Mientras Atila hablaba Mel ya se estaba imaginando con la canción de Don’t Cha de las Pussycat dolls de fondo manejando ese brutal aparato diseñado para la diversión. La melena se le movería con el viento mientras la falda de su vestido se elevaba al más puro estilo Marilyn y con Atila al lado, sin camiseta, por supuesto. Había tenido la decencia de imaginárselo con pantalones.
-Voy a ser la reina de la granja sobre El Atilanator- ¿se lo podría comprar si no la elegía? Así podría atrpellar a Ivonne con el mismo. Que no es que fuera una mala tía, pero si intentaba quedarse con el hombre no le iba a ir bien en la vida, ya se lo garantizaba ella. Pero sí, me sentiría más segura contigo debajo- quizá la palabra no era segura, pero ¿qué importaba?
La actriz ya estaba expectante por el regalo que le había prometido el hombre. Ya había sido un buen presente el pasar esos días en la granja conociéndola en profundidad, pero era mucho mejor tener un recuerdo personalizado de ese hombre. Cuando cogió el DVD y contempló las fotos de Atila se le mojó el tanga del gusto. ¡Ay, madre, que en fotos no perdía ni un ápice de sensualidad! Deberían hacer caretas con su rostro para que las mujeres pudieran echar polvos en condiciones con sus parejas sintiendo lo que era tener a un auténtico alfa en frente, pero claro, la experiencia no sería la misma.
¡Jo! ¡Gracias! ¡Qué detalle!- Mel ya tenía de todo lo que quisiera, así que la opción había sido buena. La dedicatoria incrementó la temperatura, ¿o era el tractor? No, desde luego era la promesa de volver a vivir ese momento. No se lo pensó dos veces antes de buscar sus labios para darle un buen morreo de esos que provocaría que la audiencia empezase a quitarse la ropa en su casa.
-¡Qué vergüenza! Yo te he hecho algo muy personal. Además de ser actriz soy compositora, ¿sabes? Así que ayer por la noche te dediqué una poesía. Te la he guardado en este pen- se sacó el dispositivo del escote y se lo entregó al alfa mientras guiñaba a la cámara. Pero te la quiero recitar para la posteridad. Carraspeó, preparándose para su momento estelar.
Llegué al programa ilusionada,
Sin saber lo que me esperaba.
En cuanto descubrí tu boca
Empecé a volverme loca.
Atila, Atila
Lo nuestro no es solo atracción
Atila, Atila
Lo que siento es más grande que tu pollón.
Eres el alfa, estás como un tren
¡Quítate la camiseta para que te vea bien!
Yacer.
Intimar.
Habitar.
Amar.
Todas las palabras
Parecen no rimar
Pero leyendo las iniciales descubrirás
Mi Yiha.
Tras decir esas palabras acabando su yiha de un modo sensual que habría puesto cachondo hasta a Hiler, Mel se le quedó mirando a los ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba claro que era la puta ama de las rimas también, pero quedaba la prueba de fuego: ¿estaba ese hombre hecho para entender su arte? Es un resumen de todas mis emociones. ¿Te gusta?
xDDDDDDDDDDDDDDDDDD
¿Beso de Mel? Manos de Atila en su culo, las dos, agarrando con fuerza, ahí toda la carne. No le pilló de sorpresa, sabía que algo así podía ocurrir cuando sacó el regalo. Atila también se miraba a sí mismo en esas fotos y se ponía cachondo a sí mismo. Joder, es que estaba bueno hasta en dos dimensiones. Y, si lo sacaran con 4 píxeles, también derretiría donuts. Había sido un detallazo por parte del granjero. Pero si eso le gustaba, que esperara a ver las imágenes del DVD, entonces sí que lo iba a flipar. Y digo flipar por ser elegante y no decir que se iba a estar tocando el donut hasta el Juicio Final. Movimiento sexy de ceja.
— Nena, de vergüenza nada —Coño, si esa tía había estado ya en bolas en su granja. Y en las salas de cine de todo el país. ¿Qué vergüenza iba a tener? Claro, es que ella estaba para mojar pan y lo que no era pan. A lo mejor sus dotes de compositora no eran tan buenas como sus melones y por eso sentía reparo. Movimiento sexy de ceja antes de añadir—: Yo quiero escuchar todo lo que una mujer tenga que decirme, sobre todo si sale de lo más profundo —De su donut.
