-En casa de Dan- repito, mientras analizo la información y trato de encontrarle un sentido, otro sentido diferente a la familiaridad que ella siente con respecto al lugar, con respecto a él. Lo observo y asiento mientras mi mente confirma que él es Dan -Dan- repito en voz baja, sin intenciones de querer despertarlo. Le dedico una sonrisa, una sonrisa sincera, sintiéndome cómodo por lo que puedo percibir que los une a ambos. Si ella se sentía bien, yo me sentía bien, de alguna manera análoga, aunque no del mismo modo. Éramos invitados allí, pero no había razón alguna para sentirme mal al respecto. Busco una silla o algún sofá en donde yo mismo pueda sentarme. Mi cerebro, y por extensión, yo, nos hemos rendido a tratar de hilar coherencia durante estos instantes, esperando a que la ilusión se desvanezca y pueda despertar del sueño actual.
"¿Ha dicho Australia?" pienso mientras la observo intensamente. "Nunca he estado en Australia" pienso mientras miro a mi alrededor. No era como se la imaginaba, pero tampoco estaba seguro de que nada de aquello fuese real. Sólo sentía que estaba bien, sólo sentía que ella le hacía sentirse tranquilo y que no valía la pena perder la cabeza por los pequeños detalles. En ese momento, no optaba por la coherencia. Ya tendría tiempo de buscarla.
-Estaba en el Royal Festival Hall- respondo a su pregunta. Mi rostro debe parecer confundido, aunque mientras le explico las cosas, trato de parecer tranquilo. -Es noche de concierto. Había quedado con mi hermano y ahora estoy aquí. No recuerdo como...- respondo lentamente. "Cuando sueñas, nunca sabes como estás en donde estás" me digo a mí mismo, buscando algo de satisfacción para la extraña sensación del pecho que intenta empujarme lenta y persistentemente fuera de aquella burbuja. -¿Has visto cómo llegué?- le pregunto y de nuevo mis gestos deben estar transmitiendo una mezcla de seriedad y diversión, no como si todo esto me causara gracia, sino como si fuese una pregunta inútil. -¿De dónde vienes tú?- le devuelvo finalmente el cuestionamiento, dejándome caer sobre la silla más cercana, con un aire taciturno, pero dedicándole toda mi atención a ella.
La habitación tiene la cama de Dan donde podría acomodarse Hyun, aunque yo me pego a Daniel y doy un par de palmaditas al hueco que le dejo en el sofá. Quiero que se siente a mi lado y tocarle, tocarle hará que sea real. O quizás no, últimamente la realidad de las visiones era algo que se me escapaba de las manos y no sabía cómo sobrellevar. Pero me gustaba, me agradaba esta sensación, como si quien viniera del otro lado pudiera aplacar todos mis malos sentimientos y temores y convertirlo en calidez. Era una sensación de bienestar complicada de explicar.
-Él es Dan- confirmo señalando de nuevo a mi compañero. Su expresión es de incredulidad, o más bien de no saber qué estaba pasando.
¿La habrá visto? Wamai dijo que sí, no puede ser coincidencia...
-No sé dónde está ese lugar- frunzo levemente el ceño cuando nombra el Royal no sé qué más, eso seguro que no estaba en Australia, sonaba a europeo por lo menos. ¿Sería Hyun de ahí? -Concierto...- le escucho cavilar y yo no es que esté muy centrada en todo esto tampoco, más bien perdida por completo. -No te vi llegar, no sé cómo... Aparecéis sin más- gesticulo con las manos, como fingiendo un flash o una explosión, abriéndolas y estirando los dedos delante de sus ojos.
Me río cuando dice de dónde vengo yo, porque eso era aquí al lado. -La verdad que vivo al otro lado de la calle, vivo aquí, en Tamarama. Yo no he venido, estaba aquí...- me muerdo el labio inferior, con la duda de preguntar lo que ronda mi mente o no. -Tú también... ¿Tú también la viste a ella?
-Él es Dan- repito sus palabras y miro al hombre dormido junto a ella. Insiste tanto en su nombre, que no es necesario concentrarme en la conexión entre ambos. Es extraño como un completo desconocido, una persona que debería serme indiferente, empieza a cobrar cierta importancia a través de las palabras de Ruth. Me acerco lentamente y me siento a su lado, con la espalda erecta, la cabeza en alto y las manos entrecruzadas, sin tocar el espaldar, manteniendo la misma postura a la que estoy acostumbrado día tras día, y que simplemente me cuesta perder, aún en las circunstancias más tranquilas. Giro el rostro, volteando parte de mi cuerpo y esbozo una pequeña y modesta sonrisa.
