Partida Rol por web

Las hadas tejen sus caprichos, ambos lo saben bien, cuando menos te lo esperas. Esta cita es algo más que lo que aparenta, y por algún motivo el uno ya ha encontrado en el otro a alguien afín. Aquí pueden hablar con libertad, compartir sospechas y tratar de encontrar una salida a esta situación.

Yidorac se levanta del asiento que ocupaba cuando siente, más que ve, la presencia de otros dos llegar a la sala.

- Ya veo lo que sucede. ¿Lazos afines que traspasan planos de existencia? vaya estupidez. Digno de hadas - Aquí mira con desprecio mal disimulado a Naivé, antes de fijarse en los otros dos. Su mirada pasa de arriba abajo sobre el hombre de ojos peligrosos antes de pasar a la muchacha que lo acompaña. Entrecierra los párpados de forma peligrosa, haciendo que la muchacha se yerga, un poco aturdida aún. Y cuando parece que va a soltar alguna clase de maleficio...

- Estás muy delgada. Te prepararé algo.

- O. E... ¿Gracias? Su... pongo - Mira a su acompañante, interrogativa, antes de tomar una decisión.

- Malditas hadas, siempre tan caprichosas ellas. Como les gusta divertirse a mi costa.- Masculla sus primeras palabras nada más llegar de forma irónica, y una media sonrisa como acompañante en su rostro. Los ojos del joven no tarda en fijarse en las siluetas, una de ellas familiar, su fiel y dulce compañera Blanca, la misma que le metió en el lío, aunque a su favor, no de forma voluntaria.

Las otras dos nunca antes habían sido vistas por Virgil, que las observa curioso. - Vamos Blanca, no seas descortés con esta encantadora mujer que muy amablemente te ha ofrecido algo de comer. - Ese tono, ese susurro. Esa sonrisa. - Yo soy Virgil, y ella Blanca, y sí, las hadas les encanta llevarnos de un lado a otro, aunque al menos sin coste. - Hace uso de la ironía, y tiene la necesidad de soltar una pequeña carcajada.

Y, ¿con quién tenemos el placer de juntarnos? - Pregunta primero sin perder la sonrisa, y después echa un vistazo a sus alrededores para terminar sus ojos en las dos siluetas femeninas muy distintas entre sí, pero ambas con capucha.

Permanezco quieta y callada mientras observo todas las intervenciones. Sonrío cuando la yaya ofrece algo de comer, mientras susurro algo sobre su debilidad... o algo ininteligible.

Pero al final hablan de hadas... y mi rostro se rompe, pongo los ojos en blanco, y suspiro largamente.

Bueno, viajar es... sano. Antaño lo adoraba -les dedico a todos una sonrisa amable- y bueno, sigue sin disgustarme hoy en día. Soy Naivé. Ella es la Yaya Yido. No os dejéis llevar por su aspecto, es un cacho de pan.

Guiño un ojo hacia la vieja, para traer posteriormente una silla y sentarme.

Vamos a ver, este tipo de conexiones no son muy frecuentes... y si las hadas están jugando con vosotros, lo siento, son tan caprichosas... tan crueles, digan lo que digan los cuentos de los mortales sobre ellas...

Se nota en mi tono que hablo por experiencia. Miro a ambos extraños.

Blancanieves. Virgil. ¿Cierto? Yo... bueno, no me gustan los títulos, pero soy descendiente de una antigua estirpe de hadas... una sangre sucia, me llamaron hace tiempo.

Mis ojos brillan.

Nuestros sinos están entrelazados, así que debemos confiar entre nosotros. Aunque la verdad, no necesito que nuestros destinos se crucen para confiar en un alma condenada y en una... niña con el potencial del destino gravado en su ser.

Cierro los ojos y cruzo las manos delante mía.

Y no te olvides, anciana, que también por tus venas corre sangre de hadas.

La cuarta silueta interviene. Una descendiente de hadas, lo que convierte el encuentro en algo bastante particular en cierto modo. Con evidente expresión fingida de decepción Virgil habla de nuevo. - Vaya, que desilusión, lo primero que dicen de mí es que soy un alma condenada. Y yo que creía que sería lo guapo, y encantador que soy. Hay que ver. - Dice en tono teatral.

Tengo que admitir que al principio es divertido. No obstante, prefiero hacerlo menos ligero de equipaje. Pero sí, son caprichosas. Aún desconozco el porqué he sido elegido, y menos el porqué de esta reunión. Tal vez sea para tomar el té, aunque lo dudo. - No pierde su media sonrisa burlona, es más, se acentúa por cada palabra. Lo mismo se puede decir de su ironía y despreocupación.

De improviso, y en cuestión de un lapso breve, la expresión de Virgil adopta cierta seriedad, pero no demasiada. De reojo, sus ojos se fijan en la protagonista de los cuentos de hadas. Cuentos muy alejados del conocimiento popular. - Parece ser que tenemos trabajo. Las ruedas del destino no dejan de girar, nunca lo hacen. Y nuestro objetivo ha sido revelado. . - Le dice a la joven para después centrar su atención en las otras dos mujeres de capuchas.

