Partida Rol por web

El miedo parece volver a crecer en la mirada del pequeño, pero esta vez no hace nada, solo mira a la chica de sus ojos, a sus manos. Como si de un animal acorralado se tratase, está increíblemente tenso, pero lentamente, su figura se vuelve más nítida y toma algo del color pálido propio de los fantasmas que a Seraphine tan familiar se le hace.
-Tengo frío -Dice tras un buen rato en silencio.

Me había sentado junto a Harxow tras repartir las mantas y y estaba algo incómodo, el cochero parecía disfrutar de la actitud de Arsa y la tensión que había entre ambos. Aunque yo realmente prefería dejarlo estar hasta que todo se calmara un poco. Pero para nada me esperaba el chillido que se alzó de la nada, instintivamente me puse de pie como.un gato asustado t recorrí con la mirada a todos los allí presentes, fue entonces que repare que Seraphine parecía estar hablando con alguien o algo.

Le hago una seña a Harxow indicando a Seraphine, estaba cerca de la hoguera y claramente hablaba a algo que no lograbamos advertir. Ella nos había contado que podía hablar con espíritus y eso daba cierta explicación a aquel chillido y su comportamiento, aunque aún así el chillido no me dejaba nada tranquilo. Si el espíritu quería hacernos daño, cómo podíamos defendernos sin siquiera verlo?

Me acerque cauteloso hacia Seraphine.

- Estás bien? Ha pasado algo malo?

Cuando la hoguera estuvo prácticamente preparada, la sorprendió la intervención –reticente, por cierto– de Arsa. Su poder era impresionante y, a decir verdad, muy útil, pero Emilia tenía otras preocupaciones en la cabeza.

—¿No es peligroso emplear un don así, a la intemperie? —le preguntó en tono bajo a la mujer.

Si algún viajero los veía de casualidad y la denunciaba, el viaje podía dificultárseles considerablemente, sobre todo teniendo en cuenta que ya existía la posibilidad de que los estuvieran siguiendo debido a la presencia de Luisa. Se acordó de las pocas veces en que les había tocado hacer uso de su don en circunstancias no planeadas y en todos esos casos había tenido una noche de poco descanso. Así y todo, para un observador poco atento ese don podía pasar desapercibido. El de Arsa…

No hubo tiempo para más comentarios, pues el grito en la distancia la sobresaltó y alejó esos pensamientos de su cabeza. Ubicó rápidamente a Dorotea, que venía con la señora Moralta y tenía una expresión conmocionada. Negó con la cabeza. No podía ser que los hubieran descubierto: había habido una pausa notoria entre la demostración de Arsa y ese grito y nada de lo que estaban haciendo los demás resultaría llamativo para el que pasara por allí. Se quedó sentada junto a la hoguera, pensativa.

—¿Dónde está Seraphine? —Coincidía con la señora Moralta en que lo mejor era mantenerse juntos por el momento.

Sin embargo, parecía que no se había alejado tanto. Dorotea dejó lo que llevaba enfrente de la señora Moralta y se acercó raudamente hacia Seraphine. Miró a uno y otro lado, temiendo que algo o alguien la hubiera visto en actividad sospechosa, si bien no tenía idea en qué había estado ocupada la joven.

—¿La ha visto alguien? —le susurró.

Las preguntas preocupadas de la niña quedan en el aire cuando el grito resuena en el aire. Aún así, para alejar ese sonido de su mente, Artell se gira a Emilia.
-Esta zona no se ve fácil desde el camino, por eso podemos permitirnos que Arsa encienta la hoguera... no será así de fácil en las siguientes paradas -Explica, muy por encima, con la vista puesta en la espalda de Arsa, que sigue encogida contra Haxow.

Antes de que Seraphine logre contestar al pequeño, la presencia de sus compañeros sobresalta al fantasma, que se desvanece con un chillido contenido, apareciendo al otro lado del pequeño claro, temblando mucho más y llorando.

