Partida Rol por web

Sura Soho y Pedro Garcés abandonan la estancia, acompañados del mayordomo Lope de Salazar, y este se dirige a los vampiros que quedan en la estancia.

-Bien. ¿Quién va ahora?

-Mi Príncipe, me parece que el Malkavian aquí presente es a quien le corresponde postrarse ante su regia presencia.
Con un gesto rápido propina a Alejandro un ligero empujón hacia el Príncipe.

-Yo no tengo ninguna pregunta,si mi compañero no tiene nada mas que hacer por mi parte podriamos partir ya-

Sura Soho asiente al mayordomo cuando éste termina de darles información.

- Hacia el sur, eh ? - Miro al gangrel para comentarle algo pero prefiere esperar a estar a solas. Vuelve la mirada al mayordomo. - Podéis llevarnos a esa sala de armas ? no me vendría mal echarles un vistazo. - Dice refiriéndose a las espadas del Reino de Castilla.

El mayordomo os conduce a la sala de armas del lugar: esta "armería" consiste en realidad en un armario amplio situado junto a unas escaleras y llena de armas amontonadas y que muestran alarmantes índices de oxidación y herrumbe.

Cuesta imaginar que una ciudad como Valladolid, que vive en una situación de constante peligro, sólo pueda defenderse de los ataques del Sabbat con esto...

Soho observa detenidamente el pequeño arsenal del antiguo armario... y su rictus se vuelve un tanto desaprobador por la calidad del material ofrecido.
Tras unos segundos, recoge una espada bastarda amplia cuya empuñadura acaba en dos cabezas de león arremolinadas entre sí. Se la cuelga en el cinto de la espalda y vuelve para coger un pequeño arco corto y unas flechas, que se oculta bajo su oscura túnica.
Volviéndose hacia el mayordomo, asiente con la cabeza a modo de despedida y acompaña a Pedro Garcés hacia la puerta de salida en silencio.

En cuanto siento el empujón, miro al Príncipe con una expresión obviamente furiosa:

Disculpadme, Eminencia -digo, tras lo cual me doy la vuelta mirando hacia Arkwright-. Os ruego que no sólo en mi presencia, sino en la del Príncipe Lope de Salazar, guardéis la etiqueta, Maese Arkwright, y no volváis a empujarme. Os recuerdo que, por muy Vástago que seáis, hay cosas que no cambian.

Con gesto digno, vuelvo a mirar al Príncipe y doy un paso hacia él.

Disculpad el atrevimiento de daros la espalda, pero creí conveniente defender mi honor. Si queréis comentar conmigo aquello de lo que hablábamos antes, os rogaría que fuera en privado. Dado que quizás consumamos bastante tiempo, ¿por qué no atendéis a estos invitados ingleses del clan Tremere? Mientras tanto, yo puedo esperar en mis aposentos hasta que hayáis terminado.

Quedo mirándolo, con un gesto complaciente y en cierta manera cómplice, esperando su respuesta.

Lope de Salazar cierra los ojos y agita la mano en un gesto vago.

-Bien, bien, basta de protocolos. En efecto, nuestra conversación pendiente habrá de esperar mientras atiendo a los recién llegados. Podéis retiraros, señor Zucchi.

Y mientras Alejandro abandona la sala, el príncipe logra acomodarse en una silla desvencijada y mira inquisitivamente a los tres vampiros que permanecen en la habitación.

-¿Y bien? ¿Cuál es la razón de vuestro viaje a Valladolid?

Abandonas la sala con cierta dignidad, pero no puedes ocultar una profunda antipatía hacia Arkwright. Sin duda su presencia en la ciudad es una novedad, y no de las más halagüeñas. ¿Será que, tras años de mandar espías e intermediarios con escaso éxito, los Tremere han decidido enviar a sus pesos pesados para tenderte una trampa? ¿Tendrá relación contigo su visita? ¿Y quién es el tercero de los Tremere, aquel que acompaña a Aletheia y a Jacob?

Mientras todas estas preguntas cruzan por tu mente a velocidad endiablada, divisas al mayordomo del príncipe, que regresa de acompañar a los otros dos vampiros a la armería. El vampiro al que han presentado como "Ejecutor" de La Camarilla daba escalofríos. Su rostro era inexpresivo y duro. En cuanto al otro, el Gangrel, mostraba demasiado autocontrol para los de su clan. Ignoras qué era lo que realmente había sucedido con el príncipe de Santander y la reliquia perdida, pero si la única ciudad en el reino leal a La Camarilla -aparte de Valladolid- había perdido a su príncipe -probablemente por traición- eso era algo que tenías que tener en cuenta a la hora de trazar tu estrategia.

Lo que te lleva a pensar en ella con mayor concrección. Sin duda debes reunirte con el príncipe y ver de qué recursos dispones, cuántos hombres y cuántas armas, y qué objetivos son los más adecuados tácticamente. Harfleur había prometido refuerzos, y que él mismo llegaría a Valladolid más tarde, pero tu trabajo debe comenzar ya. En tus aposentos, junto a tu equipaje, tienes un mapa del reino, con sus ciudades más importantes. Es algo que tienes que meditar con cuidado.

Mientras piensas en esto, el mayordomo pasa por tu lado y te saluda con un respetuoso gesto de cabeza.

