Partida Rol por web

Antes de sumirte en un profundo sueño, entre algunas hojas de los árboles ves iluminarse un momento el cielo.
Sobre tu cabeza y con gran tamaño, aparece como si fuera en una pantalla invisible, el sello del Capitolio seguido del himno nacional:

Aunque cansada de todo el día y con la preocupación creciente por el estado de Walter, a quien has tenido que dejar en aquel tronco apoyado, a varios kilómetros de tu actual posición, te quedas esperando ver si alguien ha muerto durante el transcurso del día. Con tanto trajín quizá no hayas oído el cañonazo, te dices, pero una vez termina de sonar el himno, el cielo se oscurece de nuevo de repente y ningún rostro aparece.

Hoy no ha muerto nadie.

Y con la oscuridad el sueño llega y se adueña de tu ser...

Ninguna muerte... 

La noticia me alegra y preocupa a partes iguales. En primer lugar, Walter seguía vivo, aunque fuese en malas condiciones. Además, una pequeña parte de mi ser, la más racional, me incita a alegrarme por el hecho de que no haya muerto nadie, especialmente por mi causa. No obstante, también tengo que ser consciente del circo de barbarie en el que nos encontramos, y ninguna muerte significa que siguen quedando los mismos oponentes, las mismas personas que intentarán matarme, o a las que tendré que matar para salir con vida. ¿Cómo seguir manteniendo la esperanza ante esta situación? Olvidando, y tratando de no pensar en ello. 

Un día sin muertes es un día aburrido... a menos que hayan montado un espectáculo no mortal, lo cual dudo. Si algo adora el público, es ver cómo los tributos se dan caza, desatan sus instintos más crueles. ¿Y qué habíamos hecho nosotros? Alejarnos de todo. Era normal que, después de todo, no le cayésemos en gracia a los patrocinadores, aunque eso no me preocupa. Lo preocupante, es pensar en qué podrían hacer para desatar la locura.

El pensar en ello no me lleva a ninguna parte, así que al final caigo dormida sin haber obtenido nada. Mañana será otro día...

Quinto Día de los 75º Juegos del Hambre:

Te despiertas sintiendo un húmedo frío en todo el cuerpo, lo único que se salva son tus manos gracias a que llevas los guantes puestos. Tratas de ponerte en pie al ver que ya ha amanecido pero tienes pies y piernas entumecidos y te lleva unos cuantos minutos poder andar con más o menos normalidad, aunque un dolor punzante aparece a cada paso que das.

Necesitas orientarte y regresar junto a Walter, aunque ese paseo quizá te lleve más tiempo del que pensabas.

Walter despierta con claros signos de deshidratación y mucha hambre, tanta que, aunque le duele el estómago al moverse y le dan mareos, se incorpora lentamente con pinchazos en las manos. A pesar de llevar puesto el uniforme, que perfectamente podría haber evitado que muriese congelado dado su lamentable estado de salud, sus manos han sufrido el frío nocturno con fuerza. Le cuesta moverlas con rapidez y tarda en recuperar el tacto con las mismas.

Pero en cuanto consigue ponerse en pie algo sucede...

De pronto, cuando aún estás desperezándote casi, un estruendo retumba por todos lados, y un extraño eco hace que la música parezca provenir de todos lados:

Mientras la música aún está sonando, una voz que te resulta familiar comienza a hablar, imponiéndose sobre la melodía:
- ¡Buenos días tributos! - saluda efusivamente.- Ahora que todos estáis despiertos quiero felicitaros por sobrevivir hasta este quinto día de Los Juegos y traigo buenas noticias para todos vosotros.
Se ha decidido que mañana por la mañana, en cuanto salga el sol, os estará esperando en la Cornucopia un buen banquete. - se nota a la legua que está leyendo lo que dice solo por el cambio de tono de voz, más serio.- Además, como segundo premio también habrá dos tarros de potentes medicinas repartidas por dicho banquete...

¡Espero que paséis un buen día!

Las palabras del presentador la sorprendieron en un principio, pero después de pensar detenidamente, llegó a la conclusión de que era lo que cabría esperar. Después de todo, había pasado demasiado tiempo sin que muriese alguien.

Un banquete... es la oportunidad de conseguir comida, y las medicinas serían una gran ayuda. Pero es la mejor forma de ir a una muerte segura, pues quien rondase por ese lugar tiene la posibilidad de planear alguna trampa. ¿Es necesario que vaya? No, a menos que Walter necesite la medicina que ofrecen, y en cualquier caso primero tengo que encontrarlo.

Empiezo a caminar, intentando seguir el rumbo marcado el día anterior. La preocupación por Walter me ayuda a mantener un ritmo constante, a pesar del estado de mis pies. Si conseguía salir de ésta, jamás volvería a salir sin un buen abrigo. Demasiado frío había pasado ya.

No obstante, una pequeña parte de mi mente piensa en el banquete. Por lo que sé, suele ser el escenario de nuevas muertes, pero siendo tan pocos... Quizás represente el final, y eso es lo único que me atrae de la idea. Quiero acabar de una vez con la tortura, ya sea para bien o para mal.