Partida Rol por web

Tras un largo momento de silencio en la cueva, se oye en su interior un llanto desgarrador tan alto que notas que incluso Dorotea lo siente. En la hoguera nadie reacciona, pero cuando vuelve a mirar la cueva, el rostro del pequeño está a la vista, mucho más azul, con los labios morados de frío y siendo recorrido por escalofríos de vez en cuando. Incluso si es etéreo, su forma está difuminada en la oscuridad de la cueva.
-Hace... frío -Murmura, mirando alrededor y quedandose con la vista fija en la hoguera con todos sentados y riendo alrededor -Quiero ir... -Su mirada se vuelve a Seraphine con una mirada llena de anhelo y terror en ella -Ayúdame -Repite, tapandose los ojos con las manos antes de comenzar a llorar.

El momento de silencio se extiende cuando Seraphine invita al supuesto fantasma de la cueva a sentarse con ellos en la hoguera. Desde lo más profundo comienzas a escuchar un chirrido, muy similar al llanto de un niño como si lo estuviera escuchando demasiado cerca de su oído, incluso aunque siente que está más próximo a su corazón. El sufrimiento escondido en esa cueva es tan profundo que una persona sin poderes de medium como Dorotea es capaz de percibirlo. Su mirada se gira a las personas junto a la hoguera, que no se ven afectados por este llanto y, como si de repente una luz se encendiera, comprendes que es la presencia de Seraphine la que te está permitiendo notarlo, sea o no consciente de ello.

La historia de Maddon mantiene a todos en un silencio concentrado, perdidos en las palabras del cuentacuentos. Las aventuras de Niels Labac pasan frente a ellos como si estuvieran viéndolas, tal como las cuenta el muchacho, mostrandoos siluetas que recorren el camino que su voz os marca, por paisajes sin definir y rostros sin rasgos, mostrando al imponente gigante al que se enfrentaron con valentía el pequeño grupo del héroe, que volvió con las manos más llenas de lo esperado con la deliciosa receta de un fermento, pasado de generación en generación.
En el momento que Maddon hace la reverencia, estas imágenes se disuelven lentamente como un sueño y todos los que estaban escuchando se encuentran de nuevo mirando el oscuro claro entre montañas rocosas, iluminado por la luz y el calor del fuego.
-Muy hermoso, Mad -Exclama con lágrimas en los ojos Artell mientras remueve la cena -, id comenzando, nosotros esperaremos a Seraphine y Dorotea -Para acompañar sus palabras, tiende con amabilidad el cazo para servir.

Estaba perdida en su ensoñación cuando la recorrió un escalofrío. Se calló y se frotó los brazos con las manos. No podía saber qué estaba pasando con aquel espíritu, pero no parecía apreciar la canción y quizá hasta lo había hecho enfadar. ¿Podía ser su forma de atacarlas? Pero así como vino, la sensación se fue y solo quedó el silencio.

Las palabras de Seraphine la confundieron, pues sugerían que a él sí le gustaba la canción. Sintió una tristeza devastadora sin ninguna razón aparente, pero se dio cuenta de pronto que no provenía de su interior. ¿Sería aquel ser? ¿Y por qué ella podía sentirlo? Seraphine se le antojó un tanto peculiar en ese momento, pero sentía una gran curiosidad por sus habilidades.

Ante el silencio que siguió, dudó sobre si permanecer callada a un lado o intervenir. Cuando pasó un minuto entero sin que nada pasara (o por lo menos, no que ella pudiera notar), comenzó a sentirse bastante incómoda. Le susurró a su compañera:

—¿Cree que tema la compañía de unos desconocidos? Puede que se sienta más a gusto si encontramos algo que le sea familiar, o quizá sirva una canción local. Incluso es probable que Mad conozca alguna. —Claro que no necesariamente querría cantar frente a ellas, y menos aún frente a un espíritu.

Observó la pared delante de ellas y la siguió con la mirada hasta perder de vista el final. Quizá si rodeaban la estructura encontrarían por dónde entrar. Sin embargo, no sabía si era una buena idea acercarse: el fantasma ya había huido cuando se le acercaron en grupo. ¿No sería peor si invadían su hogar?

