Partida Rol por web

Estáis descansando después del largo día, tenéis la sensación de se acerca lo inevitable. Cerráis vuestros ojos pesadamente, el cansancio ha podido con todos, y vosotras no sois menos, necesitáis descansar. Tenéis la sensación de que el suelo que soporta vuestro peso se va hundiendo irremediablemente. Lejanos olores de lo salvaje se van haciendo más notables a medida que os vais adentrando en el descanso.

Perdéis la sensación del tiempo en aquella vertiginosa sensación, a lo lejos escucháis cánticos en una lengua totalmente desconocida para vosotros, una sensación de certeza os llena el espíritu sabiendo que hace mucho tiempo, demasiado, que ese idioma no es utilizado por nadie.

La vertiginosa sensación termina igual que comenzó, de repente y sin avisar. Vuestros pies tocan tierra y vegetación, con vuestros ojos podéis comprobar que todo el ambiente a vuestro alrededor es de un brillante e intenso azul moteado por diversas bolas de luz que se mantienen parcialmente estáticas. Os encontráis en un corredor cubierto por vegetación, vuestra espalda y los laterales están totalmente cubiertos, obligándoos irremediablemente a avanzar hacia delante, donde la azulada luz es aún más intensa, y de donde provienen los cánticos. El follaje a vuestro alrededor es variado y a la par demasiado conocido... ¿Estáis en casa?

Entremezclado con aquel extraño cántico las dos podéis reconocer claramente dos palabras, vuestros nombres.

No sabía cómo había llegado allí, pero se sentía bien. Quizás era el olor... olor a hierba, pero no a cualquier hierba, era un olor a su bosque, a casa, al bosque donde se había criado y donde había sido tan feliz.

Pero no era su bosque.

Esa extraña luz azulada al frente daba una sensación de irrealidad a todo aquello, y los cánticos... era un lenguaje extraño, pero no totalmente desconocido. Sonaba muy antiguo y le recordaba alguna letanía de antiguos escritos élficos de su aldea que solo unos pocos era capaces de leer. Era una lengua antigua, anterior a los elfos, quizás incluso anterior al mundo.

Alatia estaba confusa, pero Alvina tiraba insistentemente de ella hacia delante, hacia la luz. La pequeña hada brillaba y parecía muy feliz.

¡¡¡ Casa !!!

Era su casa, no había dudas... tras tanto tiempo podría juntarse de nuevo con sus hermanas.

El pequeño corazón no le cabía el el pecho. Quería verlas, abrazarlas, volver a jugar con ellas, volver a despreocuparse de todo. El mundo no le gustaba, era frío, triste, solitario.

Ardía de deseos de sumergirse en aquella luz azul. Era raro, no la recordaba, pero siempre se le olvidaban las cosas. Pero era su casa, de eso estaba segura.

Su amiga era su nueva hermana y también estaba allí. Quería presentarle sus otras hermanas. ¡¡ Eran muchas !! ¡¡ Seguro que podrían vivir allí felices para siempre !!

Tiraba con insistencia de Alatia... ¡¡¡ Vamos !!! ¿Qué esperas? ¡¡ Avanza de una vez !!

Hacía tiempo que Alvina no estaba tan feliz.

El empuje de Alvina hacia delante hacía que la luz ambiental azul fuese creciendo alrededor de vosotras, escuchar los cánticos en aquel élfico antiguo te resultaba familiares, aunque en este ambiente podían llegar a sonar hasta amenazantes. Aún así, no recuerdas a nadie de tu tribu que utilizase esos cánticos para hacer el mal, eran curaciones, fiestas, momentos especiales...

El corredor acaba por terminar, y en cuanto ponéis un pie fuera la naturaleza cubre el camino, imposibilitando el acceso.

Delante vuestra teníais un precioso árbol, estaba bebiendo de un precioso y azulado lago azul. El árbol tenía esferas de luz a su alrededor que subían y descendían en intensidad cada cierto tiempo; los cánticos proceden directamente de él. Ya habíais estado aquí, el lugar era imposible de olvidar. Un enjambre de hadas se lanzaron hacia vosotras.

¡Alvina! ¡ey oye es Alvina! ¡Sí, allí está ella! ¡Te hemos echado de menos! ¿Dónde has estado? ¡Sí eso cuenta!

A los ojos de Alatia la mayoría de hadas eran parecidas a Alvina, aunque había muchas otras con rasgos bien distintos: los ojos totalmente negros, la piel negra como el carbón, uñas y dientes afilados como cuchillas...

La pequeña hada estaba como hechizada. Si ninguna precaución avanzó hacia donde estaban las voces, voces que hacía mucho mucho que no había escuchado.

Estaba tan feliz que lloraba de alegría.

- Me perdí - No las veía, así que hablaba al aire mientras revoloteaba buscándolas - y me dormí... - aquí nunca estaba segura de qué había pasado, ¿se durmió o fue otra cosa? ¿le atacarón? ¿o estaba cansada y se desmayó de frío? No recordaba, pero la sensación no fue de sueño - me despertó una... - de nuevo no tenía palabras para describir al poderoso ser que la despertó y que la miraba con curiosidad, ¿una señora? pero no tenía cuerpo... era algo que la confundía. Como no tenía palabras para describir a tan extraño ser, simplemente sonrió. - Me dijo cosas, pero no entendía... pero si entendí que para volver tenía que hacer un pacto. - Tampoco entendía mucho acerca de ello, pero de alguna manera el ser le metió la idea de que si quería volver a ¿la vida? pero ella estaba viva... Entendió el pacto como hacer amigos, pero era algo más que una amiga lo que había encontrado, era como una hermana mayor.

Al menos eso sí que lo tenía claro.

