Partida Rol por web

Al llegar al río te sientes algo más seguro y respiras hondo un momento sabedor de que en bastante tiempo el fuego no llegará a tu posición. Aún así al mirar hacia atrás el espectáculo que ven tus ojos es aterrador, algunos ciervos como el que has matado se han atrevido a meterse en el río huyendo del fuego.

Ahora que estás en el río sientes mejor el abrasador calor que desprenden las llamas. Por una parte te dan ganas de acercarte un poco para entrar en calor, sobre todo ahora que al meterte en el agua, que está muy fría, te has vuelto a empapar. Incluso empiezas a estornudar de vez en cuando, el catarro parece inminente.

Tras un merecido descanso echas a andar de nuevo en la dirección contraria al incendio, río arriba, aunque una vez empiezas a alejarte ves cada vez menos pues ya es noche cerrada.

Sáuce decidió buscar algún lugar donde refugiarse por la noche. Con un poco de suerte, el incendio no llegaría a su posición, aunque era bastante improbable, ya que el fuego tendía a subir. Algo que había aprendido hacía mucho tiempo es que, en un incendio, lo más sensato era buscar un río y seguirlo hasta su desembocadura. Sin embargo, él estaba haciendo justo lo contrario, y no por gusto: Si volvía atrás, el incendio le atraparía entre sus garras. Podría haber intentado cruzar por en medio de las llamas, utilizando el río como escudo, pero había oído muchas historias al respecto como para arriesgarse. Cuando el fuego devoraba los árboles, causaba un montón de efectos colaterales que podrían causar su muerte, y que no estaban necesariamente relacionados con el fuego en sí. Ramas que caían, partidas, desde mucha altura, altas temperaturas y humo abundante. Ningún ser vivo podría aguantar en el corazón de un incendio más que un par de minutos, por muy bien que estuviera protegido contra las llamas. Seguir el río hasta su desembocadura habría sido equivalente a entrar en el mismísimo infierno

Si es que estar en la Arena no se consideraba ya como tal

Lo peor de todo era que, a pesar de las inmensas proporciones del incendio, aún no había oído ningún cañonazo. Era algo frustrante saber que quizás era él el que lo estaba pasando peor, y más quedando tantos tributos vivos. A este ritmo, su esperanza de vida se iba acortando poco a poco, y más teniendo en cuenta que llevaba más de un día sin probar bocado. Eso no podía alargarlo más. Debía hacer un fuego

Teniendo en cuenta que lo mejor es alejarse del incendio y, aunque estás cansado y hambriento, sigues caminando siguiendo el río. En lugar de hacerlo hacia su desembocadura (si es que la tiene en aquel lugar) tal como había aprendido en las clases de Supervivencia, te ves obligado a hacerlo hacia su nacimiento pues pasar por el medio del incendio sería lo más peligroso ahora mismo y eres consciente de ello.

En cuanto empiezas a ver escasamente, pues esta noche apenas hay estrellas que alumbren, decides buscar un refugio como el que has tenido que abandonar, pero no ves nada similar allá por donde pasas.
Finalmente decides detener tus pasos y crear una especie de refugio muy simple con ramas caídas y hojarasca, tratando de crear un círculo en el que estar protegido del viento y del frío nocturnos.

Una vez contento con el resultado, o lo que crees que es el resultado pues apenas ves en la oscuridad, te dispones a intentar hacer fuego. Pero no es fácil: las ramas que encuentras están húmedas, por mucho que frotas contra ellas no sale ni una triste chispa. Desesperado tras lo que te parece una eternidad al fin encuentras algo de madera seca y una llamita aparece al hacer uno de los últimos esfuerzos.

Sonríes complacido aunque con las manos cansadas y doloridas después de tantos intentos fallidos.

Sus ojos casi se llenaron de lágrimas cuando vio la primera llama lamer la madera. Con cuidado casi religioso depositó esa pequeña chispa en el montón de ramas secas que había logrado reunir. No eran demasiadas, pero valdrían. Ni siquiera se había preocupado de hacer un perímetro de seguridad, tan húmedo como estaba el ambiente y tan cerca del río como se encontraba

No tardó en clavar los pedazos de carne a un palo, para cocinarla como era debido, mientras derramaba algo de agua de su botella en la lata y la ponía junto al fuego para que hirviera y matara las bacterias. Durante unos minutos se limitó a observar el brillo de las llamas, dejando su mente en blanco. Pronto su piel comenzó a erizarse, al pensar que había renunciado a su mejor ventaja: La invisibilidad. Cualquier fuego, aunque fuera pequeño como ese, era fácilmente observable en medio de la noche, desde bastante distancia. Cualquier tributo podría darse cuenta... O incluso esa cosa de la Cornucopia. De alguna manera, al hacer el fuego se había expuesto

