Partida Rol por web

Las palabras de rey fueron un alivio para el heredero. Les reconocía la victoria y daba por zanjado el tema Dannett.

Si se habla del veneno ya veremos como queda el tema... Pensó Whalen, a la vez que empezó a valorar posibles culpables del envenenamiento. Cuanto tardaba en hacer efecto, quien habría servido el desayuno al joven Dannett...

Whalen se volvió hacia su padre cuando ratificó las palabras de rey, y lo miró con una mirada triste. Aquella era una victoria agridulce. Ni había ganado limpiamente ni era agradable matar a una persona. Y menos a alguien como Adham. Parecía un buen hombre víctima de las circunstancias.

¿Cómo puede ser que nos llevemos mal? Deberíamos de haber puesto remedio a eso, aunque ahora va a ser imposible.

Dedicó una sonrisa triste a su comitiva familiar y se dirigió, con paso abatido, al pabellón de Adham. No tenía ganas de justar. Su cuerpo le pedía resolver el problema Dannett. Debía ir y ver qué pasaba con el joven señor.

El Rey habló y solucionó parte de los problemas de los Crogall. Ser Roshar pensó que la situación aún podía acarrear peligro. Podían aparecer grupos que quisieran tomarse la justicia por su mano y los considerara culpables. No podrían bajar la guardia, no hasta volver a las tierras de la familia. Pronto empezarían las acusaciones en voz alta. 

El caballero recordó que participaba en el torneo y se escurrió entre la gente para ir a prepararse. Le hubiera gustado tener tiempo de ausentarse para hablar con sus contactos. Aunque quizás no estaban muy lejos, ya que estaban en un evento popular y con la mayoría de objetivos importantes en las proximidades. Por desgracia, no era un buen lugar para reunirse y ni siquiera comprobó los alrededores por si la casualidad estaba de su lado. En cualquier caso deberían ignorarse. Si estaba presente, al menos podría hacerse una idea de la hora de su cita.

-Sí, mi Señor. -Respondió el caballero tan pronto como Lord Crogall se dirigió a él. -Venceré a mi rival en honor a nuestro buen nombre.

Ser Adrik saludó a Lord Crogall y se dispuso a bajar a las caballerizas para prepararse para su turno en la justa, que sería inmediatamente después que el combate que ahora les ocupaba: un viejo caballero del valle contra un joven y apuesto muchacho de las Tierras del Oeste. Ambos jinetes ya se encontraban preparados en la liza esperando a que el susto por Adham Dannett pasase y se anunciase su nombre para combatir. Las apuestas estaban en favor del joven caballero con una diferencia más que notable.

Las justas continuaron en cuanto el campo estuvo listo para un nuevo duelo, que no fue a mucho tardar. Los heraldos anunciaron a los nuevos caballeros que se iban a batir en duelo y poco después comenzaron los familiares sonidos del trote de los caballos y el inconfundible estallido de las lanzas al romperse. Para sorpresa de todos, aquel duelo lo había ganado el veterano caballero del Valle sin mucho esfuerzo, logrando desmontar en el segundo envite al joven muchacho de las Tierras del Oeste que se las prometía muy feliz antes del primer pase.

Los heraldos anunciaron entonces a Ser Adrik de la casa Crogall como el siguiente contendiente. Su nombre recibió algunos abucheos, pero no tantos como había recibido su primo momentos antes. La victoria de Whalen, y las palabras del Rey, habían tenido algo de efecto, aunque estaba por ver cuánto podía durar. Ser Adrik no reservó nada para más adelante, normalmente era un caballero inteligente que esperaba a conocer las flaquezas del rival para ajustar mejor sus precisos golpes, pero en esta ocasión picó espuelas con tanta fuerza que el caballo estuvo a punto de encabritarse. Después se colocó de pie en la silla y asestó un golpe tan terrible a su rival, un infeliz caballero de las Tierras de los Ríos, que éste brincó de la silla y cayó al suelo con un fuerte costalazo. Ser Adrik gritaba algo bajo su yelmo que apenas se podía entender, pero los miembros de la casa Crogall supieron que era el nombre de Galdrín.