Qué rimas, qué destreza poética, qué arte. En fin, Atila no tenía ni puta idea de poesía. Eso sí, cuando escuchó lo de la camiseta, se dio cuenta de que la llevaba puesta, así que se la quitó lentamente, acercándose a Mel. Qué bonitos verbos, qué delicada y fina forma de expresarse, como cuando versos atrás, había mencionado a su pollón. Su cerebro casi sufre un cortocircuito cuando escuchó lo del Yiha. ¿Yiha? Intentó recordar los verbos. Ahí fue cuando casi se cortocircuitó todo. Yacer. Intimar. Habitar. Amar. QUÉ PUTA GENIO. Su palabra favorita.
Soltó un suspiro como el un torazo a punto de montar a su vaca. Y eso porque estamos centrados en su cara, pero si bajamos a su entrepierna… Y mira que Atila se había propuesto mantener la calentura controlada, después de su cita con Ivonne, pero si Espartaco se rebelaba, se rebelaba. Y a lo grande. ¿Que si le gustaba? ¿Cuál era la forma correcta de responderle a esa pregunta? Se acercó a ella, sin movimientos sexys de ceja, demostrando lo serio que era aquel tema—. Mel, no te quiero mentir. Ahora mismo podría arrancarte la ropa de cuajo, ponerte a cuatro patas y darte de tal forma y durante tanto tiempo que el calentamiento global acabaría siendo culpa nuestra —No mentía. Podría hacerlo.
— Pero tenemos mucho maíz que cosechar —Lo dijo con la mayor pena del mundo. Se subió al tractor, al asiento del conductor. Recordó que Mel había querido compartir asiento con él. Chica lista—. Bueno, nena, puedes sentarte conmigo cuando quieras —le dijo, abriendo bien las piernas para dejarle un hueco a Mel entre ellas. El mayor hueco que podía ofrecerle con semejante aparato entre ellas. Movimiento sexy de ceja. Sacó la llave de encendido y se la pasó a Mel—. Tienes que meterla ahí y girar. Tienes los pedales, acelerar, frenar y embrague. Tú agarra bien el volante y pisa los pedales, que yo me encargo de las marchas, nena —Con una mano cogió la palanca, que era lo más complicado, y, con la otra, agarró a Mel por la cintura—. Simplemente sigue hacia adelante. Al final del todo está la finca de un vecino, que está en una feria de agricultura en Texas. Tiene una piscina y podemos refrescarnos ahí después del trabajo, ¿te parece, nena? Ya que el otro día te prometí un baño.
Que Atila era un ser puramente pasional estaba claro, desde luego. Solo había que verlo en cada uno de sus movimientos, en esas gotas de sudor sexy que le caían por el rostro después de una buena comida de donut, o en la mirada que le bajaba las bragas en esos momentos. Pero ese beso agarrándola por completo fue un regalo de los Dioses.
¡Al final se atrevió a leérselo! Claro, en realidad Mel desconocía incluso el significado de la palabra pudor o vergüenza. Las divas tenían que presentarse ante cualquier desafío y romper con todo, así que la recitó de un modo sexy y carismático, como ella era. Estaba segura de que el bollycao de Atila iba a reventar en los pantalones del granjero. Fue todo un detalle que se quitase la camiseta, aunque eso casi logró que se perdiera en las líneas que estaba recitando, pero tenía que resistir por su alfa.
¡Qué calores le entraban cada vez que se acercaba! Si es que ese hombre tenía que hacer un challenge de entrar a un convento de monjas y ver cuánto duraban en organizar una orgía. Las palabras del alfa provocaron que la mujer estuviese a punto de desfallecer ante tal gloriosa visión de ellos dos dándose todo el amor del mundo. Cuando pensó que eso iba a ser el milagro que provocaría que EEUU tuviera más habitantes que china por los polvos que iban a generar con su espectáculo, Atila dijo que no era el momento.
-Jo- estaba realmente decepcionada con el hecho de que eso no ocurriera, pero cuando le ofreció sentarse sobre él se le pasó un poco la pena. Vamos, pero porque el vehículo iba a moverse y se iba a rozar de lo lindo. Venga, va, aguanto. Tenemos que terminar de conocernos. Primero cosechamos y luego fo… recogemos lo sembrado- puaf, qué lista era.
