LOS MUERTOS NO SUEÑAN:
INVIERNO, AÑO 4711 RA.
AL FILO DEL CUARTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 7 DE ABADIO.
MEDIANOCHE.
El viejo sacerdote agarró el picaporte y trató de abrir la puerta con determinación, dispuesto a hacer frente a lo que hubiese detrás. Su sorpresa fue mayúscula al ver que la puerta resistía su tirón. La hoja en vez de deslizarse hacia él, se quedó fírmemente sujeta a su marco y las leyes de la física hicieron que fuera el cuerpo del sacerdote el que saliese proyectado ligéramente hacia la puerta, golpeándose débilmente la mejilla contra la madera.
-Uh. ¿Pero...?
Forcejeó un instante con el picaporte antes de darse por vencido. Notó la mano de Dyonisius y le escuchó hablar. Un tanto contrariado, se alejó de la puerta resignándose a continuar al día siguiente. Retrocedió sin ánimo para encarar las miradas severas de reproche de Enterrador y Buscador de la Verdad ante su temeridad, pero sobre todo, temiendo el estado en el que amanecería al día siguiente Tormento, murmurando una plegaria a Farasma esta vez sí de misericordia, pidiéndole que cuidase de la salud de su leal guardián.
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INVIERNO, AÑO 4711 RA.
AL FILO DEL CUARTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 7 DE ABADIO.
MEDIANOCHE.
Alexei alzó su vista para intentar localizar a Sebastián Moro, las pupilas del dramaturgo se agrandaron al ver como el anciano quería abrir la puerta de aquel pasillo, quería entrar en la habitación de apariencia más siniestra.
- ¡Sebastián! ¡Espera! – allí giró su rostro para mirar a sus compañeros y advertir de la acción del hombre de avanzada edad - ¡Quiere abrir la puerta! – dijo el poeta con claro gesto de miedo, pero intentando sonsacar la poca valentía se encaminó con un paso no muy decidido, sintiendo como sus compañeros se avanzaban volviendo a quedar de nuevo en la retaguardia. Buscador de la verdad, Enterrador y Nigromante le adelantaron con celeridad, fueron a dialogar con Sebastián para convencerlo en regresar al refugio de Winter, ya que era la opción más sensata. Alexei miró al grupo, viendo sus rostros y realmente era momento de volver para tomar un merecido descanso.
- Deberíamos de tomar ese descanso en el refugio de Winter y intentar recuperar nuestro mejor estado, tal vez ella pueda ayudar a Tormento con lo que le sucede – luego añadió – Podríamos llevarles libros y algunos trozos de madera para que lo utilicen como leña. -
El joven noble intentaba sacar el mejor partido al viaje y llevarles algo de suministros para mantener los fuegos encendidos.
- Hicimos un buen avance, solo nos queda esa extraña habitación en este rincón del asilo. Mañana podemos descubrir que hay y proseguir así con nuestro camino –
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AL FILO DEL CUARTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 7 DE ABADIO.
MEDIANOCHE.
Al ver a Anciano Sabio intentar abrir la puerta sin alcanzar en ello ningún éxito mientras el resto se apresuraba a intentar evitar lo que no iba a resultar necesario que evitaran, Buscador frenó su carrera en seco y dejó escapar la tensión del momento con una breve carcajada. No era de los que considerarían aquello como una señal que probaba que lo correcto era dar media vuelta y descansar, tan solo había sido una casualidad de lo más oportuna para los que querían hacer precisamente eso.
El detective suspiró más tranquilo volviendo a guardar las armas. Dejó que su corazón se relajara apoyando su espalda en la pared del pasillo y más calmado metió ambas manos en los bolsillos.
- Sí, retirémonos por hoy. Descansemos- reiteró lo dicho por sus compañeros.- Además tiene dos libros que leer, Sebastián. Difícilmente lo va a poder hacer si seguimos avanzando. Y ya mañana, si es que aun tiene ganas, podrá ir en vanguardia- bromeó guiñándole un ojo.
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INVIERNO, AÑO 4711 RA.
CUARTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 7 DE ABADIO.
PRIMERAS HORAS DE LA MADRUGADA.
ESTANCIAS Y PASILLO HACIA EL ESTE.
Tras el intento infructuoso del Padre Confesor Moro de abrir la puerta del final del pasillo que conduce al Ala Este del Asilo, el antiguo Séquito del Conde de Versex regresa al Refugio de Soñadores, la Capilla de Pharasma donde se refugian unos pocos supervivientes.
// Salen de escena: Todos. - Siguen en: Refugio de Soñadores.
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POR LA MAÑANA.
