Partida Rol por web

Sargento Sergi Llorens: Citación al Servicio Meritorio por su desempeño prometedor como suboficial de un escuadrón de infantería móvil.

Cabo Mijail Stukov: Citación al Servicio Meritorio por su compromiso y eficiencia como unidad de combate.

Soldado de Primera Mia García: Medalla al Servicio Distinguido por su desempeño sobresaliente como consejero táctico del escuadrón, tomando responsabilidades importantes a lo largo de la batalla por Galdonia VI. Citación al Servicio Meritorio por su desempeño prometedor y su compromiso para con su escuadrón aun a costa de su vida. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Jenkins McNillon : Citación al Servicio Meritorio por su compromiso y eficiencia como unidad de combate.

Tycho Tarcus: Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Antonio Rivas: Medalla a la Acción en Combate por su constante alto desempeño en combate durante la misión en la colina de fuego y por haber aportado importantes acciones para la supervivencia de su escuadrón. Tres Corazones Púrpuras por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Hans Vandel: Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Marcus T. Haggar: Citación al Servicio Meritorio por su alto compromiso al servicio de la federación.

Jenkins MacNillion: Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Franz Smith Taylor: Corazón Púrpura póstumo por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Amanda Campo Guerra: Corazón Púrpura póstumo por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Michale Gallagher: Dos Corazones Púrpuras póstumos por sus múltiples heridas sufridas durante la batalla por Galdonia VI.

Sargento Colm Corbec: Medalla a la Acción en Combate por su desempeño combatiendo a un par de bichos Burrowers a coste de su vida. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

Sargento Robert Stone: Medalla del Colegio de Guerra por su amplia capacidad de liderazgo y se sobresaliente desempeño táctico. Medalla a la buena conducta por su desempeño heroico salvando la vida de muchos de los soldados bajo su mando. Corazón Púrpura (dos medallas) por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la caería.

Cabo Artillero Robert McNealy (Ascenso póstumo): Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión.

Cabo Jake Cooper: Medalla de especialidad a la Acción en Combate por sus constantes aportes estratégicos durante el desarrollo de la misión de la cacería. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la caería. Citación al Servicio Meritorio por su particular desempeño en combate.

Soldado de primera Katsuro Hikawa: Medalla al Servicio Distinguido por su desempeño heroico preparando minas para defender sus posiciones. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

Peter Dragonstone: Medalla al Servicio Distinguido por su correcto desempeño y función durante la misión de la cacería.

Mark Becerra : Citación al Servicio Meritorio por su correcto desempeño y función durante la misión. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

Kallor Bell: Citación al Servicio Meritorio por su correcto desempeño y función durante la misión. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

Bumag O´Connor: Citación al Servicio Meritorio por su correcto desempeño y función durante la misión. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

Alice Miller: Citación al Servicio Meritorio por su correcto desempeño y función durante la misión.

Kurt Tesla: Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

Philippe Durand: Medalla al Servicio Distinguido por su desempeño heroico tomando una ametralladora pesada abandonada para evitar que el enemigo rompiera sus filas. Medalla a la Acción en Combate por su sacrificio en combate en pos de la victoria. Corazón Púrpura por sus múltiples heridas sufridas durante la misión de la cacería.

El tiempo pasó de forma suave, entre entrenamientos, estudio y tardes libres. La ceremonia de entrega de medallas y de ascensos póstumos era siempre muy esperada. Señalaba el final de aquella campaña, era un cierre de alguna forma. Para algunos significaba la posibilidad de dejar el servicio y volver con su familia, para otros era simplemente un cambio de etapa, el inicio de algo nuevo.

Jonathan se preocupaba tanto de poner su cuerpo a tono como de estudiar motores de vehículos, explosivos, diseños estructurales y armamento personal. Y sobre todo, las horas libres las compartía con sus compañeros del segundo pelotón, especialmente con la soldado de primera García.