Al ver que el chico recuperaba cierta nitidez, las esperanzas de Seraphine aumentaron, quizá sí se dejaría ayudar. Cuando trató de volver a hablar con el niño, dos de sus compañeros se acercaron, antes de que a Seraphine le diese tiempo a hacerles una seña para que parasen y no se acercasen más, el muchacho ya los había visto y había huido al otro lado del claro. Seraphine quedó un poco abatida tras lo sucedido. -Estoy bien, chicos.- Dijo dirigiéndose a Maddon y Dorotea. -Estaba buscando espíritus para que me ayudaran esta noche en la guardia... pero me encontré al espíritu de un niño pequeño, está muy asustado y quería ayudarle, aunque acaba de huir al veros y no se si querrá que me acerque otra vez.- Dicho esto, la chica sonrió levemente, en su sonrisa se notaba el desánimo, temía que el niño ya no se dejara ayudar, que no volviese a confiar en ella. -Os agradezco mucho vuestra preocupación y que vinieseis en mi ayuda. Lo cierto es que me gustaría mucho ayudar al pobre chico. Lo está pasando mal, parece aterrado y no para de llorar.- Los ojos de Seraphine se fueron al suelo, se miraba los pies entristecida. -Si os preocupa mi seguridad, podéis quedaros a una distancia prudencial y vigilarme desde allí, pero no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que el pequeño sufre y yo no hago nada para intentar remediarlo.- Dicho lo cual, Seraphine echó a andar hacia donde se encontraba el niño, deseando con todo su ser que se dejase ayudar.

Luisa cumplió con su parte echando una mano (literalmente) al muchacho. Cargaba sacos y utensilios con la derecha y su cañón con la izquierda. Cuando ya había preparado todo lo necesario para la cena soltó el arma cerca del fuego y comenzó a pasear por el espacio en busca de algo. Aver zi ehta me bale... No, eh mu pequeñica. Abeh ehta... Hmm ehta no me ba cabeh.. EHTA! Interrumpió sus meditaciones al tiempo que recogía una gran roca del tamaño de una sandía del suelo. La cargó en una mano y siguió buscando más munición por los alrededores. 

Escucho la explicación de Seraphine con atención y no queriendo perturbar más al pobre espíritu del niño me quedo allí quieto haciéndole señas para que entendiera que me quedaría allí por si necesitaba alguna ayuda y le miro marcharse supongo que en la dirección que el espíritu se marchó, miro a Dorotea con cara de arrepentido y espero a ver si la situación puede ser manejada por la rubia espiritista.

Emilia asintió ante la respuesta de la señora Moralta. Después de todo, desde que abandonaron el camino no se habían topado con más viajeros y la mujer conocía mejor esa zona que ella. Le costaba creer lo mucho que habían preparado los Moralta para realizar ese viaje. ¿Por cuánto tiempo habrían tenido esa idea en sus mentes, ese plan que no les reportaba ningún beneficio salvo, quizá, uno de índole espiritual?

Mientras su hermana estaba perdida en esas cavilaciones, Dorotea escuchaba con atención –y hasta asombro– las palabras de Seraphine. La mención de espíritus hizo que se sobresaltara. Jamás había visto un fantasma ni esperaba tener que encontrarse con uno, pero se preguntaba si aquel grito tan… vívido había provenido de ese ser y, si era el caso, por qué lo habrían escuchado. ¿Acaso no eran incorpóreos?

—¿Ha sido él el que ha gritado? —preguntó, sintiéndose ligeramente tonta, pues no se suponía que a su edad creyera en fantasmas. Pero los dones eran tan versátiles que no podía desacreditar a la joven como si nada—. La acompañaré. Descuide, no me interpondré en su camino.

