un poco de las manos y acabó besándola con pasión. Suspiró, se apartó y le dijo
"Es tu turno, el leprechaum está receptivo esta noche. No te preocupes, lo haremos juntos, como en la película esa del fantasma que vuelve y hace con su novia un jarrón*. Coge el mango del hacha, yo me pondré detrás tuyo y te ayudaré a levantarla." - Puso un tronco sobre el tocón y le acercó el hacha, poniéndose detrás y ayudándola a levantarla. Le besó el cuello levemente antes de decirle "Un corte perfecto recuerda, el Leprechaun es muy difícil de complacer. Cierra los ojos, el leprechaun guiará el golpe"
Levantaron el hacha a duo y descargaron el golpe. Un corte perfecto. Cuantas posibilidades había? Nunca había conseguido un corte perfecto, y en ese momento, había conseguido dos seguidos. El hacha temblaba en el tocón y recogiendo las dos mitades el tronco se las puso en la mano con una sonrisa. "Aquí tienes un deseo para ti, ha sido un corte fantástico....suave como el culito de un niño" - Y no se había suicidado con el hacha, aquella noche el leprechaun estaba on fire, eso seguro, pero antes de que la cosa fuera a más debía decirle la verdad, no quería empezar algo con mentiras así que le dijo
"Emma, yo.... te mentí, en nuestra primera cita. La serpiente era muy venenosa....mucho... por eso hice tantas cosas raras, para intentar que no te pasara nada malo. No quería que te preocuparas...yo.... lo siento, hacía años que ninguna serpiente picaba a nadie en el rancho.... Estás bien? No te duele?...Yo...."
Le acarició el pelo con ternura y con gesto lleno de preocupación. Esperó si la tormenta se desataba o no antes de decirle
"Te gusta bailar Emma? Conoces algo de danza irlandesa?"
* - Ghost, la escena de la alferería XDD
La expresión de Emma se volvió soñadora cuando Mac empezó a hablar de Irlanda. Sus ojos brillaban con el resplandor de la hoguera y su mente voló lejos de allí, a una tierra donde cualquiera podía codearse con hadas, duendes y dríadas con normalidad. Cuando se ofreció a llevarla a Europa su rostro entero se iluminó con una sonrisa. Ni siquiera fue consciente del desliz del hombre, ella ya estaba demasiado ocupada con su imaginación.
—Ay, madre. Sería un sueño ir contigo hasta allí y que me lo enseñases todo. Querría verlo todo, cada cueva de un troll y cada charca de una ninfa. —Y es que Emma ya se veía tendida sobre un colchón de plumas de cisne y asistiendo a las fiestas de Titania y Oberón—. ¿Has leído El sueño de una noche de verano? —preguntó, pero enseguida agregó algo más—. ¿O visto la peli? La menos vieja, quiero decir. Es una adaptación muy buena del libro, los diálogos son prácticamente literales. —Luego se rió y miró alrededor, estaba tan embebida en su gran aventura que se olvidaba todo el rato de que estaba en un programa—. En realidad aquí tampoco hay tantas cámaras, ¿no? Yo ni las noto.
Cuando el hombre besó su mano, sintió que iba a derretirse ahí mismo y cuando llevó los dedos de ambos entrelazados hasta su pecho, lo contempló, encandilada. Sus ojos se encontraron con los de Mac en aquella mirada compartida y se enredaron en sus pupilas. Emma sintió que su corazón latía en sus sienes, retumbando con fuerza, y el de él en los dedos. Le pareció que latían al unísono y su mente nublada de rosa se llenó de esa idea llena de romanticismo. El momento era perfecto y... bueno, sí, romántico a rabiar. Tanto, que cuando Mac puso un dedo en su barbilla con esa ternura, Emma subió el rostro despacio, conteniendo el aliento, segura de que esta vez sí.
Cerró los ojos cuando sus labios se encontraron y sintió que el tiempo se detenía en ese mismo momento, por y para ellos. El roce fue tímido en inicio, pero no tardó en responder a aquel beso con entrega. No había lujuria en sus movimientos, pero sí una dulzura apasionada que le aceleraba el corazón. La mano que no estaba en su pecho se fue hasta su nuca, sosteniéndose de ella. Con los ojos cerrados el resto de sus sentidos se llenaba de estímulos. El aroma del granjero la rodeaba y envolvía, se mezclaba con el de la madera al arder. Su sabor, el que había probado apenas un instante fugaz el día anterior y que ahora se impregnaba en sus labios y en su lengua. El calor de la hoguera, el tacto de sus dedos, rugoso por el trabajo. Sus manos eran grandes y firmes, se sentía segura entre ellas.
