Partida Rol por web

Parecía que había pasado una eternidad en la oscuridad desde que perdió la consciencia, pero a juzgar por lo poco que podía ver desde su postura, apenas habían pasado unos instantes. La batalla había terminado, y parecía que Nana se alzaba victoriosa sobre los atacantes Leon.

Intentó moverse, pero el dolor le atenazó el cuerpo y solo pudo emitir un quejido ahogado. Parecía que, después de todo, aún tendría que quedarse allí unos días más.

El yari sirvió de apoyo tras soltar todo el aire de los pulmones, el dolor volvió como el mejor tiro con arco, los ojos de Hiroto se cerraron con fuerza, todo había terminado, era el segundo combate de su vida y eso le tenía con la adrenalina a mil pero esta como apareció se escabullía en cada bocanada de aire. Camino hacia Daidoji – Estas bi…- Pregunta estúpida – Arriba Daidoji-san – Se agacho para levantarle – atenderán tus heridas pronto, aún tenemos un viaje que realizar -

- Creo... creo que no puedo ni moverme, Hiroto-san -respondió el Grulla con un hilo de voz

Pasos firmes se escuchan en la entrada mientras Suzue. Entonces, una sombra oscura e inmensa.

Lanei-sama

-Ha terminado. +anuncia con una voz grave que se impone sobre los que todavía no han bajado, llenándolos como el tañido de una campana+ Hemos ganado.

El silencio de incredulidad dura varios segundos, los suficientes para percatarse que todo ruido afuera han cesado. Y entonces, un pequeño llanto de alivio lo rompe, reflejando en sus agudos gemidos los sentimientos de todos

En verdad, la sangre acumulándose en el Grulla, y especialmente en el piso debajo de el, es mucha… La muerte ha andado muy cerca. Kuni, a pesar que el mismo también está lesionado, ayuda a incorporarlo. Con un gesto indica su cuarto.

-Sera mejor descansarlo cuanto antes e ir a por Lanei-sama.

Un samurái hace el mismo servicio a Setsuko, llevándola al cuarto de Bayushi Togo. Los otros dos restantes, se ocupan de los prisioneros. Hay todavía unos 7 u 8 rufianes, muy heridos para escapar o moribundos, por no olvidarse del Akodo. Este se desploma junto al carro, bajo la mirada de Suzume Nana. La generala luce demacrada tras el duelo, como si su fuerza la hubiese dado toda en el golpe letal y sin duda, la herida le duele, pero se mantiene en pie.

Ha sido una victoria más que ajustada. Los muchos cuerpos en el patio son evidencia del sacrificio. Pero han vencido.

Y timidos rayos de sol, entre las nubes, anuncian que la mañana ira mejorando.

No siguió con su oración, con los ojos llorosos levanta la cara y al escuchar al hombre asiente, pálida y asustada, levantándose rápidamente, casi cayendo en la carrera, pero salió detrás de su amo, debía comprobar que estuviera bien. Ya no se escuchaban gritos, ni golpes de espadas, pero nada decía que el hombre estuviera bien, ¿y si había caído? ¿Qué sería de ella? Ya no quería estar mas sola, de ahí que se aferrara así a quien creía lo único que tenía en su vida.

Hemos vencido? La pregunta rondo por la mente de Hiroto y casi obvio las palabras de Daidoji estando en un estado catatónico al ver lo que el patio de la casa Gorrion se había convertido. Su visión precaria o astuta quedo paralizada por unos instantes recordando que la muerte nos persigue a todo por igual, aunque nos da toda una vida de ventaja siempre sabe que ganara en algún momento.

-Iré a buscar ayuda así darán cuidado a las heridas Daidoji-sama, aferrate fuerte, no vaya a ser que al volver estes saludando a las fortunas a la cara – Hiroto se apresuró n ir por los curanderos. Quizas esa era la forma del Escorpion de dar las gracias.

Junichiro se permitió sonreir ligeramente ante el comentario de Hiroto, con cierta ironía; sabía que las Fortunas nunca le habían favorecido, y que durante toda su vida se había tenido que valer él solo para salir adelante. Lo cual, teniendo en cuenta de que había estado a punto de morir en dos ocasiones desde que empezó aquel torneo, lo dejaba en buen lugar.
 

Suzue ingresa al patio para encontrar una carnicería como nunca viera. Los horribles momentos en Jukami Mura solo son una mera escaramuza comparado a esto. Los cuerpos se cuentan por docenas, y pocos si es que alguno de los que permanecen en pie, están ilesos.

En un costado puedes ver más movimiento, por un lado donde son reunidos los prisioneros, y muy cerca otro donde se reúnen los ropajes de los samurái. El azul de Daidoji se encuentra tendido en el suelo, entre las demás figuras de negro, blanco y marrón… Entre dos, lo están metiendo a una de las habitaciones.

Daidoji es ingresado a su cuarto por el Kuni y uno de los Suzume, mientras Hiroto va por asistencia. Enseguida nota a la joven Suzue en la entrada del patio, observando la batalla con expresión azorada y nerviosa…

No se ve a Setsuko. Pero otros comienzan a asomar del cuerpo central del castillo, entre ellos el imponente Lanei, quien se acerca a la generala Suzume con paso serio.

A pesar de lo dantesca de la escena y como ese olor a sangre despertaba sus más profundos miedos, la chica reaccionó al ver a su amo, lastimado, su corazón se detuvo y corrió hacia aquel hombre, al que venia como su único hogar. Corrió y logró colarse, había un esfuerzo más allá de lo humano casi para reaccionar. Su corazón latía y no se detendría hasta ver al samurai. Ya a su lado comienza a atenderlo, incluso rasgando las mangas de su kimono para curar de él.

- mi...mi... Señor... No me deje... - sollozaba la niña, mientras seguía curando sus heridas.

- No será hoy mi último día... -musitó Junichiro a duras penas. Se sentía confortado y aliviado por la preocupación que la joven heimin demostraba por él, aunque no pudiera mostrarlo abiertamente. 

Hiroto salió en busca de ayuda, deambulo por los pasillos de la gran casa, sentía la adrenalina mermar pero su espíritu se había alzado en aquella escaramuza. Cosas que relatar, y quizás un merecido descanso a sus preocupaciones. Tras pedir ayuda volvió hacia el lugar donde se encontraban los demás, ingreso al cuarto donde se encontraba Daidoji – Aun sigues aquí?- Pregunto serio pero más que nada por el motivo de a promesa. = La ayuda esta en camino-

Con dedicación, Suzue comienza a dar tratamiento a Daidoji-san, mientras afuera las cosas se van reorganizando poco a poco. Los sirvientes que se recomponen retoman sus labores, o bajan al pueblo por ayuda. Lanei-sama viene al cabo de un tiempo a dar un vistazo, pero aprueba los vendajes y se va… tiene muchos otros que atender. Junichiro está en buenas manos por lo visto y eso basta.

Los sensei no vienen. Ellos, junto a los Suzume, llevan a los prisioneros al dojo para ser interrogados y darle forma a los eventos de la aciaga jornada… Es un final triste de los eventos de este Torneo, pero en esa amargura hay ciertamente cosas que paladear. La vida que todavía conservan por ejemplo… Más de lo que puede decirse de otros, cuyas almas hoy van camino a los cielos... Y esa victoria sobre las Fortunas tiene su peso.