Le dirigió una mirada de curiosidad a Mad, como si no comprendiera el porqué de su bochorno, y le señaló con la cabeza el camino que estaba siguiendo la muchacha. Luego le hizo un gesto rápido a Emilia y siguió lentamente a Seraphine, aunque a una distancia prudencial, como se le había indicado.

Su hermana arqueó una ceja y negó con la cabeza. Observó el trabajo que Dorotea había abandonado y se dispuso a ocupar su lugar y ayudar a la señora Moralta a preparar la comida.

—¿Hay alguna razón por la que no debamos alejarnos? ¿Frecuenta mucha gente esta zona? —le preguntó a Artell Moralta. No daba esa impresión, pero quizá era por la hora.

-No es la cantidad, cariño... es la calidad -Dije con una sonrisa algo preocupada -Al ser una zona de visibilidad baja y estar bien protegida por las montañas, es un buen lugar para trapicheos y... bueno, malas acciones -Explica, volviendo a su tarea.

Mientras tanto, Haxow pone un par de cubos de agua en la olla y se sienta de nuevo con Arsa.
-¿Quieres que te cuente otra vez como te conocí? -Le pregunta, haciendo que la chica resople, quejandose de que siempre es la misma historia. Haxow se ríe -Eres una quejica... -Se gira a las chicas que están sentadas cerca y mira a Mad con una sonrisa -¿Alguno quereis contar una historia mientras se hace la cena?

Bajo la atenta mirada del joven fantasma, Seraphine se va acercando con cautela al lugar donde está sentado. Se encoge, pretando sus pequeños brazos alrededor de su cuerpo.
-No me pegues -Murmura -, seré bueno -Vuelve a temblar, tapándose la cabeza, con grandes lágrimas fantasmales cayendo por su rostro -Por favor -Su voz tiembla de puro miedo y cuando las mangas de su atuendo se bajan como si se vieran afectadas por la gravedad, Seraphine alcanza a ver marcas de líneas que comienzan a sangrar muy lentamente.
-Solo tengo frío -Gimotea, asustado -No me pegues -Toma aire silenciosamente, como si temiera hacer ruido -El señor del carro dijo que vendría a buscarme -Queriendo huir de nuevo, gatea por el borde de la pared hasta una zona más estrecha por la que se cuela sin ningún problema, dejando entrever una grieta en la pared. Dentro está muy oscuro para ver nada y mucho menos para meterse a las bravas.

Seraphine, que parece estar mirando constantemente al vacío y tras reaccionar a algo que no ves*, avanza y encuentra una grieta en la pared, demasiado estrecha para pasar siendo que el interior es tan oscuro como una noche sin luna.

Tras la pregunta de Dorotea sobre la proveniencia del grito, Seraphine asintió, pues era cierto que había surgido de aquél pobre niño atemorizado. La cara de la chica, aunque seguía transmitiendo su dulzura característica, reflejaba cierta preocupación e inquietud.

Siguió caminando hacia el niño agradeciendo internamente la comprensión de sus compañeros parecía que le iban a dejar el espacio que necesitaba para poder ayudar al niño sin ahuyentarle.

Al acercarse más, escuchó las duras palabras del pequeño, quedaron grabadas en la mente de Seraphine. Ese niño había sufrido demasiado y eso debía acabar, más tarde vio sus heridas y Seraphine sintió un pinchazo en el corazón que le cortó la respiración durante unos segundos.

Cuando el niño se coló por la zona más estrecha de la pared, Seraphine se acercó y se asomó, dado que estaba demasiado oscuro y no veía nada, la chica habló dulcemente a través de la grieta de la pared. -No voy a hacerte daño, sólo quiero ayudarte. - Comentó Seraphine con la esperanza de obtener una respuesta por parte del niño que se encontraba al otro lado. Su corazón latía rápidamente y su piel estaba ligeramente erizada. - ¿Quién es el señor del carro? ¿Quiere hacerte daño? Yo puedo ayudarte si me dejas.- Añadió, mientras seguía esperando una respuesta o una señal de que el niño la oía.
 

