Partida Rol por web

El grupo de infantes sobrevivientes de los escuadrones Eco y Gattling llegaron a la zona de batalla B en pocos minutos. Algunos habían soñado con ir directamente a la Sirius Beta y de allí directo a casa, pero no fue así, al menos de momento el viaje sería mas complicado.

La zona B era una verdadera masacre, sin tirar miedo a exagerar cualquiera diría que allí había al menos unos dos mil infantes muertos, la mayoría de ellos irreconocibles. No obstante el nivel de destrucción entre infantería, vehículos y un número inimaginable de bichos, había un gran jubilo producto de la confirmada victoria. Los soldados se abrazaban los unos a los otros, gritaban al cielo mientras disparaban sus moritas. Otros derrumbados en el suelo o sobre algún oficial, lloraban desconsoladamente, y había quienes incluso en un silencio absoluto buscaban entre los cuerpos a algún amigo cercano desaparecido.

Los infantes fueron conducidos en medio de esa masacre hasta una zona de mando donde parecía haber mas cordura, aunque aun se escuchaban muchos gritos de órdenes, seguramente aun había mucho trabajo que hacer. Allí un oficial les indicó que serían llevados hasta la zona A en un Gecko Armored, al parecer la flota estaba demasiado ocupada en aquellos momentos. De Rivas no sabían nada y nadie supo darles informes, lo único que sabían era que montado en la otra lanzadera, estaba siendo atendido por médicos de campo.

Minutos después, el grupo estaba de nuevo en camino, ahora hacia la zona A y mas cerca de un merecido descanso. A su alrededor, a través de las ventanillas del Gecko se podía observar la inmensidad blanca de aquel planeta helado mientras que salpicando aquella belleza había muestras clara de diversas batallas y del continuo avance de la infantería hasta la zona B. De hecho ellos mismos había luchado en algún lugar de allí la noche anterior.

BLAM, BLAM.....botaba el vehículo, conforme pasaba por encima de algún cadáver especialmente duro o grande de alguno de esos xenomorfos. Eran baches construidos con la sangre de cientos de soldados....demasiado caros.

"Más bichos...." pensó Ethan, con la mirada perdida y moviendo la cabeza al compás del último bache, especialmente grande éste.

La vista a través de los "nidos de tirador", uno de los nombres con los que se conocían, extraoficialmente, a las ventanas preparadas a los costados del Gecko para disparar, era simplemente espeluznante. El recién ascendido Cabo no tenía gana alguna de asomarse y ver la carnicería, pues con sólo el primer vistazo ya se le había removido el estómago. Ahora mantenía la mirada baja y desenfocada, mirando a ninguna parte perdido en sus pensamientos.

Recordaba los últimos momentos en la colina, justo antes de salir corriendo, otra vez, con el rabo entre las piernas por la avalancha de bichos que se les echaba encima, de nuevo, gracias a las órdenes, sin sentido (según él), que algún "culo gordo" había dictado sentado desde detrás de algún escritorio. Para los altos mandos no eran más que números y "bajas aceptables".

"Nunca seré uno de ellos..." se dijo a sí mismo. No tenía estómago suficiente como para enviar a cientos, miles de hombres a la muerte. O eso creía él en ése momento. Por un segundo fugaz le pasó por la mente, como un relámpago de claridad infinita, una frase que había escuchado a su padre alguna vez...."La madurez te llegará....y aprenderás que no debes decir "De ése agua no beberé...." pues los años te enseñan que aprendes a aceptar cosas que antes creías imposibles."

Una ligera sonrisa vino a sus labios mientras recordaba a su padre, pero suspiró y levantó la cabeza, para mirar al resto de sus compañeros. La mayoría tenían una cara parecida a la de él, cansados por el combate, pero no sólo físicamente, si no también, mentalmente. Aquello pasaba factura, una muy profunda.

"Ro....Roo...Rodriguez.....debemos un brindis a nu...nuuu...nuestros caídos..." le dijo al susodicho, más por romper el lóbrego silencio que se había instalado en el interior del vehículo, y mantener las mentes ocupadas en algo. Él mismo se dió cuenta que dejar vagar la mente en momentos como ése, era malo.
 