Cuando se separó de ella, Emma tenía la respiración agitada y las mejillas arreboladas. Abrió los ojos lentamente y exhaló el aire de sus pulmones en un hondo suspiro. Mientras Mac empezaba a hablar de nuevo, ella se saboreó los labios, que notaba sensibles y aún llenos del sabor del granjero.
Su mente estaba llena de melaza, espesa y dulce. Le costó algunos segundos reaccionar e incorporarse a la conversación. ¿De qué hablaba Mac? ¿Quería que ella hiciera lo del hacha también? Sacudió la cabeza y tomó aire en una bocanada, intentando volver a la realidad.
—Claro, claro. El hacha. Yo la cojo.
Le temblaban hasta las rodillas y de repente tenía calor, pero ahí se fue toda decidida, a cortar troncos y lo que hiciese falta. Menos mal que Mac hizo prácticamente todo el trabajo, porque si la hubiera dejado sola con esa herramienta afilada aquella escena bucólica podía haber pasado de novela rosa a slasher en un par de segundos.
El corte perfecto ya no la impresionó tanto como el anterior. Ya era el segundo, ya conocía la pericia y la precisión del granjero. Pero sonrió ampliamente, porque esta vez ella había participado, aunque sólo hubiese puesto las manos en el mango y nada más. Cogió su trozo de tronco y se giró hacia la hoguera, decidida a lanzarlo. Pero antes de que pudiera hacerlo él empezó a confesar y detuvo el movimiento para girarse hacia él.
—Oh... ¿Me mentiste?
Esa parte la había decepcionado un poco. Cierto era que apenas se conocían, menos de una hora en total entre los dos días. Pero ella había confiado tan ciegamente en él, que saber que le había mentido puso un poco tristes sus ojos grandes y expresivos. Aunque... al menos se lo estaba confesando, ¿no? Y, por lo que decía, sólo lo había hecho porque se había asustado mucho. Eso podía entenderlo, no debía ser plato de gusto que una pretendienta se muriese envenenada en su granja... Pero, espera... ¡¿Había estado a punto de morir?! Se mordió el interior de la mejilla, lidiando con muchas emociones al mismo tiempo. Respiró despacio al tiempo que hacía un gesto con la mano, pidiendo calma.
—No me duele nada, estoy genial —aclaró, lo primero—. Aunque ahora estoy un poco asustada, porque no sabía que había serpientes venenosas en las granjas. Pensaba que sólo había caballitos, corderitos, conejitos, cerditos, vaquitas... —Todo muy cuqui y muy «-ito»—. Pero todas las grandes historias tienen sustos, ¿no es así? Y malentendidos y confusiones. —Frunció el ceño, confusa con sus propias ideas—. No me gusta que me mintieras. Lo entiendo, pero no me gusta. Ya sé qué le voy a pedir al leprechaun.
Se giró de nuevo hacia la hoguera y lanzó el tronco mientras pensaba con fuerza en su deseo. Luego miró a Mac y se encogió de hombros.
—Le he pedido que, si me quedo, no me vuelvas a mentir nunca más. Así que ahora ya sabes, si intentas hacerlo lo mismo viene y te corta la lengua.
Iba a tener que pensar en todo eso, seguro. Pero no en aquel momento. Sólo tenían veinte minutos y no quería desperdiciar ni uno solo en nada que no fuese aquella cita. Así que aceptó el cambio de tema, prestó atención a las siguientes preguntas y negó con la cabeza.
—No sabía ni que había danzas irlandesas —Se rió un poquito, nerviosa y algo descentrada aún—. Pero estoy dispuesta a aprender.
