Eliges sin más uno de los gatos, aquel que te parece más mono y tranquilo y te vuelves para casa. Incluso te han dado una cestita para llevarle en el autobús.
Cuando bajas del bus, en tu calle y mientras caminas hacia tu edificio, ves a dos personas en la puerta. Tienen un aspecto realmente desarrapado y extraño. Él es un hombre cincuentón, de bigote blanco y llamativo. Ella es una adolescente o incluso más joven. Dios mío, tiene la mitad de la cara cubierta por un repugnante eritema rojizo. Su aspecto, por muy profesional que intentes ser provoca un escalofrío en la nuca. Se vuelven. Te han visto y parecen haberse dado cuenta de que vas hacia el edificio.
Nerviosa por la presencia de los extraños piensa, por un momento, en mandarle un mensaje a Lily para hacerle una visita y presentarle al nuevo inquilino. Se siente cohibida de entrar en su propia casa y al mismo tiempo ridícula de pensar en no hacerlo. ¡Cómo que evitar entrar en su casa! Es absurdo, completamente. Pero, ¿quién es esa gente? Agarra la cestita de su nuevo minino como si llevara un bebé en brazos. Para distraerse, piensa qué nombre podrá ponerle y repasa sus recuerdos rumanos y así, entre fonética y semántica, hace como si no les hubiera visto y, sin acelerar el paso, se dirige hacia su casa.
Mientras Lily se dirige a la entrada del edificio, nota como los dos extraños permanecen atentos a ella, aunque sin mostrarse ni hostiles ni ansiosos. De hecho, justo cuando ella pasa a su lado la chica se vuelve al telefonillo y lo pulsa... ¡acaba de pulsar sobre el que reza "M.Rosu"! ¡El suyo!
-Perdone señorita pero ¿podria decirnos en que piso vive M. Rosu?, hemos venido desde lejos a verle pero no tenemos mas que el numero y la calle.- dice la chica, con voz amable e intentando no mostrar el lado más dañado por la deformante mancha roja.
-¿Cómo? -pregunta Madalina a pesar de saber perfectamente qué es lo que ha dicho la chica- ¿Quién lo pregunta?- Tras una rápida mirada a la extraña pareja que está ahí de pie, frente a su portal, prosigue- ¿A verle? Yo... Yo soy la señorita Rosu. ¿Desde dónde venís? -termina inquiriendo, entre preocupada y curiosa.