La calma, esa parsimonia cercana al final de algo grande, traia consigo todo el bagaje de la consciencia humana. La ira, la alegría, la tristeza, el amor, el desamparo...
Todo de alguna forma era una expresión de los residuos de la guerra: ninguno de los que estuvo en el candor de la batalla podrá librarse jamás de ella; bien quedándose en aquellos páramos helados para siempre o bien llevándose esa noche de desesperación consigo.
Luego, otros llegaron para comenzar el trabajo de limpieza, teniendo un concepto amplio del término.
- Leerán nuestras miserias en la nieve y la roca... - musitó la mente de Frost mientras sus sentidos se activaban ante la gran actividad en Galdonia VI. Sus ojos se apretaron al recibir la luminosidad blanca reflejada por la fría superficie. Era como un rayo, un haz de blancura que atravesaba todo lo que llevaba, que calaba hondo, no podía soportarlo.
Giró la cara junto con su casco blindado, junto a él, a su derecha, el cuerpo de Mía descansaba también. Apretó su guante con ambas manos.

- Para esto he entrenado desde que tengo memoria - se hundió nuevamente en sí mismo, exhaló - no es como lo había imaginado, ni como me lo habían contado... - apretó los labios, que se le pusieron blancos.
- ...no sé hacer nada más - se confesó a sí mismo, coincidiendo con un dolor en el pecho. La verdad era que sostener esos valores que tan fuertemente llevaba inculcados costaba cada vez más. Dolía ver la miseria humana y querer gritar victoria, sentir dolor y pérdida a pesar de la gloria conseguida.

Ya todo había terminado, por ahora, deseaba caer en una suave y oscura inconsciencia. En ese momento envidió la suerte de Rivas.

Cansado, esa era la palabra y definición que describía a Stukov en aquel momento. Al poco de subirse al Gecko, el silencio que imperaba le hizo colocar el cañón del arma hacia el suelo, y apoyay la frente en la culata de la morita. El traqueteo del Gecko así como el dolor y el cansancio le invitaron a cerrar los ojos. Descansar el cuerpo, la mente. Tomarse unos segundos para repasar que había pasado.

Como había pasado.

Volver a lo alto de aquella colina, para mirar hacia abajo y buscar a sus compañeros para ver como una bola de plasma hacia desaparecer a Gallagher. Ni cadaver, ni identificación, ni nada. Solo fuego y humo. La vida de un compañero y camarada que había desaparecido con el brillante destello de una explosión de plasma. Cerrar con más fuerza los ojos, buscando algo de oscuridad en contraposición solo le hizo verse dentro del Gecko Command, arrastrando a uno de sus superiores solo para que pudiera morir bajo las estrellas.

Apretó los dedos sobre la morita, y aquella presión de sus músculos le recordó las horribles heridas por quemaduras que el Matasanos Tarcus había conseguido apañar para que acabara la misión. Por desgracia, aquella punzada indicaba que los analgésicos habían pasado a mejor vida y ahora tocaba pagar los recibos atrasados.  Estuvo a punto de añadir a algo en agradecimiento a Tarcus por sus remiendos en la batalla, cuando escuchó el suave murmullo, el movimiento cercano de la gente para mirar por las ventanas.

La naturaleza curiosa dl ser humano, mezclado con la necesidad de pensar algo que no fuera lo vivido la noche pasada le obligó a abandonar aquella posición para mirar por una de las escotillas. Aunque quizás hubiera sido mejor no hacerlo. Era como un mar de muerte, de una forma más literal de lo que le gustaría reconocer. Era dificil discernir donde acababan los trozos de un soldado, y comenzaban los del siguiente. Y, si Stukov no fuera lo suficientemente pálido de serie, más pálido quedó al contemplar como había quedado la zona B.

Se giró hacia el interior, prefiriendo obviar la zona de combate, decidiendo que aquella visión no formaría parte de sus recuerdos. No, si podía evitarlo. En cambio, miró a Frost, justo delante de él. Seguía con ambas manos apoyadas en la culata del arma, que ahora usaba como apoyo. - Sargento... - Comenzó a decir, mientras se quitaba el casco, dejandolo entre los pies. Ahora si, podía verse que dentro del casco y asegurados de una forma un tanto improvisada, había algunos cigarrillos doblados y en bastante mal estado. Cogió dos, ofreciendole uno a Frost. - ...creo que hablo en nombre de todos los chicos cuando le digo que... - Acabó por decirle, esperando que cogiera el cigarro para ofrecerle fuego. - ...gracias por sacarnos de esta. - 

Él mismo encendió su cigarro, dándole una larga calada, sintiendo el quemazón en la parte baja del pulmón al estar abiertos por el esfuerzo realizado solo hace unos minutos en aquella dichosa colina. Pero ahora aquel quemazón solo era la recompensa por lo que hhabían hecho. Una recompensa que sabía a gloria, mezclada con el sabor metálico de la sangre de todos los caidos.