El brillo de los ojos de Emma y su expresión soñadora fue lo único que necesitó Sam para que su corazón palpitara. Emma era una aventurera y entendía que la vida se desarrolla fuera de los muros de una casa, lejos de todo, donde la magia y las hadas existen para el que tiene paciencia y perservera. Irlanda era su tierra, y aunque amaba la parte italiana de su madre, él siempre había admirado a su padre y siempre le había acompañado a Irlanda cuando tenían que vender algún caballo. Con una sonrisa le dijo
"Irlanda no es como Estados Unidos, es más pequeñito pero todo, todo no se si podría enseñártelo" - Se encogió de hombros y le dijo con una sonrisa tierna - "pero estaría dispuesto a intentarlo por ti. Películas? No soy mucho del cine moderno pero si que he leído el sueño de una noche de verano." - Levantó los ojos al cielo y con voz de tenor empezó a decirle
Si nosotros, vanas sombras, os hemos ofendido, pensad sólo esto y todo está arreglado: que os habéis quedado aquí dormidos mientras han aparecido estas visiones. Y esta débil y humilde ficción no tendrá sino la inconsistencia de un sueño; amables espectadores, no nos reprendáis; si nos perdonáis, nos enmendaremos. Y, a fe de honrado Puck, que si hemos tenido la fortuna de escaparnos ahora del silbido de la serpiente, procuraremos corregirnos de inmediato. De lo contrario, llamar a Puck embustero. Así, pues, buenas noches a todos. Dadme vuestras manos, si es que somos amigos, y Robin os lo restituirá con resarcimiento."
Se besaron. No había salido como esperaba. Al contrario, la ternura había dejado paso a la pasión y los corazones habían martilleado con fuerza en sus pechos. Así que cuando se separaron las respiraciones eran fiel reflejo de sus corazones y, por un momento, maldijo tener que separarse de ella pero, como iban a conocerse si solo se besaban en la cita? Emma le gustaba, le gustaba de verdad, y no para un rollo, que eso eran cosas muy de alfa, no, que va, Sam era un hombre tradicional, un hombre con un sistema de valores bien establecidos y si la había besado era con intención de algo más.... aunque la besaría, la besaría de nuevo hasta que se le desencarnaran los labios..... joder con las mosquitas muertas, aquella mujer tenía dinamita en los labios.
Partieron el tronco y le dio su deseo y su corazón se encogió al ver tristeza en los ojos. Intentó contestar, disculparse, pedirle comprensión pero la mano de Emma le pidió un respiro para reordenar sus pensamientos y Sam se quedó con la boca abierta, aspirando para decir algo que finalmente no salió de sus labios para suspirar finalmente.
Al menos está bien, al menos no le va a pasar nada, aunque ahora vendría cuando se levantaría y se iría. Por qué? Por qué no podía mantener su bocca chiusa por una vez? Por qué? Ya lo había vuelto a estropear!! Ya lo he vuelto a hacer!!!! Inutile Sam el Macarroni... Inutile..
Suspiró y negó con la cabeza. La vida en la granja era dura, había que trabajar y no había todas las comodidades de las ciudades. Debía saberlo, debía saber que aquello no era una novela y que en la vida real a veces pasan cosas, no siempre agradables.
"Hacía años que no había un caso de picadura en la granja pero a veces pasa, por eso tenemos remedios en el botiquín, aunque normalmente hay que tirarlos todos porque se caducan. Tengo la responsabilidad de unos 30 niños, así que tengo que estar bien preparado. Sí hay conejitos, caballitos y todo eso, pero también hay partos de animales, los animales mueren, hacen sus necesidades, hay que darles de comer..... no te voy a engañar, es una vida dura pero que tiene muchas recompensas" dijo sonriendo y señalando al cielo "En las ciudades no tenéis etso, no hay hierba y las gentes no se hablan aunque sean vecinas. Es una vida diferente pero no es mala. Y sí, todas las historias tienen confusiones, que se lo digan al señor Darcy en Orgullo y Prejuicio. Lo entiendo, no me gustó hacerlo, solo....."
El anuncio de que iba a pedir su deseo hizo que se callara. Que pediría? Algo sobre Evon? Que recibiera un castigo? Que pediría?...El deseo le dolió y notó como su corazón se encogía, lo podía entender pero no lo hacía menos doloroso. Había traicionado su confianza y su presencia en la granja había pasado a ser condicional, condicional sin seguridades ni certezas. Si me quedo. No le había hablado de Evon. Seguro que era eso. Seguro. Sam miró al suelo y dijo
"Lo entiendo. No te volveré a mentir nunca más, con leprechaun o sin él, lo juro por mi sangre y mis caballos"
Tenía que hacer algo para salir de ese estado, tenía que distraerla antes de que le diera más vueltas la cabeza y dijera algo que no debía decir, su especialidad por lo visto. Le tendió la mano y le dijo "Existen, y vas a aprender. En las danzas irlandesas también hay algo de mágico. Ya verás"
Sacó el móvil, que venía preparado de casa, que una cosa era ser granjero y la otro ir a pecho palomo, y le dio al play para que sonaran los primeros acordes del violín. Sam la invitó a su lado y dijo
"Trata de seguirme, y no te preocupes, déjate llevar por la magia irlandesa....."