Emilia escuchó la historia cautivada, no solo por el relato, sino también por las imágenes que danzaban alrededor de Mad. El hombre parecía tenerle miedo a su habilidad, pero era evidente que tenía una faceta más sencilla e inocente de lo que sugería, lo cual, a sus ojos, iba bien con su carácter. Por cierto que él parecía otra persona cuando narraba: una persona más osada y con maravillas que contar. En cierta forma le recordaba la teatralidad de Dorotea y lo distinta que podía ser cuando mostraba su lado más sensible.

Finalmente la historia acabó y las imágenes se esfumaron. Mientras recibía un cazo de mano de la señora Moralta, miró hacia donde habían ido Dorotea y Seraphine. No acostumbraba a comer si no estaban todos presentes y no pensaba hacerlo, sobre todo considerando que una de las que faltaba era su hermana, por lo que dejó el cazo sobre su regazo y dirigió la mirada al cuentacuentos.

—¿Es decir que su familia ha sido una de las primeras de Islingfell? —le preguntó con curiosidad.

Mad recibió con una tímida sonrisa las palabras de la señora Moralta, sus ojos se desviaron a Arsa para intentar leer en sus facciones si aquel cuento habría cambiado un poco al menos el odio que le tenía y luego tomo la comida que le ofrecían y se sentó allí junto al fuego, volvió a buscar con la mirada a Seraphine y luego respondió la pregunta de Emilia.
- Creo que casi toda familia importante de Islingfell tiene una historia que narra como ellos fueron los primeros en llegar, pero bueno podría asegurar que la finca de mis antepasados ha sido de los primeros asentamientos de seguro, pero no me atrevería a creer al completo todo lo que el relato afirma. Si es cierto que mi abuelo recibió un rayo y sobrevivió a ello sin secuelas.
En la forma de hablar y la postura se notaba que Mad tenía una actitud diferente, aquel despliegue de su poder le había dado una confianza que venía necesitando. Al menos aquella maldición tenía sus ventajas, aunque claro, si eso era visto por los ojos equivocados podría poner en peligro a todos en la caravana, no era algo para tomar a la ligera.

La señora Moralta va repartiendo un cuenco de sopa a cada uno de los integrantes de la caravana. Mira a Dorothea y Seraphine, que siguen aparentemente esperando algo junto a una pequeña cuevecita.
-Cuando llegamos, la noche de la danza de las luciérnagas*, en Islingfell hacían una hoguera en el centro de la plaza, y cada familia contaba su historia hasta que la hoguera se apagaba -Os cuenta, con una sonrisa melancólica -, con el tiempo, las disputas familiares y demás han hecho que esa tradición se perdiera -Mira al cielo, como si esperase ver las estrellas fugazes de esos años, al calor del fuego.
-¿Alguien se anima con otra historia? -Pregunta Henewo calentandose las manos con el bol -, aunque Mad nos ha puesto el listón muy alto -Bromea riendose antes de tomarse la primera cucharada.

"¿Una leyenda?", pensó. No era extraño que hubiera esa clase de historias alrededor de la fundación de un asentamiento. Y tal como sugería Mad, contenían cierta cuota de verdad y cierta cuota de exageración. Incluso en la ciudad de la que ellas provenían había historias maravillosas sobre el origen de los campos de flores y cómo Ethen había bendecido el –por aquel entonces pequeño– asentamiento con temperaturas agradables para honrar la amabilidad de los habitantes, que solían dar refugio a los viajeros que por allí pasaban. De eso hacía mucho tiempo, claro, mucho antes de que sus padres se trasladaran a Hawic: el lugar había crecido tanto que ya las familias no se conocían todas entre sí y tampoco se acostumbraba la hospitalidad, por lo menos, no sin algún beneficio económico.

En todo caso, mientras escuchaba las palabras de la señora Miralta, recordó un día hacía unos cuantos años, cuando era una niña y aún se le permitía pasear libremente. Sus padres las habían llevado hasta la región sin reino al oeste y todo lo que veían se les hacía nuevo y especial, a pesar de que, objetivamente, admitía hoy que los poblados que habían visitado eran pequeños, poco planificados y no lo que se diría prósperos. Pero habían llegado allí en una buena época.

