Partida Rol por web

Whalen saludó cortés a la desagradable lady Shreeve y su marido. Estaba claro que centraban la atención en su padre y en cuatro frases ya habían dejado bien patente su deseo de casar a su primo con una chica... seguramente alguna hija de aquella babosa. O un familiar más lejano, teniendo en cuenta la pujante fama de los Crogall. Se mantenía en un discreto segundo plano, y observó la gente de su alrededor, los que pudieran estar pendientes de ellos o de sus conversaciones.

A pesar de sonreir, Whalen estaba alerta. Temía ver desplomarse alguien en cualquier momento, víctima de ese veneno. 

Los Shreeve...

Lord Evan escucha impasible la palabrería de Lady Orlanna y cuando nombró a su sobrino arqueó la ceja. -Ser Adrik es un orgullo para nuestra casa, desde luego, dijo con un tono algo cortante pero cortés. Era cierto que los Crogall necesitaban nuevos apoyos, y Ser Adrik era un buen partido. Pero no le correspondía a Evan arreglar ningún matrimonio ahora, no sin hablarlo primero con la madre.

Entonces vio llegar a los Dannett. Necesitaba deshacerse de Lady Orlanna, pero al mismo tiempo necesitaba hacerlo sin ofender. Lo que menos necesitaban era otra lengua hablando mal de ellos. -Os presento a mi bella esposa, Lady Varya, dijo con cierto tono altivo, como si fuera un trofeo que poseía. Sin duda, Lady Varya podía sacar más provecho de la posibilidad que se abria con los Shreeve.

Mientras su mirada escudriñaba los Dannett, trataba de recordar algo relevante de los Shreeve, y quién podría ser la candidata para el casamiento.

Dedicó una inclinación de cabeza contestando al saludo de los recién llegados a su lado, cuando las palabras de su hijastro hicieron que desviarse su atención. -El lagarto león- pensó la señora de la casa con mezcla de emociones. Con todo el ajetreo a su llegada a Desembarco se le había olvidado ese 'pequeño detalle', dadas las circunstancias quizás no fuese el mejor regalo que podían haber traído, pero por otro lado... -Es lo que nos representa y se pueden hacer muchas lecturas, tendremos que reforzar las que nos interesan-

Las reacciones fueron las esperadas antes de salir de sus tierras, además de las lógicas debido a los rumores. La dama siguió sonriendo, estuvo tentada de acercarse personalmente a la jaula pero deshechó la idea tildándola de demasiado arrogante, utilizaría las palabras, solían ser más efectivas y menos detectables. El brazo de su esposo hizo que posara su mano en él de forma incosciente, un leve vistazo a su rostro y pudo leer los pensamientos del lord, con disimulo apretó los dedos en torno a la extremidad y lo siguió para saludar formalmente a la familia mientras intentaba recordar cosas de ellos. 

Varya asintió cuando alabó al reptil y rió suavemente con la broma antes de contestar en un susurro para que sólo la oyese la mujer.

-Claro que traemos más cosas, -aquello no dejaba de ser una invitación por si quería ver algún producto -pero en este escenario el animal en vivo es... más excitante.

Lady Orlanna se llenó la boca con otro de los aperitivos que había conseguido. Se rió a exageradas carcajadas cuando Lady Varya dio su respuesta. Habló un poco más sobre lo mucho que le había impresionado el lagarto-león y luego comenzó a alabar la Casa que dirigía su marido mientras éste asentía medio ausente a las palabras de su esposa cuando ésta le interpelaba para que le diera la razón.

Ser Roshar quiso estudiar al noble, pero pronto se dio cuenta de que ser Berris Shreeve era tan sólo un calzonazos borachuzo que no quería tener nada que ver con las preocupaciones de su mujer y su única preocupación era que un buen vino de El Rejo se deslizase por su garganta cuanto antes. Ser Berris aceptó de buen grado todo el alcohol que ser Roshar tuviera la amabilidad de acercarle, pero el único tema de conversación que el noble conocía eran los propios vinos.

