Partida Rol por web

Un minuto más y no hubieras podido soportar aquel ambiente cargado típico de los hospitales. Creías que, con solo respirarlo, una persona podría caer enferma.
La muchacha yacía en una de las camas de aquella habitación, junto con otra mujer ya mayor, los quejidos de la cual no ayudaban en nada a tu estado de ánimo. Aún no sabes porque decidiste quedarte, te dices que seguramente es causa de los sobresaltos del día de hoy. Y entre tanto jolgorio alguna bala perdida podría haberte herido aunque fuera levemente. Por suerte no fué así, o eso te dijo una antipática enfermera escuetamente mientras te apartaba para atender a la mujer mayor.

La puerta de la habitacion se abrio y entraron el policia de antes, y un hombre trajado que deduciste que era su superior.

-Espero que se encuentren bién, señores.- Dice el hombre quitándose el sombrero.
-Tendrían que acompañarnos a la comisaría para tomarles declaración.- Sus palabras surjían amables. -No les entretendremos demasiado. Y la señorita Millers está en buenas manos.-

Millers... te sonaba ese apellido...

Menos mal. No le gustaban ni pizca los hospitales, ni los médicos. De hecho, un minuto más allí y se hubiera puesto un poco más hipondriaco. Gracias a Dios que el policía les había dicho que le acompañaran. Aunque, en verdad, eran horas de trabajo que estaba perdiendo por un mero acto de caballerosidad. A pesar de todo, se consoló pensando que había salido de una situación tensa y con riesgo, y no venía mal algo de relajación.

-De acuerdo, jefe -dijo- Aunque, si es tan amable, me gustaría llevar el taxi hasta la comisaría. No me gustaría dejarlo aquí, porque mi jefe pondría montar en cólera. Seguiré al coche patrulla, no se preocupe.

Entretanto le respondía, comenzó a pensar mientras ataba cabos mirando a Paul un momento. Gina Millers. ¿De que le sonaba ese nombre? ¿Una famosa cantante quizá?

Abres los ojos con dificultad.

Aquella luz amarillenta te asaltaba el cerebro. Un fuerte dolor agudo recorría tu cuerpo. La confusión se apodera de ti, no sabías que habia ocurrido. El hedor que se respiraba te recordaba a los hospitales. Te sobresaltas al notar una presencia a tu lado.

-Vaya, Connors...- Dice una voz que ya habías escuchado antes. -...te dije que te mantuvieras con vida... muerto no me sirves.-

Aj me recuesto nuevamente. Nunca me dijiste tu nombre ¿o si? atino a decir mientras apoyo mi cabeza en una dura almohada.

¿Quién habrá sido el que me seguía? pienso aún algo aturdido por la contusión.

-No hace falta que conozcas mi nombre para llevar a cabo tu tarea.- Te dice el hombre que se encontraba de espaldas mirando por el ventanal de la habitación donde os encontrabais. 

-Dentro de poco, amigo, dentro de poco recibirás tus respuestas...- Te dice con un tono tranquilo y cercano. -... Mañana se pondrá en contacto contigo un magnate Neoyorkino. Él te confiará una tarea que resulta vital para nuestros intereses. No hace falta que te recuerde los desafortunados acontecimientos que tuvieron lugar hace algunas horas...- Notas un atisbo de amenaza en estas últimas palabras. -... Ahora descansa, aqui estas seguro... de momento.- Tras decir estas palabras se acomoda el sombrero en la penumbra y se dirije hacia la puerta. Se detiene en el umbral y antes de cruzarlo se detiene. -No nos decepciones, Connors...-

No contesto nada y decanso mi cabeza en la almohada... esto no me gustaba nada, pero era mejor estar entre ellos para enterarme de que era lo que querían hacer. Yo no soy matón de nadie pensaba para mis adentros pero era obvio que no era momento de decirlo. El momento justo para mi venganza iba a aparecer tarde o temprano y tenía que esperar pacientemente.

Te despiertas sobresaltado por los primeros rayos de sol de aquella bonita mañana. Ves a una enfermera merodeando cerca de tu cama.

-Buenos días...- Dice al ver que te despertabas. -...¿Como se encuentra hoy?...- Te pregunta mientras te coge la mano para tomarte el pulso. -¿No le enseñaron a mirar antes de cruzar la calle? El tipo que le atropelló se llevó un buén susto...-

A veces es mejor un buen golpe que las otras opciones respondo con una sonrisa irónica... ¿Cuándo podré irme de aquí? Ya me siento mejor

-Haga el favor de descansar y deje al doctor que haga su trabajo...- Esa fue la reprimenda de la enfermera. -... él le dirá cuando puede irse, aunque debe mejorar esas heridas.- Concluye dejando la carpeta encima de una mesa y se dispone a salir por la puerta.