—Recuerdo a mediados de Hielik hace unos años una gran celebración a orillas del lago Laly —comentó, con la mirada puesta aún en su hermana, frente a la cueva—. Durante casi dos semanas hubo una gran cantidad de peces en el lago, al punto que viajeros de Aerisllundr llegaron a los lagos a observar el fenómeno y pescadores de Elwold y de la región sin reino pescaban en las orillas. Por las noches, muchas familias acampaban cerca de allí y compartían la pesca del día con los demás. Una noche, mientras habitantes de ambos lados compartían historias, los cardúmenes empezaron a… —Vaciló un momento. Supuso que sonaría extraño para quien no hubiera estado presente. Apartó la mirada, incómoda—... a saltar. Fuera del agua. Como si fuesen delfines. Nadie allí fue capaz de explicarlo salvo quizá como una señal divina, pero al día siguiente todos los peces del lago habían desaparecido, así como los del lago Lyle, según escuchamos.

Se preguntó si Dorotea recordaría ese día. La niña se había pasado la celebración jugando con unos niños que venían de Eliothlon y sus conejos, y no le extrañaría que no le hubiera prestado demasiada atención al evento. En todo caso, Emilia había buscado en distintos escritos información sobre alguna ocurrencia similar en años anteriores, pero no había tenido éxito. Aún así, había ciertas historias extrañas en torno a los lagos Laly y Lyle.

Tras un breve instante, Seraphine caviló sobre la posibilidad de que quizá el cuerpo del pequeño se encontrase dentro de la cueva. Tal vez, el muchacho sólo necesitase de sepultura tras sentirse acogido por el calor de una familia o lo más parecido a una. Se decidió a entrar en la cueva, antes de ello, se giró y miró a Dorotea con dulzura. -Dorotea, querida ¿Me harías el favor de ir con los demás y decirles que voy a regresar acompañada? Te agradecería que les contases a los demás lo que está pasando y que le pidieses a Maddon de mi parte si nos haría el favor de contarnos una de sus historias a nuestro regreso.- Pidió amablemente a Dorotea. Seraphine no sabía lo que se encontraría dentro de la cueva, pero lo que sí sabía era que no iba a exponer a Dorotea a aquello, por lo que estaba decidida a entrar sola, pasase lo que pasase. Además, también necesitaba que Dorotea informase a los demás compañeros de lo que estaba aconteciendo para que fuesen conscientes de la situación y así poder participar en ella, si eran tan amables de ayudar a Seraphine y al muchacho. 

Seraphine le hizo un gesto cariñoso para que la niña marchase con los demás y luego se giró dispuesta a entrar en la cueva. -Voy a ayudarte, pequeño. Te llevaré con los demás y lo pasaremos en grande juntos.- Dijo mientras hacia el ademán de entrar. 

El hueco de entrada a la cueva es estrecho, tanto que Seraphine tiene problemas para entrar por él. Decidiendo a entrar de cabeza para palpar alrededor, encuentra una pequeña cámara helada, de paredes lisas y no muy profunda, pero donde no alcanza a tocar el techo. El suelo está a menos de un metro y logra rozarlo con laas manos, así que retrocede avanza todo lo que su cuerpo le deja. La temperatura dentro está muy baja, como si se encontrase en una zona en mitad del invierno y corre una brisa cada vez más fría.
El aliento de Seraphine se deja ver, blanco y etéreo por la poca luz que entra por el hueco que deja su cuerpo. La oscuridad no permite que sus ojos se acostumbren del todo, exceptuando al fantasma que parece iluminado, pese a que su luz solo le afecta a él.
-Más adelante -Dice, con los ojos como platos y sonriendo un poco -Tengo mucho frío, ayúdame -El eco de la cueva le devuelve el sonido de su propia respiración a Seraphine. Pero... ella misma se da cuenta de que no es eco. Es otra respiración. Una respiración lenta, pesada y cansada. Y con cada respiración, el fantasma se vuelve un poquito más nítido durante un breve instante. En mitad de la oscuridad, más profundo en la cueva, la medium escucha un suave ruido de suspiro.

El hueco de entrada a la cueva es estrecho, tanto que Seraphine tiene problemas para entrar por él. Apenas logra llegar a sus caderas, parece no caber más, el interior es pequeño. El resto no saben lo que hace, estan entretenidos hablando.