Pero en esos momentos no podía, o no quería pensar en su seguridad. Había tomado demasiadas precauciones... ¿Y para qué? Para que los Vigilantes jugaran con él. No, no podía aguantar más. Debía comer algo. Rezó porque el incendio hubiera distraído a sus enemigos, pero se centró en la comida. No rezó a ningún Dios en concreto: Quién quiera que estuviera escuchando sería bienvenido

El fuego no duró mucho, pero le sirvió para cocinar los pedazos de ciervo que había conservado, y para hervir un par de latas de agua. Esperó a que esta se enfriara antes de bebérsela, pero atacó el ciervo con avidez, sintiendo que cada bocado sabía a gloria. Decidió no comer demasiado: Creía haber oído en algún lugar que tras un breve periodo de hambruna era mejor comenzar a domar al estómago poco a poco hasta que recuperara su rutina habitual. Quién sabía si le sentaría mal atiborrarse tras tanto tiempo. Aunque le costó, guardó el resto de la carne, ya cocinada, en su hatillo, y pegó un par de tragos de agua. Cuando hubo terminado, suspiró, sintiendo como su cuerpo recuperaba algo de energía

El incendio

Se había olvidado completamente. Algo preocupado, decidió subirse a algún punto mínimamente alto desde el cuál divisar como progresaban las llamas

Consigues encontrar en la oscuridad un árbol cuyo tronco y ramas parecen fáciles de escalar y te pones a ello con cierto miedo por lo que quizá te encuentres al llegar arriba y mirar en dirección al enorme incendio.

No logras subir muy alto pero de todos modos en plena oscuridad te aferras a varias ramas fuertes y gruesas después de tropezar al tratar de trepar más hacia arriba.
Asomas la pequeña y despeinada cabeza entre algunas hojas húmedas que te mojan la cara y las manos al apartarlas. Y lo que ves te deja... claramente aliviado:
Ya no ves rastro alguno del incendio, salvo algunos pequeños focos aquí y allá, en arbustos o montañas de hojarasca, que siguen dando luz con las llamas que perduran.

Oteas a tu alrededor, vislumbras el río con algunos animales rondando y bebiendo agua, tu pequeña fogata y, no muy lejos de tu posición (aunque en el otro lado del río) intuyes una luz que parece parpadear, como una fogata presa del viento que lucha por mantenerse encendida y no apagarse con las frías ráfagas que también silban a tu alrededor helándote hasta el alma. El frío nocturno y la visión general pronto te hacen olvidar el calor que emanaba el impresionante incendio.

Sáuce se permitió unos segundos de relajación, disfrutando del breve momento de respiro. Luego decidió que era hora de moverse

La buena noticia era que las brasas que aún quedaban del fuego ya extinto le ofrecían cierto calor, y la piel de su hatillo le serviría para arroparse por la noche. Tenía el estómago lleno, y había bebido agua, por lo que sus necesidades estaban cubiertas. Aprovechó para hacer sus necesidades junto a un árbol, pues ahora que comenzaba a relajarse tras la amenaza de una muerte inminente la vejiga se tomaba sus libertades para quejarse de la constante contención a la que la había sometido durante la huida de las llamas. De repente, incluso se sentía bien

Pero aún quedaba la parte más importante: La seguridad

No tenía tiempo para montar un refugio, eso estaba claro. Tampoco era demasiado sensato ponerse a buscar alguna protección natural en medio de la noche, así que la opción más viable sería dormir allí. Por desgracia, el fuego que había montado, aunque pequeño, podría haber alertado a otros tributos... O quién sabe si a algo peor. Lo que menos necesitaba en ese momento era un asalto nocturno, así que se tomó su tiempo para montar trampas alrededor de la zona, usando las brasas como pequeños refuerzos para hacer los ingenios más mortíferos aún

Luego dejó sus cosas en el suelo y, arropándose con la piel, observó el cielo en silencio, esperando el recuento de muertos. Había vivido demasiadas emociones ese día, y su mente estaba demasiado cansada como para ponerse a pensar, así que decidió dejar su mente en blanco. Sentía como los párpados se cerraban, pero decidió aguantar hasta ver el signo del Capitolio en el cielo

Bajas del árbol y, a pesar de que sabes que en las cercanías hay algún tributo, no parece que debas preocuparte por ello al menos de momento.

Los minutos de relajación que te tomas tras la colocación de varias trampas "por si acaso" te saben a gloria y no es para menos. Tras unos cuantos días desde que empezaron los Juegos por fin puedes pensar en dormir con la tripa llena de comida y de agua, con un fuego cercano que te de calor y las pieles suficientes como para protegerte del frío aire.

La oscuridad no era una buena aliada de cara a preparar buenas trampas, pero estabas tan acostumbrado a hacer algunas que al principio la poca visibilidad no fue problema. Sin embargo, tras un rato dedicado a preparar dos de ellas, el cansancio y el sueño se fueron apoderando de ti.

Te arropas con la piel del ciervo en el improvisado refugio que has construído al llegar y te preparas para pasar otra noche más, esperando dormir medianamente bien.
No te ha parecido escuchar ningún cañonazo en todo el día, pero con el estruendo del incendio bien podría haberse perdido el sonido en lo más alto. Por si acaso, te mantienes con los ojos abiertos un poco más esperando ver aparecer el símbolo de Panem en el cielo.