Añoraba su violín, estos momentos solían inspirarlo a producir música en él, pero se encontraba esperándolo en su locker a bordo de la Sirius Beta. Pero ello no le impedía disfrutar del momento especial que se venía. Para él era una de las ocasiones más importantes, una muestra de reconocimiento a los esforzados y los leales. Como era su costumbre, para aquél momento se arreglaba lo mejor posible: las ropas impecables, recién secadas y planchadas, sus antiguas medallas colocadas prolijamente y pulidas con dedicación, la barba perfectamente afeitada, el cabello recortado y prolijo.

Así fue como llegó a colocarse en la formación, en su nuevo sitio que no era junto a las filas de ningún escuadrón en particular sino junto al teniente de tercera Gary Focker. Se mantuvo en su lugar, firme, intentando refrenar su corazón por la emoción que todo aquello le producía, un cierto rubor coloreaba sus mejillas blanquecinas mientras escuchaba a la banda de guerra entonar las diferentes marchas. Eran las mismas que le había enseñado su padre de pequeño, y ahora las sentía más suyas que nunca.

Sus condecoraciones fueron entregadas rápidamente, luego de las de Focker, pues ahora pertenecía a los mandos del pelotón. Recibió las medallas con orgullo, con el pecho henchido, sentía que las merecía así como los ascensos póstumos de los sargentos caidos.

Cuando llegó el turno de escuadrón Gatling, y de Mía García, no fue una sorpresa para Jhonny que aquella mujer fuese la más condecorada en el escuadrón. Él siempre había sabido que no podría amar realmente a una mujer que no tuviese un verdadero espíritu de lucha, la belleza y la simpatía nunca le fueron suficiente, era el carácter, la valentía y la fuerza lo que él buscaba. lo había encontrado, todo con ella. Así como él era capaz de meterse en medio de la marabunta más letal si era necesario, sabía que ella lo era tambien.

Cuando ella regresó de recibir las medallas, sus ojos la siguieron y cuando al fin encontraron los de ella, le sonrió con complicidad. Ya sabían lo que esas miradas comunicaban.

- Lo has hecho mejor que todos, Mía -

James acudió a la ceremonia con un afeitado especialmente virulento: la piel sensible sonrojada por los afeites, pero tersa como el culo de un bebé. Tenía también una ligera resaca. Durante esos días los entrenamientos habían sido intensificados y no había podido escaquearse: siendo cabo se veía en la trampa de dar ejemplo, y cada mañana, pasara lo que pasara, iba bien temprano con los chicos a sudar sus excesos de la noche anterior.

Durante los nombramientos las lágrimas asomaron a sus ojos. Pensaba en los túneles, en la perra suerte que les había tocado a los vivos (los muertos debían estar en la gloria, y él bien sabía que los duelos mortuorios venían más bien dictados por el egoísmo de los que se quedaban, y no por la preocupación por los que se iban). Puso en práctica lo dicho por aquél cura de pueblo que años hace, en Tierra, con ocasión del deceso de un pariente lejano. Bien lo había pensado, aprovechando que a él, ese entierro, no le pilló de cerca sino por compromiso, y no había habido lugar a histerias de dolor como la que se veía tentado ahora a sufrir.

"Estamos aquí para decir a nuestro hermano 'gracias' y 'perdón'. Gracias por lo que nos dio. Perdón por lo que pudiéramos haberle hecho en vida."

Enfocado en eso, pudo soportar el avanzar cuando se mentó su nombre y recibir las medallas con decoro. ¿Conocía a los muertos? ¡Diablos! Si acababa de llegar. Pero se sentía más solo y, sobre todo, más expuesto. Sentía que la lotería de la muerte era cuestión de tiempo, y que tenía, como infante pesado, muchos números para que le tocara premio.

Rivas permanecía mirando al fernte escuchando los nombres de los presentes y de los ausentes. En la batalla tenía claro que les manaban a morir y si allí había un grupo tan numeroso de soldados era porque eran duros y tenaces. Eran un cuerpo de élite sin duda alguna e incluso los novatos como lo había sido él, ya tenían una preparación envidiable para afrontar determinados peligros.

