Partida Rol por web

       Claro~claro sin problemas, aunque si mas gente se suma... mas probabilidades hay que te toque un virote o el puro Bwajajaja - comentaba entre ligeras carcajadas, aunque con un tono decidido - Y descuida, soy hombre de palabras y de códigos, tal que solo la muerte impedirá que yo cumpla con mis promesas.

El doctor Argus levanta la ceja, sorprendido ante la conducta de uno de los presentes. - ¿Soy yo o me da la impresión de que el señor Rollingheart tiene algo en contra mía?, ¿es que acaso yo le he hecho algo le molestara? - El buen doctor se coloca de pie frente al hombre con un mostacho tupido y expresa - He de decirle, que usted acaba de poner una diana en esa cabezota que tiene, y como a diferencia de usted, a mi me gusta decir las cosas de frente, a mi honestamente su actitud no me parece muy racional y por lo tanto sospecho que usted es uno de los traidores a la causa del buen señor Ryan...- al parecer la conducta del señor Rollingheart ha llenado de ira los ojos del doctor. Este, quien hasta ahora se había mostrado pasivo y sin una pizca de locura en su rostro, ahora este se mostraba decorado con una mascara de ira que todos podían observar.

El doctor extrae un arma de algún lado, se trata de una pistola lanza-clavos - ¿Unas últimas palabras? - pero el doctor Konrad no le da tiempo de responder, y hace una serie de disparos hacia el señor Rollingheart, con la única intensión de terminar con su vida.

Phil Isidore no se extraña nada al ver el primer indicio de violencia.
Saca su pistola del bolsillo.
-Guarde eso inmediatamente o será lo último que haga.
Queda firme apuntando a Argus
-Cree usted que los demás quedaremos impasible a que usted mate a uno de nosotros sin más?
Dice sin bajar el arma.
-Acabe con la vida de este hombre y la siguiente será la suya. Seré yo quien dispare o cualquier otro. Bajé ese arma inmediatamente.

No quedaba casi nada en mi maleta. Absolutos energúmenos oportunistas. Apreté furiosa mis mandíbulas. Lo sabía, no se tardaron ni unos minutos y unos ya estaban usando y comprando plásmidos, diciendo a los demás qué tenían que hacer, y hablando como si entendieran lo más mínimo a Ryan. Pero qué sabréis vosotros de Ryan y sus protocolos de seguridad! Llevo años intentando convencerle de que mejore su forma de trabajar. Sólo hay que ver el penoso resultado de los hombres de Sullivan frente a nosotros. Dos congelados y hechos pedazos! Si yo fuera Ryan os habría dejado aquí a todos para pudriros. Aquella era la opción más eficiente ante posibles traidores, y era el modo de trabajar de Ryan. Pero si no nos había mandado por los aires era porque esperaba algo de nosotros. ¿Sería esta una oportunidad para mostrar mis capacidades y las de mi empresa?

Los que querían esperar o dejar que la gente entregase las armas no decían más que cosas sin sentido, pues nadie hablaba de los plásmidos recién comprados. Yo no iba a dar mi arma a nadie. A merced de un montón de desconocidos no pienso quedarme. Que nadie se atreva a tocarme. Os advierto que Yo soy de las que hace preguntas Después de disp- . los tiros aparentes del Dr. Argus con esa pistola de clavos no me dejaron terminar la frase. Me esperaba estupidez y actos impulsivos, pero no tan pronto. No creí que nadie fuese a morir por una absurda pistola de clavos, y parecía que el Sr Phil se había asustado. *Estoy rodeada de idiotas!

La dialéctica de Argus Konrad se tradujo finalmente en que el hombre sacó su arma predilecta, una gran pistola lanza-clavos que, sin lugar a dudas, decidió gastar todo el cargador en tratar de dar a Spencer Rollingheart, teniendo en cuenta la cadencia de disparo y la gran dispersión de los clavos disparados, fue un auténtico milagro que nadie resultara herido...

Nadie más a parte de Spencer Rollingheart, claro está. Este hombre se llevó por todo su cuerpo el rastro de algunos cuantos clavos, y probablemente habría sido de mayor relevancia si no fuera por el hecho de que este parecía tener la piel robliza y dura como el trasero de un Big Daddie, ahora mismo este estaría mucho peor.

   No era un hombre de hierro ni nada del otro mundo, por lo que aquellas saetas se me clavaron en mi cuerpo como cuchillo sobre mantequilla en temperatura ambiente.