-Ah! por cierto..- Dice parandose como si acabara de recordar algo. -Me han comunicado que su hijo esta en el hospital... Y pide verlo... aunque no creo que en ese estado pueda recibir visitas-
Que das sorprendido. ¿Tu hijo? pero si tu no tienes hijos... que sepas.

Si, yo tampoco me siento como para recibir visitas en este momento, pero no le diga que dije eso... dígale que duermo, que cuando me despierte le dejará pasar contesto rápidamente, al irse la enfermera me levanto con mucho esfuerzo de la cama y miro por la persiana americana que cuelga de la ventana de la habitación y miro al exterior para ver quien es mi visitante...

La enefermera te hace un gesto de aprovación justo antes de cerrar la puerta tras de sí.
Al asomarte por la ventana y mirar através de la persiana metálica, puedes ver la sala de espera que había justo enfrente de tu habitación. En ella ves a un chico sentado al cual la enfermera le esta diciendo algo; de bién seguro le estará diciendo que hoy no podra ver a su padre. No conoces de nada al chico, aunque algo extraño había en él, no sabrías decir el que... quizá su comportamiento insistente o quizá su porte seguro y firme. Ves que dirije su mirada hacia la ventana y temes ser visto, por lo que sueltas la persiana.

Miro a mi alrededor en la habitación y busco mi ropa y, sobretodo, mis armas...

Deben haberlas dejado cerca pienso mientras examino la habitación... ¿Quién será ese? me pregunto una y otra vez en mi mente... Aunque no parece una gran amenaza, creo que podría acabar con él si resultara ser agresivo medito un instante Bueno, pero para eso tengo que encontrar mis armas concluyo y sigo en búsqueda de mis pertenencias Si no las encuentro por lo menos puede haber algún material médico que me sirva como tal, tijeras o jeringas se me ocurre mientras sigo buscando...

Rebuscas toda la habitación. El tipo que dormía plácidamente en la cama del lado se despierta y te mira con curiosidad.
-¿Que busca, amigo?- Te pregunta.
Ni armas ni la ropa. Vistes ese ridículo batín de los hospitales y lo único que se te ocurre como arma es una de esas sillas plegables de los acompañantes. Aunque, aún débil, no te ves capaz de blandearla con soltura.
De repente se abre la puerta.
Era ese chico.

-Señor Conors...- Parecía que hoy todo el maldito mundo conocía tu nombre. El chico hablaba bajo, como si no quisiera que le escucharan afuera.

Ese soy yo, ¿que quieres? me doy vuelta dejando la silla a mis espaldas y la sostengo con ambas manos lo más disimuladamente posible.

Ves a un chico bastante inofensivo. Al menos no veías ninguna arma en su mano.
-Se lo que le estan haciendo.- Se detiene un segundo y observa tu expresión. -Me llamo Paul, señor Connors...- Al menos alguien decia su nombre... piensas...- Paul Anglisani, y soy músico...- Te parecía una targeta de visita un tanto extraña en esas circunstáncias y después de todo lo ocurrido. -Vengo a advertirle. Se quién esta detras de todo. Se cuece algo gordo, señor Connors...-
Pol hablaba en voz baja y miraba nerviosamente hacia el exterior de la habitación. Como si esperase que de un momento a otro apareciese alguien.
-Le contaré la história... pero antes debemos irnos de aqui...- Le interrumpe la aparición repentina de la enfermera.

-¿Se puede saber que haces aqui?- Le regaña. -Ya te he dicho que tu padre esta muy débil para que...- Ahora te mira a ti sorprendida.
-¿Y usted que hace en pié? Haga el favor de volver a la cama...- Ves que recoge las sábanas que habían caido al suelo y prepara el lecho para que te heches de nuevo.

Muy bien, voy a hacerle caso enfermera contesto mientras esforzadamente me recuesto otra vez. Pero deje que mi hijo se quede unos minutos

 Veo al hombre que estaba acostado junto a mi pero no parece que lo reconozca.

Estoy muy débil como para irme pero no puedo quedarme acá ¿que voy a hacer? pienso una y otra vez mientras apoyo mi cabeza sobre la almohada.