-Mi Aranette también es una buena moza, y además está disponible. Podría convertirse en una buena esposa, tiene caderas anchas para parir y sabe comportarse como una auténtica dama - Soltó por fin la lady Orlanna. Su mayor preocupación en ese torneo era casar a su hija, y había puesto las esperanzas en Ser Adrik tras informarse de los solteros de las casas cercanas.

Tras las gruesas faldas de su madre se encontraba Aranette. Una tímida muchacha que se mantenía cabizbaja y sumisa a la espera de que su madre le diera alguna orden. La muchacha era bastante desagradable físicamente, con una alargada cara de caballo y unos dientes demasiado prominentes. Aquello explicaba porqué sus padres no habían logrado encontrarle un buen marido, y la preocupación que Lady Orlanna tenía por hacerlo cuanto antes.

Whalen no puede evitar seguir escuchando a la gorda noble que engulle aperitivos como quien se rasca una oreja. Observa a la desdichada Aranette. Siente verdadera lástima por ella. Hablan de ella como si fuera un caballo. Caderas anchas para parir y no dejará a su marido en ridículo. Menuda forma de hablar de la chiquilla.

Él sabe lo que es sentirse un inútil. Un torrente de empatía le recorre al verla, tan desamparada. Ella sería feliz con un marido virtuoso como Adrik. No se reiría de ella y la haría feliz. Y Adrik necesitaba más que nunca alguien que cuidara de él. Ahora mismo necesitaba salir del pozo en el que se había sumergido tras la muerte de Galdrín.

Veo en Aranette una mujer sensible. En estos momentos es lo que más necesita ser Adrik, una señorita como vos que le devuelva la sonrisa. Por favor, si me permitís, os puedo presentar a ambos.

Se ofrece él, galante, estirando su mano para tomar la de ella, no sin ello dedicar una mirada a lady Orlanna, como para no olvidar quien mandaba sobre ella.

Cuanto antes la separe de esa gorda sin escrúpulos mucho mejor para todos.

Y no cometía daño alguno, más bien al contrario.

No, los Tully no me hacen caso.  Claramente están muy interesados en otra cosa que está pasando que no se que sea, y aunque pelirroja sea, no soy tan importante como para que se distraigan de ello.  Ni modo.  A acercarse directo. 

Avanzó hacia los Dannet. 

Mis señores, buena tarde.  Quisiera presentarme.  Mi nombre es Lady Scarlett Tully, de Blackwood, ahora de Crogall, y quisiera hablar tener una breve palabra con ustedes, si me lo permiten. 

Creo que ha habido un desafortunado malentendido, y vengo con toda voluntad a querer arreglarlo antes de que pase a mayores.

La diplomacia Tully hacía un primer acto de presencia, por fortuna.   Que me acompañe en todo este rato.  No le quiero fallar a Whalen. 

De pequeño, a Evan Crogall le habían inculcado la idea de que las intrigas palaciegas eran otra forma de batallar por los intereses de la familia o del reino. No eran una lid de espadas, sino de palabras, de gestos y de movimientos tácticos casi imperceptibles. Nunca le había gustado este tipo de lucha, pero reconocía su importancia.

Tomó algo de aperitivo de una de las bandejas que iban pasando mientras esperaban entrar en el gran banquete en el comedor. Al mismo tiempo observaba cómo Lady Scarlett hizo una primera toma de contacto con los Dannett. Se quedó un rato pensando en el nuevo maestre de aquella casa. La juventud a menudo iba acompañado de ambición, y la ambición no era cualidad deseada en un maestre. Trató de recordar cuánto habían cambiado las relaciones entre los Dannett y los Crogall desde que no estaba el anterior maestre...

Justo entonces Lady Varya y Whalen movieron ficha a su lado, y Evan les prestó su atención. -Encantado de conocerte, Aranette, le dijo a la joven candidata a esposa. -Sí, Whalen. Acompaña a Aranette, le instó a su hijo aunque no entendía del todo el motivo de aquella maniobra. Tal vez era una táctica evasiva, o de distracción.

