El viento soplaba fuerte mientras la nieve helada caía sobre las armaduras de los infantes dándoles una apariencia de camuflaje. Ellos sabían bien que a pesar de la oscuridad de la noche los bichos del otro lado podían verlos; o al menos podrían verlos de no ser por los sistemas de regulación de temperatura de sus armaduras, aunque la infantería ligera al frente no contaba con dicha ventaja.
La temperatura atroz debía estar por debajo de los -15°C, la infantería ligera sin duda la estaba pasando mal con solo aquellas gabardinas polares. El viento era el mayor problema en cuanto al frío se refería pues se colaba por entre la ropa de los infantes ligeros helándose hasta los huesos. Por ello los infantes pesados no se atrevían a abrir su casco, ni para fumarse un cigarrillo. Aunque la verdad era que en aquellos momentos todo eso poco importaba.
¿Cuanto tiempo mas tendrían que resistir?, esa era la pregunta que estaba en la mente de todos los infantes en aquellos duros momentos pues no había dudas que las defensas no durarían para siempre e incluso ya empezaban a caer.
Habían soportado aquella masacre en las pantallas cuando todo empezó, habían soportado el descenso inicial y la caótica organización de las fuerzas, habían fracasado en su primer ataque y ahora resistían con sangre y fuego.
A su alrededor los infantes caían al azar victimas de los proyectiles de plasma que les llegaban desde lo lejos o desde los bichos artilleros cerca de ellos. La flota había estado atacando continuamente a las fuerzas del imperio arácnido pero la realidad era que su preocupación estaba mas centrada en que nos los derribaran y en evitar perder la superioridad aérea, pues los bichos no solo les atacaban desde tierra. Las fuerzas de la federación no eran suficientes, su poder no era suficiente; las cosas estaban saliendo mal y todos temían que inteligencia lo supiera desde un principio, y de ser así, ¿Por qué los habían enviado a morir?
El rumor empezaba a crecer entre las filas mientras estos combatían en cobertura al fuego enemigo de los arácnidos y rogaban por que los Generadores de campo Stalwart resistieran lo suficiente para por lo menos ser evacuados.
De ser cierto, pronto irian a una muerte segura. Es que inteligencia no había visto suficiente, no había habido ya demasiada muerte y destrucción. ¿Un ataque general?, pero que clase de estupidez era esa; para todos los infantes era claro que apenas los generadores de campo se apagaran, los bichos caerían sobre ellos masacrándolos a todos, ¿Cómo diablos iban a conseguir realizar un ataque en semejantes condiciones?
Para malestar de todos los sargentos de escuadrón no tardaron en correr la voz. Todos tenían que estar listos para combatir, a la señal general iniciaran con la carga. Al parecer inteligencia consideraba que no había otra solución, una retirada no era posible estratégicamente y quedarse allí seria una muerte lenta y dolorosa. Su única oportunidad era avanzar y luchar hasta la muerte. Las órdenes eran claras y concisas: disparar con todo lo que tuvieran y avanzar todos sin parar; nadie se quedaba, nadie retrocedía, había que pelear hasta la muerte con sangre y fuego.
El silencio se hizo en el frente solo opacado por la artillería arácnida que inconciente de lo que estaba por suceder continuaba con su fiero y constante bombardeo. Súbitamente la flota se movilizo disparando con todo lo que tenía para ser de inmediato secundada por las fuerzas de artillería de la infantería Mobil. Una gran columna de humo y fuego se alzo frente a todos mientras los campos de energía que los protegían empezaban a titiritar en señal de que estaban por apagarse. Lo siguiente que los infantes del 2° pelotón escucharon fue el grito del capitán Tsumina llamando a las armas –Guardianes de Sirius! Ataquen!-. Después, después todo fue caos, gritos, dolor; pero sobre todo fue sangre y fuego.