Durante la hora siguiente, sucedieron unos cuantos combates más. Algunos tan breves como el de Ser Adrik y otros tan largos que llegaron a aburrir a los presentes, quienes rezaban a todos los dioses para que uno de los caballeros se cayera del caballo aunque fuese por desliz. También hubo combates emocionantes y muy disputados que no se decidieron hasta el último momento y mantuvieron al público en gran tensión. Y finalmente llegó el turno del último participante de la casa Crogall.

-¡Ser Roshar de la casa Blackfist contra ser Andrew de la casa Rockwell!- Los Rockwell eran una casa de las Tierras de la Tormenta, dan duros y cabezotas como las piedras de los acantilados del lugar. Pero tenían fama de no tener mucho seso en su dura cabezota.

Whalen caminaba abatido hacía la colorida y variopinta zona de los pabellones, no muy lejos del campo de justas. Willard llegó corriendo hacía él a toda prisa, y el maestre Nicholas corría varios metros por detrás con la lengua fuera y apenas manteniendo su propio y lento ritmo. Nunca había sido un hombre atlético al que se le diese bien el ejercicio físico, y ahora que los años pesaban a su espalda mucho menos. Willard le había alertado de lo sucedido en el campo de batalla y lo había dejado todo para salir corriendo y ofrecer su ayuda.

Los tres juntos caminaron hacía el granate pabellón de los Dannett, donde el maestro de armas de los Dannett custodiaba la entrada al pabellón junto a un joven muchacho. Edan Ward era un veterano soldado que había vivido más batallas, escaramuzas y rasguños de los que le correspondían, su apariencia era la de alguien con la que no te gustaría tener una discusión, y menos en un día como aquel. A su lado estaba su hijo mayor, un muchacho de 20 años que había heredado la constitución fuerte de su padre. De ellos se decía que habían heredado la habilidad para la lucha de su padre, lo cual sumado al ímpetu de su juventud, los convertía en un peligro a tener en cuenta.

El maestre Ferris, al servicio de los Dannett, había salido junto con el escudero de Adham antes de que Willard llegase al Cónclave, por lo que ahora ambos se encontraban dentro del pabellón atendiendo las heridas de su señor. Cuando Edan Ward y su hijo vieron llegar al pequeño grupo encabezado por Whalen, todavía con la armadura con la que había vencido a Adham, pusieron mala cara y adquirieron una postura nada hospitalaria.

El joven ve la situación que se avecina. Lo último que quiere es perder el tiempo con discusiones cuando el tiempo es vital, pero al ver que ya llegan su mentor y el atolodrado Willard, le dedica una tierna sonrisa de agradecimiento a Nicholas y una mirada de aprobación a su joven escudero. Los Dannett pueden tomarse ese acercamiento com una hostilidad más.

Whalen no tiene tiempo que perder. Mientras camina se desabrocha el cinto, deja caer sus armas y eleva las manos en son de paz, hasta quedarse a pocos pasos de la comitiva que guarda el pabellón.

Maese Ward, os lo ruego, dejad pasar al maestre Nicholas. Podéis creer que soy vuestro enemigo, pero los maestres toman juramento a la Ciudadela y a sus deberes, y aunque Nicholas siempre ha servido a nuestra casa, su condición de maestre está por encima de nuestro escudo. Os ruego por lo más sagrado que dejéis entrar a Nicholas para ayudar a vuestro señor.

Acaba por decir, poniéndose de rodillas ante el veterano.

Por favor. Estas luchas son absurdas. Golpeadme si así os sentís más a gusto, pero no dejéis que una absurda enemistad le pueda costar la vida a vuestro señor.

