LAS SALAS EN RUINAS:
INVIERNO, AÑO 4711 RA.
QUINTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 8 DE ABADIO.
POR LA TARDE.
Desde el mismo momento en que fue transportado de vuelta al sanatorio vio a Gheorghe como el gran adalid, tal vez el único capaz de derrotar al enemigo. Lo supo cuando vio cambiar la expresión del Hombre Andrajoso al sentir el filo del hachuela de plata por primera vez, al sentirse herido por la plata se quejó revelando que existía un resquicio para su derrota. Pero no era solo que tuviese el arma del material adecuado, además el paladín tenía la disciplina, la fuerza de voluntad, la bendición de Lomedae cosas de las que Velkan, el otro campeón del grupo, carecía. Puede que el brazo de Velkan tuviese una fuerza y destreza mayor al del paladín, pero para enfrentarse al Hombre Andrajoso era más importante, incluso imprescindible, tener un espíritu del mejor acero. Gheorghe lo tenía y Anciano Sabio canalizó sus últimas bendiciones sobre él.
Mientras el Hombre Andrajoso cazaba a Velkan y ponía en fuga a los demás compañeros, Gheorghe lo persiguió y le hirió una y otra vez. Cuando todo parecía perdido, el paladín se alzó una vez más y castigó con toda su fuerza unida a las fuerzas místicas de las divinidades Lomedae y Farasma para arrancar de este plano a aquella entidad.
Cuando lo vio caer, Anciano Sabio aún permaneció unos instantes en silencio, jadeando, con el corazón acelerado al borde de la taquicardia. Miró a Gheorghe sin terminar de creerlo. Luego, por fín reaccionó y se hizo oír con voz solemne para que sus compañeros, presas de un terror irracional pudieran salir se su estado.
- Ha acabado. La pesadilla ha acabado. Los Dioses misericordiosos y el brazo de Gheroghe nos han dado la victoria. La pesadilla ha terminado. Anselmo, Tormento, reuníos con nosotros.
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INVIERNO, AÑO 4711 RA.
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POR LA TARDE.
Sintió cómo el Andrajoso reclamaba su alma. A pesar de estar tan lejos, al otro lado, y supo que más tarde que temprano debería enfrentarse a él. Allí, en Ravengro, junto a otros compañeros de aventuras a los cuales no recordaba debido a su extraña amnesia, había logrado ayudar en la derrota de los últimos espectros que mantenían la ciudad bajo una maldición y levantar esta. Su ciclo en aquel lugar terminaba y el sirviente del Dios Amarillo exigía su retorno.
Enterrador comprendió que Gheorghe, Janos, Velkan o cualquiera de los pertenecientes al grupo de Ravengro eran para el Andrajoso objetivos secundarios. Objetivos a quitar de en medio por molestos, en el peor de los casos, para hacerse con las almas de los que realmente le importaba. Aquellos que habían caído en su ámbito desde un principio y habían recorrido sus dominios. Su reino de pesadillas.
Con la repentina desaparición de Nigromante y la vuelta de Janos, el enterrador supuso que pronto él sería el reclamado. Que aquel ser se centraría en devolver a cada uno en su sitio y hacerse con las almas que le interesaban. Al poco después fue Anciano quien se marchó por un malherido Konrad.
Ahora me toca a mi, pensó. Se preparó para el combate y, en efecto, momentos después las nieblas vinieron a por él, devolviendo a Querio Vandel a su lugar de origen. Escuchó el grito de Sascha, tratando de advertir algo, pero ya no daba tiempo a nada más.
Y allí lo tenía, frente a él. Era un ser de aspecto humanoide, descarnado como la lepra, repugnante y sádico, envuelto en tiras de ropa amarillas. Tal y como lo recordaba en las pesadillas. No lo dudó y se enzarzó en una pelea con aquel ser, ya siendo atacado por Gheorghe y con diversas heridas sin duda provocadas por los diversos compañeros que se habían enfrentado a él... pese a que no los veía por ninguna parte.
- A ti te tenía ganas - rezongó el vigilante que comenzó a molerlo a mazazos. Para su sorpresa, la piel de aquel monstruo era terriblemente dura y el daño que le producía, escaso. Para más inri podía ver cómo las múltiples heridas que había recibido se iban cerrando -. Maldito bicho...
