Partida Rol por web

El mago terminó de conjurar la luz mientras el enano anunciaba a toda la torre su presencia allí. Snorri maldijo lo ruidosos y abruptos que eran los enanos y confió en que fuera duro como un jabalí de encontrarse con algún problema afilado, pues a fin de cuentas bajaban a lo desconocido sin echar un vistazo primero. Al menos tendrían algo de visibilidad gracias al mago. 

Franerick se quejó de que nadie le prestaba ayuda. Snorri se dirigió hacia él y se colocó a su lado, observando las plantas con curiosidad. 

-¿Qué necesitas? 

No estaba seguro de si Snorri podría sostenerlo, pero era lo que había. El mago pudo notar su mirada evaluativa, que se detuvo en sus brazos un momento. Se encogió de hombros, y se ató con su propia cuerda.

-Sostén fuerte, por si caigo dormido- dijo dándole una parte de la cuerda que por la distancia no pudiera caer sino quedar al borde -Tuk, si lo ayudas, me quedaría más tranquilo-

Y luego, se tapó bien la nariz y la boca y contuvo el aliento. Fue hasta las amapolas, y cortando rápidamente un manojo, las metió en uno de sus sacos, envolviéndolos en la manta para que el olor no pudiera salir fácilmente. Y volvió lo más rápido que pudo.

Una vez las guardó, sacó una de las antorchas y se la extendió a Snorri.

-¿Necesitabas una de éstas?- le preguntó -Las otras dos que tengo me gustaría que las guardemos para no necesitarlas más adelante-

Se cargó nuevamente la mochila, y con un sonido llamó a Bigotes, para sacar el arco y la flecha.

-Bajemos...-

Snorri ayudó a Franerick a recoger algunas de las amapolas negras, siguiendo un método de recolección que algunos pueblos desaprensivos y egoístas llaman "robar". Unos cuantos ronquidos y sacudidas más tarde, el mediano había logrado hacerse con unos cuantos saquitos de flores*. 

Para cuando el mago empezó a preparar un ritual que les permitiría tener luz constante para explorar las ruinas hasta hartarse, descubrió que Tukk ya había decidido bajar las escaleras de caracol para aventurarse por su cuenta y riesgo hasta el origen de los gritos; seguido a pocos pasos de Talan, que tensaba una flecha en su arco y estaba dispuesto a usar a su compañero de barricada andante.