John saca una pequeña agenda de piel, o quizá una libreta, del bolsillo interior de su americana. Sí, es una libreta, pueden constatar sus dos nuevos compañeros. No una pda, ni nada tecnológicamente puntero, como paecería más lógico en alguien del mundo empresarial como él. No, una clásica aunque regia libreta y una estilográfica adosada a ella. Mientras la abre, soltando el cierre que la mantiene sólidamente compacta, les comenta:
-Voy a repasar datos y os digo cuanto tengo anotado. Mientras, ¿podéis decirme qué os hace pensar que Michelle está en esa Fundación? El cuerpo de Michelle, supongo que queréis decir... Y otra cosa... ¿Cómo se llama ese policía amigo tuyo? No será Delaine, ¿no?
-No, no, su cuerpo no. Su cuerpo ya fue enterrado hace tiempo. Su espíritu. El mismo que habitaba el apartamento de John. Creemos que está en un edificio de oficinas del Upper East Side porque hasta allí me llevó su rastro. El rastro de su espíritu.- el tono de Iron simula chistosamente la explicación a un profano, no tan ofensivo como para significar una agresión, pero se nota que está acostumbrado a tomarle el pelo a la gente. -Y no, nada de Delaine. Afortunadamente, parece.-
-Afortunadamente, puede. Lo de Delaine es porque el atentado que sufrí fue después de una visita con una entrevista digamos... un tanto forzada... con ese detective. En esa conversación -ahora ya lee directamente de la libreta- me dijo, textualmente, y por la fuerza, que Aisling Sturbridge había tenido que desaparecer para abrirle paso a Abaldon, y que los asesinos fueron los chicos del rascacielos.
Levanta los ojos por un segundo. No parece conmovido ni afectado de ningún modo por el tono de su interlocutor, tampoco muestra poseer un sentido del humor demasiado festivo, más bien al contrario. Da la impresión de ser un hombre tediosamente aburrido de lo que le rodea, alguien a quien es difícil sorprender, o arrancarle una sonrisa sincera.
-Quizá esos chicos del rascacielos sean los del Dakota, los que mataron a John Mc Allen. Es decir, Jhon Harper, y el extraño desconocido que le "reclutó", un tal Colin, aunque no he podido sacarle a Harper el apellido. McAllen trabajaba para Abaldon hasta que fue despedido. Según Harper ese McAllen era "alguien de fuera", un ser no humano. Y Colin le habló de los Burladores y de los Dioses Locos... y fueron ambos a matarle.
Aprieta los labios, y da un par de ojeadas a la página anterior de su libreta.
-Wilson es doctor en Historia, tiene su despacho en la UNY. Parece que tiene su propio grupo de adeptos, pero aún así es candidato para entrar en la Logia de Aisling, al igual que Abaldon. Y segú él, como os he dicho, ella se sentía amenazada por los del Tinglado, que pretendían controlarla.
-Bien, la cosa no está clara y a la vez lo está. Quiero decir que no sé nada de Dioses Locos o Tinglados, pero sí sabemos dónde va a estar Wilson esta noche y dónde NO va a estar: ni en su despacho ni en su casa. Te propongo que yo intente saber algo más de él allí mientras tú asistes a la reunión. O bien, yo te doy apoyo desde el exterior durante la reunión y ya iremos juntos donde Wilson. ¿Qué me dices? Hay que empezar a moverse, porque las cosas se van a poner calientes.-
-Creo que no voy a necesitar apoyo esta noche, pero gracias. Y sí, es una baza el que sepamos que Wilson va a estar en la reunión, eso deja el campo libre para dar un vistazo en su despacho, o en su casa. Quizá es más lógico en ésta, no creo que en la Universidad se arriesgue a guardar nada comprometido, aunque no lo descarto. Si tiene una logia privada, como parece, o se reunirán en su casa, o tendrán un sitio específico para ello, y quizá sea en la Universidad, para precisamente darle una cobertura, una pantalla. Es otro hilo a investigar.
Williams guarda la libreta, y se pone en pie. Saca un par de tarjetas, que deposita sobre la mesa.
-Tampoco hay que olvidar que siendo un evento tan importante para esos dos hombres, probablemente la atención de todos sus esbirros se dirigirá allí, y por tanto ese lugar del que os quisieron apartar, la Fundación Abaldon, puede que esté algo más tranquila. No lo sé. Pero puede que se pueda husmear con menos riesgo.