La mujer se sentó y notó la sorpresa de Espartaco. Menos mal que Atila se ofreció a llevar las marchas, porque de lo contrario seguro que la actriz se habría confundido de palanca. Puso a buen recaudo el regalo de Atila –entre sus piernas, vaya- y se preparó para conducir. Introdujo la llave con cuidado y la giró. ¡Yiha! ¡Nos vamos de excursión!- gritó, eufórica, cuando la máquina empezó a vibrar bajo ella y empezó a moverse. ¿Bañarnos? Me encanta la idea. Si es que piensas en todo, cariño. Aunque no me he traído bañador, pero no creo que sea un problema, ¿verdad?- comentó, antes de darle un poco más de caña al tractor. Bueno, ¿cómo te ha ido con Ivonne? Puede que sea maja, pero no soy yo- añadió con seguridad. Seguro que no le había dedicado una poesía como esa.
Por supuesto, Atila comprendía aquella decepción. También para él era duro tener a una mujer como ella delante y no trincársela. Como ella y de cualquier forma, vamos. Era duro tener a una mujer delante y tener que aguantarse las ganas. Pero él era un experto en estos temas. La audiencia quería no solo porno, también emoción, risas, llantos y… No, en serio, ¿a quién quería engañar? Todos querían verle el bollicao a Atila y el donut a Mel. Pero que sufrieran un poco, que así era más emocionante. Para compensar a Mel, movimiento sexy de ceja.
— Oh, nena, no pongas esa vocecilla —le dijo con cariño. Con cariño sensual, claro.
Ese roce maravilloso del culito de Mel sobre su entrepierna. Oh, sí. Pero aquello no fue nada en comparación con el nuevo “yiha”. No sabía qué tenía esa simple palabra, que solo escucharla de boca de una mujer conseguía que le palpitara… ¿el corazón? No, hombre, no, ¡el trabuco! Tsk… el corazón, qué tonterías, por favor. La agarró con más fuerza de la cintura, apretándola contra él. Movimiento sexy de ceja a la cámara.
Por ahora, el tractor iba bien. Pronto comenzaron a notar cómo el cabezal iba recogiendo todo el maíz crecido. Pero ¿a quién le importaba eso, en realidad, cuando había una conversación mucho más trascendental en la cabina de la máquina? ¿Sobre qué? Sobre nudismo.
— Problema ninguno, nena —respondió, como si aquel comentario no tuviera sentido. ¿Bañarse desnudo con Atila? Venga, hombre. Como si hubiera otra forma de bañarse con Atila—. Además, los bañadores son antihigiénicos. Luego se te queda ahí en el donut toda la humedad y te entran infecciones —le explicó. Porque él era un tío sabio también, ¿eh? Tal vez de historia no supiera mucho, pero de todo relacionado con la anatomía repostera… Nadie como él—. Así que los baños, mejor sin ningún tipo de ropa. Me lo enseñó mi abuela, es una mujer muy cultivada. ¿La has conocido ya? —le preguntó. Quizá había pasado con ella el tiempo mientras él había estado en su otra cita—. Ella era también una mujer muy sexy de joven, como tú. Y tenía el mismo éxito entre los hombres, también como tú, estoy seguro.
Y, con la temperatura que había dentro del tractor y el contacto con Mel y tal y Pascual, Atila empezaba a tener calor. Claro, es que ¡sorpresa! llevaba su camiseta puesta. Así que se la empezó a quitar lentamente. No había calculado que ahí apretujados no era tan fácil quitarse nada. Pero, no os alarméis, que Atila hace cualquier cosa sensualmente. Tiene un don, el muchacho. Puso la camiseta en el otro asiento y, cuando escuchó hablar de Ivonne, se removió sobre el asiento, algo incómodo. Lo cual aumentó el sensual roce. Oh, yeah. Y otras cosas también aumentó. Ya sabéis. ESO. El bollicao, joder.
— Mira, mejor de Ivonne no hablamos. ¿Te puedes creer que no es tan dulce como parece? —preguntó, totalmente sorprendido. Con lo simpática y dispuesta a todo que se había mostrado siempre. Siempre. Atila no entendía lo que había ocurrido. Ni con Nikky había pasado algo así—. Pero está feo hablar de la otra pretendienta delante de ti. No es caballeroso y yo soy un caballero —De esos sudorosos que montan yeguas y te ensartan la espada a la primera de cambio, sí—. Esta es tu cita y tendremos que centrarnos en ti, ¿no crees, nena?