-¿No? Queda a una orilla del Támesis, en Southbank Centre, Belvedere Road... cerca a Waterloo East...- comienzo a explicar casi mecánicamente, de la misma manera que doy las indicaciones del lugar. Pero me atraviesa el pensamiento, el recuerdo vivo de que ha dicho Australia claramente. -En Londres. En Inglaterra- explico deteniendo mi explicación y bajando la mirada avergonzado. Los colores suben a mi rostro a medida que entiendo mi torpeza, sin detenerme a pensar en la imposibilidad de que haya podido atravesar medio mundo en un parpadeo. Quizás todo esto era un sueño, una apacible fantasía de la que quisiera no tener que despertar.
-Como en un sueño- digo en voz alta, dejándome llevar por el impulso de mi propia mente. Luego niego suavemente. -Lo siento. No conozco Tamarama. A decir verdad, no conozco nada de Australia- confieso mientras dejo que mi mirada pasee a su alrededor. Hay cierta fascinación, cierta tranquilidad que quisiera no tener que abandonar nunca. -¿A ella?- pregunto volviendo a mirarla. -Yo... no estoy seguro- trato de responder, alejando la angustia que intenta colarse a través de los recuerdos de la normalidad del otro lado.
-¿Me acompañarías afuera?- pregunto con una emoción infantil. No quiero separarme de ella, no quiero dejar de estar a su lado, pero la idea de estar allí, tan lejos, aún en un sueño, tiene un encanto sobre mí. Desearía poder venir a un sitio tan lejano como éste en... la vida real. -Quiero ver como es Tamarama- añado.
Miro su postura recta, que me resulta tan rígida y extraña para mí. Era como si se forzara a no estar cómodo, no sabía por qué. Mi mente comienza a divagar con mis consabidas locuras imaginativas, por la cual aquella postura me parecía algo de otro planeta. Era en eso en lo que me fijaba cuando oigo Londres y vuelvo a mirarle directamente, centrando en su persona toda mi atención.
-Espera… ¿Has dicho Londres?- me siento adoptando casi su postura sin saberlo, pero más por la tensión que sentía en mis músculos que por imitarle. Era imposible que me sentara tan recto como él hacía, los músculos de mi espalda no estaba acostumbrada a eso. Wamai venía también de lejos, ¿por qué no iba a ser posible que viniera de Londres? Poco a poco una sonrisa se dibuja en mi cara. -¡Eso es la hostia!- exclamo, pero me doy cuenta que Dan duerme y bajo de inmediato la voz, agachando la cabeza. –Vaya, Londres… ¿Y cómo es?
Él piensa que es un sueño, pero esto era muy real. Claro que lo era. Estaba segura de ello, aunque no pudiera explicarlo. Puede que fuera cierto que no tenía un tumor en la cabeza, ni nada jodido en la azotea, pero lo que veía, tocaba y olía era real.
Además que dudo que tenga tanta imaginación para imaginarme a un asiático de Londres a mi lado, mientras Dan duerme, viendo una peli mala… Ni mi imaginación es tan bizarra aún.
Asiento cuando pregunta por ella. –A ella, a la chica del hotel… La que… Ya sabes- y si no lo sabía no pensaba decirle lo que había ocurrido con ella, aún me pesaba el recuerdo de su muerte y la impotencia de no haber podido hacer nada. Desconocía si lo que había visto era pasado, presente o futuro, pero el recuerdo era como cortarte en un pie y tener que coger olas toda la mañana por un campeonato, cosa que me había pasado un par de veces. Era un escozor constante y palpitante, junto con una sensación de malestar.
-Por supuesto- respondo a su proposición y me levanto, tomando su mano y tirando de él. Dan no se despertaría y podía volver cuando fuera, o ir a casa. En realidad mi ánimo estaba mucho mejor, nada que ver con lo que había sufrido hace un par de horas. –Tamarama de noche no es gran cosa, pero vamos a verlo- me llevo a Hyun escaleras abajo, o esa es mi intención. Caminando a pequeños pasos silenciosos para no despertar a los padres de Dan.