Del interior de la cueva se siente un aire sumamente frío, mucho más que el exterior, como si hubiera una corriente de aire del mismo glacial que cubre la parte norte del planeta. La oscuridad es profunda y los ojos apenas alcanzan un metro, parece un hueco que se hunde en la pared y después baja, por lo que los ojos no alcanzan a ver absolutamente nada.

Con eco, desde el interior de la pequeña cueva, se oye la voz del niño, acompañada de un ruido de aire pesado.
-No sé quién es -No es fácil determinar de dónde llega esa voz -, entré aquí por que tenía frio... pero ahora tengo más frío -Dice el pequeño, que de repente está a dos centimetros de la cara de Seraphine, con los ojos anegados en lágrimas -Tengo miedo, tengo frío, ayúdeme... ¡AYÚDEME! -La voz del niño retumba en el interior de la pequeña cueva. Durante un segundo la presencia del fantasma desaparece y Seraphine puede sentir algo dentro que no es capaz de describir. Como si un eco del sentimiento del alma del niño retumbase en su interior y un escalofrío la recorre por completo, sintiendo vaho salir de su boca, antes de desaparecer como si jamás hubiera estado.

Emilia escuchó con cierta inquietud las palabras de la señora Moralta. Encontrarse bandidos en el camino había sido una de las mayores preocupaciones de la niña en esos últimos tiempos, y si bien un par de personas no se arriesgaría con un grupo tan numeroso, no sabía si alguna banda estaría merodeando por esa región. No era el tipo de conocimiento que podía adquirir leyendo libros y, ciertamente, no era algo que sus padres estuvieran interesados en que supieran; después de todo, no esperaban que salieran de aventura.

Quiso preguntar más al respecto, pero justo en ese momento Haxow se dirigió al grupo con buen ánimo y un pedido –francamente– no muy inusual. La niña miró en otra dirección hasta que se percató de que la atención del joven estaba puesta sobre Mad. “Ha dicho que se le daba bien contar historias, ¿verdad?”, recordó. A Emilia le gustaban las historias, pero nunca había conocido gente, más allá de Dorotea, a la que le interesara escuchar sobre lo que leía y la ponía incómoda pensar en estrenar esa costumbre con un grupo de desconocidos con los que debía viajar por un largo tiempo.

De modo que dirigió la mirada a Mad con una expresión que, muy a su pesar, tenía un dejo de súplica combinada con una buena cuota de curiosidad. Después de todo, él venía de otro reino y Emilia estaba interesada en conocer qué clase de historias eran populares en Caertagi.

Dorotea siguió a Seraphine a paso lento y en silencio. No deseaba espantar a aquella presencia y causar la irritación de su reciente compañera, y más importante quizá, la del mismísimo espíritu, cuya posible reacción le provocaba temor. Los fantasmas en los cuentos rara vez eran amistosos. Así y todo, Seraphine no parecía asustada y no paró hasta que le fue imposible seguir el camino. Cuando se detuvo ante una cueva y se asomó por la grieta, la niña se quedó en su lugar, atónita, confundida. ¿Se habría adentrado en aquel hueco? ¿Podrían pasar?

Miró de reojo al interior, pero el hueco no le devolvía más que oscuridad y un aire frío antinatural, muy por debajo de la temperatura cálida del exterior. Le dio un escalofrío. ¿Se estaría metiendo en problemas? Sin estar segura de qué hacer se aproximó a Seraphine, pero se quedó a un costado de la grieta, para que el espíritu no la viera y se asustara. Era evidente, por las palabras de la joven, que el niño al que le hablaba no confiaba en ella, pero poco sabía Dorotea de calmar a presencias del más allá. Se le ocurrió, por lo pronto, que si se trataba de un niño quizá funcionaría lo que la ayudaba a calmarse a ella en su momento.