ESTANCIAS Y PASILLO HACIA EL ESTE.
Con ánimo renovado gracias al aseo y a la túnica negra de sacerdote de Farasma, tras repartir bendiciones, Sebastián Moro se reunió con Gabriel, Anselmo, Dyonisius, Alexei y Tormento en la entrada del Refugio. Avanzó de nuevo por los pasillos del sanatorio, la biblioteca y el despacho de la administradora Losandro con la mirada más fresca e inquisitiva, buscando detalles que pudiera haber pasado por alto. En aquellas estanterías había un tesoro de conocimientos en los que no le hubiese importado perderse si las circunstancias fuesen otras.
En poco tiempo estaban de nuevo ante la puerta cuya madera estaba impregnada por siniestras gotitas de sangre que los demás no parecían advertir. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras se mentalizaba para proseguir la exploración y enfrentarse a nuevos horrores. Una vez reunida la determinación para avanzar, buscó en su interior la conexión con Farasma y se concentró en percibir energías mágicas más allá de la puerta. Para su desconcierto, todo brillaba ante él. ¿Sería la puerta?¿Sería lo que había más allá?¿Acaso tras la puerta les esperaba contenida aquella la niebla amarilla? Tal vez era mejor evitar aquella puerta que con tanto empeño trató de abrir él mismo la madrugada anterior.
-Dyonisius, todo lo que hay más allá de la puerta parece emanar energía mágica. ¿Lo percibes tú también?
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POR LA MAÑANA.
PASILLO QUE CONDUCE AL ALA ESTE DEL ASILO.
- El grupo de expacientes amnésicos en estado de fugar, regresan al pasillo que dejaron atrás anoche para descansar, dispuestos a encontrar las respuestas que buscan para alcanzar la salida de este aciago lugar de demencia y sufrimiento.
Tras el descanso y las conversaciones en el Refugio de Soñadores.
// Todos: Regresan a escena. - Proceden de: Refugio de Soñadores.
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POR LA MAÑANA.
PASILLO QUE CONDUCE AL ALA ESTE DEL ASILO.
Réquiem se juntó con el grupo de supervivientes y volvieron a adentrarse en el peligroso recorrido del asilo de Briarstone, pasaron la zona de la secretaría, luego la biblioteca llegando a una especie de pasillo con varias habitaciones hasta llegar al despacho de la Administradora Losandro. Continuaron avanzando hasta el estrecho corredor de varias habitaciones, una de ellas era la que faltaba por investigar. Se trataba de la sala del fondo, la única puerta que estaba cerrada y reflejaba una extraña incomodidad ya que era la última y más alejada del despacho de la administradora del asilo.
El dramaturgo se colocó en el medio del grupo, esta vez no estaba en la retaguardia, se quedó en la zona central y miró como Buscador de la Verdad se disponía a usar sus habilidades.
Alexei se quedó quieto mirando a sus compañeros y volvió a mirar la puerta, apretó sus puños tensándose durante unos instantes, estaba nervioso pero debía de afrontar los peligros de alguna forma u otra. Los rasgos del poeta, estaban algo demacrados, su cansancio se veía reflejado en las ojeras que había debajo de los ojos y en la tez blanca de su rostro, no había dormido bien y no hacía falta ser un detective para llegar a esa conclusión.
- "Tenemos que estar atentos…" - murmuró mientras esperaba a que abrieran la dichosa puerta.
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POR LA MAÑANA.
PASILLO QUE CONDUCE AL ALA ESTE DEL ASILO.
Un nuevo amanecer siguió a la ya vieja y extinta noche. Tormento se había despertado y orado, centrándose en sus rutinas matutinas, ajeno a los esfuerzos de los otros por descubrir e incluso rapiñar cuanto estaba a su alcance y que pudiera suponer una ventaja en su lucha.
Y cuando finalmente todos parecieron listos para partir, Tormento ocupó su lugar en la vanguardia. Avanzó en silencio, rehaciendo el camino ya recorrido la víspera y deshecho a su vez. Eran como pequeños embalses cuya agua se iba perdiendo conforme avanzaba la jornada y que cada noche, con sus magras existencias al límite, retornaban a la fuente para reponerse y llenarse de energía y fuerzas. Quizá, aquel día, no pudieran retornar y no precisamente por haber llegado a cumplir dichosamente con su objetivo.
Parado frente a la puerta que habrían de abrir, aquella que Anciano Sabio había ingenua, cuando no estúpidamente, tratado de forzar, escuchó las breves palabras que unos y otros cruzaron. E igualmente fue testigo de las maniobras de Buscador de la Verdad, a quien la puerta parecía resistírsele, quizá celosa de mostrar su contenido.