Ruth se pone en pie y tú lo haces tras ella. La sigues en un descenso silencioso hacia la planta inferior y la sigues cuando abres la puerta de la calle. Incluso aceptas pasar delante de ella cuando te invita a hacerlo, con tus ojos llenos de curiosidad por contemplar el exterior. Llegas a atisbar una calle con edificios bajos y el cielo abierto, llegas a oler el salitre y escuchar el rumor del oleaje.
Pero justo cuando pones un pie fuera de la vivienda sientes todo aquel mundo alejarse, como si verdaderamente hubiera sido un sueño, y algo estirase del hilo invisible que te une a esa mujer hasta desprenderlo por la tensión, dejándote una curiosa sensación de soledad.
—Hyun—un susurro lejano y familiar te atrae, arrebatándote del abrazo del sonido del mar. De Ruth —. Hyun—repite esa voz, como si con pronunciar aquella única sílaba tuviera el poder de invocarte a su lado.
—Hyun —insiste tu hermano, y es en esa tercera repetición cuando tus ojos consiguen fijarse en los suyos.
Está ahí, frente a ti, con el ceño fruncido en una expresión de preocupación evidente. Su mano está en la tuya, pero por su actitud parece que acabase de llegar ahí. La está sacudiendo un poco, como tratando de despertarte, y su voz transmite cierta premura. Entre vosotros, sobre la mesa, hay una nueva botella de vino.
—Hyun, ¿estás bien? —enuncia una vez más, confuso. Puedes verle mirar alrededor, como si se plantease la idea de pedir ayuda.
Siento la soledad, siendo el tirón mientras el aire cargado de murmullos, la cercanía del mar y el cielo se desvanecen en un vertiginoso regreso al que mi cerebro gritaba, era mi lugar original. Puedo experimentar en mi pecho, puedo sentir la angustia acumulándose más y más, cuando el vínculo roto me arroja sobre la realidad. Todo ha sido un sueño, otra ilusión, otra alucinación que empieza a señalar un problema muy grave en mi cabeza.
Hyun
El ruido a mi alrededor, las voces de las personas en las mesas contiguas ocupan el espacio que tenía su voz y su pregunta. La chica del hotel. La chica. Recuerdo la horrible alucinación ayer, lo vívida que su muerte transcurrió en mis ojos. Y ahora mi cerebro jugaba con ello. Me lo recordaba, lo ponía en mis propios sueños despierto, creando esta prisión invisible que lentamente me iba empujando varios años al pasado.
Hyun
¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Por qué ahora?. Mi garganta se quiebra. Respiro con fuerza, con agitación, miro hacia todos los lados, tratando de entender lo que ha sucedido, lo que ha pasado. Estoy enfermo. Con cada hora que pasa no me queda la menor duda y lo que antes parecía una tentación se convierte poco a poco en mi sentencia. Antidepresivos, ansiolíticos, medicamentos anti-psicóticos. El fin de mi carrera en la música. El fin de la vida que he podido construir en completa seguridad.
Hyun
Ji-Hoon. Es Ji-Hoon. Mi hermano. Lo observo con terror. -¡NO! ¡No estoy bien Jhon!- digo mientras me levanto intempestivamente. -Ha sucedido... ha sucedido, las alucionaciones. No estoy bien Jhon...- repito mientras me muevo torpemente. La salida, mi móvil, el mensaje, la aplicación de Uber. -Necesito... necesito ir a un hospital- me digo a mí mismo en voz alta mientras solicito un coche cuanto antes.
Puedes percibir con claridad cómo los ojos de tu hermano se alarman más a cada instante al contemplar los tuyos. Da un pequeño paso atrás cuando te incorporas con brusquedad y pestañea al mirarte, sorprendido y asustado por tu reacción.
—Hyun... —repite una cuarta vez, mientras puedes sentir cómo la mayoría de las miradas del local se detienen sobre vosotros.
Empiezas a moverte, buscando una salida de aquel lugar. Caminas hacia el exterior, donde el agobio de aquel lugar estrecho no sea uno más a sumar en tu mente. Y mientras te apresuras en tu huida, desbloqueas tu teléfono para encontrarte en la pantalla un aviso de dos mensajes sin leer. Pero tú necesitas un coche. Uno conducido por alguien con apellidos ingleses.