Empezó a tararear una canción de cuna en tono suave. En el silencio que las rodeaba, sin embargo, era perfectamente audible. Se quedó quieta de espaldas a la cueva, como si no estuviera pendiente de lo que allí rondaba, mientras seguía su canción, recordando el tacto suave de unas sábanas con un olor familiar y el calor de una mano cariñosa.

Sin que aparentemente pase nada, la nana de Dorotea causa un pequeño pulso que solo Seraphine siente en realidad. Esto no evita que la niña no sienta como se le eriza el bello de la nuca y se percate de que no solo la cueva está caldeandose, sino que de su boca y de la de Seraphine empieza a salir vaho, similar al de invierno.

No está calentandose la cueva, ellas están bajando su temperatura demasiado velozmente. Tal como ha llegado, el blanco aliento de ambas se desvanece y la temperatura de la cueva vuelve a descender. Su interior sigue silencioso, oscuro y frío.

Mad desde el incidente no le había quitado la vista de encima a Seraphine quien se había alejado para atender el asunto con aquel espíritu, sin embargo al oír las palabras de Harxow, Maddon se gira hacia este y luego recorre una a una las miradas de los presentes, deteniéndose en la de Dorotea que le mira casi en suplica.

- Cuando era pequeño mi madre solía contarme que en las estribaciones de Caertegi, hubo un tiempo en que habitaba un gigante. 

comenzó el muchacho y se acercó al fuego como a calentarse las manos antes de continuar.

- En aquel entonces, en tiempos cuando ni mi abuela había nacido, si quiera la primera vid de los Labac cosechada aún, era común decir que aquellos que se aventuraban entre los picos, allí donde las nieves y las nubes se juntaban jamás volvían a causa de caer víctimas de aquel gigante. Los pueblos que existían en los valles en noches despejadas juntaban ver su sombra recortada a la luna o oír el retumbar de sus pasos incluso a tanta distancia. 

Mad histriónicamente y lejos de el muchacho algo.sombrio y silencioso que las gemelas habían conocido, avanzo alrededor de la fogata dando pisotadas para ilustrar su relato, hasta que se detuvo y miro a los presentes para retomar el relato.

y ocurrió una noche en que se cuenta que el temblor de la tierra sacudió incluso el reino y a los pocos días el ganado, los pastores e incluso algunos niños descarrilados comenzaron a desaparecer. Aún no se había puesto la primer piedra en ningún cimiento se Islingfell cuando esto aconteció pero dicen que el rey, reunió un grupo de valientes para dar caza a la bestia que estaba causando tantos dolores de cabeza y cundiendo el pánico entre los valles. 

Entre estos valientes estaba el honorable Niels Labac, de quienes descendemos todos en mi familia, pero entonces no era mas que un escudero al servicio de un noble caballero. Tres noches y sus días recorrieron los valles siguiendo los rumores y luego los cuerpos sin vida, hasta que dieron con el gigante. De los 30 que eran de la partida apenas 10 lograron escapar con vida de ese encuentro, entre ellos el joven Niels, ahora ya sin noble señor a quien servir pero no por ello que menos honor.

El cuentista que caminaba yendo y viniendo mientras relataba, en este punto se agachó a tomar una cuchara de madera y la alzó cuál si fuera una espada o lanza apuntando a los cielos. 

Así es que dirigidos por él, los sobrevivientes lejos de regresar al reino sin haber logrado su cometido, decidieron acechar al gigante para buscar un momento de debilidad y acabar con su vida. Y ese momento llegó, pues el gigante pese a su barbarie y ferocidad, conocía algo que los hombres aún no, y es que hacía un fermento con unos nobles frutos que crecían en una planta trepadora  en el valle.

Maddon hizo como que venía de una copa antes de proseguir el relato mientras caminaba como si hubiera venido unas cuantas copas del vino más potente.