Ser Roshar por su parte se había topado con un muro con forma de Berris Shreeve. De allí no iba a sacar nada... -Ser Roshar, dijo remarcando el título de Blackfist. -Recuerda que somos invitados del Rey. No estamos en una taberna. La reprimenda era pública, aunque no había demasiada gente alrededor. De todos modos, se podía propagar rápidamente entre cuchilleos. Tal vez lo suficiente ara abrirle alguna puerta adicional a Ser Roshar.

Por último, Evan tomó cierto interés en la conversación entre Lady Varya y Lady Orlanna Shreeve. -Ciertamente, los lagarto-león son criaturas magníficas. Se puede sacar buenas armaduras para los caballeros, y elegantes complementos para las damas. Un animal imponente, sin duda. Y uno que nos representa, y con el que hemos querido honrar a nuestros anfitriones, trayendo uno desde Tearswamp hasta el Desembarco del Rey.

Mostró su sonrisa más agradable, y añadió: -Veo que mi hijo Whalen acompaña a Aranette. No os preocupéis de nada, ella está en buenas manos con los Crogall.

Ser Roshar encontró en Lord Shreeve justo lo que buscaba. El hombre le pareció un papanatas a quien no se le acercaría nadie con intención de mover piezas en el tablero de las intrigas. Ni siquiera alguien en busca de conversación, a no ser que le interesase una recomendación para el vino de la cena. A su lado había hueco para poco más que borrachos que compartieran su misma pasión. Y el caballero estaría satisfecho si se le consideraba en el mismo saco. 

- Por supuesto... mi señor. - El Blackfist se giró en redondo ante la reprimenda de Evan y respondió con tono servil, manteniendo su parte de la farsa. Por su gesto parecía haber sido pillado con las manos en la masa e intentó mostrar arrepentimiento.

Una vez que Lord Crogall dejó de prestarle atención volvió la mirada hacia Berris y susurró con cierto mal humor. - No dejan divertirse a uno... - No esperaba que ganarse la amistad de aquel hombre fuera a ser muy fructífero. Pero cuanto más cómodo y confiado se sintiera a su lado más fácil sería de utilizar si llegase el momento. 

Ser Roshar siguió perdiendo el tiempo, pasando más bebida de la que bebía y observando los alrededores con detalle. Se fijó en quién se juntaba con quién, buscó movimientos extraños entre los presentes, imaginó los posibles síntomas del veneno de la daga... Y observó el acercamiento de Lady Scarlett. No sabía qué podría salir de aquello. 

El intercambio de palabras con lady Orlanna mantuvo entretenida a la señora de la casa Crogall, al menos en apariencia, sus ojos y oídos se desviaban casualmente a los distintos focos de interés. El acercamiento de su nuera a los Dannet casi logró que desviase del todo su atención, pero gracias a su voluntad siguió con la insulsa conversación, en un gesto habitual su mano subió hacia su frente para retirar un mechón de pelo que había caído sobre ella y sonrió de vuelta a la mujer.

Por dentro... pocos de los presentes podrían saber qué estaba pensando, en realidad sólo Evan, pues no creía que nadie más la viese como otra cosa que una cazafortunas. Por eso la mirada de contrariedad que dedicó a Whalen, cuando se llevó a la chica para presentarla a ser Adrik, se pudo interpretar como la típica de una madrastra que deseaba que el heredero fuese su hijo y no el de su esposo. Lo cierto era que había hablado con el lord sobre una posible esposa para el joven y hubiese preferido que no hubiese intromisión por parte de Whalen, pero nada podía hacer en público más que seguir con el juego, sonreír a las palabras de su marido y ser la mujer florero perfecta.