Y es que el Andrajoso decidió ignorarlo, centrándose en ir eliminando a aquellos que no pertenecían al Asilo Maldito. Una manera de ir quitando los "estorbos foráneos" para darse un banquete posteriormente con aquellos que "sí le pertenecían", seguro de sí mismo. O así lo entendía el enterrador. De tal manera, Velkan fue el siguiente en sufrir cantidades de heridas suficientes para devolverlo a Ravengro y traer a Requiem, completando así el círculo.
En ese momento el monstruo emitió un aura de terror que hizo que el enterrador se estremeciera. No siendo ya dueño de sí mismo corrió y corrió para ocultarse de un miedo irracional que era incapaz de dominar. Y su miedo creció al ver que el maldito ser iba a ir aterrorizándolos a todos para luego despedazarlos impunemente, de uno en uno.
Repentinamente el miedo cesó y sintió una gran tranquilidad y paz en su interior. Volvía a ser dueño de sí mismo y corrió a por el monstruo para volver a hacerle frente. Ya no hacía falta. El ser había caído a manos del caballero.
- ¿Con una hachuela? - preguntó incrédulo Anselmo mientras se acercaba al paladín y los restos de aquella cosa -. ¡De plata! - dijo sorprendido, recordando que tal vez la palabra que gritaba la bruja pelirroja antes de su retorno al asilo era esa: plata. Y comprendió que aquel metal debía ser el punto débil del Andrajoso. Extendió y le dio la mano a Gheorghe -. Me alegro que subestimara tu valor... y tu hachuela - dijo con una sonrisa mientras el resto volvía a reagruparse y Anciano Sabio daba gracias a Pharasma. Enterrador asintió con la cabeza en conformidad.
Las nieblas se fueron disipando completamente y por ventanillas cercanas la oscuridad permanente se tornó en luz rojiza, probablemente de un atardecer.
- Deberíamos reunir a los supervivientes, reunirnos con Winter y salir de este maldito lugar - opinó recobrando su maza y su querida lámpara, caídas durante su huida.
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POR LA TARDE.
Desde que empezara su huida, era como si hubieran transcurrido eones sumergido en un estado de terror del cual parecía imposible salir. Y sin embargo, tal y como apareció, se dispersó dejando a Tormento exhausto y sin fuerzas, sentado en el suelo y jadeando, sintiendo la venda de sus ojos mojada por las lágrimas vertidas y su corazón aún palpitando alocado.
Miró frente a sí, sin ser consciente de si la lucha había concluido o no, de si debería alzarse y continuar la batalla donde otros la hubieran dejado. Se puso torpemente en pie y el eco de la voz de Anciano Sabio le alcanzó.
-Ha regresado -pensó inesperadamente alegre en medio de su estado de decaimiento-. Y la lucha ha concluido con nuestra victoria. Aunque a un alto precio. Que Pharasma te acoja, Buscador.
A los primeros pasos, torpes, siguieron otros más apresurados que lo condujeron hasta la carcasa del Hombre Andrajoso, con una parada previa para tomar del suelo el arma que este había empleado.
-Mi hachuela -corrigió Tormento a Enterrador con una sonrisa-. Pero el valor y el coraje del paladín son los que han acabado con ese monstruo. Conserva el hachuela cuanto creas necesario, Gheorghe, aunque esero que ya no sea necesario usarla. Anciano Sabio -dijo dirigiéndose al sacerdote de Pharasma-, te creía perdido para siempre cuando desapareciste. No te protegí como debía y te pido perdón por ello.
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POR LA TARDE.