Iban a buen ritmo con el tractor. Qué maravilla de máquina. Montarla era mejor que montar a cualquier mujer. JAJAJA MENTIRA. Pero estaba bien también.
— Me parece increíble que una mujer como tú, tan sexy, tan liberal, tan famosa —O algo así, vamos, porque Atila no la conocía de nada antes del programa—, no tenga a cientos de hombres a sus pies y tenga que participar aquí. ¿No te gustaba ninguno? —preguntó. Obviamente, ahora iba a ser difícil que le gustara nadie más tras haber conocido a Atila. Pero, bueno, podría superarlo. El 99,99% de sus conquistas lo habían hecho.
Atila le podía quitar las penas con esa voz que tenía, aunque habría sido mucho más fácil que lo hiciera con sus manos o con su lengua. Mel los veía a los dos en esa cita idílica recorriendo el campo con el tractor, disfrutando de la compañía del otro sin dulces de por medio… y le resultaba raro, pero excitante. No recordaba muchas citas donde hubiera permanecido tanto tiempo con la ropa puesta.
-Ya se me pasa, ya- dijo mientras recomponía la compostura. Había promesas interesantes por delante.
No es que disfrutaran de demasiado espacio en el tractor tal y como estaban puestos, pero Mel era delgada y no se quejaba de ir tan agarrada al alfa. Además, así lo veía todo desde arriba mientras notaba la presión de lo que había bajo ella. Ya se le podría ocurrir al alfa sacar a Espartaco a pasear mientras ella conducía. No se lo iba a proponer, ella era una señorita que esperaba ese tipo de iniciativas, aunque se conformaba con el roce.
La verdad es que conducir el tractor era divertido, viendo como todo el maíz se iba doblando y cosechando a su ritmo. Si se quedaba con Atila se compraría uno de esos monos vaqueros tejanos –pero en plan sexy diva, claro- y se lo pondría sin camiseta debajo. Anda, ¿sí?- no sabía que los bañadores pudieran ser antihigiénicos, pero Atila sabía de todo. Cuando le preguntó por su abuela, la mujer negó- ¡Qué va! Yo estaba deseando conocerla, pero estos del programa se lían y no saben con quien te emparejan. Pero bueno, mejor, así me la presentas tú. La actriz acaricio la mano con la que el hombre la agarraba. ¡Anda, cariño! Sí, éxito me sobra. Pero yo ya estoy con la vista fija en un hombre en concreto.
Notó el movimiento tras ella y se giró para ver al hombre quitarse la camiseta. Escuchó un graznido posterior y luego un crac, pero el aparato siguió funcionando. ¿Se había cargado a algún animal? ¡No era su culpa! Atila tenía un don para captar su atención cuando se desvestía. La mujer volvió a mirar al frente y notó que los pantalones del hombre estaban a punto de estallar para convertirse en confeti.
-Me lo creo, me lo creo- comentó de la forma más sincera del mundo. Ivonne no era ella. Nadie era Mel, en realidad. Solo ella podía ser joven, guapa, sexy, encantadora y famosa. ¡Si hasta tenía a algún niño apadrinado! No recordaba su nombre, pero lo llamaba Negrito 3. Negrito 1 y Negrito 2 habían sido demasiado feos cuando le enviaron fotos, pero Negrito 3 era una monada.
-Sí, mejor. Centrémonos en nosotros. Oye, ¿estás cómodo ahí abajo? Si te molestan los pantalones avísame y paramos- que como ese botón explotara bajo ella lo mismo le hacía un agujero nuevo.
¡Qué bueno era adulando! Joder, lo raro era que él estuviera soltero. Su madre solía decirle que según la edad, la gente se quedaba soltera porque estaba loca o porque eran pobres. Mel todavía era joven para ser considerada loca. ¿Yo? Hay muchos que quieren estar conmigo, pero son aburridos, ¿sabes? A mí me gustan los hombres fuertes, duros, con tema de conversación y abiertos a toda clase de experiencias- no le hizo falta decir sexuales por la forma en la que se removió sobre el granjero. Que si “quiéreme solo a mí, nena” “yo puedo darte lo que otros no te dan” “tengo todo el dinero del mundo para hacerte feliz”. Puaf, tonterías- negó con la cabeza. Luego se bajan al donut y pierden la gracia. No como tú, claro. Yo quiero a un tío, tío conmigo. Uno que me dé alas y me deje hacer lo que quiera, pero que cuando esté con él incendiemos el mundo, ¿sabes?- lo miró de reojo y le dedicó una sonrisa. ¿Y tú? ¿Por qué sigues soltero?
