El sol apenas comenzaba a asomar por el horizonte cuando la campana de la plaza central resonó con un eco que heló la sangre de todos en la isla. Los supervivientes salieron de sus cabañas con el corazón en un puño, sabiendo que el amanecer traería malas noticias. Reunidos en el claro, encontraron el cuerpo de un aldeano tirado en el suelo, pálido y frío como la muerte.
20. Charlotte Annie yacía con el cuello destrozado, pero algo era diferente. Los más cercanos a la escena notaron la brutalidad del ataque: tres mordidas, como si más de un depredador se hubiera ensañado con el cuerpo de la pequeña. Las heridas eran profundas y dispersas, mostrando una rabia inhumana.
El silencio se hacía denso alrededor de donde yacía el cuerpo de la pequeña Charlotte. Era extraño, casi surrealista. Ninguno de los nakamas se había acercado a examinarla, como si una fuerza invisible los hubiera apartado de la escena. Parecía que todos se habían desvanecido en la neblina, o tal vez, se habían ido de la isla sin dejar rastro. El ambiente se tornaba cada vez más inquietante, y una sensación de abandono se extendía por el lugar.
El sol, que en principio prometía un día despejado y cálido, quedó oculto tras densas nubes que parecían surgir de la nada. El cielo se cubrió con un manto gris oscuro dejando apenas unos tenues rayos que se filtraban débilmente a través de las nubes. Lo que iba a ser un día de votación y decisiones importantes se convertía en una jornada lúgubre, donde el tiempo, como si estuviera en duelo, apenas dejaba entrever luz alguna.
La lluvia comenzó a caer con fuerza, un diluvio que ahogaba cualquier sonido y sumía la isla en una oscuridad aún más profunda. Bajo la tormenta, los piratas lobos dejaron ver sus auténticas formas; sus sombras se proyectaban como bestias imponentes, de colmillos y garras expuestas bajo los relámpagos que surcaban el cielo. La resistencia de la isla había llegado a su fin.
Aldric, quien intentaba llegar a la seguridad de su cabaña, fue interceptado en un instante por Violet. En un movimiento rápido y brutal, le arrebató la vida sin que él siquiera pudiera gritar, su silueta cayendo en el barro sin que nadie más en la isla lo notara.
Y así, con la última chispa de esperanza extinguida en medio del temporal, la Banda de los Colmillos Maelstrom se alzó victoriosa, reclamando la isla como suya.