Sebastián Moro se había sentado sobre un montón de escombros a recuperar el aliento cuando llegó Tormento y se disculpó. Le hubiese gustado decirle que cuando las nieblas lo llevaron al otro lado, se sentía perdido sin su guardián. Le hubiese gustado decir el miedo que sentía pensando que Tormento podía morir y lo mucho que se apresuró por curar a Sascha y acelerar que Vesoriana hiciese desaparecer la maldición que pesaba sobre ella para que estuviese en posición de intercambiarse con él si resultaba malherido. Le hubiese gustado decirle como se le rompió el corazón al verle presa del terror sobrenatural del Hombre Andrajoso pues adivinaba la tortura que estaba inflingiendo a su mente y a su espíritu. Le hubiese gustado echarse en sus brazos a llorar de felicidad al ver que estaba indemne como el viejo indefenso que pasaría a ser si su guardián le faltara alguna vez. Le hubiese gustado decir que suya había sido el arma providencial que les había salvado y él era quien se había dado cuenta de que la vulnerabilidad a la plata era el punto débil de aquel enemigo por lo demás invulnerable, por lo que era justo decir que junto a Gheorghe, a Tormento le correspondía la mitad de la gloria por la victoria.
Pero no. Tormento no era así. A Tormento le gustaba castigarse aún en momentos tan críticos como el que acababan de vivir. Era casi una necesidad para él. Así que levanto su dedo huesudo y arrugado, mudó su rostro para reprochar con severidad.
- No me pidas perdón a mí, Farasma es quien observa y guarda registro de las veces que no actuamos con rectitud o eludimos el deber al que nos hemos consagrado. Ella sabe y ante ella tendremos todos que rendir cuentas de nuestras vidas. No me protegiste y estuve a punto de morir. Menos mal que el divino Gheorghe Mykas estaba aquí.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Finalmente, y a pesar de todo, habían vencido. Gheorghe no se había visto sobrepasado por el terror, pero aquella efigie de pesadilla parecía invulnerable a prácticamente todo lo que empleaban contra ella, sanando las heridas en su horrenda piel a mayor velocidad de la que las causaban. Aunque todo aquello cambió con la intervención de la hachuela de plata. Al ver como el noble metal mordía al enemigo causándole auténtico dolor, el paladín recuperó el ánimo.
¡Había una posibilidad de vencer! Realmente la había. Solo debía perseverar, a pesar de las heridas y de los compañeros y amigos venidos de Ravengro que caían uno detrás del otro. Con la llegada de Sebastian Moro, esa posibilidad se amplió en la forma de sanación y las bendiciones de Pharasma. Fortalecido, el caballero sacó fuerzas de flaqueza, recurriendo a simas de poder aún más profundas, escasas pero poderosas, y recuperando brevemente el favor de Iomedae para derrotar a aquel enemigo.
Él era el bastión de la fe enfrentándose a la corrupta influencia de reinos oníricos imposibles. Él era la espada que debía cortar la cabeza del mal y el escudo que debía proteger a los inocentes. Enfervorecido y sintiendo la victoria cada vez más cercana, lanzó un tajo tras otro con la hachuela de plata, hasta que finalmente aquella harapienta némesis quedó reducida a nada. Y con su muerte, su influjo sobre aquel condenado asilo empezó a disminuir, logrando que las nieblas se desvanecieran finalmente. Eran libres.
-Agradezco vuestras palabras, amigos. Os lo debía a todos, y también a la memoria de mi buen amigo Gabriel Alarico. Aunque no creo que debamos bajar la guardia aún. Cojamos todo lo que sea útil y volvamos sobre nuestros pasos con los ojos bien abiertos. No me creeré que esto ha acabado hasta que hayamos sacado a todos los inocentes de este lugar infernal-replicó, con una leve sonrisa-en cuanto al hacha, es tuya. Ha sido la llave de la victoria aquí, pero no me gustaría privarte de tu arma. Creo que me quedaré con la maza del tres veces maldito Zandalus.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Sebastián Moro examinó meticulosamente la estancia a petición de Gheorghe centrando sus esfuerzos en Zandalus y las respuestas que aún quedaban por descubrir. Echó de menos para la tarea a Gabriel Alarico, no era este el más fuerte con la espada pero su perspicacia sí era la más aguda. Tenían que suplir su ausencia como mejor pudiesen y encontrar tantas pistas pudiesen para terminar de esclarecer los hechos. Junto a Zandalus encontró varias cosas, siendo el libro "La Cadena de Noches" el que más le interesó con diferencia. Entre sus páginas habría revelaciones que precipitaron a la locura a Zandalus, pero también contendría respuestas. Sebastián Moro creyó que él era el más adecuado para leerlas puesto que si perdía la cordura sería inofensivo al ser un viejo y porque su poder proveniente de Farasma le sería negado en caso de abjurar de su fe. Entonces sintió miedo, ¿consideraría Farasma un acto de valentía exponerse a la amenaza de leer el libro para intentar evitar males mayores? ¿o le juzgaría por los actos posteriores a la perversión de su espíritu por los conocimientos envenenados de aquel volumen herético? A su necesidad de enfrentarse a aquel libro se sumaba una profunda curiosidad, casi morbosa. Quizá debía afrontar la lectura en compañía de algún especialista en ocultismo por precaución. Si uno de los dos comenzaba a manifestar síntomas de desequilibrio el otro podría intervenir a tiempo.