A ser Adrik no pareció interesarle lo más mínimo aquella desdichada muchacha y, aunque siguió la conversación que Whalen planteaba entre ambos con cortesía, no se mostró muy interesado en la dama. Ser Adrik todavía seguía afectado por la muerte de su gran amigo Galdrín, y no era capaz de distraerse con muchachas ni con toda la fiesta, comida y vino que le rodeaba. A decir verdad, no recordaban cuando Ser Adrik se había interesado por una esposa, había rechazado a cuantas pretendientas se le habían ofrecido hasta entonces y su madre solía justificarlo sintiéndose insultada por la baja alcurnia de la pretendiente de turno. Él era la viva imagen de la caballería, no se permitía distracciones, era un hombre que podría haber lucido la capa blanca si por devoción a la causa fuera y hubiera sido capaz de mantener intactos sus votos mejor incluso que el legendario Ser Duncan el Alto.

Lady Orlanna se mostró más que complacida con el ofrecimiento de Whalen y permitió a su hija que fuera con el muchacho a conocer al primo de éste. Rezándole a la Madre porque le concediera el milagro de que de algún modo Adrik se interesara en la pobre Aranette. Mantuvo la conversación con Lord y Lady Crogall, pero su atención estaba más centrada en los tímidos cortejos de su hija. Ante el desinterés de Ser Adrik por Aranette, Lady Orlanna pensó en la reprimenda que iba a dar a su hija tras aquello y alzó la vista sobre los Crogall en busca de un nuevo pretendiente. Se disculpó con los Crogall poco después y tiró de la correa imaginaria con la que ataba a su marido para que le acompañara en busca de su nueva victima. Ser Berris asintió y se despidió de ser Roshar alzando su copa, no para brindar, sino para terminarla de un trago.

Entretanto, Lady Scarlett decidió interpelar directamente a los Dannett y caminó hacía ellos sin buscar intermediario alguno en el que poder apoyarse. Edan Ward la interceptó antes de que pudiera acercarse a Adham Dannett y evitó que continuara avanzando hacía el heredero de la casa rival. Con mucha educación, y procurando no tocar en ningún momento a la dama, Ward invitó a Lady Scarlett a que volviera por donde había venido alegando que su señor no tenía nada que hablar con ella y con ningún Crogall. Aquel intento de diplomacia había fracasado. Poco le importaba a los Dannett el origen Tully de la dama.

Adham Dannett ignoró el asunto y siguió conversando con su maestre y otros miembros de su séquito, además de algunos de los otros invitados del Rey, como si nada de aquello estuviera sucediendo. El joven Dannett ni siquiera dirigió la mirada hacía los Crogall y simplemente se limitó a rehuir cualquier intento de conversación. Sólo por una fracción de segundo cuando lady Scarlett se dirigió a ellos le traicionó su aparente desdén en los Crogall y les dirigió una fulminante mirada.

-Mis señores. - dijo la voz amiga y conocida del joven Orten Lugus, quien se acercaba acompañado de sus hermanos a saludar a los Crogall después de que los Shreeve dejaran vacante de compañía a la casa Crogall.

-Os presento a mi hermana Marita y a mi querido hermano mayor, ser Naton. -Las palabras de Orten no sonaron muy convincentes cuando pronuncio aquello de su 'querido hermano mayor' pero trató de aparentar la cortesía que su familia apenas mostraba hacía él.

-Estos son mis compañeros de armas. - Dijo con una sonrisa girándose hacía sus hermanos. Orten bromeaba, pero en cierta medida se sentía orgulloso de haber participado en el encuentro con el Caballero Zorro luchando codo con codo con sus nuevos amigos.

-Es un placer, mis señores. -Dijo Martia Lugus, la hermana de Orten. La habían visto borracha y comportándose de manera poco apropiada en la taberna, y ahora se mostraba como una distinguida señorita. Una imagen muy diferente a la ofrecida hasta entonces.

Marita era sorprendentemente alta. Mucho más que Orten y casi tanto como su hermano Naton. Si no fuera por su gran altura podría ser considerada como una mujer bella, pero Marita era más alta que muchos hombres. Tenía una melena larga y castaña, unos pechos voluptuosos que asomaban a través de su pronunciado escote y una cara de facciones duras por culpa de lo desarrollado de sus huesos. Sabía comportarse en sociedad como una auténtica dama, pero en una taberna resultaba más masculina que la mitad de caballeros del reino.