Habían sido lanzados contra los bichos y habían chocado contra ellos unos y otra vez hasta que su duro caparazón cedió. Habían muerto miles de hombres y mujeres valientes para obtener aquella victoria y todos ellos habían sido una parte importante de todo aquel plan, de toda aquella movilización y Rivas se sentía orgulloso de ello.

-Moriré otro día Pensó mientras recibía las medallas por las heridas sufridas en la batalla.

Era extraña la paz de ese momento. Sentía que era como la ligera palmada que se dan los compañeros antes de abordar en una lanzadera. La guerra seguiría en algún rincón y sin duda alguna los necesitarían y él estaba ansioso por gritar porque los vivos debían estar orgullosos por sus muertos y por ellos mismos.

Los nombres finalmente terminan y un breve silencio y Rivas, Raul, ya no lo puede evitar, son guerreros y el silencio se rompe con balas o con gritos.

¡¡GUARDIANES DE SIRIUS¡¡

Situado entre el Sargento Llorens y la Soldado de Primera García. Allí estaba Stukov, sacando ligeramente pecho después de esos días de entrenamiento, de haberse leido aquel manual del perfecto Cabo -con sus consecuentes agradecimientos a Llorens- Asistió a la entrega de medallas de punta en blanco, vamos, cualquiera que hubiera conocido a Stukov nunca lo habría visto tan elegante. Y aun así, llevaba su cajetilla de cigarrillos y sus gafas de sol, algo que le había acompañado en toda la campaña de Galdonia y que había impedido a los demás, saber como eran los ojos del Cabo.

Eso no importaba ahora, que estaban colgando las medallas en los soldados por sus actos en servicio. Cuando recibió la medalla, llevó la mano a la frente y saludó a sus superiores, agradeciendo las tres medallas que ahora colgaban de su pechera. Ahora, todos juntos, podía verse que todos habían formado parte de un gran plan que les había llevado a la inevitable victoria sobre el Imperio Aracnido. Ahora solo hacia falta repetir la jugada planeta a planeta.

- ¡POR LOS GUARDIANES DE SIRIUS! - Acabó por gritar para animar la moral de sus compañeros, descansando ante la orden y girandose hacia sus compañeros. - Bueno, pues no quería decir esto antes pero... ha llegado la hora del adiós. - Le dijo a los chicos de la Gatling. - Bueno, un adiós temporal ¿Eh? No penseis que os librareis de mi tan facilmente. Han aceptado mi solocitud para ser entrenado como Pathfinder. - Acabó por anunciar a sus compañeros.

Bockman se situó en la fila junto con el resto de la unidad. Todos los supervivientes y los nuevos se encontraban allí presentes. Habían pasado unas semanas de continuos entrenamientos y marchas dedicadas a mantenerlos ocupados y en forma. De nuevo al ver aquellas medallas dispuestas frente a ellos recordó todos aquellos que habían muerto por la federación en aquella roca helada.

Se sintió muy orgulloso de ver cómo condecoraban al Focker, aquel hombre se merecía que lo ascendieran a mariscal de tantas veces que les había salvado el culo. Se centró en las que habían recibido la Fox, todos parecían haber hecho un trabajo increíble y se emocionó cuando fueron diciendo las medallas póstumas. Se adelantó cuando fue llamado a recoger la suya y firme las aceptó.

- Bockman Hightower: Medalla a la Acción en Combate por su desempeño heroico combatiendo siempre en el frente de batalla y algunas veces en solitario al enemigo. Corazón Púrpura (tres medallas) por sus múltiples heridas sufridas durante la misión del nido. - Se sintió muy orgulloso de haber conseguido la de acción de combate, le gustaba sentir que era pieza importante del equipo y por eso suponía que se había visto atraído por las marauder, pero no se imaginaba recibir tres corazones púrpura. Debía ser una de las primeras veces que alguien conseguía tres y salía vivo para recogerlas. Se miró un poco el cuerpo cuando terminó la entrega, debía ser un coladero lleno de cicatrices al espejo.