Les tiende la mano, dispuesto a irse ya, si no tienen más que comentar.
-Debo prepararme para la fiesta, caballeros. Os dejo mi teléfono y mi dirección particular, así como la de la Zafon's. Llamadme al móvil, sin dudarlo. O acudid a mi casa, dejaré instrucciones para que seáis bien recibidos. ¿Algo más, antes de irme...?
-Creo que eso es todo. Nos mantendremos en contactos por si acaso. En el peor de los casos sé de al menos un sitio donde sólo podrían encontrarnos con medios místicos. Sin duda disponen de ellos, pero como mínimo les retrasaría. Buena caza.-
Os despedís con un apretón de manos firme y sincero, del tipo que se darían dos generales antes de lanzarse a un desembarco de vanguardia contra un rival superior.
Sales de allí con una sensación leve de irrealidad, pero tu propia superioridad genética se encarga de compensarlo pronto. Tu especie construía ciudades mucho antes de que estos monos sin pelo saliesen de sus bosques y seguirás estando aquí cuando se exterminen unos a otros. Así te reconfortas levemente y te dispones a prepararte para el evento, para el que quedan pocas horas.
Pues eso, dime qué precauciones o preparativos realizas y vamos para allá, que nos están esperando. ;)
Precauciones, sólo coger un arma, aunque no sé si hay alguna precaución como inmortal, es decir, sobrenatural, que pueda realizar. No tengo el manual y es la primera vez que juego. Digamos que si existe alguna protección prevista, la tomo. Algún bloqueo, algo que me aumente las habilidades, no sé.
Por otro lado, hacer, hago varias cosas, sólo a nivel de rol:
Cuando salgo de allí paso por el Hospital, a dar un beso a Ruth, decirle a lo que voy, contarle lo que acabo de hacer, y así que ella sepa exactamente en qué punto estoy, sólo que matizando los aspectos "sobrenaturales", para que sea comprensible para ella. Pero quiero que alguien sepa que estoy en la fiesta, y con quién cuento. Por tanto le explico que ya que ella no puede acompañarme voy con la amiga de mi Club, Sieglind, de la que ya debe saberlo casi todo, supongo.
Después voy a casa, dejo instrucciones por si mis nuevos aliados necesitan mi ayuda o acogida, me fumo una pipa y me ducho y arreglo.
Y ya cuando estoy listo, "perfecto", voy a buscar a mi bella acompañante, y asímismo la pongo al corriente de todo lo descubierto hasta ahora, tanto de la visita al Psiquiátrico, como de mi entrevista de esta tarde. Si hay algo que aún no le haya contado detodo lo sucedido, lo hago ahora. Y a ella, como Imperecedera, se lo cuento tal como mi propio ángulo de existencia me muestra.
Y claro, le pido consejo y ayuda en lo que va a desarrollarse ahora.
Mientras preparas todo lo necesario, tienes tiempo de mirar la prensa a la que hacia un tiempo que no prestabas atención. Vaya, hablan de tí. No te extraña, este es un mundo lleno de soplones y la policía tiene a los mejores, salvo la mafia, claro.
Ruth está muy preocupada por tí y hace un leve intento de disuadirte, pero cede, consciente de que eres un hombre que ha de hacer lo que ha de hacer. A veces tienes la sensación de que supiese algo sobre tí que no le has contado, que intuye más allá de tu fachada.
Ya en casa revisas tu arma. La pistola, una M1911 con esqueleto de bronce fabricada en 1932 por Colt y la Springfield Armory. Una de las primeras con cargador de las fabricadas en ese material. Funciona como una acompañante de lujo, suave, eficaz, a la vez aséptica y con personalidad.
Recoges a Sieglind, quien ha decidido que estar despampanante no es suficiente para ella y ha elegido un vestido cuya espalda haría que Spencer Tracy se cayera de culo.
La mujer escucha lo que tienes que contarle mientras conduces hacia la sede de la logia. Asiente abstraida mientras las luces se van reflejando en su pintalabios e incluso tenéis que dar un par de vueltas extra y arriesgaros a llegar un poco tarde para que puedas terminar con tu historia.
