El tejón comenzó a gruñir al hurón en un intento de alarde de poder. Aunque sin duda lo que tenía era el pelo muy muy pringoso de todo tipo de merengue y chocolate. Se notaba que había seguido a su humana hasta la mesa de los postres.
Poco después levantó la mirada para seguir con sus brillantes ojillos cada gesto de su dueña, tratando de imitarlos en la medida de lo posible, extendiendo su patita a las dos mascotas mientras mostraba los dientes.
- Igor ¿Quieres son estas personas?
La voz del dueño de las instalaciones resuena entre las columnas, pasillos y grietas. Podía ser ignorado, pero nadie podría decir que no lo había escuchado. O puede que si pudiese decirlo, pero con toda probabilidad estaría mintiendo, algo que caballeros como este podrían tomarse como una invitación a que te arranquen las orejas. Si no las usas no las necesitas ¿cierto?
O al menos, eso es lo que haría si coleccionara orejas.
- No estoy seguro señor ¿invitados?
Responde a su espalda el hombre que colecciona orejas.
- ¿Cómo puede ser? hacía siglos que no teníamos tantos. ¿Cómo en una sola generación se han podido congregar tantos maestros asesinos?
- Escuché algo sobre la hiper-hormonación de los pollos. Un plan para destruir el mundo que salió regular.
- Demasiado vulgar. Estudiaré sobre eso esta noche. - Entonces si, se dirige finalmente a la gente - Bienvenidos sean. Espero que encuentren de su agrado las instalaciones. Si les falta cualquier cosa, no duden en comunicármelo.
Agradezco que todos hayan aceptado de buen grado la condición de reducción de poder y entrega de armas en la puerta en pro de la armonía de este lugar. Nos tomamos la seguridad de nuestros invitados muy a pecho. No querríamos que se colase entre nosotros algún....
Lobo blanco.
Su voz se ensombrece, tomando un timbre teatral que el escenario, muy diligente, se apresura a acompañar con un relámpago de fondo. Era un escenario que sabía lo que se esperaba de él.
Entonces se echa a reír. Como si la mera idea fuera absolutamente absurda.
Lástima que acabásemos con todos y cada uno de los que quedaban hace años. Hubiese sido un gran espectáculo.
Abre las manos en un ademán que abarca todo cuanto ve.
Hurra por los vencedores. Disfruten de todo cuanto este lugar puede ofrecerles y....
- Y gástense el dinero de sus botines - interrumpe el coleccionista de orejas. - No sirve de nada si no se usa.
El anciano, por su parte, parece molesto por la interrupción.
- Maldito seas Igor ¡Has hecho que me olvide de por dónde iba en el discurso!
- Pues estaba a punto de...
- No importa - Hace un gesto con un dedo, como si pulsase un botón en una consola imaginaria, y una trampilla que antes no estaba ahí se abre a los pies de Igor, quien desaparece en un parpadeo, seguido de un grito convincentemente largo.
La trampilla parpadea y se desvanece, tímida.
Entonces el anciano se queda mirando al vacío y repara nuevamente en que hay una docena de personas mirándolo. - ¿A qué están esperando? ¡Diviértanse!
Sota de bastos estaba haciéndose unos largos en la piscina de bolas cuando se dirigió a ella una especie de caricatura con gafas de sol que al parecer quería poner a prueba su locuacidad.
- Pardíez! Hablar hablaré más no me llames maniquí, pues mi condición es la de figura! Contestó airada la Sota. - Mal ojo tenéis si de muñeco a los presentes tildáis, pretencioso y poco juicioso incluso añadiría, os aconsejo que contengáis vuestra lengua pues este lugar podría ser peligroso para aquellos que no saben mantener las formas. A propósito... añadió, - Resulta interesante que un "algo" formado por unos y ceros no sepa reconocer al estandarte del "10" en la baraja española.
Sota le contesta al terrorista nº2
Ayyyyyy, mi armaaaaa!!!! Se oyó un quejido lastimoso proveniente de lo más profundo de la piscina de bolas.
Nadie la había visto entrar y nadie se había percatado hasta entonces de su presencia.
- Ehpañola! Como la barahja! Azí zoy yo!!! En ese momento una pequeña peineta comenzó a surgir de entre la marea de bolas como si de un periscopio de submarino se tratara...
- Ea! Tanto maniquís y tanta "bolica de coló" que ya me está subiendo la "caló". Lola sacó su gran abanico y comenzó a agitarlo con energía, y con mucha dignidad puso primero un pié y después otro para salir de la piscina de bolas, dirigiose entonces hacia el gran conde Vlad y tal cual como le vino le soltó.
- Hombre gorrilla! Tu eres el de las tapas ¿no?, Ea! pues ponme un rebujito y algo de pescaito frito ... que tengo ma'jambre que un gallego en la feria de abril!
-Blah, blah, blah... -susurró Rhoda, arrugando la nariz.
No había escuchado ni la mitad de lo que había dicho el viejo, pero al parecer todos se habían enganchado a la palabra: "divertirse". ¿De qué? Rhoda ya empezaba a sospechar que sus esperanzas de pasar unos días divertidos se esfumarían enseguida. ¿Gente extraña y ruidosa? No, gracias. Encima sabía por experiencia que los adultos se ponían doblemente insoportables cuando bebían. Más tontos, pero insoportables.
Le habían enseñado que delante de los demás lo correcto era sonreír, y sonreía, porque ya lo tenía ensayado, pero empezaba a serrar demasiado los dientes.
-Me gustaría comer - dijo en voz alta, intentando parecer lo más dulce y desvalida posible.