Consigues llegar a la calle sin que nadie te detenga, pero escuchas a tu espalda la voz de Ji-Hoon pidiendo disculpas a uno y otro lado, dedicándole algunas palabras apresuradas al camarero y, probablemente, pagando por una cena que no habéis llegado apenas a disfrutar.
—¡Hyun, espérame! —alza un poco la voz al ver que estás atravesando la puerta del local y entonces es él quien se apresura para alcanzarte antes de que desaparezcas.
Para cuando logra ponerse delante de ti, ya has logrado encontrar un coche que vaya a recogerte. Tu hermano está claramente nervioso y preocupado, trata de poner sus manos sobre tus hombros y mira tus ojos directamente con seriedad.
—Hyun ,¿dónde vas? ¿Qué está pasando? —Mira hacia abajo, a la pantalla de tu teléfono, con la aplicación de Uber abierta y frunce el ceño. —¿Dónde quieres ir?
-Yo...- miro a mi hermano. De todas las personas de la enorme y fría Londres, sólo él me generaba la confianza suficiente. Estoy alterado, estoy respirando con rapidez, estoy escapando, en busca de ayuda. Respiro, tomo aire, exhalo, inhalo nuevamente y los segundos transcurren. En algunos minutos el transporte llegaría frente al bar y de allí. ¿A dónde quería ir? ¿A dónde debo ir?.
-... Jhon. Debo ir a revisarme. No es normal... las alucionaciones, los sueños estando despierto, las voces... no es normal. Por favor...- digo mirándole. Mis pensamientos se aclaran, si tengo otro episodio en el taxi, si vuelve a suceder, lo peor podría pasarme. -... ven conmigo. Eso... eso que me ocurrió allí, me ha estado ocurriendo todo el día. Si me pasa en el coche... o en el hospital... ¿entiendes?. Si tengo una de esas fugas, si empiezo a alucinar, no quiero acabar perdido en medio de la noche.- suplico lentamente. Imaginarme despertando en algún lugar desconocido, sin tener control de mis actos, de mis acciones, sólo era exponerme a que algo terrible me pasase más antes que temprano.
Observo el móvil, determinando cuánto falta para que llegue el Uber. Dos mensajes ahora. No tengo tiempo para mensajes, para juegos, para bromas. -St. Thomas está cerca. Probablemente haya algún psicoanalista de guardia... Jhon, por favor-le digo con preocupación sincera. -No dejes que me droguen o me seden antes de que me revisen. No quiero... no quiero...- y pienso en el frasco de ansiolíticos que he cargado todo el día, pienso en la falsa calma que producen químicamente y pienso en mi talento desvaneciéndose a medida que las drogas empiezan a hacer efecto en mi cabeza. -Por favor- reitero.
Tirada oculta
Motivo: Percep+Alerta
Dificultad: 7
Tirada (4 dados): 6, 6, 9, 6
Éxitos: 1
Tirada oculta
Motivo: Des+Sig
Dificultad: 6
Tirada (5 dados): 7, 8, 2, 8, 2
Éxitos: 3
Tu hermano te escucha, con el ceño fruncido y mirada preocupada y cuando terminas de hablar, asiente con la cabeza.
—Claro que voy contigo, Hyun. Y no voy a dejar que te hagan nada raro —asegura, fingiendo una seguridad que intuyes que no tiene, como quien se muestra más fuerte de lo que es para calmar a un niño—. A lo mejor es sólo que tienes mucho estrés, ¿sabes? Eso puede provocar alucinaciones y de todo. Seguro que no es nada, ya verás.
El coche no tarda más de un par de minutos en llegar y el conductor es un hombre blanco que parece aficionado al jazz, a juzgar por la música de fondo y el saxofón en miniatura que tiene colgado del espejo.
Ji-Hoon sube contigo y durante el trayecto permanece callado, sólo dedicándote breves miradas inquietas de vez en cuando. El trayecto no es muy largo y apenas quince minutos después el coche se detiene delante de la puerta del hospital. Es en ese momento cuando vuelves a sentir vibrar tu teléfono con un mensaje nuevo.
El hospital universitario Saint Thomas, situado en el distrito de Lambeth, frente al palacio de Westminster y a un lado del puente del mismo nombre, es uno de los principales de la ciudad, bastante prestigioso y con servicio de urgencias veinticuatro horas. Ante vosotros hay un pequeño camino que lleva hacia la puerta principal, bordeado por una zona de césped. Tus ojos se detienen un instante en la extraña fuente que recibe a los visitantes antes de que entren en el edificio cuadrado de doce plantas.