Un breve sonido metálico sonó lastimero, acompañado del gemido de la madera, frágil barrera a aquello que soportaba. El mortificador no tuvo tiempo de mostrar asombro o temor cuando como si de un gargantuesco útero se tratara, este se abrió para parir todo un universo envuelto en sangre. Tan solo sus músculos podrían actuar como respuesta a aquello que ahora se les venía encima.
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POR LA MAÑANA.
PASILLO QUE CONDUCE AL ALA ESTE DEL ASILO.
En el silencioso pasillo en el que se encontraban los aventureros solo se escuchaba el ruido que hacían las herramientas de Buscador de la Verdad para abrir aquella siniestra puerta. La tensión era palpable en el ambiente y el sudor recaía por la frente del poeta caído en desgracia.
<< Suerte que es primera hora del día y no última, suerte que también no hicimos ningún combate y no se acumula la putrefacción de nuestro olor en este estrecho corredor >>
Sujetó con firmeza la espada ropera observando con intriga la puerta del corredor, el dramaturgo no sabía lo que había detrás de allí pero visto lo visto en las anteriores salas no era nada agradable, más bien todo lo contrario, algún monstruo descomunal o un extraño ser que les ataque sin tregua ni descanso alguno.
Se escuchó el “click” de la puerta, Gabriel Alarico logró abrir la entrada de aquella habitación pero un enorme y potente torrente de sangre se abalanzó sobre los supervivientes. El joven noble no llegó a pensar nada, simplemente se reflejaba en su mirada el horror y terror que se avecinaba hacia ellos, aquella cantidad de liquido rojizo que iba a empujarlos con una fuerza arrolladora.
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POR LA MAÑANA.
PASILLO QUE CONDUCE AL ALA ESTE DEL ASILO.
El descanso en el Refugio resultó reparador. Pudiendo asearse y limpiar un poco su indumentaria, Enterrador se sintió más cómodo y de mejor humor. Caminaron por la zona ya explorada hasta llegar al pasillo del ala Este y en él se encararon con una puerta en la que el Padre Moro, en el pasado, advirtió sangre.
Buscador se adelantó para abrirla, cosa que hizo con premura y sencillez. Demasiada premura y demasiado sencillo. Tal vez debió investigarse ese acceso con más cuidado, en primer lugar, y tal vez se hubiera evitado el mar de sangre que, como una ola gigante barrió al grupo frente a ella. O al menos a unos cuantos.
El enterrador se llevó la peor parte, siendo arrastrado hasta el final del pasillo, chocando con varios de sus compañeros en similar situación y estampándose finalmente contra la pared del fondo.
Quedó tendido, aturdido, desarmado y por encima de todo enfadado. Iracundo. Tumbado, advirtió cómo el talismán se deshacía sobre su pecho, sanando sus heridas y desperdiciándose en una situación tan ridícula. También fue consciente de que su ropa limpia y su cuerpo aseado, otra vez, quedaban totalmente ensuciadas en repugnante sangre. Por último su frustración fue mayor al crecer su sentimiento de que aquello pudo haber sido evitable con un poco más de cuidado.
Tambaleándose, gruñendo de rabia, el hombre se reincorporó.
- Cuando encuentre a Zandalus le aplastaré la cabeza. ¡Cuando encuentre al Androjoso le aplastaré la cabeza, dos veces! ¡Y cuando encuentre a Lowls le aplastaré su cabeza! ¡¡Tres veces!! - exclamó irritado.
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POR LA MAÑANA.
PASILLO QUE CONDUCE AL ALA ESTE DEL ASILO.
El inhumano parto había tenido lugar y un río de sangre los había bañado de pies a cabeza, con un ímpetu solo propio de las grandes crecidas de primavera. Para fortuna de Tormento, el brutal caudal apenas lo había desplazado unos metros gracias a su fuerza física, que le había permitido resistir su embate aferrado a una de las paredes de aquel pasillo cuyas estrechas dimensiones no habían sino aumentado la potencia de la riada. Y en los breves segundos que aquello había durado, vio el cuerpo de Anciano Sabio pasar a su lado, desmadejado como un cuerpo roto, sujeto a las veleidades del sanguíneo tsunami, hasta golpear contra el cuerpo de Nigromante.
