Partida Rol por web

Bien master a ver que te parece ahora y si está todo correcto paso a escribir el post.

Quien viera la imagen de Thorgrim se asustaría nada más verlo, los cuerpos que yacían a su lado habían sido atroz mente echo trizas, la sangre se esparcía a su alrededor, el mismos estaba repleto de la sangre que le había salpicado al rebanar alguno de esos cuerpos, estaba en trance, sus ojos estaban inyectados en sangre, quien lo mirase directamente a los ojos, se lo pensaría dos veces el enfrentarse a él, parecía endemoniado, su respiración era fuerte y con alto ritmo, por el esfuerzo realizado, pero apenas parecía agotado, todo lo contrario, parecía pleno de vitalidad y con ganas de más, miró alrededor mientras tensaba sus músculos sujetando su gran hacha, buscaba nuevas víctimas para sacrificar por los dioses, Odín se sentiría orgulloso de su hijo...

Vio como tres enemigos le ponían las cosas difíciles a klemet y se abalanzó a por los salvajes con una ímpetu que los paralizó unos instantes cuando vieron lo que se les venía encima, una masa de músculos con un arma mortífera que rebanaba miembros a diestro y siniestro, klemen a penas pudo reaccionar pues cuando se quiso dar cuenta vio como Thorgrim había arremetido contra uno clavándole el hacha en sus entrañas, casi atravesándolo por completo por el vientre, y antes de que este cayera, subió el arma de forma ascendente contra otro salvaje, el cual quedó partido por la mitad como si de papel se hubiera tratado, los gritos de los salvajes al recibir tales golpes eran mudos, pues apenas podían reaccionar, quedaba uno al lado de Klemen y después de haber levantado el arma hasta una altura considerable la descargó con toda su furia contra el salvaje ayudándose de un salto, el corte partió la cadera del salvaje que cayo al suelo muerto.

El berseker, gritó con toda su alma fuera de si, la sangre lo bañaba casi por completo, alguien sensato no se atrevería acercarse a él ni por asomo, Klemen estaba cerca de él, sabía que cuando estaba en ese estado era peligroso incluso para ellos en algunas ocasiones...

- Venid a mi!!!!, Os enviaré donde corresponde!!!

Acción secundaria.

-y... he aquí que me llaman- Continúo recitando. Mientras, mi lucha no es de golpes fuertes y cara a cara contra mi enemigo, como si fuese un berseker. Es una pequeña danza , me muevo y bailo alrededor de mi enemigo, buscando el punto debil en su defensa y su armadura, para atacar allí donde es más débil
 

Un aullido ronco, similar al de un animal, surgió de la garganta del berserkr. De pie, en medio de una decena de cadáveres de enemigos, alzó su puño rabioso hacia el cielo del atardecer, ofreciendo a Thorr su nueva victoria. Con la otra mano hizo girar su pesada hacha, que muchos hombres de los reinos del norte no habrían tenido ni siquiera la fuerza de manejar eficazmente. Se escuchó entonces un gemido a su derecha que llamó inmediatamente la atención del salvaje guerrero. Uno de sus adversarios, a pesar de la abominable herida que marcaba su vientre, intentaba arrastrarse fuera de su alcance. Un rictus salvaje deformó un poco más los rasgos de Thorgrim Olavsson que, lentamente, como un depredador que sabe que su presa no puede ya escapársele, se acercó al moribundo. Sin perderlo de vista, se puso a girar en torno a él, acariciando con voluptuosidad el mango de su arma. La mirada del herido se cruzó con la del berserkr y se dio cuenta de que no podría escapar. Sin embargo, esbozó un último gesto para protegerse, implorando piedad, mientras los sollozos ahogaban sus palabras. Thorgrim Olavsson alzó su hacha e impactó tres veces contra su víctima. Luego, con menosprecio, escupió sobre el cuerpo terriblemente mutilado. ¡Que vaya a descomponerse en el Hel! ¡No hay lugar en el Valhöll para los débiles!

El guerrero emitió un segundo gruñido bestial y se dio la vuelta, listo para luchar de nuevo con todos los enemigos que se presentaran.