Suplica el heredero, con emoción genuina.

Ser Roshar se acercó a la liza a lomos de Pomposo. Llevaba la visera abierta y no parecía demasiado contento con participar en el torneo. Ni siquiera tenía escudero y había tenido que pedir a uno de los soldados de la casa que le ayudase con las lanzas. Se lo habían jugado a la rama más corta, había perdido Cynbel. 

- Pronto te librarás. - dijo el caballero mientras agarraba la lanza que le pasaba su improvisado escudero. Se le ocurrió que podría estar pensando que haría un mejor papel. Y quizás no estaba equivocado. El Blackfist sabía que las justas no eran su fuerte, pues no era un gran jinete, pero intentaría dar guerra. 

Bajó la visera y fijó la vista en su contrincante. Lamentó no haber comentado a Rata nada sobre aquel encuentro... Una media sonrisa se dibujó en su rostro cuando barajó la opción de usar la estrategia que le había comentado Orten Lugus.

Sabiendo que la suerte estaba echada, bajó su lanza y picó espuelas. En el primer embate se decidió por adoptar una posición más defensiva para intentar aguantar el golpe sobre su caballo. Quería medir las habilidades de su rival. Esperaba poder aguantar lo suficiente.

Lord Evan siguió las justas con fingido interés, aplaudiendo los éxitos de Ser Adrik con efusividad y animando a Ser Roshar con menos entusiasmo pero reconociendo su buen hacer. En realidad, estaba ansioso por recibir noticias de los Dannett.

La auténtica lid no se estaba librando en este campo, pensó cuando se sentó de nuevo. Tomó la mano de Lady Varya entre las suyas, y le dedicó una breve mirada cómplice. -¿Te estás aburriendo mucho?, le preguntó consciente de que a menudo a su joven esposa le resultaban tediosos los actos protocolarios y se imaginaba que los torneos de caballeros aún más.

-Después del combate de Ser Roshar te puedes tomar un descanso, le dijo y le dio alguna palmada en la mano.

Luego se giró hacia los demás espectadores. -Está siendo un gran torneo, comentó y llenó su copa de vino y la alzó. -¡Viva el Rey Baratheon!
 

Whalen sabía que no sería fácil convencer a sus enemigos más acérrimos de que las intenciones que le guiaban hasta allí eran buenas. Así pues, para que no se interpretase su acercamiento como una provocación, desabrochó su cinturón y dejó caer sus armas al suelo, que rápidamente recogió Willard. Edan Ward miraba al heredero de los Crogall de manera fulminante mientras apretaba los dientes de su gruesa mandíbula, aunque contenía las ganas de lo que seguramente le gustaría hacer con él en aquellos momentos. Su hijo en cambio parecía estar a punto de saltar sobre Whalen en cualquier momento, y si no lo hacia era sólo porque su padre le había dado órdenes de no hacerlo.

-Ya habéis ayudado más que suficiente a esta casa, -espetó el maestro de armas, -ahora marchaos antes de que olvidemos la paz real.

Aquellas palabras no parecían ser una promesa que cayese en saco roto, pues ambos Ward estaban dispuestos a saltarse la paz del Rey si Whalen permanecía allí cerca mucho más tiempo. No quiso saber nada de su maestre hasta que Whalen pronunció las últimas palabras, que salieron de su boca tan convincentes como dramáticas.

-Que vuestro maestre se quede aquí fuera. Hablaré con el Maestre Ferris y si necesita su ayuda se lo haré saber. Pero vos largaos de aquí antes de que cambie de idea.

Una mano amiga se posó en el hombro de Whalen, el maestre Nicholas aceptaba las condiciones de Edan Ward y miró a su pupilo asintiendo con la cabeza ligeramente. Indicándole que quedaría allí y sería igual de persuasivo con el maestre Ferris para convencerle de que precisaba de su ayuda.