Había algo en el viejo que sentía había cambiado. Se mostraba osado, temerario pero no de un modo inteligente. Parecía buscar la muerte, negándose a aceptar las limitaciones de su edad y físico, dejando de confiar en Tormento a quien parecía eludir. Y si bien el mortificador no recordaba nada de su vida pasada, hasta el punto de negarse a emplear un nombre que carecía de todo significado o referencia en su presente, sí sabía de una forma instintiva que existía una estrecha relación con el clérigo de Pharasma, un intenso deseo de protección que el viejo parecía no desear ya, al menos si se tenía en cuenta su comportamiento.
Negó con la cabeza mientras se acercaba al umbral de la puerta, cuyas hojas, combadas por la humedad de la sangre y la presión de la misma, hedían con un férrico aroma. Su mirada se desplazó por la amplia estancia, antes de decidirse a entrar.
-Son muchos los sacrificados y drenados para llenar esta sala. Cientos diría yo -dijo sin dirigirse a un destinatario en particular-. Y ya hace un tiempo de ello. Es sangre... vieja. Hace unos días que ocurrió -señaló tras frotar entre sus dedos la sangre y luego olerla-. Ahora bien, cómo se llenó la habitación es un misterio. Quizá desde una estancia por encima de ella y vertida a su interior, quizá canalizada desde algún otro lugar.
Dio unos pasos hacia el interior, decidido a descubrir la verdad de lo acontecido. Y en aquel momento, Anciano Sabio pareció materializarse a su lado.
-Detente. No avances por delante de mí. Mantente a mi lado o mejor aún, permanece tras de mí -dijo protector y firme-. Ya has obrado demasiado imprudentemente y no seguiré permitiéndolo -dijo-. Si es necesario, te ataré y te llevaré sobre mi hombro. Debo protegerte, incluso de ti mismo si fuera necesario. ¿He sido claro?
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POR LA MAÑANA. ESTANCIAS Y PASILLO HACIA EL ESTE.
El torrente de sangre arrastró y revolcó al anciano como si fuera un niño débil e indefenso. Sus reflejos disminuídos por la edad no le dieron para tratar de apartarse a un lado y ni siquiera tuvo el instinto de cubrirse el rostro con las manos. Un instante estaba contemplando como Gabriel abría la cerradura y al instante siguiente se encontraba al fondo del pasillo, con la mejilla en el suelo, las piernas levantadas, apoyadas contra la pared y la túnica cubriendo su cara en vez de sus piernas.
Le costó incorporarse y cuando lo hizo, avanzó hacia la sala impulsado por la necesidad de saber, hasta que Tormento lo detuvo autoritario y le ordenó prácticamente mantenerse atrás. Sebastián Moro se le quedó mirando algo perplejo, con la barba y la túnica aún chorreando sangre y la mirada turbia. Luego asintió y retrocedió. -Han debido sacrificar a cientos para obtener este volumen. Solo espero que hayan sido animales. Tan solo pensar que podían haber sacrificado personas hasta llenar la habitación de sangre hizo que su cordura se tambaleara.
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POR LA MAÑANA. ESTANCIAS Y PASILLO HACIA EL ESTE.
Alexei Mykephoros no supo como reaccionó, todo fue un acto reflejo de sus sistema nervioso, si hubiera querido hacerlo con intención propia no lo hubiera conseguido. El enorme torrente de sangre que se avecinaba hacia ellos hizo que el dramaturgo de la noble familia retrocediera unos metros, por suerte no se golpeó con sus compañeros y pudo frenarse quedando de pie en aquel estrecho corredor impregnado de sangre.
<< ¿¡QUÉ ES ESTO!? >>
Los ojos del pequeño de la familia Mykephoros eran un poema, reflejaba terror y miedo, en aquella habitación había tanta sangre acumulada que al abrir la puerta había logrado hacerlo retroceder tres metros y algunos de sus compañeros acabaron derribados al final del pasillo.
Sin previo aviso empezó a toser y esputó sangre, aunque realmente el bardo no sabía si la sangre era suya o de aquel inesperado torrente. Después de unos segundos, asegurándose de que estaba vivo y había tomado el control de su agitada respiración, sujetó con firmeza la espada ropera y avanzó hacia la puerta de aquel pasillo. Sentía el tacto de la sangre bajo su calzado, su rostro reflejaba bastante asco ante aquella situación.
Escuchó las maldiciones de Enterrador y luego miró a Tormento de Tinieblas – “¿Alguna especie de hechizo tal vez?” – añadió a lo que dijo el luchador, quedándose detrás de él y Sebastián. Réquiem colocó una de sus manos en el hombro de Anciano Sabio para reconfortarlo – “Estamos todos juntos en esto, lo lograremos Sebastián” – el poeta dedicó una pequeña sonrisa para intentar albergar algo de esperanza en el anciano hombre, buscando reconfortarse él mismo también.