Cuando Seraphine percibió la otra respiración, su corazón empezó a latir más rápido y con más fuerza. Al oír como el espíritu le indicaba que fuese más adelante, se apresuró esperanzada por encontrar al niño con vida. Había oído el suspiro, no podía ser otra cosa, tenía que serlo, un suspiro que guiaba su camino hacia el pequeño. Como pudo, se rasgó las ropas de su vestido para conseguir tela que pudiera usar como manta para el pequeño. 

Cuando lo encontró, su piel se erizó y de sus ojos cayeron lágrimas de emoción. Rápida, envolvió al pequeño con las telas y lo abrazó para darle calor con su cuerpo.-Estoy aquí, pequeño, estoy aquí, te encontré. - Comprobó sus constantes vitales, luego cogió al pequeño en su regazo mientras seguía abranzándolo y le acariciaba la espalda y la cabeza mientras lo mecía para darle consuelo y seguir dándole calor.- Te sacaré de aquí y te llevaré con los demás al calor de la hoguera.-  

Con bastantes dificultades por el lugar tan inhópsito en el que se encontraba, se las manejó para poder salir de allí con el pequeño en brazos. El ambiente era asfixiante y el espacio para pasar muy reducido, por lo que primero pasó al pequeño por la grieta y luego salió ella. -Vas a estar bien, tesoro-. Cuando consiguió salir, cogió al chico en brazos y se lo apretó contra el pecho y salió corriendo hacia la hoguera donde se encontraban los demás.

Con la vuelta de Dorotea a la hoguera, queda claro que lo que sea que Seraphine estaba viendo era importante, sin embargo, cuando os giráis a mirar, no sois capaces de verla. Dorotea, confusa, explica que había una grieta y que Seraphine le avisó que volvería acompañada.

Tras unos largos minutos de mirar a la pared de roca, veis movimiento. Algo se mueve en la lejanía y, de la pared, sale Seraphine. La medium, con la ropa rasgada, heridas en los brazos y algo en brazos. Se acerca corriendo, con lágrimas en los ojos, pero sonriente y se arrodilla frante al fuego con demasiada ansiedad. Su piel esta pálida y sus mejillas sonrojadas, pero nada en ella llama tanto la atención como el cuerpo de un niño de unos seis años, con la piel tan pálida y fría que dudais que esté vivo. Sus labios están casi azules y no responde a ningún estímulo.
-Vaya, ¿está muerto? -Pregunta Haxow, acercándose para tocarlo -Esta helado... -Dice, como si necesitase ser confirmado, y Arsa tira de él, mandandole callar.

Dorotea no perdió tiempo. Solo asintió y fue con el resto a explicarles la situación, o por lo menos, lo poco que sabía de ella; del resto ya se encargaría Seraphine. Mencionó brevemente al espíritu de un niño y luego la compañía en la que vendría su compañera. Acto seguido, se dirigió directamente a Mad.

—Mis disculpas, Mad, pero si pudiera deleitar al niño con alguna historia o canción local se lo agradecería mucho —imploró con su habitual teatralidad—. Está muy desanimado y quizá añore algo de la calidez del hogar.

A todo esto, Emilia escuchaba a su hermana como si le estuviera contando cómo había encontrado piedras en el camino. Esperaba el momento en que la niña se reiría y revelaría la broma. Sin embargo y para su sorpresa, emanaba completa sinceridad y su ruego no dejaba mucho lugar a dudas tampoco. ¿En qué se había metido?

Emilia había leído cuentos sobre espíritus, pero jamás de los jamases había creído que existían. Y hasta donde sabía, su hermana temblaba como una hoja con cualquier historia remotamente sugerente de terror. ¿Qué había pasado que con tal emoción anunciaba que pronto se les uniría un espíritu?

La niña le dirigió una mirada inquisitiva –y quizá algo acusadora– a Seraphine cuando esta apareció con el cuerpo. Este se veía muy de carne y hueso como para tratarse de un fantasma, pero tampoco parecía lo que se diría vivo.

—¿Quién…? —Pronto se calló y negó con la cabeza. Luego habló en voz baja—. ¿De dónde viene este niño?

Seraphine continuaba abrazando al niño fuertemente. Frotaba su cuerpo sin cesar ni un segundo y lo acercaba al suyo tratando de darle calor, el de su propio cuerpo y el de la hoguera. En esos momentos, ella no sentía ni el frio, ni el cansancio, ni siquiera le dolían las heridas que se había hecho, sólo podía pensar en el pequeño, en el bienestar de aquél niño, era su mayor preocupación.