-Orten nos ha hablado mucho de sus Crogall. Os defiende a capa y espada contra cualquier rumor que llega a nuestros oídos. Pero permitid que os pregunte si es cierto que nuestro Orten ha combatido junto con vuestros colores contra ese infame bandido del que habla. A mi hermano y a mí nos cuesta creerlo.

Ser Naton permanecía en un segundo plano. Atento a la conversación pero sólo por si hablaban del combate que se suponía que había ocurrido en el cercano bosque real. Poco le interesaba saber si Orten realmente había participado, a menos que eso le permitiera burlarse de él de algún modo.
 

Whalen se sintió desanimado por la actitud de su primo. Esperaba que fuera más caballeroso, pero desde lo de Galdrín se comportaba como un estúpido. ¿Que acaso él o cuaqlueira otro de la família no sentían sumuerte? Con su actitud le hacía sentir como un cabrón de corazón de piedra. Como si él no sintiera la muerte de Galdrín. Galdrín que siempre le había tratado con camaradería, con amistad, con cercanía. Siempre sabía donde debía estar, pero siempre dispuesto, siempre sonriendo. Un tipo excelente. Él sí habría reido las corteses palabras de Aranette. Pero Galdrín ya no estaba, y su primo se encargaba de recordárselo a cada momento. Gracias a él aún podía ver el rostro controsionado de Galdrín, mientras se bañaba en su propia sangre.

Se deshizo en disculpas con Aranette por el comprotamiento de su primo, le habló de la pérdida reciente alguien muy querido y que había sido él el necio al creer que las atenciones de la joven le servirían.

Estoy seguro que a alguien con vuestros encantos no le faltaran pretendientes, milady.

Le dedicó algunos halagos más, pues se sentía culpable por el rechazo de su primo y notaba lástima por el destino de aquel frágil pajarillo con aquella funesta familia.

Se habían ido cuando entraron los Lugus en escena.

Whalen se sintió obligado a defender las acciones de Orten.

Así es, mi señora. Aunque os cueste creerlo es así. No sólo combatió contra él, sino que logró acabar con su vida cuando se había liberado de sus ataduras e iba a matarme.

En esas palabras se fija, y mucho, en las reacciones de los hermanos Lugus. Alguien había cortado las cuerdas de Archay y Lugus era uno de los pocos candidatos. No le veía la suficiente sangre fría para todo ello, pero quizás le habían obligado a ello sus hermanos matones.

Os debo la vida, Orten.

Dice, tomando al joven Lugus por los hombros. Le encantaría que no fuera el responsable de su muerte, por Orten también sentía cierta empatía, al verlo fuera de lugar en un mundo de hombres violentos.

Pero si has sido tú, Orten, morirás lentamente. Por Galdrín.

-¿Quién? ¿Orten? -Interrumpió el grandullón hermano mayor de los Lugus cuando Whalen aseguró que la vida del bandido había sido sesgada por mano de su hermano pequeño. -Por las barbas del Guerrero. Perdonad que os lo diga, pero no os creo. Mi hermano no es capaz ni de empuñar un estilete de mujer.

Whalen pudo notar como sus palabras causaban una tremenda sorpresa en ser Naton Lugus, quien con gran incredulidad se había adelantado a su hermana para meterse definitivamente en la conversación. Marita entre tanto asentía asombrada al relato de Whalen, pero de manera más comedida. Si tenía reservas con la veracidad de la historia no las mostró públicamente. Orten, por su parte, sonreía orgulloso hasta que su hermano mayor intervino para burlarse y restarle méritos poniendo en duda las palabras de Whalen, por lo que el más joven de los Lugus sintió doble vergüenza.