Y llego el día de las medallas, de decirnos que lo habíamos echo bien. Parecía el día de la graduacion en Sirius, mire a la derecha e izquierda, y estábamos en las mismas posiciones, a la misma distancia aunque era otro escenario y muchos de los que estaban a nuestro lado jamas volverían. Pero era un día de alegría, quizás no para las familias que habían perdido a un futuro "Ciudadano", pero si para la Federación, habíamos dado por el culo a esos malditos bichos y habíamos atrapado a uno grande, al que sacarían todo lo que sabría y después lo aplastarían como a una cucaracha terrestre.
Hoy era un día de alegría para nosotros, habíamos dado por el culo al enemigo, habíamos pasado de la armada y seguíamos vivos en este infernal mundo de hielo.
POR SIRIUS!! grite acompañando a los demás escuadrones en el griterío final.
Ahora nos tendríamos que separar unos meses para que cada uno se entrenara en sus especialidades, yo no sabia si me darían por acto para la capellanía, pero debía intentarlo, si no era ahora, seria a la próxima.

Quién lo iba a decir... Ahí estaba ella, de pie, no sólo como una superviviente de toda una dura campaña en la cruenta y sangrienta guerra contra los arácnidos, sino que además se encontraba al frente del escuadrón al que había pertenecido desde el comienzo. Sonia Ramírez, Sargento de la Fox.

Al pensar en ello, no pudo evitar recordar a todos a los que habían ido perdiendo durante este tiempo, especialmente a aquellos más cercanos. El último de ellos fue Dereck que, a pesar de que a veces se excedía con sus bromas, resultaba agradable tenerle cerca y, dado lo mucho que se había curtido, seguramente nadie esperaba que no fuera a conseguir acabar la campaña. Pero ciertas cosas no pueden evitarse. Ramírez misma se consideraba bastante afortunada, pues había sido herida en dos ocasiones, una de ellas con gran seriedad y de una forma muy tonta... pero también había salido ilesa en una de las misiones más peligrosas. Cosas que pasan.

Tampoco se olvidaba de aquellos dos que habían muerto por su mano en el cumplimiento de las órdenes y deber. Seguía siendo una píldora muy difícil de tragar, mas ella lo soportaría. Focker la había aconsejado bien en ese aspecto.

Cuando llegó su turno, Sonia se adelantó con pasos firmes y, al mismo tiempo, relajada. Las medallas suponían un orgullo, sí, pero a ella lo que más la importaba era cumplir con sus misiones y mantener a salvo a sus compañeros. Todo ello aderezado con la correspondiente matanza de bichos. Por ello las recibió con una expresión neutra, saludando al Coronel con energía, dejando así entrever la mezcla de emociones que sentía.

Al acabar el reparto y la ceremonia, ella se encontraba pensativa, rumiando una simple pregunta.

"¿Y ahora a dónde vamos?"

Miller dejó que los días pasasen en la rutina del ejército sin apretar mucho a la escuadra. Quería que la Eco estrechase lazos con las otras ecuadras y que se divirtiesen. Si debían ser temidos en el campo de batalla, aún más en la cantina. La Eco se emborrachó durante seis días y el séptimo descansó. El octavo hicieron el gandul y el noveno les mandaron formar para una ceremonia.

El veterano sargento se observó en el espejo antes de vestirse con el uniforme de gala almidonado. Su cara estaba surcada por arrugas por los disgustos y la boca estaba remachada en una media sonrisa que enseñaba los dientes como perro viejo. Su cuerpo era como un mapa de la guerra, donde las cicatrices se elevaban como cordilleras y las quemaduras de plasma aparecían como grandes depresiones, surcadas por ríos de lágrimas y lagos de sudor.

Se colocó su uniforme con los galones de sargento recién cosidos y se preguntó cuanto tiempo viviría si tenía en cuenta las estadísticas para los sargento. Qué mas daba, todos en la IM estaban muertos ya, solo que algunos aún no habían entregado la cuchara.