Sam juntó los brazos a su tronco, mostrando como tenía que hacerlo, saltando con una gracia muy especial mientras sonreía y la miraba. La invitó a imitarle, jaleando sus intentos y viendo con una sorpresa como se acoplaba al ritmo. La cosa se acabó descontrolando, como siempre que sonaba música irlandesa y hasta los cámaras se pusieron a bailar en linea con ellos aunque Sam solo tuviera ojos para Emma. En una de estas Emma tropezó, y Sam saltó a cogerla, envolviéndola en sus brazos y cayendo sobre las mantas, bajo el cielo estrellado. ( A partir del minuto 3:07)
Sam rio, una risa libre e indómita de pura felicidad. Giró el cuello para mirarla y estiró el brazo para cogerle la mano sin llegar a cogérsela. Si se quedaba. Suspiró, si tuviera tiempo la podría convencer pero en dos días como hacerlo? Casi imposible..... todo estaba en manos del leprechaun. Rió de nuevo y encogiéndose de hombros le dijo
"Es la magia irlandesa.... te lo dije"
El juramento de Mac restauró un poquito la decepción que había entristecido los ojos de Emma al saber de su mentira y en cuanto le ofreció la mano, se apresuró a cogerla. Se colocó a su lado, como él le dijo, y se preparó para... no estaba segura de para qué, pero se preparó para lo que fuese.
Lo miró sorprendida al ver cómo empezaba a dar saltitos y se le escapó una sonora carcajada. En su mente una danza tradicional tenía más bien la pinta de un vals, con sus giros lentos alrededor de un gran salón. Pero esto de los saltitos parecía mucho más divertido. Se puso a imitarle y a pegar brincos ella también. Intentaba hacer las florituras que hacía él con los pies, pero no daba ni una, la verdad. Cuando Mac iba para un lado, ella iba para el otro. Cuando él subía la rodilla, ella estaba girando. Tampoco importaba mucho, a juzgar por sus risas se lo estaba pasando bien.
Claro, que al final pasó lo que tenía que pasar y acabó yéndose de morros. Si no se partió la cara contra el suelo fue porque una vez más el granjero aguerrido y valeroso salió en su ayuda y la salvó, aunque los dos terminasen en el suelo.
Emma se reía, divertida con el ridículo baile que habían compartido y también con el desenlace final. Miró las estrellas, con la risa cantarina aún cascabeleando en su garganta, y luego giró la cabeza para mirar al granjero. Tenía las mejillas coloreadas por el ejercicio y el pelo algo despeinado, pero le brillaban los ojos. Salir de Boston estaba resultando toda una montaña rusa de emociones y aventuras, justo lo que había deseado cuando se atrevió a lanzarse al programa.
—Creo que no me van a coger para ir a Eurovisión —dijo, entre risas, ignorando que eso era un programa de canto. Ella pensaba que era un concurso en el que llevaban cosas tradicionales de cada país del viejo continente y ya.
Se sentía cómoda, allí, tumbada sobre la manta, con todo un manto de estrellas sobre ellos y la hoguera dándoles calor y ese aroma tan especial. Se movió un poco hasta quedar medio incorporada de lado, con el codo apoyado en el suelo y sosteniéndose la cabeza con la mano.
—¿Y entonces crees que Susie te está gastando una broma? —preguntó, volviendo a una conversación que había quedado atrás. Frunció la naricilla ante esa idea—. Yo no lo creo. Es muy simpática. En el coche hablamos un poco y me cayó súper bien. ¿Por qué iba a venir al concurso si no quisiera pretenderte en serio? —Le parecía una idea de lo más alienígena—. Pero qué guay que te haya hecho un regalo. Yo no te he traído nada —Torció la boca—. No se me ocurrió.
Hizo una pausa, un par de segundos en los que pasaron por su mente todas las cosas que podría haber traído de regalo. Algo típico de Boston, una figurita del Bunker Hill, o un barrilito de Sam Adams. Porque un Lobster Roll se habría estropeado por el camino. O a lo mejor podría haberle regalado un libro, claro que sin conocerlo antes no habría sabido cuál regalarle. Pestañeó, saliendo de sus pensamientos, para seguir parloteando.