Si aquello era una victoria podían metérsela por el culo. Después de todas las balas disparadas, las heridas provocadas, los gritos al cielo, los rezos entre dientes, las mentiras, el odio, sólo quedaban los muertos, los muertos... los muertos, aquello no valía nada. ¿O sí? para Miller tras cada batalla siempre quedaba la misma pregunta: ¿para qué? ¿qué cojones valía aquella inmensa roca de hielo? ¿cómo podía ayudar a la Federación y a la humanidad expulsar a los bichos de ese yermo planeta?

Nunca lo sabrían, su trabajo era el de ir y morir donde les dijesen. Vivir lo suficiente para completar una mison y esperar un nuevo destino cual ruleta rusa era su modo de vida, pero sabiendo que te tocará la china antes o después. Hoy Odonell, Macreidi, Hutchinson, Garth o Baron, mañana cualquiera de los que suspiraban aliviados en el gecko por volver a casa.

Miller sintió como le faltaba el aliento y tuvo que quitarse el casco, respirando el aire frío con ansiedad y luchando para no gritar en medio del transporte. Se contuvo, se obligó a tranquilizarse y a repetir para si mismo que ya lo habían conseguido, que ya no había nada más por lo que preocuparse, tan sólo esperar a que los llevasen hasta la Sirius y darse una ducha caliente.

Cuestionarse era algo peligroso para un soldado, te hacía dudar y el que duda muere. Empiezas así y terminas volándote la tapa de los sesos en el retrete con tu arma reglamentaria, pero así de puta es la guerra, o te mata o te vuelve loco.

El zapador quitó el tapon de su cantimplora y bebió un largo trago, no se había dado cuenta de la sed que arrastraba y de lo cansado que estaba. La adrenalina se había ido y sentía como le dolía hasta el último de los huesos, estaba molido y derrotado mentalmente. No le quedaban ganas ni para una última arenga a sus chicos, sería un perfecto gilipollas si hablara del valor o de la importancia de la misión cuando estaban rodeados de cadáveres y desolación. Las palabras sobraban.

Finalmente la batalla terminó y el movimiento del vehículo me causa un efecto igual al meneo que se le da a los bebés para que se duerman. Mis párpados se comienzan a cerrar a medida que avanzamos por la superficie de esta roca helada pues la adrenalina que me mantuvo luchando y corriendo sin parar ni cansarme ahora me causan un sopor muy difícil de resistir.

De pronto, escucho las palabras del Stukov y me pongo de pie pues no puedo ignorarlas ni mantenerme ajeno:

 - "Así es Señor, no lo habríamos logrado sin usted. Muchas gracias, Señor."

El Sargento ha luchado con nosotros y ha tomado las decisiones con las que hemos conseguido salir de ahí. Hay muchos que cayeron en el combate de forma terrible y mantengo toda la atención que me queda en mantener a Rivas hasta que llegue el momento de que pueda ser tratado de mejor manera. Siento en parte que mantenerle con vida es un poco expiar a todos los caídos. Sé que es una estupidez pero de alguna forma creo que salvando al soldado detengo al enemigo.

Él luchó y cayó pero aún no nos lo han arrebatado. No permitiré que suceda a pesar de que mis miembros estén agarrotados y mis ojos se cierren solos mientras nuestro destino se acerca a nosotros, la paz y la seguridad por fin.

Solo Dios sabía lo agotada que estaba. Cada baja la jodía más que el dolor de las heridas.

Menuda puta mierda de médico.

Estuvo a punto de darle una patada a lo que tenía delante pero lo que tenía delante era otro que había salido de ahí por los pelos, que se había dejado las cachas y los pelos del culo en cumplir con lo mandado y que bien podía dar gracias por seguir vivo así que apuntó en su lista de "cosas que hacer" esa patada justo por encima de "cagarse en los muertos de los que les habían mandado ahí". Reclinó la cabeza hacia atrás hasta que el casco chocó haciendo un golpe seco y dejó escapar todo el aire de los pulmones hasta que le dio tos.