Vuestro objetivo, vuestro destino, ¿erro al creer que es el mismo que el nuestro? Sí es así, sobra decir será necesario unir fuerzas. - Añade con otra sonrisa, pero distinta a las anteriores, más de...satisfacción, sí, sin duda.

Si errases... ¿de verdad crees que te lo diría?

Pregunto, entre divertida e irónica, ante su pregunta. Pero una mirada de mi yaya basta para que me detenga, me lleve un dedo a la boca, y dubitativa, añada.

Pues... la verdad es que quizá sí.

Asiento finalmente convencida.

Tampoco es como si tuviésemos muchas opciones, aunque existen vastos paralelismos entre nosotros: hadas, demonios, destino, inocencia y oscuridad. Los suficientes para saber que nadie es de fiar. Y eso hace que vaya a confiar en tí.

Le guiño un ojo, cuando caigo en la cuenta de algo.

Y bueno... la verdad es que no estás mal. Pero yo tampoco ¿no te lo parece? Y ni lo has comentado.

Me río abiertamente, antes de volver a centrarme.

No me fío de Vlad. No me fío de Lianne. Y estoy segura de que alguno de los niños oculta intenciones... perversas, cuanto menos.

No puede evitar reír divertido ante la primera pregunta. Sin duda, ella también disfrutaba de jugar. Guarda silencio y la mueca se amplía hasta mutar en una sonrisa. Le echa un vistazo con sus ojos peligrosos. - Si fuese así, ¿crees que te lo diría? - Añade en tono irónico referencia cuando la brujita, hace mención a su físico. Disfrutaba de esos juegos sin duda.

Y antes de que la joven Blanca le reproche su actitud carente de seriedad, se pone manos a la obra con los juicios. La necesidad de buscar un nombre, un culpable de pertenecer al repelente lado de la luz. Elemento que produce urticaria al demonio que una vez fue humano. - La niñita de las trenzas, Rhoda ha captado mi atención. Más que la otra. Hay algo en ella que no me termina de encajar. - Comenta con relativa seriedad, pero sin perder la despreocupada sonrisa.

En este caso querida, la perversidad es un punto a favor teniendo en cuenta en el bando que estamos. - Ríe divertido aunque de forma suave y breve. - Habrá que estar atentos. Aún tenemos margen. - Añade en el mismo tono. - Y espero que no se vuelva en nuestra contra. Si no, nuestro objetivo fracasará, aunque me temo que soy demasiado....encantador para pasar desapercibido.  - No parece preocuparle demasiado. La sonrisa le delata, aunque en ningún momento ha dejado de hacerlo.

La joven blanca se sienta, obediente, donde le indican los mayores. La vieja Yaya no parece muy habladora, por lo que ella se limita a escuchar por un rato, hasta que sólo murmura, en forma de protesta.
-Me llamo Blanca, no Blancanieves...

Me río.

Este chico es realmente divertido.

Supongo que te van un poco más... -me coloco detrás de blanca- Dulces. ¿Cierto?

Entonces mis manos se apoyan en los hombros de Blanca con la intención de bajar un poco las mangas de su ropa, sensualmente, para dejar al descubierto sus hombros, poner mi cabeza a su lado y mirar, jugetona, a Virgil.

¿Seguro que necesitas la habitación roja...?

Blanca entrecierra los labios por la sorpresa, paralizada por el miedo tras el gesto de la contraria. Tiembla levemente y ladea el rostro, quizás tratando de alejarse un poquito de aquella voz sensual, pero en la práctica sólo logrando exponer aún más su pálido cuello...

Cualquiera con apetito por la sangre encontraría una visión como esta, arrebatadora. Tan vulnerable, tan expuesta... tan pura. Había tantas formas de hacer sentir o romper aquel frágil cuerpo...

Parecía una palomita atrapara en las zarpas de una gata juguetona que tratase que su captora siguiese de largo al perder interés por la falta de movimiento.

En la sala empieza a sentirse frío...

Desde luego termino por perder el foco...

Me fijo donde mi compañero se ha desvanecido... pero aún lo siento cerca, muy cerca.

¿Estás... aquí?

Pregunto, quizá, sobre lo obvio.

La diversión es interrumpida de forma extraña. Bueno, tan extraña, Virgil había sido acusado y atacado por varios. Varios nombres en contra de él, incluso él mismo. En cualquier caso, la atención cambia drásticamente, jugar con Blanca pierde su interés, al menos por el momento.-  Así que sigo aquí, ni por esas me libro de las dichosas hadas y sus encantos. - Comenta de forma maliciosa sin perder esa sonrisa burlona.