—Evon me trató muy bien. Me enseñó sus caballos y me hizo unas fotos. Y luego, no te imaginas lo que pasó —dijo, abriendo mucho los ojos al recordarlo—. Apareció una furgoneta que se metió por medio de la granja, ¿sabes? Iba tan a lo loco que creí que al conductor le pasaba algo y se lanzaría al lago con vehículo y todo. Pero total, que salieron de ella un tipo muy raro que no sabía hablar, no se le entendía nada. Y otra que creo que era un travesti y se lanzaron al lago los dos. Eran del programa —explicó—, eso dijeron. Una gente rarísima... ¡Ay, madre, si los hubieras visto! —Soltó una carcajada—. Y entonces nos bañamos los cuatro en el lago. Pero enseguida vinieron los del programa a decirnos que ya se había acabado el tiempo. Y no llegué a preguntarles cómo se llamaban ni nada. Pero fue divertido.
Afortunadamente Emma no se había hecho daño ni se había traumatizado con la caída. Había sido divertido y, con un poco de práctica, lo dominaría cuando fueran a Irlanda, si se quedaba, que no era seguro. Sonrió para ocultar sus verdaderos sentimientos y le dijo
"Estoy seguro que te cogerían si te conocieran, solo con mirarles con esos ojos ya te darían el premio, además, bailas muy bien. Yo la primera vez que lo intente me caí de boca y me comí un tocón" dijo enseñándole una cicatriz apenas perceptible en una ceja con una risa "Además, si ha participado Australia porque no iba a hacerlo Estados Unidos? Yo te votaría!. En cuanto a Susie" dijo encogiéndose de hombros "No sé, me da la impresión que hay algo más. Ya sabes, puedo esperar que una mujer tímida no se lance" dijo mirándola con una sonrisa dulce "pero Susie no es tímida y en todo momento guardó las distancias, incluso fue borde al principio, como si no quisiera que me enamorara de ella. Luego vino la emergencia con Luna y se portó muy bien, hablamos un poco de nosotros, y la verdad, es que hay ciertas similitudes pero no la veo en una granja, no la veo interesada, ni yo estoy interesado en ella" dijo mirándola de forma directa a los ojos "además, tú si que me has traído un regalo" dijo tocándose los labios con un dedo y una sonrisa "Y me encantan tus regalos. Otro?" - dijo con una pose de fingida inocencia
En cuanto habló de Evon los ojos se le estrecharon y las orejas se le levantaron, como si fuera un caballo en un establo pero según escuchaba la historia empezó a reír con ella, visiblemente relajado por lo que escuchaba
"No me lo puedo imaginar. En serio? un travestí?? Suena increíble, pero también suena divertido" dijo riendo "La verdad es que estaba preocupado, Evon es tan guapo y tiene esa risa tan.... ja, ja, ja" dijo intentando imitar la forma de reír de Evon "La verdad es que Evon viene a ser el seductor del pueblo y cuando se sepa en el salón que ha nadado como un travestí le van a dar caña durante una temporada" dijo riendo y mirándola con cierta inseguridad antes de decirle "Tenía un poco de miedo que te pudieran haber llevado a verle y a ti te había picado una serpiente...y yo.... yo pensé que ya te había perdido en la primera cita, pero estoy contento, estoy muy contento de que hoy estés aquí Emma y de compartir este rato contigo, pase lo que pase."
Suspiró y estiró la mano para coger la suya y con la otra la levantó hacia el cielo, señalando las estrellas y le dijo
"Ves ese grupo de estrellas de allí, donde está aquella estrella tan brillante? Son la osa mayor, y justo a la izquierda está la osa menor. Cuando era pequeño mi padre me contaba historias sobre las estrellas. Me llevaba a un sitio como este y se inventaba historias, me decía que las osas no eran osas en realidad, sino que la mayor era una yegua y la menor un potro, aquella de allí con la forma de W, Casiopea, decía que era un rastrillo. Era genial, compartir esos ratos mágicos con mi padre, me contara lo que me contara..." Suspiró soñador y girándose a mirarla le dijo "Supongo que lo que quiero decir es que me ha llegado la hora de tener una familia, hijos y una nueva compañera de aventura. Yo no tenía pensado dar un paso tan grande como el matrimonio pero....." Suspiró y dijo un taco en italiano entre dientes, maldiciéndose a si mismo "Lo que creo que intento decirte es que.... que no quiero que te quedes de forma temporal. " Miró hacia el cielo con una sonrisa y le dijo sin mirarla "Mi mujer me enamoró en 2 minutos, tu tardaste un poco más....solo un poco más".
