Salis de la comisaría, cruzais la calle y os encontrais en uno de los parques más grandes de la pequeña italia. Veis como se aleja majestuosa la quinta avenida justo desde debajo del arco que la precede. Justo ahi enfrente tienes el taxi aparcado.
Entonces Pol se para y suspira antes de empezar a hablar.
-Será mejor que me despida, ya te he ocasionado suficientes problemas en una sola mañana...- Dice el chico un una media sonrisa.
Frank salió de la comisaría más aliviado. Comprobó la hora. Había perdido bastantes horas de trabajo, pero aún podía hacer unas carreras para llevar algo más de dinero a casa.
Las palabras de Paul le hicieron sonreir. Pobre chaval... en que líos se había metido. Enamorado de la hija de un potentado que ahora no podría ni verle, con unos asesinatos en su club (con la consiguiente temporada de desempleo por las cintas amarillas de los chicos de azul y demás investigaciones). No era una perspectiva muy halagüeña.
-No, Paul. Tu no tienes la culpa, la tienen esos malnacidos -le dijo.
Le puso una mano sobre el hombro.
-Yo perdí a mi padre por ellos, ¿Sabes? En este barrio, en esta ciudad, no se podrá vivir con libertad mientras ellos sigan sueltos. Pero, claro, para el resto de la gente son simpáticos, porque les pasan el licor. Vivir en Little Italy es como la ruleta rusa. Puede no tocarte nunca, pero suele bastar con que te toque una vez para arruinar tu vida.
Sonrió un momento.
-¿Me das tu teléfono? Quizá te pueda ayudar si me entero por ahí que necesitan músicos en alguna fiesta de copetín. Además, me debes un concierto, y yo eso no lo olvido.
Le guiñó un ojo.
Mi intención, claro está, es que me de el teléfono, despedirme e irme a la 5ª a recoger a algún cliente.
-Porsupuesto...- Dice anotando algo en un trozo de papel. -...aqui tienes mi teléfono y mi dirección. Si necesitas algo yo estoy a tu servicio, amigo...- Te dice el chico estrechándote la mano. -... nunca podré agradecerte lo que has hecho por mi y por Gina...- Se lleva una mano a la gorra y se despide de tí en un gesto.
Lo ves alejarse y perderse entre la multitud que en ese momento paseaba tranquilamente. Cada una de aquellas personas que andaban por el parque tendrían su história particular, aunque en el día de hoy ya habías tenido la oportunidad de formar parte de una de ellas.
El taxi se encontraba aparcado en uno de los sitios habilitados a tal uso, donde había otros coches aparcados en batería justo enfrente de un local de tapicerías. El atardecer caía y los faroles se iban encendiendo como si les costara hacerlo, con pereza. La muchedumbre se iba recogiendo poco a poco... se había hecho muy tarde y no creías que viniera algún otro cliente.
Un día de trabajo perdido. No le gustaba el turno de noche: poca gente y muy rara. En el turno de día, siempre te tocaba llevar a algún corredor de Wall Street o algún honrado trabajador. Por la noche, nada bueno recorría las calles, policía aparte.
Se sentó en el asiento de su Ford T, y miró la hora. Descartó ir a comer a algún café, por no gastar dinero. Asi que, tras cerrar la puerta, se puso un momento a hojear su revista de motor. El nuevo campeonato europeo de las 24 horas de Le Mans era algo apasionante, así como los bólidos que estaban diseñando los fabricantes.
Pasó un momento allí, más por calmarse que por otra cosa, con el letrero de "ocupado" puesto en el taxi. Luego, arrancó perezosamente y condució con suavidad de vuelta a su casa. Mejor dicho, a la casa de su madre. Ella le tendría puesto un plato de comida caliente, y también pensó que necesitaba un baño. Ver tanta sangre y escenas de culebrón con los nervios a flor de piel le habían inquietado el ánimo.
Al tomar de nuevo la calle Canal de regreso a tu casa ves como el sol cae definitivamente y la ciudad toma de repente un brillo sinuoso.
Cambiamos de escena. Vamos a la escena del taller.