-Pues sí...-Murmura Jenna, mirando por la ventana. Tu mujer sonríe y suspira algo triste, pero intenta disimularlo.
Al fin llegáis a casa y sacáis a los pequeños del coche. Subís a casa donde el perrito os saluda feliz y cansado también.
- Caballero, debe usted ir a la cama. Igual que todos. - dice en general.
Se lava los dientes con los niños, se pone el pijama, los acuesta y le arranca demasiados besos a la espalda de Helen, recordando la conversación del coche.
- Una juventud contigo... uhm...
Os preparáis para dormir, espabilando un poco a los niños para que se aseen, aunque luego caen dormidos sin problemas.
Ya en la cama abrazas a Helen con cariño.
-Supongo que habría sido diferente. O quizá yo hubiera sido una más.-Dice, riendo suavemente.
- Hay algo en ti que me hipnotiza... no hubieras pasado desapercibida. Como con ese camarero. - le dice, mirando hacia el techo.
-Uhm... yo no tenía la cabeza para eso, pero quizá me hubieras enamorado. Quién sabe.-Te explica, acariciándote la cabeza.-Oh, me ha dado su número. Pero lo he dejado allí.
Se alza y aspira con fuerza.
- ¿Que te ha dejado el número? ¿¡Pero es que no te ha visto la alianza!? ¡¿A los niños?!
Sonríe desde la cama y se incorpora un poco para abrazarte.
-"Por si quieres despejarte", citaba. Le mire escéptica, la doblé y la dejé debajo del servilletero.
Se vuelve a tumbar y se deja abrazar.
- ¿Te apetecería... despejarte?
Desciende contigo, abrazándose a ti y colocando su mano sobre tu pecho, esa zona que sabes que adora.
-¿Uhm? ¿Es una proposición? Aunque estoy cansada.
Aunque miraba el techo, no veía nada. Ella notaría su corazón latiendo con rapidez.
- No, no lo sé... solo saber si necesitas... otra cosa.
Besa tu pecho, como si así pudiese calmar tu corazón.
-No tengo motivos. Contigo lo tengo todo.
Se relaja de forma tan notable que asustaría a cualquiera con un aparato que medía los latidos.
- Quién pudiera...
Se ríe suavemente.
-Qué poca confianza en ti mismo. En fin, amor... buenas noches.
- Descansemos, sí...
Y la besa en la frente para cerrar los ojos... y huir de las pesadillas.
Cierras los ojos para huir. Al principio es una buena noche, hasta que la cosa se pone turbia. No recuerdas tus sueños, pero algo te inquieta. Personas, dolor, lágrimas.
Algo va a venir, o eso te parece sentir.
La noche pasa, y con ella el domingo. Otro día agradable que pasas con tu familia, donde todo va bien, donde no hay temores.
Y el descanso termina para el lunes reunirte de nuevo con ese grupo que tres años atrás conociste.