Mientras miro el mapa, veo al mayordomo aparecer cerca y cómo me saluda. Hago un gesto con la mano:

Espera, ven un momento. Entra y cierra la puerta.

Lo miro fijamente, con interés, pensando seriamente en lo que debo hablar no sólo con el Príncipe, sino con aquellos que estén en su entorno. Una vez entre, clavo mi mirada en sus ojos y pronuncio mis palabras con seriedad y tratando de ser lo más claro posible, consciente de lo importante que puede ser este momento, y de la fina línea que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Vas a contarme absolutamente todo lo que sepas sobre los tratos de tu señor con el Sabbat y no abrirás la boca para decirle nada de lo que yo haya hecho o haga de ahora en adelante -sonrío, dejando una pausa condescendiente con su indefensión-, ¿no es así?

-Encantado de encontrarme en vuestra excelsa resencia, mi Príncipe. Venimos de Inglaterra, como bien sabeis. Traemos una importante misión con nosotros. Es nuestro sagrado deber traer la Santa Cruzada a estas paganas tierras dominadas por el Sabbat. Es nuestro deber atacar y conquistar la cercana ciudad de Palencia, y montar allí la mayor capilla de la Cristiandad. Es vuestro honor ayudarnos en esta misión.
Jack hace una reverencia y le mira francamente a los ojos.
-¿Estais de acuerdo con nosotros?
Todo lo dijo en voz baja, claramente audible para el Príncipe, pero casi imposible para alguien sin los dones de Caín. Sin embargo, la última frase practicamente la gritó, seguro de dar a cualquier espía un ligero dolor de oidos por un rato.

Al salir por la puerta solo veo oscuridad, sin embargo me pregunto cuánto faltará para el amanecer. Llevo pocos días en ésta región y aún me falta orientación. Observo a mi enorme acompañante, el gangrel.

- Garcés. Mi nombre es Sura Soho, de las bastas tierras de Bohemia. - Hechas las presentaciones, el ventrue busca el horizonte con la mirada. - Por lo que he averiguado, el objetivo era vuestro principe. Vos debéis tener una idea de hacia donde se dirige, no es cierto ?

La voz del ventrue es tenue, como el color de su rostro oculto bajo la oscura capucha. Además denota un acento extranjero cerrado, bávaro.

Pedro se lleva una mano a la cabeza

-No se donde puede estar, quizás deberíamos empezar a viajar hacia el sur,Segovia o Salamanca e intentar averiguar mas cosas-

Levanto la cabeza hacia el cielo para ver cuanto nos falta de noche

-¿Lo tienes todo preparado para el viaje?-

- Sí - Asiente el bohemiano. - Tenéis razón gangrel, viajemos a una de las principales ciudades del sur y sigamos algún rastro. - El ventrue hace una pausa, mirando a su alrededor. - Quizá el principe pueda facilitarnos una montura adecuada... o preferís correr ?

El príncipe parpadaea, sorprendido, por el brusco cambio de tu tono de voz. Hans no puede evitar soltar una risita nerviosa: es evidente que le has asustado más a él que a cualquier posible espía.

-¿Palencia? ¿Hacia el norte? Tendréis al este a la Espada de Burgos, dirigida por el obispo Montalbán, y al oeste a los Gangrel salvajes de los montes leoneses. Aunque como supongo que os habrán avisado, cualquier intento de expansión en este Reino ya resulta cuanto menos suicida. Sin duda podéis contar con mi apoyo, aunque dudo mucho de que pueda proporcionaros nada más que eso... ¿estáis seguros de que vuestro clan...? Bien, bien, Palencia. Sí. Maravilloso.

-Todo el mundo sabe lo útil que es un gangrel salvaje cuando se le sabe manejar. Y aquí Hans es especialista en eso. Digamos que se le da estupendamente lo de controlar bestezuelas.Una risa sorda se escapa de la garganta de Jack.-¿Y qué mejor que minar al Sabbat que atacar donde son más fuertes? Nadie espera un ataque allí, por lo que contamos con el factor sorpresa. Y lo ciertoe s que ellos no son inmunes a mis encantos.LA sonrisa sea centúa hasta el punto de hacer que su rotro parezca una máscara.
La voz sigue siendo baja para evitar intrusiones.

-Bien. Mi mayordomo os informará de todo lo que sabemos acerca de Palencia y os proporcionará la ayuda que necesitéis, dentro de lo posible: armas, monturas... Podéis residir aquí hasta que comience vuestro plan. Se os prepararán aposentos adecuados. -hace un gesto con la mano, dando por finalizada la entrevista- Ah, y si veis fuera a Alejandro de Nápoles, decidle que ya puedo recibirle.

El mayordomo os ha preparado dos cabalgaduras bien aderezadas en la puerta de la casa del príncipe. La más densa oscuridad envuelve las calles empedradas de Valladolid. Todo es silencio, un silencio sepulcral. En las alforjas encontráis un mapa garabateado en pergamino: indica las principales rutas para llegar a las ciudades del sur: Segovia, Ávila, Madrid y Toledo. Todas son ciudades hostiles, y no tenéis más que una leve intuición de que Álvaro Manrique de Lara pudiera encontrarse allí. Sin demasiadas esperanzas acerca de vuestra labor, os ponéis en marcha: al menos, al principio, el camino está claro. No hay más que ir al sur.