Ji-Hoon sale detrás de ti y se coloca a tu lado, dedicándote una tenue sonrisa de ánimo.
—¿Vamos? —pregunta, haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta del hospital.
"Estrés". Me lo he estado repitiendo todo el día, cada vez que me he visto enfrentado a las alucinaciones, a las fugas, a esta sensación de que mi cabeza se escapa lentamente entre mis manos. "No te estás volviendo loco" "Es normal" "A todos nos pasa". Es eso lo que preferiría escuchar, pero sé que es simplemente imposible. Y agradezco que sea Ji-Hoon quien está aquí. Al menos intentaba tener algo de valor, por los dos. Sin embargo, no puedo dejar de sentirme culpable. Siempre es él quien debe cargar con cargas que no le corresponden y ahora... y ahora yo. -Gracias-alcanzo a decirle.
Todo da demasiadas vueltas. Todo es confuso y surreal. ¿Por qué ahora? ¿Por qué los sueños estando despierto? ¿Por qué después de tanto tiempo? Nada tiene sentido. Estaba haciendo progresos, estaba seguro, tenía mi rutina, mi hogar, mi vida dispuesta de la mejor manera posible, alejada de todos los posibles peligros que podría encontrar. Ahora tenía que enfrentarme a la posibilidad de tener que iniciar de cero, tener que dejar mi pasión, mi música y todo lo que había construido desde el atentado atrás. Y me niego, me niego a que ese sea el caso.
Jugueteo con el móvil. Siempre presto a llamar a emergencias, siempre imaginando el protocolo de escape y protección más lógico. Aún en aquella situación. Dos mensajes. Tomo aire y los abro... después de todo no podían hacer que nada empeorase. ¿O sí?
St. Thomas. Tengo recuerdos aquí, y no de los agradables. Después de varias visitas, es imposible no estremecerme un poco, sabiendo de antemano el concepto negativo que tendrán los doctores de todo esto. Me detengo, evitando que mi hermano cierre la puerta del auto.
Y por primera vez en años, me dirijo a él en Coreano, como sólo lo hacíamos cuando éramos jóvenes. Cuando nos quejábamos de los maestros en el idioma del país que apenas si conocemos, y usábamos para comentar algunos secretos. Ese que había caído en desuso con el tiempo y se había convertido en una curiosidad en nuestras vidas como jóvenes ingleses. - 지훈, 경우 집에 가고 싶다면 ... , 그것을 할 . 이미 여기에 저를 동반 한 ... 난 , 나 혼자 갈 수 있습니다. - Hago una pausa, y tomo aire. Hablarle en Coreano era como evocar viejos tiempos perdidos ya en el pasado - 당신이 내 문제 , 내 동생 처리 해야한다는 공평하지*-
*Ji-Hoon. Si... si quieres volver a casa, hazlo. Ya me has acompañado hasta aquí... yo, puedo entrar sólo.
No es justo que tengas que lidiar con mis problemas, hermano
Con dedos nerviosos abres los tres mensajes que tienes sin leer, primero ese ese que has estado esquivando desde hace rato:
Hyun, no confíes en nadie. Cualquiera puede ser uno de ellos.
Luego uno que no tienes idea de cuándo lo has recibido, quizás mientras estabas sufriendo la alucinación:
No mires a nadie a los ojos.
Y finalmente el que te acaba de llegar en este momento:
No entres a ese hospital. Hyun, vete a casa. No estás loco. Te encontrarán si entras y no volverás a salir.
Tu hermano parece sorprendido en un primer momento cuando te escucha hablar en coreano. Sin embargo, no tarda en esbozar una pequeña sonrisa uniéndose a tu juego al responderte en ese idioma que es parte de una cultura que él ha tratado de dejar atrás.
—당신의 문제 , 내 문제 , 내 동생 . 나 혼자 당신을 떠나지 않을 것입니다 1 —asegura con esa entonación diferente a la que sueles escucharle.
Y entonces su expresión se suaviza un poco más y añade algunas palabras engolando la voz, casi como si quisiera imitar las sentencias de vuestro padre al recitarte un refrán de esa tierra que os resulta ajena y cercana al mismo tiempo.