- ¡Paz! - pidió Jorunn Hrolfsdöttir tendiendo una mano abierta hacia el berserkr-. No quedan adversarios a los que combatir.

La joven aristócrata del clan Kjari se quitó el casco de hierro, limpió la sangre de su espada y la guardó en la vaina de cuero que colgaba en su costado. Vio una roca musgosa justo al lado en la que se dejó caer, agotada. Jorunn se pasó una mano temblorosa sobre la cara y el contacto pegajoso de la sangre hizo que se sobresaltara, aunque la sangre no era suya. Excepto por un ligero corte sobre el muslo, no estaba herida. Sigurdr Ivarsson, el hirdman encargado de su protección, había cumplido su misión con celo. Aún así, ella se sentía terriblemente febril. Desde niña había convivido con la violencia, compañera inseparable de la vida en los reinos del norte y siempre presente en los relatos de las sagas de los scaldas, en las historias tras el retorno de los hombres del clan de una expedición o de una batalla o de la búsqueda tras la desaparición de un amigo entre las garras de una criatura que merodea por el bosque que rodea su territorio. Pero esta vez lo había vivido en primera línea. Había matado para defender su vida y proteger a sus camaradas, sí, pero también había matado a otros. Aunque se había formado para ello, la realidad no tenía nada que ver con los entrenamientos con la espada de madera a los cuales se había sometido desde la infancia.

¡Vamos! ¡Tenía que recuperarse! Después de todo, el rey, su padre, le había confiado el mando de esta expedición. No podía mostrar la menor señal de debilidad. Un líder debía ser fuerte para que sus camaradas lo fueran también. Jorunn Hrolfsdöttir tomó aire y se levantó con energía. No era el momento de pensar en sí misma, sino de evaluar la batalla.

Echó un vistazo a su alrededor. Thorgrim estaba arrodillado un poco más atrás, cerca del límite del bosque de grandes coníferas de donde habían surgido con furia sus asaltantes. Su imponente hacha de guerra clavada ante él, parecía rendir homenaje a Thorr en un respetuoso ritual de veneración. Se había despojado de la cota de cuero y la piel de oso que no se quitaba prácticamente nunca, Jorunn conjeturaba sobre el entramado de cicatrices en su espalda y torso desnudos que describía la gloria de los combates del berserkr. Hoy su sangre, mezclada con la de sus enemigos, escribiría una nueva página en la historia.

No podía negar el aporte de fuerza que Thorgrim representaba para su grupo. Aunque a veces su salvajismo la asustaba e intentaba no ofenderse con sus rudos modales. Se  giró y volvió hacia la playa y hacia el barco que estaba atracado. Se fijó en Klemet Gandalvsson estaba inconsciente los salvajes le habían golpeado brutalmente antes de caer... Pidió ayuda a sus compañeros. Nora registró en el cuerpo del thulr encontrando unas hierbas medicinales, ella tenía algo de conocimiento así que empezó a aplicar el ungüento en una de aquellas heridas que había provocado su desfallecimiento, después enrollasteis el cuerpo de Klemet en unas mantas y lo pusisteis en el barco, Jorunn encargó su vigilancia a dos marineros...

Cerca del snekkjar, uno de los ocho marineros que os habían traído hasta este fiordo perdido yacía en su propia sangre. Jorunn Conocía a todos estos hombres por su nombre. No eran guerreros, pero ninguno había dudado en coger un arma. Valerosamente se habían lanzado a la batalla con el fin de vencer a los salvajes primitivos que los habían atacado en cuanto su grupo había puesto pies en tierra. Había muerto honorablemente, por lo que Odhinn le ofrecería, a su lado, el lugar que merecía.

El capitán de la embarcación, un coloso robusto de brazos tan gruesos como un tronco de abeto, le dirigió un gesto cómplice con la cabeza. Rodeado por los últimos hombres de su tripulación, examinaba la embarcación y estudiaba la posibilidad de un retorno inmediato a las tierras del clan. El viaje parecía peligroso con tan pocos marineros a bordo que tuvieran experiencia. Jorunn Hrolfsdottir desechó esta idea con un gesto vago. Se negó a considerar la retirada en este momento. En primer lugar completaría su misión y después volverían a casa.