Tras la mirada de mi acompañante, me despido del hombre encapuchado inclinando la cabeza y sonriendo.
Y así vuelvo a centrarme en el resto de invitados ilustres, en cómo se mueven. Me desplazo entre ellos un poco ajena a las conversaciones que trazan, aunque cuando nuestro anfitrión hace aquel extraño espectáculo presto atención. Al terminar, incluso aplaudo un par de veces, ha sido gracioso, debo conceder.
Paso por delante de la piscina de bolas y me quedo mirándola, con cierta añoranza, en otros tiempos no hubiese dudado... pero ahora estoy cansada, por eso hemos venido aquí.
También reparo en quien se dirige hacia la biblioteca... pero no me apetece leer, así que continúo.
Pongo los ojos en blanco cuando el compañero de Ana María habla con Lianne, como si no fuese consciente de que todos, incluso aquella paliducha de Lianne, somos lobos, y peligrosos.
Son las palabras de la sota de bastos las que llaman mi atención.
Habláis de un modo bastante... peculiar. Arcaico, incluso, me atrevería a decir. Pero es divertido.
Me alejo, sin más, con la intención de no estorbar su conversación, a la cual parece querer unirse más gente. La curiosidad está siendo mi factor predominante en este instante... quiero verlo todo y curiosear.
De modo que finalmente camino hacia la sauna y observo, parece que a nadie le ha llamado la atención, pero acaban de llegar, cuando estemos más cansados seguro que hay tortas por un hueco.
Para terminar, escucho a una niña de aspecto dulce decir que está hambrienta. Me acerco y la observo, curioso, de arriba a abajo, para terminar extendiendo la mano hacia el buffet.
Creo que sabes servirte tú misma, ¿cierto?
Y le sonrío, sin dejar de mirarle a los ojos.
No uno, sino tres maniquís se acerca a la niña, ofreciendo cada uno una combinación de bocados diferente.
Tarde como siempre. La puntualidad nunca fue su punto fuerte. Un hombre de unos treinta años, moreno, con una sonrisa maliciosa dibujada en la expresión hace acto de presencia, seguramente de los últimos en llegar. Sus pasos son lentos, total, llegaría de todas maneras.
Ignorando al resto, quizás a propósito, quizás no, acorta distancia con la mesa de buffette, e irónicamente ni la fuente de chocolate ni los dulces no son su objetivo, ni siquiera hay una pizca de gula en la mirada de aquel hombre. Revisa el contenido de las bandejas, y una manzana de un arrebatador rojo se convierte en su presa. - Sí, está me gusta. - Dice de forma sibilante. La lanza un par de veces al aire, y en la segunda la lleva a la boca que muerde de forma intensa. Mastica despreocupadamente.
Entonces, al girarse se fija en la cantidad de gente del lugar. Con lentitud ingiere el pedazo de fruta. - Oh, vaya. ¿Llego tarde a las presentaciones? - Pregunta con la misma sonrisa, y ese tono entre susurro con un toque grave. No parece preocupado, había venido hasta allí para descansar de su trabajo. Que pese a que lo disfrutaba en exceso. Nunca venía nada mal tomarse un agradecido respiro. - Soy Virgil. Un placer. - Se presenta siguiendo la misma tónica. Puede ser encantador, cuando quiere.
- ¿Eso significa que quieres ser la bruja del cuento? Pensaba que te quedaba mejor ser el príncipe. O quizás un enanito - Una muchacha joven de sonrisa dulce seguía a Virgil y ahora señalaba a la manzana.
Entonces mira a su alrededor, sonrojándose ligeramente cada vez que sus ojos se cruzan con algún chico atractivo o misterioso - Guau... cuanta gente - Entonces mira otra vez al hombre que acompaña. A pesar de que cazadores como los presentes ya podrían haberse dado cuenta de que tiembla por casi cualquier cosa, con él es diferente- ¿Crees que aquí tendremos más suerte, Virgil? - Ladea la cadera y señala a sus pies - Al menos esta vez no hemos perdido los zapatos
El joven, y más mayor de los dos, se gira a su acompañante de pelo rubio. Alza ambas cejas y le da otro mordisco a la dulce fruta de un brillante rojo como la sangre. No es cuando termina de masticar que sus sonrisa se transforma a una maliciosa, acorta distancia con Blanca, su fiel compañera. Los rostros están juntos. - Sabes Blancanieves, es una pena que no estés dormida, porque te has quedado sin beso de buenos días. - Le dice en un tono bajo, casi como un susurro, un sensual susurro. Amplía su sonrisa y le da otro bocado a la manzana sin desviar sus ojos castaños de los de la chica.
El tema de conversación cambia drásticamente. A uno menos trivial, o tal vez - Ya decía yo que estaba incómodo y menos fresco que de costumbre. - Dice sin perder la burlona media sonrisa al dar un vistazo su indumentaria. Bastante normal, todo hay que decirlo. Vaqueros desgastados, zapatos marrones, y una camisa a cuadros de manga corta. Prendas humanas.
La muchachilla casi parece empequeñecerse, todo su rostro una mancha de rubor.
Apenas alcanza a morderse el labio mientras hace un burruño entre los puños con una esquina de su camisa con un gesto nervioso.
- Es tarde ya. Sus correrías de juventud tendrán que esperar - Hace un gesto con la mano y el aire se comienza a cargar de estática. - Los sellos mágicos están en su sitio, así que todos pueden dormir plácidamente.
Descansen bien. Nunca han estado tan seguros como en este lugar...