Ser Roshar se lamentó por perder su parapeto, aunque esperaba poder acercarse hasta Lord Shreeve si la situación lo requería. Se mantuvo algo alejado del resto de la familia, con la copa en la mano y vigilando las inmediaciones con su actitud distraída. No perdió de vista el resultado del acercamiento de Lady Scarlett. Y el resultado no le sorprendió. El caballero disfrutó de la reacción de Adham Dannett. Se había molestado. Mantener esa máscara le debía estar costando. 

Cuando los Lugus se acercaron, el Blackfist miró hacia ellos y los saludó con una leve reverencia. Los hermanos de Orten buscaban la confirmación de su acto. Y, aún tras encontrarla, no querían creerlo. Roshar no hizo amago por intervenir en la conversación, pues debía mantener que no había estado presente en el combate. Pero esperaba que el joven Lugus se ganara el respeto de sus hermanos por su actuación. O al menos que se librase de gran parte de las burlas que sufría. Lo merecía. El caballero no quería imaginar como habría sido la vuelta si no hubieran contado con su presencia... Ya había sido bastante trágica. 

Whalen odiaba a la gente del talante de Naton. Aún y así se esforzó en mostrar una ligera sonrisa. Además de odio las personas tan seguras de si mismas y violentas como Naton le incomodaban.

Pues sí. Orten, a pesar de tener una alma sensible, sabe comportarse como un guerrero cuando las circunstancias lo demandan.

Insiste, paseando la mirada entre los tres hermanos.

La intervención de vuestro hermano fue decisiva. Y el Caballero Zorro era un adversario temible, si me lo permitís. Un viejo tramposo y violento como un tejón rabioso.

Ante el fracaso, Lady Scarlett se paseó por la zona un poco más, tratando de identificar otras familias.  El ir a platicar con ellas las convencería de que las acusaciones de los Dannett eran puras habladurías. 

-Disculpad a mi hermano mayor, sin duda le sorprende mucho que nuestro joven Orten haya sido capaz de matar a un bandido. Cuando mi padre se entere tampoco se lo va a creer. -Sonrió como si fuera algo muy gracioso pero tuvo un gesto cariñoso hacía su hermano menor acariciándole el rostro.

Marita parecía tener algo más de apego hacía Orten que el resto de su familia y el séquito que los acompañaban, aunque cuando la mujer se emborrachaba era igual de mordaz con su pobre hermano menor que el resto, como ya habían podido ver en la posada.

Marita entabló una amistosa conversación con Whalen y el resto de los Crogall. El tema que había perseguido a la familia del lagarto-león no tardó en aparecer, pero por suerte para ellos, Orten había hablando en favor de ellos y Marita les aseguró que no se creía ni una palabra de cuanto se decía sobre los Crogall. Ser Naton no tardó en perder el interés en la conversación y se fue diluyendo poco a poco hasta quedar relegado a un segundo plano, como si esperara impaciente a que la conversación terminase de una vez. A él todos aquellos protocolos le fastidiaban bastante, era un hombre de armas y de acción y quería ya medirse en liza con el resto de combatientes del torneo. A menos que una conversación girase en torno a batallas o los agradables atributos de las muchas mujeres de la fiesta, el caballero de los Lugus perdía rápidamente el interés.

En esos momentos se encontraban cuando los heraldos anunciaron la llegada del Rey y su familia, Robert no era muy dado a cornetas y heraldos para anunciar su presencia pero su regía esposa parecía disfrutar con ello. La familia real iba escoltada por la Guardia Real que vigilaba estrechamente la estancia y mantenían a distancia a todos aquellos que se acercaban a la realeza sin contar con el permiso adecuado.

-¡El rey Robert de la Casa Baratheon, el primero de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino! - gritó a viva voz uno de los heraldos que le acompañaban.