Posó su mirada en Arsa y, con ojos suplicantes y vidriosos por la emoción y el nerviosismo de los hechos que estaban aconteciendo, le rogó. -Arsa, por favor... he visto tu don ¿Podrías ayudarme a que el pequeño entre en calor? Te lo suplico... - 

Tras eso, volvió la mirada de nuevo al niño, le dio un beso en la frente y lo acercó más a su cuerpo y mientras lo mecía y le susurraba al oído. - Vas a estar bien, pequeño. Cuando te recuperes cantaremos y bailaremos juntos en la hoguera y contaremos cientos de historias.- Seraphine siguió susurrándole al niño palabras de ánimo y promesas sinceras de todo lo que harían una vez se recuperase. 

Aunque al principio parece reticente, Arsa se levanta del suelo para acercarse a Seraphine con un gesto de preocupación mal disimulado. Se sienta delante con las piernas cruzadas y extiende las manos.
-Dámelo -Exige, cogiendoselo de encima sin esperar respuesta. Pese a que coge al niño con una clara mano experta, no parece que esté haciendo nada salvo mirarlo, de espaldas al fuego y frente a Seraphine -El fuego le hará daño -Dice, tras unos largos minutos en silencio, levantando su vista a la medium -, necesita entrar en calor lentamente -Se levanta del suelo sin soltar al pequeño, volviendo a fijar su vista en él y caminando hacia los carros, sin decir ni una sola palabra más.

⌘ Camino a Heniskali ⌘
Retomando el viaje
Día 3
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Con los corazones todavía en un puño y la comida enfriándose en los boles, los integrantes de la caravana miran a la malabarista marcharse a dormir con el niño. Al alzar las miradas al cielo, las estrellas que brillan junto a Ictium velan por el sueño del pequeño, ofreciendo consuelo y alivio a quienes todavía sufren bajo su manto.

La noche es algo fresca para la época pero eso no impide a nadie dormir bien.
Dentro del carro principal, el frío apenas es una molestia secundaria y no hay nada reseñable sin contar los ronquidos suaves del señor Moralta.
En el carro almacén hace calor, realmente mucho calor, como si hubiera una fogata dentro del mismo, que no teneis dudas de que emana del cuerpo de Arsa, que se encuentra tumbada todavía con el niño entre sus brazos, completamente dormida.
En el carro jaula, el único que parece afectado por la temperatura exterior, Haxow deja un montón de mantas para repartir y se tumba en una esquina, envuelto en su capa, con la capucha puesta, hecho un ovillo como si fuera un animal en su madriguera.
Dos personas se quedaron de guardia y tuvieron por delante una larga noche para mirar como el cañón de la montaña cambiaba con cada hora, siempre silencioso y oscuro, como si constantemente algo estuviera esperando para atacar.

Sin embargo, la mañana llegó, el alba comenzó a iluminar las paredes de roca del acantilado donde se encontraban y, uno a uno, todos fueron despertando. Exceptuando al pequeño, que se encuentra durmiendo plácidamente en el carro almacén, todos os levantais a desayunar y escuchar las noticias que trae Arsa, que parece completamente agotada.
-Aún duerme... -Dice, antes de bostezar y frotarse los ojos -, pero ya no está frío -Se acerca, arrastrando los pies, hasta la olla de estofado para servirse un poco y desayunar. Artell propone guardar un poco en un bol para cuando el niño se despierte y el resto se reparte entre todos para tener energías para continuar el camino.

Uno a uno, los carros del circo vuelven a salir al camino y continuan su ruta durante gran parte del día. El camino está ligeramente desnivelado y el traqueteo del pedregoso material que lo conforma hace que todo vibre, como si se tratara del ronroneo de un felino.

Horas después, cuando incluso quienes montaron guardia ya estan despiertos de nuevo y el cansancio empieza a hacer mella en todos, los carros se paran lentamente. Los caballos se encabritan y relinchan asustados sin aparentemente ninguna razón. Pero, de entre las rocas y formaciones cercanas comienzan a aparecer personas armadas.
-No ataqueis -Pide el conductor de cada carro a todos los ocupantes del mismo.