Salió con el resto y se unió para formar con la escuadra. Los discursos se sucedían y las palabras sonaban vanas en la cabeza del zapador, que como otros, aprovechaba para despedirse de los caidos en su mente con la mirada perdida más allá de los mil metros.

Llegó su turno y prendieron más condecoraciones de su pecho. Medallas que algún día mandarían a algún familiar lejano que ni conocía prendidas de una bandera de la Federación, pero que cojones, al menos alguien reconocía que te habías dejado el culo en esa roca helada.

Tan sólo esperó a que terminase la ceremonia con el objetivo de ir a la Cantina, donde pediría un trago por cada uno de los caidos y los dejaría sobre la barra, siendo de la Eco lo más probable es que resucitasen para bebérselos.

Los días pasaron tranquilos y los ejercicios sucedieron de forma continuada, dejándome cada vez más agotado pero haciendo que me sienta cada vez más preparado para la acción. La vida militar es difícil para alguien que siempre ha sido más un cerebrito que un hombre de acción y eso es algo que noto día a día pero lo afronto con alegría y espíritu de superación.

"Mi padre siempre decía que debo ser optimista y que si la vida te da limones, hagas limonada."

Es por eso que junto con mi escuadrón y todos los otros soldados me ejercité, mejoré mis habilidades e intenté estar más a la altura del resto de mis compañeros. No sé si lo conseguí pero diablos que lo intenté.

Después viene la ceremonia de condecoraciones y todos reciben las medallas que merecen. Incluso yo recibo un Corazón Púrpura por ser herido. Me da gusto, jamás me esperé poder tener una medalla colgando de mi pecho y es un gusto que así sea. Supongo que ha de ser el primer paso en un buen camino de servicio.

Respondo a los gritos de ánimo y orgullo pues también lo estoy por todos los Guardianes de Sirius por el Escuadrón Gatling. Hemos luchado bien y resistido donde muchos otros habrían huido. Yo mismo me habría orinado varias veces si no hubiese estado demasiado asustado para ello. Pero prevalecimos y ahora somos premiados por ello. Es un orgullo ser de la IM.

La animosidad de Antonio "Raúl" Rivas llegó al corazón de Frost, el cual levantó el puño alto para corear con el resto de los infantes - ¡GUARDIANES DE SIRIUS! - las voces que se unían, potentes, hacían saber que estaban unidos, a pesar de los que ya no estaban y con la bendición de quienes llegaban.

Que fuese el fusilero del escuadrón Gatling con una mano cibernética el instigador de aquello era una muy buena señal para el sargento mayor. Como suboficial al mando del escuadrón durante la parte más peligrosa de la misión, había sido consciente de todas las dudas que acosaban a Rivas, y había temido varias veces que se quebrara cuando la cosa se pusiera difícil. 

Sin embargo, había sido valiente y arrojado frente al peligro, y ahora demostraba frente a todos ese orgullo de pertenecer al cuerpo de veteranos de la Infantería Móvil.

Ese hombre le hacía sentir que no le había fallado - Gracias Rivas -

Había llegado la hora de reconocer lo que nos había costado llegar a dominar el campo de batalla a cada uno de los escuadrones y eso para los mandos era la entrega de medallas. En la explanada junto a mis compañeros solo podía pensar lo vacío que era el gesto aunque hubiera mucho honor en lucir llegado el momento una medalla o un galardón. Muchos compañeros caídos eran recordados con menciones o medallas póstumas, era lo que quedaría de ellos para su familia junto al recuerdo.

También era un recuerdo constante de la cantidad de veces que habíamos acudido al combate y habíamos logrado salir de ese maldito infierno, completos en su mayoría. Un corazón purpura decía que yo mismo había dejado piel y sangre en la colina helada. Los galardones también enorgullecían a la Eco por nuestras acciones y harían que entrara en las leyendas, quizás hiciera que mas gente se alistara para seguir en la lucha.