- ¿Creéis que podremos localizar a Querio Vendel? Quizá él sea el más indicado para ayudarnos a descifrar los secretos de este libro. Ya que no sabemos si la amenaza a terminado, no podemos dejar que las respuestas en él contenidas permanezcan en la oscuridad.
Por supuesto en aquel momento tenían cosas más urgentes que hacer y después de repartir los objetos encontrados, se dispuso a avanzar hacia Elbourne y Winter.
-Dr Elbourne, ¿está ud ahí?¿Puede oírnos? Ya ha pasado el peligro, puede venir. La varita ha sido de gran ayuda y le estamos muy agradecidos.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Gheorghe observó los hallazgos del resto con interés, ya con la maza mágica de Zandalus en las manos. Aquel libro... Le parecía recordar que ya le dijeron en el pasado que estaban allí por obra de Lowl, así que leer aquel regalo parecía de todo menos una buena idea. Seguramente el origen de aquel mal se encontrara en ese maldito volumen.
-El doctor Vandel debería estar en Ravengro junto al resto... O quizás no. Es difícil precisar la fecha en la que nos encontramos, y puede que ya hayan abandonado ese pueblo junto con la señorita Lorrimor. De todos modos, no estoy seguro de que debamos leer ese libro. Puede que tenga respuestas, pero también que estas aporten más locura que esclarecimiento. Incluso puede que fuera más saludable quemarlo, o dejarlo en custodia de alguien fiable.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Si era la reacción que esperaba de Anciano Sabio o no, nada en su cuerpo lo demostró, limitándose a asentir.
-Demos gracias a Pharasma por haber dirigido su brazo. Y si prefieres la maza, en ese caso, tomaré la hachuela para mí.
Había recogido previamente la espada de Buscador de la Verdad y la terrible cuchilla del Hombre Andrajoso. Había estado dubitativo acerca de la suerte de dichos objetos, acerca de si ofrecerlos al grupo o quedárselos pero finalmente optó por conservarlos. Uno por un tema nostálgico. El otro, porque deseaba estudiarlo.
Asistió en silencio a las palabras de su protegido y a las de Enterrador.
-Los secretos de ese libro han conducido a todo esto. En ese libro yace la oscuridad y serán muchos los que traten de acceder a él para hacer suyos esos secretos. No somos eternos. Moriremos y tras nuestra muerte ese libro perdurará y con él, los peligros de los que hemos sido testigos y víctimas. Deberíamos destruirlo. La amenaza que mencionas, Anciano Sabio, no desaparecerá hasta que lo haga ese libro.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Sebastián Moro se quedó mirando a su protector y le tendió el libro que ha tantos había condenado.
Es muy probable que este libro haya traído los males que tanto hemos sufrido, pero las fuerzas que nos amenazan ya han sido despertada ¿Desaparecerán si destruimos el libro?¿Cómo lo sabes?¿Y si el Hombre Andrajoso no ha sido completamente destruido?¿Y si hay algo más tras el Hombre Andrajoso?¿Y si dentro de este volumen que contiene la clave para convocar el mal, también se encuentra la clave para conjurarlo?¿Estáis seguro de querer destruirlo?
Tormento, aunque mi memoria se ha perdido, sé que has protejido mi vida durante los últimos años, tantos que no concibo una vida diferente. Creo que debo estudiar este libro y si fracaso, si pierdo la cordura, será tu última misión poner fin a mi vida y acabar con mi sufrimiento. Cuento contigo y por eso mi fracaso no supondrá una amenaza.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Se levantó tras examinar los restos del Hombre andrajoso y se acercó al resto, inmerso en un debate. Al parecer la advertencia que diera Enterrador con respecto al libro en cuanto Anciano Sabio quiso guardarlo y estudiarlo no cayó en saco roto ya que de inmediato buena parte de los presentes se pronunciaron al respecto. Varios aconsejaban destruirlo pero el viejo sacerdote era reticente, aduciendo que allí tal vez estaría la respuesta para evitar que aquel suceso se repitiera.