Bajó los párpados hasta casi dejarlos cerrados y se humedeció los labios pasando la lengua por ellos.

-Si no te la vas a beber toda...- dijo a Miller en una nada sutil petición de que compartiese la puñetera cantimplora. Miller. Ya no sería el cabrón Miller, ahora era el Sargento Miller, la sargento O' Connel se había quedado atrás y en su cabeza flotó la ridícula idea de que ahora ya no tendría compañera para echar una partida de cartas.

Necesito un trago y un coma con urgencia. Una parte de ella preguntó que quién era para autodiagnosticarse la necesidad de un coma y estuvo a punto de reírse ante lo absurdo de aquel pensamiento. Era la jodida médico en la ECO, podía diagnosticarse lo que le saliera de las narices si con eso pudiese olvidar.

Miller salió de su ensimismamiento y miró a Sam, antes de darse cuenta de que le estaba pidiendo la cantimplora.

Claro Sam, pero que conste que sólo lleva agua.

Dijo con una sonrisa forzada tratando de articular una broma. Tras asegurar el cierre para que no se derramase el líquido se la lanzó a la soldado, la médico Samantha García. Miller observó como cazaba al vuelo el agua y sintió el pesao de la responsabilidad sobre aquella chica. La animada, jovial y bromista Sam tenía que lidiar con la muerte de sus compañeros por qué le dieron un maldito curso de medicina de campaña, de infante ligero a médico del día a la mañana.

¡Hey Samanta!- dijo en voz baja- Todos hemos hecho lo que hemos podido y has hecho un buen trabajo ahí fuera. Romper el gecko a cabezazos ayuda, pero no hará que vuelvan. Esto es así, pura mierda...

Al sargento se le daba bien gritar órdenes, arengar y cagarse en todo lo cagable, pero a la hora de levantar el ánimo a los compañeros, no era un buen hombro sobre el que llorar. Pero hacía lo que podía, no era su culpa si la naturaleza le había dotado con unas habilidades sociales dignas de una alfombrilla de baño.

Retuvo el agua un momento en la boca antes de tragar mientras encajaba el "Samantha" más propio de su señora madre cuando hacía algo catastróficamente mal y sonrió sin ganas estirando una de las comisuras de los labios. 

-Es jodido para todos, ¿hm?- miró a Rodríguez, parecía que hacía siglos que le había mandado un beso cuando establecieron los binomios. Bueno, mi media patata sigue entero-Sin ti habríamos estado mucho peor- le devolvió la cantimplora en un pase corto. Y consideró qué decirle. Miller había perdido tanto o más que los que estaban ahí pero tampoco encontró algo mínimamente adecuado (considerando también que su repertorio de condolencias y amabilidades no era especialmente extenso) así que se limitó a encogerse ligeramente de hombros como si con ese gesto valiese para dejar claro que estaba ahí-pero si necesitas desahogarte puedo sacarte un ojo para que llores, seguro que ayuda, hazme caso, soy médico-cerró el ojo biónico un segundo después que el primero y asintió dos veces con la cabeza para reforzar su afirmación.

Mia se dejó llevar por el traqueteo del Gecko y no tardó en caer adormecida. Demasiado dolor, demasiada sangre perdida y demasiada pesadilla vivida. Estuvo ausente la mayor parte del camino, por lo que se libró de ver el terrible campo de muerte que atravesaban. No pensaba en nada, si acaso en volver junto a su familia o disfrutar de un buen vino al sol y en mejor compañía.

- Sargento, yo quería decirle... - Mia reaccionó al apretón de Frost, pero justo en ese momento Stukov le ofreció un cigarrillo, llevando la conversación hacia otro tema.

- Sí sargento, muchísimas gracias. Sin usted no lo habríamos logrado. - La Consejero habló desperezándose e incorporándose, como Tarcus. - Y a usted, Miller. A ambos.

¿Que demonios pasó aquí? Éstos putos de Psyco se están pasando de la raya. El campo de batalla me recuerda a la oleada de compañeros en armas que fueron después del bombardeo a atacar y fueron masacrados por los bichos pero en esta ocasión parece ser que la suerte y sólo la suerte de que se cumplieron unos objetivos secundarios todo el resto de nosotros está con vida.