Alrededor de los carros se encuentran un total de cinco hombres, ataviados con ropas rojizas y con claros símbolos de craneos de carnero en diferentes lugares de su equipación. El que parece el lider, un hombre de pelo castaño, ojos oscuros y sonrisa desagradable se coloca frente al carro principal con un geto de suficiencia.
-Vaya, vaya, hoy comenzamos pronto con el trabajo -Dice, jugando con una daga de mango negro y una gema roja en la empuñadura -Veamos qué podemos encontrar -Con un chasquido de dedos, tres de los hombres se acercan a los carros directos a surtirse de todo cuanto puedan.

La guardia le había parecido eterna a Seraphine. Trató de estar lo más alerta posible a los peligros que pudieran acecharles, pero su corazón y su mente estaban centrados en el niño, su mirada se iba de forma inconsciente hacia el carro donde estaba el muchacho con Arsa, Seraphine sólo podía desear que el chico estuviese bien.

Cuando amaneció y al escuchar a Arsa explicar como el pequeño ya no estaba frío, los ojos de Seraphine se humedecieron de la emoción. - Muchísimas gracias, Arsa... estaré eternamente agradecida por lo que has hecho por él.- Dijo con total sinceridad. A pesar del inicio tan tenso y seco que tuvieron al conocer a Arsa, Seraphine acababa de ver una gran muestra de bondad por su parte. Por la mente le pasaban las buenas palabras que tuvo Haxow al referirse a la muchacha. Seraphine le sonrió. - Te lo compensaré.- Continuó diciendo.

Después fue corriendo a ver al niño antes de desayunar, acarició su frente y sus mejillas, le volvió a besar en la frente y volvió con sus compañeros un poco más tranquila ahora que había comprobado que el niño tenía una temperatura bastante más elevada que la noche anterior.

Más tarde, cuando ya hubieron desayunado y se disponían a partir de nuevo, Seraphine se montó en el carro almacén, donde se encontraba el niño. Volvió a acariciarle y le susurró -Enseguida te pondrás bien.- y se quedó dormida junto a él de puro agotamiento por no haber dormido nada la noche anterior.

Al despertar, lo primero que hizo fue comprobar como seguía el pequeño y se pasó el resto del viaje pendiente de él. De pronto, al ver como los carros se paraban y los caballos estaban encabritados y nerviosos, Seraphine, que había estado todo el viaje atenta al niño, se sobresaltó. Al ver aquellos hombres armados, su primera reacción fue ponerse delante del pequeño para protegerlo en caso de que las cosas se torciesen. -Ladrones...- pensó al escucharlos hablar. Poco podría hacer ella frente a aquellos hombres, aún así les habían dado la orden de no atacar, así que permaneció quieta delante del niño.
 

La sorpresa del niño traído por Seraphine paso del amargor a lo dulce con el correr de las horas, había hecho todo el viaje en el carro jaula justo a Harxow. En su boca guardaba aún palabras para con el conductor pero no se había atrevido a esbozarkaa y quizá nunca lo hiciera. Algo que esté le había dicho le quedaba picando en su interior, pero era una puerta que no estaba seguro querer abrir aún.

Todo marchaba bastante bien, sobre todo con las noticias de Arsa en el desayuno, pero cuando hubo una segunda parada el clima se volvió tenso. Sabían que existían bandalos por todo el camino y aunque la presencia de Luisa y su cañon podrían suponer una fuerza dosuaspria por si misma, entablar un combate siempre podía tener sus amargos resultados. Mad se incorporó en el interior del carro jaula y fue se inmediato donde Harxow para mirarle con el interrogante en su mirada, quizá el podría usar su don para detener a alguno de esos maleantes pero hacerlo no solo pondría en riesgo a toda la caravana por el resto del viaje, sino que tampoco podría asegurar que no trajera complicaciones más inmediatas.

- Solo somos un grupo de artistas ambulantes, no tenemos casi nada para que se lleven. No queremos problemas...

Dijo Mad sin poder contenerse al ver acercarse a uno de esos bandidos hacia el carro para revisar. La situación le bullia la sangre por dentro, jamás dentro de Islingfell se había sentido impotente y ultrajado de esta manera, no al menos hasta la aparición de los acorazados. Pero más allá de sus palabras en intención diplomaticas en su cabeza pensaba que pasaba si se atrevían a ponerle una mano encima de algunas o incluso si Luisa demostraba su fuerza con esos hombres y la situación escalaba en violencia.