        Cofff... aghhhh... coghhh.. - me quejaba, pero eso era bueno... aun tenia energía para hacerlo - ¿ Q-quieres e-enserio mis ultimas palabras... doctor...? - mirando desafiante - d-disparas como borracho... sin gracia... sin p-puntería... cofff - para mirar el estropicio alrededor de mi figura - s-solo espero que para manejar un vis....turín sea algo mas preciso... Doc...  - terminando de aduras penas ponerme de pie mientras tocaba la zona en donde mas se hubiera acumulado los perdigones - P-pero, mi...mi código s-sigue en pie, cada voto al "buen señor..." - señalando mi arma -  otra persona mas para la subasta...

Mire estupefacta a toda la escena, estaba a punto de decir  que estaba de acuerdo en no usar las armas, el doctor arremetió contra el señor Rollingheart, ¿con que sentido? 

Avance para colocarme delante de él, no había dicho nada pero esto estaba lleno demasiado lejos.

¡Alto! ¿Pero se ha vuelto usted loco? por qué lo ataco? ¿Por defendernos a los más callados? No creo que sea justo hacer algo así, no hizo nada malo. Se había dicho de no utilizar las armas y lo primero que hace es descargar el cargador con un muy posible ciudadano inocente, que solo trato de protegernos a los más silenciosos. ¿Que excusa tiene para este comportamiento doctor?

​​​​​​Mire al señor que estaba herido.

Señor, eso parece grave, ¿Alguien tiene un botiquín o conocimientos médicos para ayudarle?

- Ni idea, Mr Flipp, pero será mejor retiramos - dando un par de pasos atrás, y luego cinco más, Nina se alejó del lugar con su amigo imaginario - no, no creo que quieran robar tu suministro de zanahorias...

La joven novelista de cuento infantiles hizo rodar los ojos y volvió a lo que estaba haciendo: tomar apuntes en una pequeña libreta. Lo que estaba pasando era oro puro que podría usar en sus novelas más adelante. Cuando terminó, se acerco a la que creía que era la más cuerda de todo aquél grupo de ricachones, locos y prepotentes personajes.

- Qué bonito muñeco tienes - dijo acariciando la cabeza a la pequeña Olivia - no te preocupes, seguro que los malos serán atrapados pronto - intentó tranquilizarla, aunque por el desarrollo de los acontecimientos no parecía que fuera a ser tan fácil.

La joven de rostro angelical y bella figura no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Entendía que hubiese cierta tensión ante las palabras emitidas por el señor Sullivan, pero ni de lejos imaginaba que todo se volviese tan caótico y peligroso en un abrir y cerrar de ojos.

Sin previo aviso, las amenazas y acusaciones empezaron a aflorar en el Centro de Bienvenida donde se encontraban, pero el que primero tomó las armas y cambió el status quo del lugar fue el doctor Konrad, quién abrió fuego con un arma demoledora y de cadencia altamente destructiva, en contra del forajido Rollingheart.

- ¡Válgame Dios! ¿Os habéis vuelto todos locos? ¡Qué alguien detenga esta atrocidad! - levantó la voz sin dirigirse a nadie en concreto y a todos a su vez, retrocediendo un par de pasos para ponerse a cubierto y evitar algún clavo perdido. 

La sangre roja no tardó en humedecer la camisa y gabardina del señor Spencer, por lo que Lenore temió que las heridas fuesen de gravedad. ¿Cómo se encontraba el hombre? ¿Tomaría algún tipo de represalia?

Solté un grito ante los disparos, y me escondí tras la persona que tenía inmediatamente al lado. Era Nicholas Castle. ¿Se han vuelto locos? ¿De verdad van a matarse entre ellos? ¡Si apenas se han dirigido la palabra! ¡Ni los borrachos se portan así! ¿O acaso es lo que quiere Sullivan? Yo ya no entiendo a Rapture. Obviamente hablaba en voz alta y todo el mundo me oía, no sólo Nicholas. Ojalá que esto pase pronto.

¿Hay algún médico en la sala? ¿Aparte del doctor justiciero? Miré a todo el mundo. Creía que no, pero por si acaso, yo pregunté.

Miro la escena detalladamente, como augurando lo que estaba a punto de pasar, desde mi posición todo era tan evidente que casi caía en la tentación de predecirles a los demás de los resultados de sus absurdas premisas y banales ataques. 

Me acerco tranquilamente a la ventana de la habitación para observar la maravillosa ciudad submarina, los mayores genios del mundo habían diseñado aquel fastuoso paraíso para nosotros, unos privilegiados, los elegidos.

Aquel mundo acuático de allá fuera era impresionante, salvaje pero a su vez con cierta embriagadora armonía.