-Entiendo.. no es que aprecie tu afición por buscar colaboradores humanos, pero qué se le va a hacer. Te recuerdo que son falibes, irritantemente falibles, nada más. Tengo que reconocer que el plan de hacer que se maten entre ellos es bueno, pero no descartemos nada. ¿Por qué no nos iba a resultar práctico incluso intervenir en el momento adecuado para poner la balanza en un lado y aliarnos con el más fuerte? Convertirnos en su apoyo necesario y no tenerle como enemigo.. hasta que decidamos que no le necesitamos más, claro.-
Su sonrisa de tiburón de lujo ilumina tu retrovisor mientras aparcas.
-Completamente de acuerdo, querida.
Mi sonrisa, la mía esta vez, es una caricia a distancia, pero una caricia peligrosa. Sin embargo, sé que ella la prefiere y la acepta, satisfecha.
Salgo del coche, ya una vez detenidos, y voy hasta su portezuela para abrirla. Cuando ella está emergiendo del coche como lo que es, una diosa, susurro:
-Pero esos aliados... no estoy demasiado seguro de que sean sólo mortales. Puede que sean más que eso. Vamos.
Le ofrezco mi brazo a mi estilo, un modelo de etiqueta inglesa atemporal por completo...
No puedes evitar ver, sin poder realmente hacer nada al respecto en este momento, la sombra de alguien que vigila vuestra entrada desde un parque cercano. Un hombre, pero es difícil enfocar sus rasgos con esta oscuridad, ni siquiera con tu aguda vista. UN hombre joven.
Os acercáis a la puerta tras dejarle las llaves al aparca-coches. Allí sois recibidos por dos conserjes del tamaño de golems que os abren las puertas. Entráis en la recepción, donde sois pronto despojados de vuestros abrigos. El lugar es luminoso, con aire a casa de caballeros inglesa. Un poco anticuado y no del todo bien imitado, pero caro. Una mujer se os acerca.
-Buenas noches- ¿Señor Williams? Soy Carly Stevens, anfitriona de la logia. Por favor, permítame que les guíe.-
La joven, cuya perfecta dicción y maneras profesionales delatan algo más que un entrenamiento acusado, posiblemente dinero antiguo en su familia, os lleva a través de la recepción y luego a la izquierda. Poco más allá traspasáis una puerta más a la izquierda y entráis en un lujoso salón. Luces atenuadas pero abundantísimas le dan a la sala una doble sensación de espectáculo e intimidad, como en la obra de un mago de finales del XVIII.
La sala ya está llena. Muchos trajes caros, copas de cristal fino y un gusto algo barroco y camareros jóvenes mal pagados que son el único detalle que desentona. Carly os acerca a un grupo de gente y os presenta. Son un matrimonio cuarentón, dos socios cualquiera. Nadie importante, decidís tras dos minutos de conversación. Sólo Carly, que se queda allí a socializaros tiene algo de conversación bien hilada, aunque de momento irrelevante.
Cuando la cortesía ha cumplido todas las expectativas con la pareja que nos han presentado, me aparto de ellos llevándome conmigo a las dos mujeres, Sieglind y Carly. Quizá con la excusa de seguir con el periplo de presentaciones. Me giro hacia nuestra peculiar anfitriona y sin perder la sonrisa, le pregunto ya a bocajarro, aunque sin pizca de impertinencia. Simple y obvia curiosidad.
-¿Y dónde están los dos hombres más vinculados a nuestra desgraciadamente homenajeada hoy, la Srta. Sturbridge...?
-Oh, se refiere..- Carly mira al fondo, intentando imaginar a qué combinación de caballeros te puedes estar refiriendo. -¿Los candidatos a la sucesión, quiere decir? ¿O los candidatos a entrar en la logia que la srta. Sturbridge estaba evaluando?-
Con algo de descaro, Sigrid agarra una copa al vuelo mientras avanzáis y te la tiende, decidiendo por tí tu siguiente consumición.
-A ambas cosas, obviamente.
Una sonrisa seductora, brillante, unos ojos de mirada de terciopelo. John puede llegar a ser más atractivo que una vampiresa desplegando sus alas a plena envergadura.
Recojo esa copa, que resulta ser un elegante pero espeso cóctel de amárula y chocolate. Me rio por dentro ante la incongruencia de la bebida con nuestra situación, tan poco dulce, tan poco sabrosa. Miro a mi pareja ocasional y le guiño un ojo. -Excelente elección, mi querida amiga.