Las felicitaciones para los Sargentos comienzan a salir de la boca de mis compañeros y no puedo ser menos, ya se las di antes pero bien vale la pena recordárselos. - Gracias a ambos, en los dos escuadrones perdimos a nuestros respectivos Sargentos y varios compañeros más y ya saben todo el resto de las cosas que se podría decir en estas ocasiones y ahora no me salen. - Veo como Sam disputa la cantimplora de Miller como si se tratara de la mejor cerveza del mundo y los cigarrillos prensados del casco de Stukov y me dan ganas de fumar pero me resisto a ello.

Me recuesto contra el Gecko y cierro los ojos no para dormir, sino para centrar mi mente que tiene ganas de gritar de bronca. ¿Pero qué ganaría? Si a las personas que debería llegar mi enojo no lo verían y de tenerlos de frente tampoco podría hacerlo porque me enviarían a fusilar por desacato. Estoy atado de pies y manos para ser lanzado de nuevo frente a las fauces de los bichos y lo único que me mantiene con ganas de salir con vida es que el resto de los que están aquí dentro esperan que los apoye en la próxima contienda.

El cristal del casco se encontraba bastante dañado, sobre todo en los bordes. El ácido orgánico le había provocado manchas y deformaciones, en incluso un diminuto agujero por el cual se colaba el aire helado que prontamente era calentado por el sistema propio del traje.
Frost levantó el visor, el cual chirrió suavemente, intentando encajar forzosamente, dejando que el aire fluyese libremente.
El sudor se enfrió en su rostro mientras su mano se estiraba para recibir el ofrecimiento de Mijail.

- Habíamos prometido esto, ¿verdad? si volvíamos... - con un cierto esfuerzo llevó el cigarro a su boca y lo dejó ahí, sujeto por sus enormes dientes y apretado por sus labios.

- ...creo que hablo en nombre de todos los chicos cuando le digo que... - Acabó por decirle, esperando que cogiera el cigarro para ofrecerle fuego. - ...gracias por sacarnos de esta. -
 

Jhonny asintió, inclinando la cabeza para dejar que la llama lamiese el tabaco. Caló una vez, el cigarrillo se encendió y el humo empañó su visión.

Torció la boca, intentando sonreir -...y estamos en el camino de vuelta, yo también tengo mucho que agradecer -

- "Así es Señor, no lo habríamos logrado sin usted. Muchas gracias, Señor."

- Tarcus, yo tengo que agradecer el haber contado con soldados y no con niños en el campo de batalla; el saber que si tenía que irme a hacer reparaciones de emergencia, no tenía realmente que preocuparme de nada - le respondió al médico del escuadrón y al mismo tiempo al resto de los infantes que se encontraban allí intentando descansar. Soltó una bocanada de humo, que se llevaba su ansiedad y lo tranquilizaba. Quizá si seguía un rato así, podría descansar y todo.

- Sargento, yo quería decirle... - Mia reaccionó al apretón de Frost, pero justo en ese momento Stukov le ofreció un cigarrillo, llevando la conversación hacia otro tema.

- Sí sargento, muchísimas gracias. Sin usted no lo habríamos logrado. - La Consejero habló desperezándose e incorporándose, como Tarcus. - Y a usted, Miller. A ambos.

El sargento se giró hacia ella y le respondió con una mirada a través del denso humo que se acumulaba en volutas para luego escaparse por las escotillas, no dijo nada, simplemente siguió sujetando su mano.

- Gracias a ambos, en los dos escuadrones perdimos a nuestros respectivos Sargentos y varios compañeros más y ya saben todo el resto de las cosas que se podría decir en estas ocasiones y ahora no me salen. -

- No hace falta hablar, Sergi, fuma con nosotros... - le insistió Frost, ofreciéndole uno de sus propios cigarrillos maltratados, de mucho peor aspecto de los de Stukov - ...es nuestra forma de cerrar esta etapa, ahora pasamos a otra cosa -

Al parecer los médicos de la flota no habían considerado mis heridas lo suficientemente graves como para montarme en una lanzadera y sacarme ya del maldito planeta. Poco podía hacer desde la camilla donde me habían instalado, había recibido los cuidados médicos que podían darme a pie del campo de batalla y morfina para evadirme del dolor de las heridas....más tarde recordaría los compañeros que se habían sacrificado para que yo saliera de esta. 

Escucho disparos y voces en el exterior del vehículo, pero ya no son apremiantes, ya no hay gritos solicitando ayuda o rezos pidiendo apoyo aéreo que nunca llegaría...es un sonido diferente. Ahora que me doy cuenta hacía un rato que siquiera se oía el rugir de las patas quitinosas de los bichos sobre el suelo, todo el día escuchandolo que parece un sonido familiar hasta que desaparece.

