Partida Rol por web

El mayordomo retrocede, con el ceño fruncido, mientras te escruta con cuidado.

-No entiendo ni una palabra de lo que decís, mi señor. Y ahora, si me disculpáis... me duele tremendamente la cabeza.

No parece que el mayordomo se encuentre, en efecto, muy bien. Tampoco sabes hasta que punto han penetrado en su mente parte de tus ordenes (ya que, evidentemente, no todas).

Me acomodo todo lo posible a la montura proporcionada por el príncipe. Caballo negro, seguramente del sur, pura sangre, como a mí me gusta. Me acerco con Pedro Garcés al rótulo de caminos posibles y le miro con una inclinación de cabeza.

- Cogemos la ruta del sur, Garcés ? Deberíamos darnos prisa en avanzar, antes de dar más tiempo de ventaja a nuestro objetivo. Por cierto, noté cierta afinidad para con vuestro príncipe, realmente creéis que el sabbat anda detrás de todo esto ? -

Me preparo para lo que puede ser un largo viaje

-No se si esta relacionado, pero lo único que se es que justo antes de esto me entere de que el sabbat iba a por mi y a por mi señor-

Me siento incomodo encima de un caballo pero es el método mas rápido de transporte

-Partamos cuanto antes-

El frío levanta capas de hielo en los troncos de los árboles y estos espejean a la luz de la luna. Cruzáis los caminos de Castilla, polvorientos y secos, empujados por la velocidad de vuestras monturas y por el viento helado que desciende desde las montañas. Tendréis que apresuraros a encontrar un refugio antes del amanecer, pero en cualquier caso contáis con las buenas artes de Garcés para procuraros uno en mitad del campo si no llegáis a poblado antes del alba.

El viaje se presenta largo, peligroso y sin ningún tiempo que perder. Álvaro Manrique de Lara puede estar en cualquier ciudad, así que habrá que ir preguntando en todas. Y eso es exponerse al Sabbat. El bohemiano lo piensa mientras aferra con fuerza las bridas de su caballo. No teme al combate, pero ¿puede fiarse del gangrel?

Incómodo en su asiento, Pedro Garcés cabalga mientras se debate entre el honor y el deber. El honor respecto a Manrique de Lara, a quién le han ordenado prender. El deber de llevar a cabo esa misión, que es poco menos que una traición. Al menos, piensa, mientras procura que su caballo se ponga al nivel del de Soho, al menos pronto el príncipe descubrirá a aquel esbirro del Sabbat que enterré y todo su plan saldrá a la luz... o eso espero.

De camino hacia territorio enemigo

-Tenemos que ir pensando como presentarnos en las ciudades, cualquier fallo podria costarnos la no-vida -  

Tenía razón; además, el gangrel conocía mejor que yo el Reino. Aunque me preguntaba si realmente Pedro Garcés sabía más de lo que pretendía mostrar acerca de su príncipe y el sabbat, aunque mi principal cometido seguía siendo localizar y presentar ante Lope de Salazar al príncipe renegado.

- Sí. - Contesto mientras tiro ligeramente de ls riendas del caballo para retroceder a su altura. - No tenéis algún contacto en Segovia, alguien afín con la Camarilla en quien podamos confiar ?

-Muy bien, mi Señor. Pronto nos volveremos a ver.
Jack hace una reverencia y sale tranquilamente de la sala.

-No tengo mucho conocimiento sobre esta zona ni las disputas que existen en ellas-

Parece que el conocimiento del terreno no iba a sernos de mucha ayuda en Segovia, habría que idear alguna otra forma de conseguir información sin levantar sospechas entre el sabbat.

- De acuerdo, entonces iremos a la taberna más concurrida y preguntaremos por su aspecto físico... tal vez podáis mencionar alguna características sobresaliente de vuestro principe. - El asunto se complicaba, era como buscar una aguja en un pajar, y lo peor era que el pajar estaba lleno de serpientes venenosas.

Mis ojos se abren completamente. ¿Es acaso que no tiene ni idea de lo que estoy hablando, tal como dice, o es que está Dominado por el Príncipe y he cometido un error tremendo en la misma noche de mi llegada? Me levanto, mirándolo, y, antes de dejarlo ir y que mis intenciones se vayan completamente al garete, le espeto tras unos segundos de silencio, con una orden más:

Espera un momento -frunzo el ceño, entre la frustración, el miedo, escrutinándolo a la vez intentando adivinar qué ha pasado y cómo debería actuar.

Debajo de la aparente incomprensión del mayordomo, está nervioso.

Lo ha entendido. No ha surtido efecto. Lo dirá todo. Lo echará todo a perder. Hay que matarle.

¿Matarle? ¿Por qué habríamos de matarle? Eso despertará aun más sus sospechas. Podemos comprarle, desacreditarle, azuzar a los Tremere contra él, podemos adelantarnos y denunciarle ante el príncipe por espía. Podemos hacer muchas cosas sin ensuciarnos las manos...

Matarle. Intrigar contra él. No es el comportamiento más noble que podría esperar de nosotros...

¿Y si apelamos a su lealtad a La Camarilla? ¿A todo lo que es bueno y santo en nuestra sociedad? Sin duda, si su príncipe es un traidor, el mayordomo se pondrá de nuestro lado...

Las voces de tu cabeza zumban a tu alrededor. Demasiado poco tiempo para una decisión fundamental. Sin atender a tu petición, el mayordomo ha abandonado el cuarto y sin pensarlo, le sigues de cerca hasta el pasillo. Justo en el momento en el que los Tremere salen de su entrevista con el príncipe...

Jacob, Aletheia y Hans abandonan la sala después de su entrevista con el príncipe. Jacob parece satisfecho, Aletheia distraída y Hans estúpidamente entusiasmado. En el pasillo se encuentran con el mayordomo del príncipe, de semblante demudado, y con Alejandro de Nápoles, también con un gesto de gravedad en el rostro.

Miro a Arkwright, aunque me duela, y me acerco a él, sin dejar de vigilar de reojo al mayordomo.

Arkwright, necesito hablar con vos. Por muy poco que nos agrademos, hay cosas más importantes -lo miro seriamente, con los ojos clavados en él, tratando de que comprenda que verdaderamente me estoy tragando mi orgullo.

-Por supuesto, Alejandro. Siempre tengo un momento para tí. Y, por cierto, no me desagradas. Al menos eres claro.
Jack hace un gesto a Hans y le indica que se acerque. Para que Alejandro lo escuche bien y no pueda malinterpretar nada, se dirije con voz irritada a Hans:
-Busca una habitación segura. ¡Ahora!
La voz va cargada de autoridad. Mira con franqueza a Alejandro para que vea también su franqueza.

Me acerco a él y le susurro.

Es posible que no sólo la Mascarada, sino la institución que es la Camarilla, esté en peligro —digo, seriamente mientras sigo con la mirada a Muhlberg—. Y, por suerte, creo que es una de las pocas cosas que tenemos en común.

-Charlemos pues. Mi criado Hans preparará un ambiente propicio para ello. Al fin y al cabo, todos vivimos y morimos por nuestra amada Camarilla.
La sonrisa nunca desaparece de la cara de Jack.

Bien. Supongo que habréis oído las fuertes sospechas acerca de la posible afiliación del Príncipe Lope de Salazar con el Sabbat, ¿me equivoco?

Lo miro fijamente, escudriñándolo, temiéndome que pueda estar cometiendo una equivocación.