—이 친밀한 세계 친구 에 있을 때마다 그들이 가장 먼 구석 에서 현 있다면 , 그들은 단순한 이웃 가까이 될 것입니다. 2
Con esas palabras cierra la puerta del taxi y empieza el movimiento de caminar hacia la puerta de urgencias del hospital, esperando que lo acompañes.
1 Tus problemas, mis problemas, hermano. No voy a dejarte solo.
2 Siempre que haya en este mundo amigos íntimos, estarán tan cerca como simples vecinos aunque se encuentren en los confines más remotos, Hyun.
Tengo suerte de tener a Jhon. Tengo suerte de que en medio de lo difícil que ha sido compartir y provenir de la familia de la que venimos, él esté allí. De nuevo. Siento como mis ojos se llenan de lágrimas, siento como una sensación de alivio me recorre y aunque el haber podido compartir todo aquello con él me proporciona una pequeña calma, se agita dentro de mí toda la angustia que todo esto me causa. Al menos él está aquí.
Sonrío y tomo su brazo, apretándolo con fuerza. Nunca hemos sido demasiado expresivos, no es así como él y yo crecimos, pero aquellas expresiones de afecto tenían grandes significados. Cuando eramos más jóvenes solíamos no tener las mismas limitaciones, pero los años de enseñanza y tutoría, bajo nuestra cultura, bajo nuestras tradiciones, habían terminado por grabar muy dentro de nosotros -quizás más dentro de mí que de Jhon- las fórmulas de comportamiento que respetábamos, a veces casi inconscientemente.
-감사*- musito mientras vuelvo a hablar en inglés. -Vamos...- y aquello es pregunta, solicitud y petición al mismo tiempo. Los mensajes de texto se quedan en mi cabeza como un eco molesto. ¿Quién ha podido enviármelos? ¿Quién me está siguiendo? ¿Es todo parte de la misma broma? ¿Acaso tenían miedo de que la broma se saliera de control y tuviesen problemas verdaderamente graves? observo a ambos lados y me detengo de nuevo. Observo a Jhon mientras tomo aire, tratando de buscar las palabras.
-Hay... hay algo más...- digo mientras le paso el móvil con los mensajes. -... He recibido estos mensajes todo el día. Temo... que mis... mis fugas sean el resultado del estrés de una mala broma o... o algo así. ¿Qué opinas Jhon?- pregunto con algo de aprensión, pero esperando que mi hermano pudiese iluminarme. Quizás podría dormir bien, quizás y sólo quizás, como una lejana posibilidad, pudiese resolver todo esto sin sacrificar demasiado.
*Gracias
Ji-Hoon responde a tu apretón en su brazo devolviéndote otro en el tuyo, firme, pero breve. Apropiado en cierta forma para la cultura que se os ha inculcado desde la familia. Notas en su mirada que tal vez a él le gustaría alargar ese contacto, o pasarte el brazo por encima de los hombros al caminar, pero se contiene como en tantas otras ocasiones. Con sus amigos sabes que es mucho más distendido y expresivo, lo has visto tomarse con Myra unas confianzas que a tus padres les resultarían completamente inapropiadas. Pero, tal vez para no incomodarte, contigo se mantiene más comedido.
Empieza a caminar a tu lado y cuando te detienes lo hace él también, buscando en tus ojos una respuesta al motivo para esa parada y encontrándola en el teléfono que le tiendes. Lo toma y su ceño se frunce en cuanto lee el primero de los mensajes. Su dedo se desliza por la pantalla del móvil pasando al siguiente y cuando llega al último de ellos sus labios ya están apretados en una fina línea que delata su enfado.
—¿Te han estado enviando estos mensajes todo el día? —pregunta, como si necesitase una confirmación de tus labios de lo que tú mismo ya acabas de decirle—. Esto se llama acoso y es un delito —asegura, gesticulando con sequedad. No alza la voz, casi nunca lo hace, pero su tono se vuelve más grave y áspero—. ¿Cómo no vas a tener estrés si te están acosando? A lo mejor es esta mierda la que te está alterando y por eso tienes tu... problema.
Mira entonces a vuestro alrededor, como cayendo en algo, y cuando habla de nuevo, baja aún más el tono.
—Quien te los está mandando, está aquí. ¿Si no cómo sabría que estás a punto de entrar en un hospital? —pregunta, enarcando las cejas y devolviéndote el aparato con un gesto apremiante—. Llama a la policía, Hyun. Y dale coba al de los mensajes, para que esté entretenido y no se vaya. Para que lo pillen aquí cerca. O que lo rastreen. Vamos a ponerle una denuncia, joder —termina, remarcando esa palabrota con una sonoridad que delata que está verdaderamente molesto.