Solo algunos de mis compañeros hablaban, nos habían diezmado....esos putos bichos se habían llevado demasiado, el animo no mejoraría por algún tiempo, llegando mas tarde el yo podría haber.....

La cabeza me da vueltas junto con el traqueteo del gecko. Creo que la morfiena hace efecto y empiezo a divagar.

Durante el camino al Geko miro a sus compañeros, iban todos alicaídos, sin ganas, ni fuerzas, heridos, magullados, arrastrando piernas, brazos o en camilla, y eso los mas suertudos, Ja, suertudos!, suertudos la puta marina que esta allí arriba mirando como nos despedazan, y que solo se la juegan si algún escupitajo de plasma les alcanza, pero para la infantería móvil todo era muerte, Muerte, muerte, y mas muerte, y si conseguías zafarte, al final habría otra muerte esperándote. Todo era cuestión de tiempo.
Había sido una lección dura y rápida, Rodríguez era un Granjero, o lo había sido durante sus 21 años, pero claro, eso no era vida para las ideas de futuro de el y sus amigos en aquel misero planeta. Y a pesar de estar casado y con un hijo se metió en la Infantería Móvil, eso iba a ser vida, salvando a la humanidad de los malvados bichos y regresando vivos y con medallas y laureles, les agasajarían como auténticos héroes!, Y UNA MIERDA!, Pero eso era lo que les vendieron, o se les metió en la cabeza.
Pero ahora todo eso daba igual.

Mientras iba pensando todo esto llegaron al Geko y entraron, allí estaban los que habían sobrevivido, si se podía decir eso, del escuadrón Gattling y del Eco, se sentaron como pudieron y el silencio roto entre cortas frases les acompaño durante el viaje.
Rodríguez les observo, sus compañeros, sus amigos, allí estaban derrotados mas que victoriosos, miro a los Sargentos, Los soldados rasos que con el habían llegado a aquel planeta y con los que habia luchado en el mismo escuadrón, Ellos habían acabado como Sargentos, con todas las responsabilidades que eso suponía. Rodriguez había podido subir a Cabo, pero eso no le interesaba, los sargentos y los Cabos daban ordenes y en muchas ocasiones esas ordenes llevaban a sus compañeros a la muerte, una losa que Rodríguez no quería asumir, o no estaba preparado por el momento, Y aunque quería ser Capellán para animar a sus compañeros y eso le daría prestigio y respeto. Prefería ser solo Capellán, que Sargento Capellán, era mas fácil animar a un soldado raso cuando tenias el mismo rango que cuando eras su superior.

De repente el Cabo White se dirigió a el proponiendo un Brindis, a lo que responde:- White, lo haremos, no lo dudes, pero no con agua de nuestras cantimploras, y juntando dos dedos y besándolos rapidamente continua diciendo:- Por estas que conseguiré algo mas que cerveza para eso, quizás me metan en un calabozo una semana si me pillan, pero conseguiré algo significativo para beber por todos los que han caído desde el primer día en este planeta helado

Miro a los demás, la desmoralización era plena, el lo estaba por dentro, pero no podía mostrarlo, aunque al final lo llamaran frívolo, debía animar aquel Geko, pues parecía que iban a la muerte otra vez en vez de largarse de aquella mierda de sitio pero que podía decir a aquella gente que había visto caer a muchos y que volverían ver caer a muchos más, pero nosotros estábamos vivos, si, magullados, heridos, alicaídos y moralmente derrotados a pesar de haber ganado. Que se les podía decir a esa gente?

Al no ocurrirse le nada digo en general:- No tendréis una baraja de cartas para echar unas manitas, Eso si solo se admiten apuestas de cervezas para la gran borrachera y posterior arresto en la nave.

El viaje hasta la base general de las fuerzas de la federación en la Zona A, había servido para unir mas a los soldados. Rememorando sus logros y la unión entre ellos los soldados se habían reconformadado los unos a los otros a su manera a la vez que agradecían a sus suboficiales al mando por haber sacado a la mayoría de ellos en una pieza. El camino fue largo, de mas de dos  horas de recorrido y por ello muchos optaron por dormir un rato en lo que llegaban, aun a pesar del duro y frío piso bajo ellos.