¿Pero qué estaban haciendo en el programa? Primero llevaron al Lisensiado con Mel y ¿ahora? ¿Con quién la han llevado? Mira, muy mal. Si el Lisensiado quería tirarse a Mel, los dos estaban en su derecho. No sería Atila quien impidiese tal cosa, por favor, el Dios del amor carnal nunca haría eso. Pero fuera del programa, hombre. Qué poca decencia, que Atila no se iba a casa del veterinario a fornicar. Ay, espera. Una vez sí lo hizo. Bueno, entonces tampoco pasaba nada, una por otra. Pero eso no es lo importante. Lo importante era que la chica tenía que conocer a los Johnson. Movimiento sexy de ceja.
— Ah, nena, ya sabía yo que tú eras de las mías —dijo, en referencia al éxito—. No me digas. ¿Y en quién te has fijado? ¿En mí, en el lisensiado, en algún cámara de por aquí? —preguntó. Mel llevaba ya unos cuantos días en el programa y seguro que había estado aprovechando, igual que aprovechaba Atila—. No me voy a ofender si no soy yo. Nos despedimos con un buen polvete y listo.
Qué simpática era Mel, se preocupaba por su comodidad íntima.
— Estoy bien nena —le aseguró, moviéndose un poquito más, refrotándose bien bien—. Los pantalones me molestan siempre, si te soy sincero. Pero al parecer está bien salir sin camiseta por la calle, pero es escándalo público si salgo sin pantalones ni gallumbos. Qué hipocresía, la de esta sociedad, ¿no crees? —A ver, ¿qué él tenía un paquete de escándalo? Sí. Pero, coño, era un bien público—. Tener todo ajustado… Pero tampoco puedo ir por la vida con un chándal todos los días, ¿sabes? No es sexy —Pero qué tonterías decía Atila a veces. En él hasta un chándal de politoxicómano es sexy.
Atila no entendía el concepto “aburrido”. Él no se aburría nunca y, desde luego, mucho menos con una mujer. Además, casi nunca repetía, así que no es como si comiera el mismo donut a diario, que eso puede cansar un poco.
— Yo nunca he tenido ese problema. Delante de mí, toda mujer se vuelve un volcán, lo quieren probar todo, hablar de todo —le explicó, mientras su mandoble parecía querer demostrar que él también estaba a punto de entrar en erupción. Aunque era cierto lo que contaba después, los cuerpos tan sexys como el suyo eran una droga para las nenas—. Te entiendo perfectamente, nena. Y en esta granja no hay restricciones. Aquí, libres domingos y domingas —clamó, abriendo los brazos, cual Leonardo DiCaprio en Titanic. Y con movimiento sexy de ceja. Puso su mirada de reflexión, esa que te derretía de lo sensual que era… o sea, como cualquier otra, cuando Mel le preguntó por su soltería—. ¿Sinceramente, Mel? Lo del matrimonio y atarme nunca me ha atraído. Sabía que iba a tener que pasar por ello, por el bien de la granja y mi familia me ha estado insistiendo. Porque, si no tengo hijos y alguien a mi lado con quien compartir todas las tareas, es imposible esto —A ver, imposible, imposible… Atila puede con cualquier cosa. Pero con otra persona, mejor, así tiene más tiempo para actividades erótico-festivas.—. ¡Hasta mi abuela se casó! —Y si Adelaide se había casado, no había más que hablar. Claramente esa mujer era un referente para él.
Llegaron al final de la granja, donde la valla separaba una finca de otra y el granjero indicó a Mel, sensualmente, claro, que tenía que parar el motor. ¿Cómo se daban esas instrucciones de forma sensual? Pues es imposible a menos que seas Atila. Y con movimientos de ceja, por supuesto.
