Partida Rol por web

La charla con Mike del día anterior parece haber ido bien, incluso mejor de lo que esperaba, debo admitir. Al final incluso se mostró receptivo aunque habrá que ver lo que opinan "nuestras chicas" del asunto porque no es que pueda considerarme una gran experta en este tipo de cosas.
Aparezco poco después que mi compañero de Distrito y, extrañamente, vestimos de forma muy similar, más o menos formales pero manteniendo un estilo adecuado a nuestra edad, ambos de sencillo negro y blanco, en mi caso en forma de vestido de tirantes con una falda hasta las rodillas, prescindiendo del terciopelo y las rejillas habituales en mí.

-Intenta no ensuciarte mucho...- digo a Michael mirándole de reojo sin poder disimular mi perplejidad por su manera de engullir. Parece que tenga un agujero negro en lugar de estómago aunque quizá pretenda hacer sitio a una "reserva" para cuando empiecen los juegos... aunque no, dudo que lo planee tanto.

Al final me dedico a untar varios bollos de mantequilla y mermelada para comérmelos de manera más tranquila que él hasta que las ventanas se oscurecen y me sobresalto.
-Ya estamos cerca, qué poco me gustan los periodistas- admito a sabiendas de que dirán sobre nosotros lo que se les antoje.

El vagón comedor se queda en silencio y con las luces de emergencia (débiles pero que dan la luz necesaria para ver). El túnel dura y dura... Hasta que de pronto notais como empieza a frenar, vuestros mentores se ponen algo nerviosos, seguramente porque aborrecen las cámaras tanto como vosotros lo haceis o lo hareis...
Una luz brillante inunda el vagón. Sin poderlo evitar todo el mundo sale corriendo hacia las ventanillas para ver algo que sólo habeis visto en la televisión (y algunos ni eso): el Capitolio, la ciudad que dirige Panem:

Las cámaras no mienten sobre su grandeza, si acaso, no logran capturar el esplendor de los edificios que se alzan al cielo relucientes, de los brillantes coches que corren por las calles pavimentadas, de la gente vestida y peinada de forma extraña en su mayoría...

Cuando por fín atravesais el tramo que pasa sobre el agua del lago del Capitolio y llegais a tierra firme aunque siga siendo sobre vías, veis que la gente empieza a señalaros con entusiasmo al reconocer el Tren de los Tributos que entra en la ciudad otro año más.
Poco después el tren de nuevo queda a oscuras al entrar en la Estación de Trenes apartando de vuestra vista a toda esa gente feliz por haberos visto pasar a escasos metros, feliz de saber que en ese tren van los que admistrarán mayor diversión a sus televisores durante las próximas semanas.