Partida Rol por web

La muchacha suspira mientras ve a su padre recoger trozos de ramas.

-Papá, no nos va a pasar nada. Además, Liv tiene su arma y yo también. Y sé usarla, aunque eso te llene de horror -sonríe tras decir eso-. Y, de todas maneras, puedes quedarte más tiempo en el castillo, si es eso lo que te preocupa.

Pasea su mirada por la explanada que hay frente a la entrada de la cueva.

-No parece que aquí haya muchos peligros. Si no, el señor Draconis nos lo habría avisado, ¿no?

- Venga, doc -le guiña un ojo, cordial y dulce-. ¿No crees que Hannah se merece que le des la oportunidad de demostrar lo que vale? Además, confías en ella, ¿no? -dice, quemando su último cartucho, que tantas veces ha quemado con su propio padre.

¡Maldita sea! ¡Ay, Sveta, todas las mujeres sois iguales! ¡Siempre os salís con la vuestra!

- Ten mucho cuidado... - digo acercándome nuevamente a Hannah y poniéndole las manos sobre los hombros.

Me giro hacia Liv con gesto preocupado.

- Podría haberos ayudado con ese andamio - digo mientras le doy la espalda a mi hija. - Por favor, cuide de ella... - suplico en un susurro sin que Hannah me vea para leerme los labios.

Me agacho para recoger mi maletín y lo agarro con fuerza. - Aber... no crea que no sé defenderme - digo mostrándoselo, más para curar mi herido orgullo que como un gesto de verdadera fuerza.

- Bien, parece que tendremos que partir... - digo mientras cargo en el caballo algunas cosas que necesitaré para el viaje, sin poder ocultar mi gesto entre consternado y preocupado.

A la muchacha se le ilumina la cara ante el cambio de opinión de Sven.

-No te preocupes, papá, que no nos pasará nada. Además -mira a su alrededor- ¡aquí sólo hay piedras y matojos! Como no nos ataque una liebre rabiosa...

Hannah le da un abrazo a su padre y se aleja para "montar" el campamento.

-Pues lo dicho, míster, coja lo que necesite -comenta el irlandés, sonriendo ante el... improvisado medio de defensa de Sven: un maletín de cuero-. Yo le ayudo a montar, si quiere... aunque me parece a mí que ya le tiene cogido el tranquillo. Y usted, señor enano -dice, mirando a DG-, ¿va a volver a pata o quiere intentar una rápida lección de equitación?

Se ríe. Sin malicia, claro.

-Despídanse de sus respectivas, señores, que nos vamos.

Acomoda su rifle al hombro y acaba montando de un salto en su caballo.

Sólo le falta el sombrero y una manada de vacas.

Miro con desconfianza a Acteon, seguro de que está intentando reírse a mi costa.

-Evidentemente -comento, echándome una enorme mochila vacía a la espalda- confío más en mis propios pies que en los de un animal. Nos vemos luego, Liv -me despido de mi hermana-. Mira a ver si haces un boceto claro y esquemático de la puerta, anda. Lo necesitaremos.

-Lárgate y no la montes parda.

Liv se gira hacia Hannah y le dedica una amplia sonrisa.

- Y nosotros, a lo nuestro.

Coloco mi maletin en la grupa del caballo, junto con una pequeña bolsa con algunos artefactos que tal vez pueda necesitar, demasiado grandes para guardarlos en los numerosos bolsillos de mi abrigo. Sin embargo, dejo la mayor parte de las cosas (herramientas, cuerdas, linternas) pues no tendría sentido llevarlas para traerlas de nuevo.

Monto al caballo, apesumbrado y con una fuerte sensación de culpabilidad por dejar aquí a mi hija. "Nur Mut, Sven! Al fin y al cabo es lo que ella siempre ha deseado", pienso para infundirme ánimo. Me despido de Liv con una inclinación de cabeza y una significativa mirada a Hannah y me pongo en camino.

Al cabo de unos metros no puedo evitar volverme para echar una última mirada a mi hija. Con un nudo en el estómago recuerdo a Eurídice y a la mujer de Lot, por lo que me enderezo rápidamente devolviendo mi atención al camino. El brusco movimiento está a punto de hacerme caer de mi montura, pero en un bosque perdido, con una puerta de materiales legendarios en el dominio de un dragón los antiguos mitos y leyendas que me contaba mi madre cuando era pequeño no parecen tan lejanos y descabellados como en los libros de antropología.