- Quizás la maldición de Thrusmoore que aconteció antaño pudo deberse a un motivo similar al presente. Sin lugar a dudas el infierno actual se desató gracias a ese libro. Y a los hechos me remito - afirmó el enterrador -. Anciano, todo lo que aduces son especulaciones. Tal vez acertadas, pero son hipótesis. El que ese libro, seguramente, fuera el desencadenante principal de este desastre es un hecho - dijo tratando de hacer ver al clérigo la diferencia entre supuestos y certezas.
- Personalmente no creo que el Andrajoso vuelva... a tiempo corto, a no ser que ese libro sea usado - opinó -. Pero ya que andamos con hipótesis permitid que os diga la mía después de examinar a ese bicho: originariamente fue un Doppleganger, no me cabe duda. Probablemente, sería el familiar de una bruja, la de Briarstone, lo bastante poderosa como para tener un Familiar tan avanzado - comenzó a explicar atando con ello la historia de la bruja que era capaz de controlar al Andrajoso -. Posteriormente, a base del poder de un dios, el Amarillo, y de la adoración de los bárbaros de Sarkoris, que adoraban a toda clase de seres semi-divinos, acabó adquiriendo poderes superiores a los de cualquier Doppleganger. Muy probablemente, en su mundo de pesadillas era invencible - teorizó conforme las piezas que retenía en su mente desde que iniciaran su periplo por el sanatorio iban encajando -. Sin embargo, Zandalus era su conducto, y al morir éste y dadas las peculiares condiciones provocadas en el Asilo, se vio invocado en forma física. Yo creo que era lo que el Hombre Andrajoso pretendía, para poder realizar seguramente un sacrificio de masas a su señor con algún oscuro propósito, pero al final ha sido también su perdición - dijo mirando a sus compañeros y finalmente a Gheorghe y la hachuela -. Pese a sus capacidades extraordinarias, en forma física era vulnerable y podía morir. No os quepa duda de que su cadáver reseco está muerto - afirmó rotundamente -. Ahora bien, distinto es la chispa divina que lo animaba, eso presumiblemente habrá regresado al Dios Amarillo, que ahora sabrá que unos "desaprensivos" han matado a su criatura - dijo con un leve toque de humor -. Es posible que ese dios podría usar esa esencia amarilla para crear otro monstruo distinto, o tal vez para revivir o recrear al Hombre Andrajoso, si tal fuese su propósito. Y dudo mucho que un libro vaya a impedir a una divinidad en resucitar a su mascota. Es más, puede que lo acelere - arguyó el enterrador.
Observó cómo todos le miraban incrédulos ante sus elucubraciones, pero para él todas ellas tenían sentido, encajando perfectamente.
- Zandalus - volvió a retomar la palabra -. Sin duda se trataba de un demente atormentado por visiones y pesadillas. Probablemente, llevaba años y años sin conciliar una sola noche de plácido sueño que no fuese una pesadilla atormentada por el Hombre Andrajoso. De alguna manera todo esto fue posible gracias a que el pobre desdichado tenía una conexión cercana y sobrenatural con ese bicho. Y Lowls lo supo. El libro pudo ser el nexo final de unión entre ambos, regalo emponzoñado del conde de Versex que no sé si buscaba esto, pero sí deseaba desencadenarlo - opinó al respecto. Miró a los demás poniendo caras un poco extrañadas y trató de explicarse.