Se incorporó y sacó algo del bolsillo, plano y no más grande de un palmo. Al acercarlo para que lo viera pudo ver que era una flor silvestre prensada, de esas que se ponen en los libros como marcador. Se la ofreció diciéndole
"Este es mi regalo para ti, para que te quedes o no te quedes me recuerdes cada vez que leas. Es algo muy especial para mi y espero que te guste....para mi tiene mucho valor sentimental"
Emma no lo podía saber, pero esa fue la flor con la que pidío a su esposa en matrimonio y el que fue su anillo de prometida hasta que tuvo dinero para casarse. Habían venido mal dadas en el rancho y había tenido casi que venderlo y no pudo permitirse joya alguna, pero esa flor prensada materializó los sentimientos de Sam, y una vez más, lo volvía a hacer,.
Aquel granjero no se parecía en nada a los hombres que Emma había conocido en Boston. No sólo por eso de ser un tipo rústico, medio salvaje y aguerrido, que también, sino porque le resultaban incomprensibles algunas de las cosas que decía. Como lo de Susie, que parecía que no le interesaba únicamente porque ella no se había lanzado a por él. ¿Pero y si lo hubiera hecho? ¿Entonces sí le habría interesado? Ella sabía que estaba allí compitiendo con Susie, aunque no quisiera tomárselo en ese plan porque la actriz le caía genial. Pero no tenía claro si Mac pretendía encender esa competición o tranquilizarla al respecto, porque le parecía que hacía las dos cosas al mismo tiempo. A decir verdad se sentía algo insegura, pero hizo un esfuerzo porque no se le notase y no perder la sonrisa. Además, le gustó que se riera con ella cuando le contó sus aventuras en la granja de al lado.
Asintió con la cabeza corroborando lo del travesti, tan divertida como Mac con aquello. Aún le resultaba increíble cuando lo recordaba y sin duda era algo que le contaría a sus amigas y a su madre cuando tuviera ocasión. Se le escapó una carcajada cuando Mac imitó la risa de Evon. Apenas había pasado veinte minutos con él, pero es que era cierto, su risa era así de característica.
Lo siguiente volvió a ser desconcertante, pero Emma sacudió la cabeza, quitándole importancia.
—Deberías fumigar para que no hubiera serpientes en tu granja, Mac. Así no tendrías que preocuparte más por eso. pero yo también estoy contenta de estar aquí.
Claro, si es que ella se había apuntado al programa para eso, no iba a renunciar a sus sueños de romance y aventuras por el inconveniente de la serpiente cuando ni siquiera había sabido del peligro que había corrido hasta ese momento. Llevó sus ojos al cielo, siguiendo la dirección en la que Mac señalaba y tratando de localizar las constelaciones. Era muy difícil encontrarlas, porque ella había visto muchas veces sus formas en libros, pero en ese cielo había tantísimas estrellas que todas se confundían unas con otras.
Se rió al escuchar lo del rastrillo. El padre de Mac había cambiado las constelaciones para que fuesen cosas del campo, más cercanas para su hijo que los inventos de los griegos antiguos. Su imaginación voló una vez más sin pedir permiso y en su mente se recreó la imagen de un niño pequeño, con el pelo rizado y alborotado, contemplando las estrellas junto a un hombre que se parecía mucho a Mac. Suspiró. Esa idea le parecía muy tierna y lamentaba no poder conocer a ese hombre.
Apartó la mirada del cielo cuando él siguió hablando y de nuevo volvió a sentirse confusa. ¿Cómo que no tenía pensado casarse? Si el programa era justamente para buscarle esposa... Era una de esas ocasiones en las que sentía que se había perdido algo, tal vez por despiste o quizás porque no era ella la única que andaba un poco desubicada en el mundo. Como fuese, sus mejillas se sonrojaron por completo cuando él habló de amor. Bajo un cielo románticamente estrellado, junto a un fuego romántico y con el aroma de la pintura flotando entre ellos, un olor que esa noche era lo más romántico de todo.
¿Que se le pasó por la cabeza que a lo mejor él le decía lo mismo a Susie al día siguiente? Pues sí, se le pasó, porque entre toda la nebulosa de algodón de azúcar que tenía en la mollera, pues Emma tampoco era idiota del todo. Bastante empanada sí, pero no había nacido ayer y la confianza ciega se le había apagado un poco.
Lo miró con curiosidad cuando sacó algo del bolsillo y lo cogió entre los dedos para contemplarlo más de cerca. Le recordó al señalador de papel de seda rojo que Diana Barry le había regalado a Ana. Vamos, que no se parecía en nada, porque esto era una flor y Mac se parecía a Diana Barry lo mismo que un huevo a una castaña. Pero el gesto era igual de encantador y campestre, perfecto para el entorno bucólico en que se encontraban.