- Tengo una nueva hermana. Es grande pero buena, me cuida y la quiero mucho.

La traviesa hada miró de reojo a su amiga mientras le hacía señas de que avanzase.

Alatia observó como su imprudente amiga avanzaba hacia las voces sin precaución alguna. Escuchó su cháchara. El hada apenas comprendía lo que le había pasado. Alatia sonrió, era mucho mejor así.

Pero la elfa era mucho más consciente de lo que había pasado. Penetró en una cueva del bosque, una que era siempre evitada por su gente, y de pronto se sintió transportada a otro sitio. En un lugar sin localización, donde el tiempo no parecía tener sentido y fuerzas ancestrales se agolpaban a su alrededor, la vio... la reina de la magia, la diosa, la reina del aire y la oscuridad.

No tenía forma y a la vez la tenía, pero el halo de su poder era innegable, y la pequeña elfa no tuvo jamás ninguna duda de frente a quien estaba. De alguna manera había osado irrumpir en las estancias de la creadora de la magia.

Se inclinó temblando en el suelo, sin siquiera osar a levantar la mirada. El ser que tenía enfrente no dijo una palabra, pero no era necesario, al instante Alatia sabía lo que este ser deseaba de ella.

Había pecado entrando a ese lugar y debía pagar. La reina no era ni buena ni mala por naturaleza, pero era equitativa en sus juicios. Le daría poder pero a cambio tenía que cumplir dos órdenes.

La primera era que pactaría con alguno de los seres que estaban allí. Esta parte no la entendió muy bien, pero eran almas que no debían de haber muerto, que lo habían hecho en el momento inadecuado y que tenían que volver, pero que para ello necesitaban un ser que los anclase al mundo de los vivos.

Y allí estaba Alvina, una pequeña hada que parecía dormir plácidamente si no fuera por el color cerúleo de su piel y lo marchito de sus alas. La mirada de Alatia no podía separarse de ese pequeño ser desvalido, hasta que cayó dormida.

Se despertó a la entrada de la cueva, bañada por unos cálidos rayos de sol mientras unos pequeños ojos brillantes la observaban con curiosidad. Al abrir los ojos la pequeña hada le regaló una cálida sonrisa.

Pero, había otra petición de la reina, una que no oyó y que nunca llegó a su entendimiento. Era algo pendiente y Alatia sabía por las leyendas que la reina nunca olvidaba.

Lo peor es que la Reina siempre buscaba el equilibro. La Reina le había dado poder y Alvina le había dado felicidad. ¿Qué exigiría la Reina a cambio de todo ello? Esa preocupación era la que hacía vivir con miedo a la elfa.

Alvina la llamaba. Avanzó con cautela mientras se cuestionaba si debía preparar algún hechizo de defensa, de ataque o simplemente dejarse llevar por la situación.

Las hadas fundieron en un abrazo a Alvina.

¡Sí, lo sabemos! ¡Ella nos lo dijo! ¡Nosotras te buscábamos también! ¡Te echábamos muuuuucho de menos!

Todas miran curiosas a Alvina

¡¿Ella es?! ¡Venga ya Alvina, pero si ella no tiene sangre de hada!

Las hadas se lanzan a mirar a Alatia más de cerca, a agarrarle algunos mechones de cabello, a olisquearla...

La voz se hace mucho más clara, sabías quien era, estaba allí; notabas una presencia intimidadora y amenazante cerca de ti, pero no había nada ni nadie. En la base del árbol se abría un pasadizo, ninguna de las hadas se percató de ello, ni la propia Alvina; algo dentro de ti te decía que debías avanzar hacia dentro tu sola

Alatia miró a Alvina rodeada de sus hermanas, el que la incluyera como hermana era todo un honor para ella pero parecía que el resto de las hadas no estaban muy convencidas.

La voz resonaba en su cabeza, no quería separarse de Alvina pero su compañera estaba en buenas manos.

Alvina observo como su compañera se metía por un hueco del árbol. A veces podía verlo y otras no, era un hueco extraño. Estaba feliz con sus hermanas y algo le decía que lo que había bajo el árbol no le incumbía, no se inmiscuyó.

Alatia se adentra dentro del árbol recorriéndo pequeños y angostos pasillos oscuros. Pese a ser laberíntico algo en ti te indica la ruta que debes seguir.

Allí estaba delante de ti la Reina del aire y la oscuridad envuelta en una capa de oscuridad que se desvanece casi como la bruma...

Se acerca a tu dirección lentamente. Parece que está extendiendo sus brazos a modo de abrazo.

Alvina estaba con sus hermanas las hadas, la abrazaban la besaban, todo el mundo le preguntaba. Pero en especial entre tanto barullo una pregunta destacaba de entre todas.

¿Cómo es allí Alvina? ¿Hay hadas? ¿Son buenos? ¿Son malos?

Había pasado un tiempo desde la entrevista anterior con su Reina. Había sido un gran honor ser recibida por ella y el temor inicial que la muchacha sentía por el poderoso ente poco a poco iba dando paso a una sensación de satisfacción de poder servirla. El pacto se iba haciendo cada vez más intenso y Alatia se inundaba de felicidad simplemente por el hecho de haber sido reconocida por la misión.

Alvina seguía a su lado. Era ya algo más que una compañera, era como si fuera su hermana, formaba parte de ella y a su vez ella formaba parte de la pequeña hada.

Se inclinó con respeto. No importaba la dirección, la Reina estaba en todas partes y en ninguna.

- Mi señora, siempre a vuestro servicio. Mi vida es vuestra.

¿Qué le deparaba el futuro? Alatia no lo sabía, pero por primera vez sentía que pertenecía a algo y que su vida tenía un propósito.