- Lo que quiero decir es que, a mi ver, hizo falta alguien con especial conexión inicial con el Andrajoso para poder llevarse el desastre a cabo. El libro supuso el desencadenante y culminación. Apostaría a que Herston lo leyó y supo que debía hallar alguien que reuniese las exigencias requeridas por el mismo, y supo buscar y hallar en Briarstone a alguien que sí encajaba, Zandalus - manifestó recordando cierto diario -. ¿Recordáis el diario de Losandro? En él hablaba de la capacidad de este libro para extirpar sueños o pesadillas de personas afectadas por ellos mediante artes arcanas y de cómo la administradora se propuso hacerlo sobre Zandalus. Visto lo visto debió tener éxito pero, al parecer, lo que ella no sabía es que una vez arrancas una pesadilla debes dejarla en algún sitio. Y eso debió hacer involuntariamente, en el sanatorio. Lo dicho: un regalo envenenado - sentenció.
- El libro puede que evite lo que tu temes, Anciano. O puede que cree otro Zandalus y un retorno del Hombre Andrajoso - concluyó.
Tan pronto terminó de aburrir a sus compañeros con sus teorías una pregunta se formó en su mente que cayó sobre él como una losa, dejándolo dubitativo.
- ¿Y qué pintábamos nosotros en todo esto? - se preguntó -. ¿Acaso... acaso fuimos depositados aquí con un propósito explícito? ¿Como peones en un juego para cumplir una función... que igual hemos acometido?
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
El bardo fue engullido por las terribles nieblas que se arremolinaban por su cuerpo, pero esta vez con una débil intensidad. Después del intercambio de cuerpos, entre el dramaturgo y el valeroso guerrero bárbaro, Réquiem se quedó frente al Hombre Andrajoso, su enemigo, su némesis. En sus manos sujetaba dos dagas de plata, las sujetó con firmeza y aquel endiablado ser estaba centrado en golpear a su hermano Gheorghe. Réquiem sintió por una parte alivio de ver a su hermano con vida, pero al mismo segundo la rabia, miedo y odio se apoderó de él, debía de atacar a ese ser sin importar lo que sucediera. El joven bardo se alzó con valentía y apuñaló por la espalda al Hombre Andrajoso – “¡TE MATARÉ MALNACIDO! ¡TERMINARÉ CON TU EXISTENCIA! ¡DEJA A MI FAMILIA!” – las palabras eran acompañadas por un grito desgarrador mientras clavaba la daga, el joven noble había puesto todo su entusiasmo en ese ataque pero el resultado no fue para nada eficiente.
De repente, un miedo atroz se apoderó de él, esa mirada del Hombre Andrajoso hizo que Réquiem reculara y temblara cual niño pequeño, el miedo se había incrustado en el fondo del alma del dramaturgo, estaba claramente acojonado y sin capacidad de hacer nada.
Réquiem apartó la mirada y cerró los ojos esperando su destino, iba a sentir las garras de ese monstruo rasgarle su cuerpo para que el alma se alzara y abandonara su maltrecho cuerpo. Gritos, golpes y más movimientos llegaron a los oídos de Réquiem, pero no los analizó, seguía acobardado hasta que se hizo el silencio y al abrir los ojos pudo ver al Hombre Andrajoso muerto y su hermano de pie, con una hachuela de plata en la mano.
- ¡Lo logramos! ¡Vencimos al Hombre Andrajoso! – dijo alzando la voz, sus ojos derramaban lágrimas de felicidad. Alexei se acercó para dar la enhorabuena a Gheorghe y luego miró a cada uno de los presentes para ver su estado. Alexei estaba algo mareado, demasiadas emociones en un mismo momento. Pudo ver el hacha y el escudo de Velkan, las tomó y allí que se acercó hacia Nigromante ofreciéndole el libro de conjuros. Por otro lado se acercó a su hermano Gheorghe para darle el hacha y el escudo de Velkan – "Hasta que nos volvamos a encontrar con Velkan, creo que estas armas les darás un mejor uso hermano" –
Después Réquiem se quedó en silencio escuchando las opiniones de todos los presentes y analizando todo lo sucedido, miró su alrededor para observar la habitación y luego meditó cada una de las palabras que habían dicho sin encontrar una respuesta coherente – “No lo sé… “ - se limitó a contestar a Anselmo Paddock. Demasiados cambios, Alexei necesitaba un pequeño respiro para digerir todo lo que había sucedido.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Gheorghe aceptó el equipo que le tendía su hermano con un asentimiento y una leve sonrisa. Aunque no sabía cuando volverían a ver al miembro del Clan Gorra Roja, estaba seguro de que no sería pronto. Pero guardaría aquello hasta poder entregárselo.
