Se abraza como si fuera una lapa, convertido en aquel niño pequeño que existía aún cuando su padre dejó de ser tal cosa. Ella le había protegido siempre, y ahora no sabía qué hacer.
- Gracias... - susurra, perdido en sentimientos y pensamientos.
Mantiene el abrazo, acomodándote para que te sientas lo mejor posible.
-Shh... solo háblame para expresarte. O calla, solo lo necesario.
Suspira entrecortadamente, sin poder llorar más pero como si pudiera hacerlo.
Y observa el vacío, abrazándola.
- Lo intenté. De veras que lo intenté.
-Estoy segura de ello.-Te dice, suspirando, acariciándote la espalda.
- ¿Qué haré ahora? - le pregunta, tembloroso.
-Seguir adelante, podrás hacerlo. No estás solo.-Te asegura, besando tu cabeza.
- Los niños la necesitan... y yo también. - expresa, confuso ante el futuro.
-Eso es lo que sientes ahora. Pero los niños la seguirán viendo, y tú lo superarás, eres fuerte.
Se queda en silencio, dudando profundamente, pero incapaz de expresarlo.
Se separa un poco y te coge de la cara, mirándote a los ojos y sonriéndote suavemente.
-¿Te gustaría venir con los niños a casa? Allí estaremos bien, no os faltará de nada. El tiempo que necesites.
Piensa en la posibilidad, pero al regreso sería una pesadilla.
Suspira, con la mirada agitada.
- Tal vez... necesito pensarlo.
Asiente, besándote la mejilla.
-El ofrecimiento queda ahí. ¿Y los niños? ¿Duermen aún?