Niego con vehemencia mientras escucho a mi hermano. -No Jhon. Los mensajes vinieron luego de... que comenzara- tomo aire. No quiero recordar la escena de ayer, no quiero dejarme llevar por aquella horrible sensación, no quiero tener que revivir sus últimos momentos, no por lo que me resta del día. -Creo que es alguien de la filarmónica jugándome una broma. Me enviaron flores luego de la presentación de esta noche... es sólo... alguien con mucho tiempo libre- trato de disminuirlo, me siento mal de estar excusando a quien ha estado afectándome durante todo el día, pero ahora mismo no puedo lidiar con todas las dificultades de mi vida a la vez, menos aún cuando no estoy seguro de poder lidiar con tan sólo una de ellas. Respiro profundo, sigo mirado a mi hermano, mantengo la compostura en lo posible.
-No... no lo sé- miro hacia atrás con su comentario. Es posible que me estuviese siguiendo, después de todo, no hacía parte de su rutina simplemente llegar al hospital todas las noches para hacerse una revisión. Pero... al verle allí... ¿No debería detener la broma? ¿No pensaría que habría llegado muy lejos? ¿Por qué insistir? ¿Por qué tomarse tantas molestias?. No me agrada la sensación de estar siendo observado, es peor que aquella certeza de que algo malo sucederá en cuanto comienzo a tocar en la filarmónica. En los hospitales también hay muchas personas, de todas partes. Quizás fuese menos seguro entrar.
-Yo... Jhon... quizás...- digo sintiéndome palidecer. -Quizás debamos... ir a la policía primero. No vale... no vale la pena ir al hospital. Habrá mucha gente.... mucha- aunque las palabras me salen con tono normal, en mi cabeza provocan un efecto desagradable. Quizás el mensaje era una amenaza, quizás si iba a suceder algo en el centro médico y sólo estaba caminando directo a un atentado. Otro atentado. Puedo ver a la gente gritando horrorizada, puedo ver a los heridos, puedo verme caminando y perdiendo la consciencia indefinidamente, mientras pedazos de muro caen sobre mí. Es como estar en aquel vagón una vez más, mientras mis oídos zumban y mi corazón palpita con fuerza.
Estoy pálido. Siendo mis manos sudar frío, siento que mi cabeza da vueltas y puedo sentir como el aire se me acaba. -Vámonos... no es seguro- musito mientras comienzo a caminar en dirección opuesta a la puerta de entrada.
Con calma pero el ceño ligeramente fruncido, denotando una preocupación que no suele estar presente en su rostro, tu hermano escucha tus palabras. Las primeras parecen fastidiarle un poco, quizá porque eso significa admitir que lo que te pasa es más grave de lo que desea. Acto seguido, al escucharte decir que remitente de los mensajes es alguien de la filarmónica él cambia el peso de pierna y vuelve a mirar alrededor, ligeramente incómodo. Parece a punto de decir algo, pero aguarda a que tú termines.
Finalmente al ver tu cambio de actitud y de resolución él parece, por un momento, pensárselo mejor. Sus ojos buscan la entrada del hospital, indeciso ahora que has confirmado que lo tuyo no es provocado por el estrés del acoso.
Hace tiempo que no veías a tu hermano tan intranquilo. Ahora parece evaluar tus expresiones, tus gestos y probablemente tus miedos de una forma diferente. Y en todo momento, sin embargo, una fina capa de resolución parece cubrir su rostro, como si hubiera tomado algún tipo de decisión con respecto a ayudarte.
—Es un hospital, Hyun —te dice. No te lleva la contraria de forma explícita, pero está claro que en su cabeza va seguido de algo como «No hay nada más seguro». Aún así no parece querer contradecirte, ni mucho menos, sino que debe creer necesario dejar claro ese punto. Después se toma un instante antes de ceder.
—Está bien. Ahora vamos a la policía: ya que no sabes de quién es ese número seguro que ellos pueden averiguarlo. Y sea como sea poner fin a esto —Y con esas palabras aprovecha para hacer un gesto a un taxi que está acercándose a vuestra posición, dispuesto a utilizarlo para llegar a la comisaría más cercana.