—Qué bonita —dijo, ilusionada, sentándose para verla mejor—. La guardaré dentro de Ana —declaró, con los ojos brillantes—. Muchas gracias, Mac.
Lo miró a los ojos y se encontró con una intensidad inesperada en sus pupilas. La fuerza de su mirada le robó el aliento y recordó de repente cómo se había sentido antes entre sus labios. Bajó los ojos para mirarlos y luego volvió a subirlos hasta sus ojos. Las dudas parecían haber desaparecido antes, cuando la había besado... ¿Se iba a atrever a repetirlo? Tomó aire por la nariz y se sentó sobre las rodillas para acercarse más a él. Como pidiendo permiso apoyó una mano en su pecho y se acercó despacio, con los labios entreabiertos. El corazón empezó a latirle con fuerza y tuvo que reunir valor para recortar aquellos últimos centímetros y ser ella quien lo besara a él.
Al final, se había atrevido.
Sam la miró con ternura infinita mientras reía con su ocurrencia sobre fumigar la granja de serpientes. Era tan inocente, tan encantadora, que daban ganas de comérsela, con esos ojos tan expresivos mirando a todos los lados, con esos suspiritos y esa manera tan tierna de enrojecer. Se la había mandado su esposa, estaba seguro, habían pasado los siete años de plazo y no le había dejado retrasarse ni un día. Alargando la mano para rozar la suya le dijo
"En una granja no se puede fumigar como en las ciudades, además, las serpientes son básicas porque se comen a los ratones y muchos otros bichos. No tengas miedo, no dejaré que te vuelvan a hacer nada, claro, si te quedas" dijo sonriendo impidiendo que la duda volviera a tocar la voz . Rieron con las estrellas, y no solo hubo caballos, potros y rastrillos, también estaban la vaca, el sombrero, el lazo, incluso asomó el cerdo, pero las estrellas que le interesaban a Mac estaban en los ojos de Emma, disfrutando de su luz y expresividad mientras le repetía alguna de las historias que le había contado su padre, siendo devoradas con la misma fruición que cuando era pequeño.
Le entregó la flor prensada para que la pusiera en sus libros y ella aceptó el regalo con una ilusión que le tocó el corazón, como si hubiera sido capaz de entender todo lo que escondía sin necesidad de decírselo, como si hubiera sido capaz de intuirlo con solo mirarla. La miró con intensidad, como si pudiera hablar con ella sin necesidad de palabras, como pasaban en las películas románticas.
La miró, convencido de que no iba a pasar nada, de que la mujer no iba a tener la valentía de hacerlo pero entonces empezó a moverse, tomó aire, se sentó sobre las rodillas y se acercó a él. Le puso la mano en el pecho y se acercó despacio, como si temiera ser rechazada. Sam le sonrió con dulzura, invitándola a recorrer aquellos escasos centímetros y al final, alargó su cuello incapaz de esperar más, temiendo que se retirara.
Se había atrevido, se había atrevido, jo si se había atrevido. Sam recorrió cada centímetro de sus labios con delicadeza, como si fuera un ciego en un territorio desconocido, dejándose guiar por Emma mientras le acariciaba la nuca con cariño. No supo cuando tiempo se estuvieron besando pero fue poco para el que hubiera querido y si no hubiera sido por la compañía, que lo estaba grabando todo en Full HD 4K y dolby surround, la hoguera de sus corazones hubiera rivalizado con la otra. Cuando separaron Sam sonrió y se llevó la mano al labio con una sonrisa mientras decía
"Wow, si hubiera sabido que las chicas de ciudad besaban así me habría mudado hace tiempo" Dijo riendo antes de tomar su mano y acercarle uno de los malvaviscos que despedían un olor maravilloso una vez calentados al fuego. "Esto es otro de los pequeños secretos de porque las granjas son mejores que las ciudades.". Mordió su malvavisco con una sonrisa y puso dos más al fuego mientras la miraba con una sonrisa. Sacó el teléfono del bolsillo, un iphone de último modelo, y se rio al ver la cara que ponía Emma. Con una sonrisa le dijo "Que estemos en el campo no quiere decir que estemos en la prehistoria, y viajo, y voy a las ciudades para vender caballos o verlos participar en carreras, no siempre estoy en la granja aunque esto sea mi vida. Emma, a quien le puedo pedir tu mano? Es que......"
Cogió un poco de hierba del suelo y la trenzó hasta darle el aspecto de un anillo. Bueno, al menos era redondo, no se podía pedir mucho más, y si era muy bruta se le iba a romper, que era hierba, pero.... era lo que tenía a mano.