— Aquí está bien, nena. Vamos a ver cuánto hemos recogido —Ayudó a Mel a bajar de allí, agarrándola bien del culo, para que no tropezara. Y luego bajó él. Hacía un calorazo infernal y él con la camiseta puesta. Tendría que quitársela, claro. Y lo hizo. Lentamente. Y entonces se acercó al remolque y vio que estaba hasta arriba de mazorcas. Un excelente trabajo—. Mi padre estará contento —En realidad, no. Porque su hijo estaba haciendo el gilipuertas ante las cámaras en lugar de trabajar toda la puta mañana, como debía hacer. Pero, bueno, algo había adelantado—. Mira, ahí está la piscina —señaló a unos cincuenta metros, al otro lado de la valla, que no era nada alta. La finca de a lado era mucho más pequeña, apenas una casa con un huerto. Pero tenía piscina, algo que a los Johnson les faltaba—. Solo tenemos que saltar esta valla. No te preocupes, que hay confianza con el vecino, me ha dejado las llaves de su casa y todo —le aseguró. Si iba a entrar en casa ajena sin permiso, no era tan estúpido como hacerlo delante de la tele. Atila era un tío listo, coño.
-Claro que sí, bombón-Que Atila y Mel eran iguales estaba claro. Los dos eran potentes, sexys, con las ideas claras y con gente a sus espaldas que deseaban hacerse con ellos. Eran objetos de coleccionista. Se rio al escuchar sus frases –porque Atila era un hombre recurrente, en realidad- y luego negó con la cabeza. Oh, en ti, claramente. Vamos, que el lisensiado está bastante bien, pero no eres tú. Y el otro día conocí al que hace los anuncios de tío, tío. El del desodorante- aseguró. Se equivocaba de hombre, pero para Mel los de piel oscura eran bastante parecidos unos de otros. Que todos tenían su aquel, pero ninguno se quita la camiseta como tú- ni ninguno come el donut igual. Así que mi decisión está claro. Y por favor, ¿cámaras?- no se había fijado todavía en las caras que tenían. Se echó a reír al descubrir que había alguna mujer entre ellos.
Desde luego era una injusticia que la gente viese con malos ojos que un tío como Atila fuese sin pantalones. Si ella fuera senadora -¿se decía sí?- pondría como ley que los tíos buenos tuvieran que pasearse desprovistos de todo tipo de prendas. Y a los gordos les prohibiría abandonar sus hogares bajo pena de muerte.
-Si es que la gente no entiende- negó, visiblemente enfadada por eso. Vamos a ver, cielo. La gente quiere verte, yo quiero verte- acompañó sus palabras de un gesto juguetón con su trasero. El escándalo público es permitir que una tía salga con raíces a la calle, o que un feo no se haga una operación estética. Y perdona que te diga, pero a ti el chándal te quedaría genial. Estaba segura de que él lo sabía. ¿Cómo no iba a estar al tanto de esa información? Seguro que era falsa modestia.
Mel asintió con la cabeza a lo que contaba sobre las mujeres estando cerca de ellas. Claro, algunas harían cualquier cosa por tener un polvo con él- las entendía, a las pobres. No todas estaban a su altura, que prácticamente solo tenía que respirar para que alguien le propusiera matrimonio. ¿Seguro que tú no puedes con todo? Yo creo que te traigo al equipo de los record…- ¿cómo se decía?- y ganas en granjero buenorro y útil. ¿Hijos?- uf, eso iba a tener que dejarle la figura mal, aunque la pataky seguía estando de buen ver pese a las criaturas que había tenido. ¡Jo, qué ganas tengo de conocer a tu abuela! Me la tienes que presentar.
Mel se bajó del tractor tras pararlo, aunque primero hubo cierto roce porque la audiencia y ella misma lo necesitaban. Le guiñó un ojo cuando le tocó el culo y atendió una vez más al espectáculo de que se quitara la camiseta. Eso sí que era interesante y no disneyland. ¡Me alegro mucho! Lo de saltar la valla sonaba algo peligroso, pero estaba segura de que lo lograría junto a Atila. Además, las clases de pilates tenían que servir para algo.
-Tú me ayudas, ¿no?- la mujer lo cogió de la mano hasta llegar a la finca. No obstante, antes de saltar, se quitó el vestido quedándose únicamente con el tanga puesto. No era solo porque quisiera provocar al hombre, sino porque no iba a destrozarse una tela tan cara por esa tontería. ¡Vamos, Alfa! Un baño y luego aprovechamos la cama de tu vecino- hombre, porque eso tenía que pasar sí o sí. Miró a la cama y se relamió, dispuesta a meterse en el agua y a todo lo que vendría después.