Claro que luego del festin de mercenarios que se había dado más beber aquel fermento, el gigante cayó dormido dándoles la oportunidad de acecharlo e inmobilizarlo con cuerdas estaqueadas a la tierra. Entonces cuando el valiente Labac, se dispuso a atravesar su enorme corazón con su lanza, el gigante despertó y comenzó a hacer temblar el suelo en su intento de liberarse y acabar con sus captores.

Dramáticamente el joven se ojos negros represento la escena con la cuchara por arma y sus mantas que había hecho un bulto para hacer del gigante.

Eso ocasionó que el lancero se hiciera en una pierna, ganando en su madurez el mote de Labac el cojo, pero sin embargo su valor alcanzó para volver a la carga antes de que el gigante pudiera liberarse del todo y hundir la lanza en su pecho con toda su fuerza. 

El grito del gigante estremeció el cielo - Maddon hizo una pausa y azotó la enorme olla con el cucharón de madera generando un enorme estruendo.-  tanto así que las nubes se rasgaron y una descarga eléctrica azoto a algunos de los guerreros. Pero luego el gigante murió y Labac fue honrado por el rey con las tierras del valle donde había cazado al feroz monstruo, pero además Labac aprendió del gigante el secreto de ese fermento de frutos que desde entonces cultivo e hizo próspero al naciente pueblo. Así nació el viñedo de mi familia y tbiej fue fundado Islingfell por los comerciantes que acabaron acentuándose en el valle en busca del vino y las fértiles tierras para cosechar. Pero el viejo Labac el cojo, jamás divulgó su secreto más que a su familia, y por ello en las noches de tormenta se cuenta que el juraba que el gigante seguía aunque muerto enviando sus descargas para castigar a su matador, pero nunca tuvieron éxito en su cometido. 

Ni siquiera mucho tiempo después cuando mi abuelo Nardo Labac, recibió una descarga en una noche de tormenta en que había salido a proteger las vides se la tempestad para no estropear la cosecha. 

Nunca hasta ahora nadie lo ha comprobado pero mi abuelo afirmaba que Labac había sido bendecido por los astros y así toda su familia, para que la furia del gigante jamas les alcanzará y su vino pudiera llegar siempre hasta el último rincón de los reinos. 

Y así concluyó el relato haciendo un quiebre de cintura para saludar al público con la cuchara en una mano y las mantas en la otra. Su sonrisa, quizá la primera que le.veian genuinamente en lo que llevaba de conocerles se fue posando en cada uno de los presentes en busca de las reacciones a su relato.

La nana de Dorotea había causado un cierto efecto en el espíritu de aquel niño, Seraphine lo había notado, había sentido aquel pulso que se había dado en consecuencia. No era capaz de ver al pequeño, parecía que se había esfumado... pero ese pulso le indicaba que debía seguir ahí. Se fijó en el vaho que salía de la boca de ambas, le daba la sensación de que la calidez de la canción de Dorotea había sido una especie de alimento para el espíritu del niño. Seraphine, tras esto, decide intentar algo, quizá el pequeño habría muerto sin la calidez de un hogar, quizá hubiese sido abandonado a su suerte, quizá sólo necesitaba sentirse querido. -Te ayudaré- volvió a decir Seraphine, reafirmándoselo al pequeño. -No te voy a dejar solo- Continuó diciendo. -Sabes, mis amigos están en una hoguera, podrías venir con nosotros. Uno de ellos es cuentacuentos, podríamos pedirle que nos cuente una historia mientras nos sentamos frente a la hoguera todos juntos. O podemos cantar hasta que salga el sol si lo prefieres, creo que te ha gustado la canción de mi amiga, quizá nos la podría enseñar a los dos.- Su oferta era sincera, deseaba entregarle al niño esa calidez que necesitaba, ese sentimiento de hogar, de familia, esa plenitud que uno siente cuando está rodeado de amor y de gente que se preocupa.