No sé si me insulta más, que me hayan tomado por uno....de los lobos blancos. - El desdén se magnifica ante las últimas palabras. - O que me hayan cambiado mi objetivo. Por lo visto, no he caído muy bien. Y yo que me consideraba irresistible. - No pierde su nivel de ironía y sarcasmo. Es más, crece. Pero se dirige momentáneamente a la brujita. - Una pena querida, te tocará hacer la mayor parte. Al menos te puedo dar un nombre, el compañero del tal Aleistar, está en el mismo sitio que yo. Es posible que sea un intermediario con los caídos.

Bufa y finge fastidio.- Quizás debí ser más discreto, pero es que no puedo evitarlo. Además, no importa. - Los hombros masculinos se encogen con indiferencia y sus ojos depredadores se fijan en su fiel compañera. Tan ilusa ella. - Aunque, una lástima Blanca, te has quedado sin compañero, ya que aunque puedo regresar, sería con otro cuerpo, podría ser dentro de un centenar de años. Me pregunto, cómo estarás en nuestro próximo encuentro, cuál sería tu aspecto. ¿Te mantendrías igual? ¿Habrías sido castigada por el tiempo? Me "muero" de curiosidad. - No pierde la oportunidad de utilizar la malicia en todo su esplendor.

Acorta distancia con la joven, y sin perder la soberbia manifestada en una sonrisa, le susurra al oído. - En cualquier caso, tendrás que buscar a otro que te ayude en tu búsqueda querida niña. Tal vez alguien más...afín, quizás un joven bondadoso, ingenuo, descendiente de dioses, y el valor de un héroe, también su estupidez. Y con un nombre tan absurdo y poco estiloso como Nicholas, o Nathaniel. - Hace una pausa y acaricia el pelo rubio de la chica. - Y bien, ¿me echarás de menos? ¿Qué vas hacer ahora...sin mí? ¿Quieres...que vuelva? - No pierde la oportunidad de jugar con la chica. Cada vez más fácil, cada vez más divertido. Una chica tan joven, delicada, inocente, dulce y enamoradiza. Y tan frágil como una figura de porcelana, también igual de bella. Virgil, sigue acariciando la joven mientras tiene sus labios tan cerca a sus oídos.

- Por favor, Virgil... sabes que ese héroe ya se habrá olvidado de mi - con la manga de la camisa trata de secarse las lágrimas. - Y nunca fui nadie para él. - Es evidente que hay una herida, pero está tan cubierta por capas de resignación que sorprende en alguien de aspecto tan joven.

Junta las manos, encerrándolas entre sus rodillas y agacha la cabeza, ladeándose ligeramente para apoyarse en Virgil, sin embargo, en lugar de suplicar lo que hace es remarcar una afirmación - Me lo prometiste.

Yidorac, por su parte, no intercede en absoluto en el intercambio.

De hecho, casi parece que encuentre en la escena algo gracioso. Finalmente, habla en dirección al varón.

-Alguien que no conozca las argucias de los grandes lores podría podría preguntarse quién está jugando con quien.

- De... de todas formas - se atreve ella, sintiendo a las dos poderosas figuras tan cerca.

- Me doy cuenta de algo - Se recompone un poquito, colocando nuevamente su jersey sobre los hombros. Entonces toma las manos de Naivé, tan delicadas como la porcelana, y las coloca sobre los hombros de Virgil. Unos hombros torneados, perfectos... Y con el mismo gesto, enreda sus dedos con los de Virgil y sube su mano hasta los cabellos de Naivé, junto al brillo de sus ojos de zafiro.

- No necesitan usarme a mí de escusa para sus caricias indirectas - Termina ella con un tono que suena casi a reproche. Entonces los mira intensamente, de esa manera que sólo una adepta en leer el destino podría hacerlo.

- Naivé ¿Cuanto tiempo hace que no estás cerca de alguien a tu altura, alguien capaz de entender y compartir tu gusto por el jugueteo? - Mira ahora al demonio - Virgil... por mucho que aproveches y yo te consienta que te desquites conmigo, los dos sabemos que no puedo satisfacer tus apetitos.

Se levanta y se aleja un paso, esbozando una sonrisa - Cualquiera diría que las hadas sabían lo que hacían al traernos a este lugar...

La sombra de la anciana , sin poder contenerse más, estalla en una carcajada cargada de malicia - Vaya con la mosquita muerta.

Ven hasta aquí, que la comida ya está preparada. _{Eso dejará tiempo a la pareja...}

Escucho la despedida melodramática de mi compañero. Escucho el desamor de su compañera... y su posterior reacción.

Pone mis manos en sus hombros... y sonrío.

Suave, como si fuese una brisa, me desplazo hasta la espalda de Virgil, con mis manos descendiendo desde los hombros hasta los bíceps y permitiéndole sentir mi aliento en su cuello, uso la lengua para humedecer, hambrienta, mi labio inferior.

¿Seguro que no eres tú la que quiere un trozo de tarta de chocolate...?

Le pregunto, picajosa, a Blanca, mientras río un poco entre dientes.

El lazo de los Hermanos del alma se ha roto