"Es que....... no quiero que te vayas, nunca...y me harías el hombre más feliz de este mundo si quisieras casarte conmigo pero me gustaría hacerlo bien, que tus padres nos dieran sus bendiciones y.... y....lo siento, yo, te estoy estropeando el momento...ya me callo, ya me callo...."
Se quedó con en el círculo en la mano, callado, expectante, notando como su corazón se desbocaba cual pura sangre, preguntándose si el anillo iría al dedo o acabaría devorado por las llamas.
Se había atrevido y cuando se separaron le galopaba el corazón como un potro desbocado, lo cual resultaba curiosamente apropiado para el lugar donde se encontraba. Se rió, nerviosa, con la broma del granjero que le quitaba hierro al asunto, como si besarse así fuese lo más normal del mundo. Se sentó a su lado y se colocó la falda antes de aceptar el malvavisco.
—Qué genial —dijo, antes incluso de probarlo—. Siempre había querido hacer esto, sale siempre en las películas y en los libros, pero nunca fui de campamento ni nada parecido. Urbanita de los pies a la cabeza, me temo. Al menos en experiencia, los sueños van por su propio camino, ya sabes.
Lo mordió y el dulzor del bocado se mezcló en su boca con el sabor de Mac.
—Woah. Esto está buenísimo —declaró, abriendo los ojos y metiéndose el trozo que le quedaba en la boca.
Vio cómo Mac sacaba el móvil de nuevo y creyó que iba a poner música otra vez. A ella le gustaba el sonido de la madera al arder en medio del silencio de la noche, pero también tenía curiosidad por ver qué nueva sorpresa le mostraba. Y cuando le preguntó a quién debía pedirle su mano, se atragantó con el malvavisco. Le dio la risa nerviosa, en un primer momento creyó que era una broma. Es que a ver, estaban en el siglo veintiuno, en un país civilizado. Ella pensaba que ya nadie hacía esas cosas. Pero estaba claro que Mac era un hombre chapado a la antigua, con iphone y todo. Era como Jamie Fraser, un salvaje campestre que debía ser domado, como el caballo asesino que decía que era su daimonion. Con esa idea se rió otra vez, para sí misma. Pero luego se dio cuenta de que Mac estaba hablando en serio y la risa se desvaneció mientras lo miraba alucinada.
—Ay, madre. ¿Lo estás diciendo en serio?
Pestañeó, intentando asimilar que estaba viviendo su primera y tal vez única petición de matrimonio. Y sí, era muy inesperado, pero también muy romántico. Se mordió el interior de la mejilla, tenía ganas de dar saltitos y grititos de pura excitación, pero se contuvo, que no era plan de parecer una pardilla total. Y, en medio de todo eso, seguía flotando la pregunta sobre sus padres. Emma se hizo consciente en aquel instante de que no habían hablado mucho sobre su familia y tal vez, era el momento.
—La verdad... es que no hay nadie a quien le puedas pedir mi mano. Salvo a mí, supongo —respondió, con un leve encogimiento de hombros—. Mi padre murió hace un par de años y mi madre... —De repente sus ojos se habían puesto tristes y sus labios dibujaron una mueca—. Bueno, ella está enferma. Necesita cuidados continuos. Normalmente la cuido yo, aunque estos días he tenido que contratar a una enfermera para venir al programa. Es mayor y tiene demencia, con días mejores y días peores. —Suspiró—. Pero de todos modos, hoy en día una chica puede decidir por sí misma con quién casarse —le instruyó con dulzura, como si fuera un escocés salvaje del siglo XVIII—. No hay que pedirle la mano a sus padres ni nada por el estilo. Al menos en la ciudad. —Su sonrisa se volvió divertida, ya se sentía la protagonista del cuarto libro de True Blood, cuando Erik pierde la memoria y se cree que es un vikingo. Se rió al imaginar a Mac así y sacudió la cabeza—. Mi padre te habría dado una buena colleja si le hubieras pedido mi mano.
Sus ojos se fueron entonces a lo que el granjero sujetaba entre sus dedos. Se mordió el interior de la mejilla. Aquel era un paso muy grande, enorme, de gigante. Una decisión que no debía ser tomada a la ligera. El corazón le latía muy fuerte. Tomó aire. Parecía que iba a hablar. ¿Iba a hacerlo? ¿Iba a decir que sí? ¿O que no?
—...
¡Corten! ¡Se acabó la cita!