Al fin se abrieron las puertas del gran salón donde tendría lugar el festín y todos los invitados pudieron acceder a él tras la familia real y su corte. Como era costumbre, Robert no había escatimado en gastos para entretener a todos sus invitados reales. Las largas mesas a las que estaban invitados a tomar asiento estaban cubiertas con finas mantelerías y completamente repletas de platos. Los criados entraban y salían del salón constantemente trayendo nuevos y variados platos de comida y rellenando las jarras de bebida de los distinguidos invitados. Sobre las mesas encontraron hogazas de pan crujiente recién horneado acompañado de vasijas de mantequilla y ruedas de queso amarillo, abundante sopa de puerros y otros tubérculos que nadaban generosamente en el agua especiada, nada comparado a los caldos recalentados que habían comido en las posadas que les habían mantenido durante el viaje ni a su estancia hasta entonces en la capital. El banquete siguió con otros muchos platos de variadas recetas, pero todas ellas igualmente deliciosas. Se notaba que el rey Robert era un anfitrión generoso y a todas luces un hombre que disfrutaba de la comida y la bebida, y que sin duda esperaba que sus invitados hicieran lo mismo. Unas amplias bandejas con ensalada de lechugas, frutos secos y queso espolvoreado se sirvió a continuación, aliñada con aceite y vinagre. Después llegaron unos huevos de codorniz escalfados en una salsa de nata y eneldo que provocó que las hogazas de pan desaparecieran de las mesas para ser prontamente restituidas por otras nuevas, todavía humeantes. El siguiente plato de la lista fueron unos pasteles de hojaldre caliente rellenos de paloma o anguila, según cuál escogieran. Los invitados ya se encontraban llenos antes de que sirvieran el plato estrella, pero antes se regó con abundante vino y cerveza las gargantas de todos los invitados. El vino había ido variando de tipo y denominación según los platos que se iban sirviendo.

Unos juglares y unos malabaristas entretenían a los nobles antes de servir el plato principal, con la intención de dar cierto descanso a los estómagos de los invitados. Varios artistas se fueron turnando para actuar frente a la familia real y todos los allí reunidos. Los trovadores habían acompañado con su música durante la primera parte del banquete, seguidos de juglares, bailarines y bufones. Un grupo de artistas de una compañía llegada de más allá del mar Angosto se lanzaban bastones, cuchillos e incluso antorchas encendidas de una mano a otra, saltando y dando volteretas por el amplio espacio abierto entre las mesas del gran salón. Los bufones contaron chistes jocosos y escandalosos que provocaron sonoras risotadas y estruendosas carcajadas entre los presentes. El bufón real se cebó especialmente con Lord Shreeve, que ya estaba tan borracho que tuvieron que necesitar tres hombres para poder sacarlo fuera del gran salón a que vomitara y le diera el aire.

Entonces llegó el turno del gran plato: los criados llegaron cargando amplias bandejas de asado de ternera con un rebozo de ajo y hierbas acompañado de tubérculos asados amontonados en platos alrededor del asado. Aquello sin duda hizo las delicias de los más refinados paladares que estaban presentes en el salón y provocó una cascada de brindis en honor al Rey, la Reina, y cualquier miembro de la corte digno de halagos.

La partida de Lady Orlanna y su marido florero le dio un cierto respiro a Lord crogall, y pudo comprobar cómo Lady scarlett falló en su intento de acercarse a los Dannett. Evan escondió su malestar por ese revés detrás la copa de vino que saboreó, pero por dentro estaba molesto por la tozudez de aquella casa. Confiaba en que su nuera hallara el modo. Era una mujer de recursos, de eso no había duda.

Entonces llegaron los Lugus. Marita, Naton y Orten. Evan no intervino en la conversación sobre el papel de Orten en la desdichada pelea donde había fallecido Galdrin. Evan no había estado, así que poco pudo aportar.

El anuncio del heraldo le sacó de sus pensamientos, y prestó toda su atención a la cena organizada por el rey Robert. Comenzó el banquete, y entre plato y plato los ojos de Lord Crogall escudriñaban a los presentes. Trataba de pensar como un vil asesino, listo para envenenar a su víctima. ¿Cuándo lo haría? ¿A quién mataría?

Entonces llegó el plato principal. El asado de ternera. Buscó con la mirada a Ser Roshar y dejó su copa en la mesa. Preparado...