Al finalizar la ceremonia podríamos regresar a seguir con las celebraciones hasta que nos reclamaran para cumplir con una nueva misión.

El final de la guerra para los guardianes de Sirius había llegado. Cuando el Coronel dio el último nombre, todos estendieron que era el final, en un par de días regresarían a la Sirius Beta y de allí no pasaría mucho antes de volver al lugar que cada quien llamaba hogar. Las palabras del mayor Tsumina fueron de nuevo inspiradoras, enaltesiendo como siempre el valor de cada uno de ellos a quienes consideraba hermanos. Y es que, el mismo mayor mucho tiempo atras, o al menos en los pensamientos de los infantes, había llegado a luchar codo a codo con ellos durante el inicio de la invasión de la federación. Lejanos eran ya aquellos tiempos cuando el grupo de avanzada se aproximaba solo para evaluar la situación y no se esperaba gran resistencia, fue allí cuando iniciaron los problemas que los llevaron a aquella larga y sangrienta guerra.

Quienes de los veteranos sobrevivientes de la Eco no recordarían aquellas batallas iniciales en la nieve o el escape atraves de aquellos siniestros tuneles. O los infantes de la Fox liderados en aquel tiempo por el sargento Focker quienes se vieron rodeados por las fuerzas aranidas en medio del caos de aquella inicial batalla. O los eventos en el fuerte helado cuando los escuadrones Gatling y Heat se les unieron en aquel lugar que llegaría a ser una tumba para muchos.

Y es que muchos infantes habían caido, y el mayor Tsumina, con mucho orgullo no dudo en resaltar en voz alta y con fervor, el nombre de cada uno de ellos...

Soldado Aarón Wimger
Soldado Adebayo Yupe
Soldado Alesteir Crow
Soldado Antonio Casas
Soldado Amanda Campo Guera
Soldado Bill Godberg
Soldado Bob Smith
Soldado Dereck Mackeyn
Soldado Franz Smith Taylor
Soldado Hendel Levine
Soldado Jacob Donovan
Soldado James Z. Clame
Soldado Jim Raynor
Soldado John Fisher
Soldado Josh Garth
Soldado Kelme Follen
Soldado Kilder Firestorm
Soldado Kurt Tesla
Soldado Leon Ivanovish
Soldado Mark Winters
Soldado Michael Gallagher
Soldado Philippe Durand
Soldado Raynard Bauer
Soldado Robert Cunnigan
Soldado Wilson Campbell
Soldado Witt Oldman
Soldado Xavier Brassard
Soldado de primera Jake Buendia
Cabo Paola Sandoval
Cabo Robert McNealy
Sargento Colm Corbec
Sargento David Wolf
Sargento Kalim Mutsafa
Sargento Kaylan Rendor
Sargento Weathers
Sargento Mayor Alex Jane Odonell
Sargento Mayor Patric Evans
Teniente 1a Wayan Speedy
Teniente 1a Jimmy Hammer
Teniente 1a Clarence Brown

Había otros que por sus heridas en batalla, ya fueran físicas o mentales, habían tenido que avandonar la batalla y se encontraban en algun lugar lejano sanando sus cuerpos y rescatando sus almas. Soldados como el ...
Soldado Aleksei Graegor
Soldado Alice Miller
Soldado Bumag O'Connor
Soldado Kallor Bell
Soldado Kurt Gawain
Soldado Mark Becerra
Soldado Nathan Graves
Sargento Kitty Summers
Capitan Frank Fusell

Todos ellos no serían olvidados, todos ellos vivirían cada día, cada momento y en cada respiro de las vidas de todos aquellos que habían luchado a su lado, que habían sangrado a su lado y que habían muerto a su lado. Los recuerdos de cada uno de ellos, de sus virtudes y sus defectos, de sus pesadillas y sus sueños, de sus vidas y sus muertes, vivirían en los pensamientos de aquellos a quienes consideraban sus hermanos, aquellos quienes se hacían llamar guardianes de Sirius.