La voz de Sullivan se volvió a escuchar desde la radio que tenían de la Batisfera; este parecía estar resoplando y transpiraba demasiado a la hora de hablar; era más que evidente que a este hombre algo le había pasado, o se estaba convirtiendo en un zombie y era el primer brote -algo que no era de extrañar por la cara que tenía- o le habían dado en el combate que tuvo.

-Estamos tratando de desbloquear el acceso... -Comentó con cierto dolor en el tono de voz que ponía- Aunque de momento no... no está funcionando... Podéis pasar vosotros por el Túnel y tomar el desvío de la izquierda... allí... allí está el Gran Carnaval... descansad ahí... hasta que... hasta que podamos volver a encontrarnos... Corto y Cierro...

Viendo que al parecer había que escoger a alguien, aquella mayoría de ciudadanos de Rapture decidieron tomar cartas en el asunto; por lo que este grupo conformado por Anthony Abbot, Lenore Overheart, Jordan Spencer, Giuseppe Mallone, Madamme Maum y Burt Reginald Mallory; saltaron a desarmar y a maniatar a la joven y silenciosa Colette Lenox.

Varios fueron los que decidieron tomar represalias frente a Colette Lennox en vista de que había que tomar una decisión. Cada cual había manifestado su punto de vista, y donde algunos habían tomado las armas y enfrentarse directamente, otros decidieron expresar sus valoraciones mediante el diálogo y el consenso. Una pequeña mayoría, donde se incluyó la joven Lenore Overheart consideraron sospechosa la actitud silenciosa y evasiva de la jovencita, razón por la cual terminaron atándola y registrando sus pertenencias.

La joven de alta alcurnia fue la primera en percatarse de la presencia de un botiquín de primeros auxilios, y con la tranquilidad que solía acompañarle, decidió tomarlo para sí misma o para emplearlo más adelante con alguno de los presentes que le mereciese su confianza.

- He encontrado un botiquín entre sus pertenencias. Lo tomaré. - expresó tomando la iniciativa, sin ningún remordimiento de conciencia - La pistola puede tomarla cualquiera de ustedes, si lo considera conveniente.

Mientras veo como los demás empiezan a repartirse las pertenencias de la difunta, yo permanezco tranquilo en mi pequeño refugio al tiempo que me dispongo a dormir.

Qué prisa se metían esos cuervos para seguir robando propiedades ajenas. No es que fuera importante, eran de la tonta muda que habíamos decidido dejar atada. Alcé mi ceja sin saber si meterme o no meterme. Disculpa pequeña, pero antes de quedarte con lo que te dé la gana consulta con los adultos. 

Si nadie más iba a querer quedarse con ese botiquín, yo no iba a renunciar a él tan fácilmente. Un botiquín podía ser útil, quien sabía.

Burt había observado cómo enseguida alguien se hizo con el botiquín de la silenciosa maniatada. También había observado el tiroteo desde la distancia y sin apenas tiempo para reaccionar.

- Ahora que hay gente herida, me pregunto qué va a hacer usted con ese botiquín.

Su rostro se contorsionó en una pequeña mueca de descontento al observar a la indefensa Colette, aunque su semblante habitual no demoró en volver. Se agachó para tomar el revólver, alzarse y hacerlo girar sobre su índice con gracia y celeridad, como si de un cowboy se tratase.

—Tenemos a un hombre herido... lo civilizado sería echarle una mano para que no se desangrara —afirmó con la mirada perdida, pensativo, en referencia al botiquín—. Hmm, buena arma esta, supieron repartir el peso con eficiencia.

Acabó dándole la vuelta a la susodicha, tomándola del cañón y ofreciendo la empuñadura a cualquiera de los presentes.

—Les ruego que no sean tímidos, lo mío es la ropa, no los implementos de destrucción —indicó con una plácida sonrisa.

El que tomaría el revolver no sería otro que Anthony Abbot, aquel hombre había sido rápido y preciso, dejando que aquellos demás se centraran en la pertenencia del botiquín, la cual, al parecer no llegaron a ningún acuerdo y terminaron por tirar de este, cada una por su lado. Aquella batalla de tirones entre Madamme Maum y Lenore Overheart... terminó con la victoria de la mujer, probablemente por su musculatura más desarrollada que el de la joven.

• Pistola (6 Balas) ---> Anthony Abbot
• Botiquín -------------> Madamme Maum
• 09$ ------------------> Anthony Abbot
• 09$ ------------------> Lenore Overheart
• 09$ ------------------> Jordan Spencer
• 09$ ------------------> Giuseppe Mallone
• 09$ ------------------> Burt Reginald Mallory
• 10$ ------------------> Madamme Maum