-Lo cierto es que no tenemos seguridad alguna de lo que pasará-dijo, tras escuchar la exposición del señor Paddock-aunque creo que, si no manejas piezas del puzzle que nosotros no, has hecho algunas afirmaciones apresuradas al respecto. Sea como sea, es evidente que la plata lo mataba, y que era algo más. Y que ese libro tiene parte de la culpa en todo esto.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Réquiem sonrió a Gheorghe, se alegraba de verlo vivo – “Lo hiciste muy bien hermano, lo lograste” – le puso la mano en el hombro en un gesto de confort. Luego el bardo miró a su alrededor, cansado aceptó las bolsas de monedas que le tendieron y allí que las guardó para repartirlas posteriormente con los supervivientes del grupo. Parecía que todos estaban bien, Anciano Sabio, Enterrador, Gheorghe, Nigromante y Tormento de Tinieblas.
Sin perder mucho el tiempo, el joven noble de la familia Mykephoros se precipitó para seguir a Gheorghe, debían de reunirse con Winter para lograr salir del asilo y así intentar recuperar la normalidad de sus vidas, lo malo, es la amnesia sigue sin recordar nada de su pasado. Antes de partirse hizo una pregunta – “¿Alguien recuerda su pasado? ¿Hemos recuperado nuestros recuerdos después de terminar con ese ente? “ –
Volteó la mirada antes de salir de la sala para mirar a los presentes, buscando alguna respuesta a sus preguntas ya que en referencia a lo sucedido en el asilo no podía sacar nada en claro, toda la investigación la conoce a trozos y no terminó de juntar los hilos que desvelarían los secretos de esa incógnita, los viajes hacia el otro lado y el miedo constante impidieron al dramaturgo desvelar agua clara de todo el asunto, más bien, solo tenía presente terminar con la amenaza que los atosigaban para poder seguir con vida.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
Meditabundo, Enterrador enfiló las escaleras descendentes que los llevarían a la gran sala donde el Dr. Elbourne y lo que quedaba del antiguo culto debía estar esperando. No dejaba de pensar que su presencia allí no era casual. Se sentía un peón dentro de un juego impuesto y manipulado por fuerzas mayores, como la de Herston Lowls.
- No - contestó tras concentrarse y esforzarse en recordar -. No recuerdo nada de mi pasado por ahora. De todos modos algo si recuerdo, el diario de Losandro. Ahí explicaba cómo el conde nos trajo a todos ya amnésicos. Mucho antes de que se desatara toda la pesadilla - comentó el enterrador mientras una sospecha nació en su mente. Se giró y miró de golpe a Anciano Sabio y en especial al libro, La Cadena de Noches.
- Oh, no me jodas - murmuró a pesar de que fue audible para todos -. Ese libro sirve para arrancar sueños, según aseguraba la administradora en su diario. Y yo me pregunto, ¿No servirá también para arrancar recuerdos? ¿No será que ese malnacido de Lowls tal vez pudo usarlo en nosotros? - preguntó ante la creciente sospecha de que así fuera.
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PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.
-Muchas gracias, Alexei-replicó Gheorghe con una débil sonrisa-pero solo hice lo que debía hacer. Es hora de que abandonemos este lugar de pesadilla para no volver jamás.
Sin embargo, en el transcurso, parecía que las extrañas teorías iban a seguir sucediéndose. Él no tenía amnesia alguna de la que recuperarse, pero por desgracia el resto no habían logrado recordar gran cosa de su pasado.
-Supongo que es una posibilidad que el libro tenga varios usos. Aunque averiguar cuales requeriría leerlo, algo que estoy seguro de que no es buena idea.
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AVANZADA LA TARDE.
El grupo de antiguos pacientes más el Paladín desterrado por las nieblas descienden las escaleras, llegando hasta el desvencijado campamento de los Apóstoles de Oropimente, donde los espera un muy nervioso y desesperado por la espera Doctor Wren Elbourne, quien casi derrama lágrimas de alegría al verles aparecer.
// Salen de escena: Anciano Sabio, Enterrador, Gheorghe, Nigromante, Réquiem, Tormento de Tinieblas. - Siguen en: La Pesadilla Interminable.