Por favor, que hayan muerto. Quién sea

La situación era mejor que la del día anterior... Pero los Vigilantes comenzarían a impacientarse. Y nadie podía hacer frente a un Vigilante impaciente. Tenía que pensar en una manera de acabar aquello, o perecería en el intento

Te quedas a la espera de ver aparecer nuevos rostros en el cielo desde tu posición. Sabes bien lo que significaría un día entero sin ninguna muerte, aunque la verdad es que tampoco lleváis mucho dentro de la Arena. La Cornucopia se saldó varias vidas, como de costumbre, recuerdas. Parece que hubieran pasado años y apenas sucedió hace un par de días.

Tras colocar las trampas con el esmero que te caracteriza al hacerlo, te sientes un poco más relajado. Estás seguro de que si alguien se acerca ellas te avisarán, ese es su cometido.

Arropado y esperando como estás pronto ves iluminarse un momento el cielo.
Sobre tu cabeza y con gran tamaño, aparece como si fuera en una pantalla invisible, el sello del Capitolio seguido del himno nacional:

Aunque cansado de todo el día, de la carrera a causa del incendio y con la preocupación de saber que cerca de tu posición hay al menos un tributo más, te quedas esperando ver si alguien ha muerto durante el transcurso del día. Con tanto trajín quizá no hayas oído el cañonazo, te dices, pero una vez termina de sonar el himno, el cielo se oscurece de nuevo de repente y ningún rostro aparece.

Hoy no ha muerto nadie.

Y con la oscuridad el sueño llega y se adueña de tu ser...

Quinto Día de los 75º Juegos del Hambre:

Amanece y enseguida te despiertas con la claridad del nuevo día. A tu alrededor, un silencio sepulcral solo roto de vez en cuando por sonidos de animales, o al menos eso te parece.
Sientes las manos entumecidas y aunque las mueves casi con normalidad, sientes ese incómodo cosquilleo que delata que la circulación ha menguado hacia ellas durante la noche a causa del frío.

Es hora de ponerse en marcha de nuevo. Otro día ha comenzado en la Arena... y sigues vivo.

De pronto, cuando aún estás desperezándote casi, un estruendo retumba por todos lados, y un extraño eco hace que la música parezca provenir de todos lados:

Mientras la música aún está sonando, una voz que te resulta familiar comienza a hablar, imponiéndose sobre la melodía:
- ¡Buenos días tributos! - saluda efusivamente.- Ahora que todos estáis despiertos quiero felicitaros por sobrevivir hasta este quinto día de Los Juegos y traigo buenas noticias para todos vosotros.
Se ha decidido que mañana por la mañana, en cuanto salga el sol, os estará esperando en la Cornucopia un buen banquete. - se nota a la legua que está leyendo lo que dice solo por el cambio de tono de voz, más serio.- Además, como segundo premio también habrá dos tarros de potentes medicinas repartidas por dicho banquete...

¡Espero que paséis un buen día!

Bueno, ahí llegaba una buena noticia. Que no hubiera muerto nadie el día anterior suponía que el público podía comenzar a impacientarse, y más teniendo en cuenta que ya se acercaban al final de la primera semana. Que el público comenzara a impacientarse implicaba que la probabilidad de que los Vigilantes tomarán partido aumentaba de forma dramática, y pocas veces se habían dado Juegos con más de una semana y media de duración. Un banquete le proporcionaba un día de "cortesía", una pequeña tranquilidad que le aseguraba que el público se mantendría pegado a sus pantallas sin necesidad de que los Vigilantes estuvieran metiendo sorpresillas de por medio. Ya había tenido suficiente con el muto devorador de hombres y el incendio, y, aunque no descartaba del todo la opción de que mandaran algo nuevo, al menos sí estaba seguro de que se cortarían un poco hasta que acabara el evento que acababan de anunciar

Por otro lado, el anuncio también añadía un nuevo lastre. Y es que se esperaba de él que tuviera algo de implicación en dicho banquete. Ignorarlo de forma abierta supondría una declaración de intenciones que a los Vigilantes no acabaría de gustarles demasiado. Aunque no necesitaba lo que le prometían de forma tan desesperada como para enfrentarse al muto que vivía allí, sí que debía ofrecer algún espectáculo que sirviera para "rellenar el hueco"... O tendría que entrar en el juego, para bien o para mal

Para empezar, podía dirigirse al lugar donde la noche anterior vio el resplandor de la fogata. Si había algún otro tributo allí...

Desayunó una de las raciones de comida que le quedaban, y bebió algo de agua potable que le quedaba de la noche anterior. Rellenó la botella en el río y revisó sus pertenencias para asegurarse de que no se dejaba nada. Luego comenzó a andar, flexionando los dedos para recuperar la movilidad de las manos cuanto antes