-Buenas palabras, milord. -Le susurró. No había que tentar demasiado a la suerte en esas circunstancias, y Whalen habia hablado bien, pero la paciencia del séquito de los Dannett era tan delicada como una flor de invierno.

El joven espera allí de rodillas, una patada, un golpe del veterano Ward. Casi que lo desea. Se siente muy mal. Traicionado por su mujer, engañado por Archay, engañado por alguien que le ha llevado hasta aquel punto... La muerte incierta de Adham y la cierta de Galdrín. Maldijo en silencio aquel pozo de mierda que era Desembarco, aunque las últimas palabras del maestro de armas le dejaron allí clavado y observó como entraba en el pabellón.

Se sobresaltó ante la mano de Nicholas. Sus palabras le tranquilizaron y sus facciones se relajaron. Allí no había nada más que hacer. Asintió a su mentor y miró, inexpresivo, al joven Ward. Desvió su mirada al suelo, exhaló todo el aire de sus pulmones y se puso en pie con pesadez.

Gracias, Nicholas. Murmura al viejo. Quizás por su apoyo, por sus palabras de ánimo, por acudir tan rápido a la llamada... Se da la vuelta y recoge su cinto de armas de Willard, que se lo abrocha con gestos mecánicos.

Eres un buen escudero, Willard. Quédate aquí y ayuda a Nicholas en lo que te pida. Mantente a una distancia prudente. Quizás eres necesario para cumplir algún encargo. Ten presente que si es así, será tu encargo más importante. Mucho más que el que acabas de hacerme en el campo de justas. Pero no te apures, sé que estarás a la altura de las circunstáncias.

Y tras decir eso se aleja, de vuelta al campo de justas. No quiere justar. No le apetece. Matar a Adham le ha quitado las ganas de todo. Sí, aún está vivo, pero no confía que ese estado se alargue. Le han dado el veneno, y parecía que la intención era para matarlo. E incluso contaban con la posibilidad de que identificaran el veneno, al dejarles un poco. Todo formaba parte del plan, y de momento se ceñían a él como unos leales servidores.

Llega al campo de justas arrastrando los pies, justo a tiempo de ver el primer pase de ser Roshar.

Suspira desganado. No le apetece volver a entrar en liza. Con Adham ya ha tenido bastante y, por otra parte, se podría tomar como una frivolidad que siguiera compitiendo después de un juicio por combate. No, ni le apetece ni sería bueno para la casa. Pasea la mirada por el campo, en busca de su mujer, mientras se dirige hacia la zona familiar. Sólo la visión de su belleza pelirroja impediría que volviera con los suyos. Tiene mucho que hablar con ella.

Whalen regresó solitario y cabizbajo junto con el resto de su victoriosa familia a tiempo para ver como ser Roshar acudía a la llamada de los heraldos para su enfrentamiento con ser Andrew Rockwell. Al regresar se enteró de la victoria de su primo en la justa y escuchó los vítores de su padre hacía el Rey, los cuales fueron seguidos por gran número de quienes se encontraban a su alrededor. Pero la mirada triste de whalen parecía perdida en medio de aquel gentío y sólo la alzó para buscar a alguien entre la multitud a quien no encontró. Lady Scarlett había desaparecido del mapa y sólo los dioses sabrían donde se encontraría. Whalen albergaba la esperanza de que hubiese acudido allí para verle justar en ocasión tan importante, pero parecía que la dama había preferido mantenerse alejada de un lugar que podría resultar tremendamente peligroso para ella dado a los varios espías de ser Roshar que sin duda andarían buscándola.

Entre tanto, el caballero esperaba en la liza a que se diese la orden para indicar que podían clavar espuelas en los caballos y afrontar el encuentro, el choque con las lanzas y todas aquellas emociones que ser Roshar llevaba tiempo sin sentir. Por su mente cruzó la idea de si estaba demasiado viejo ya para esas competiciones, aunque otros más veteranos que él habían hecho un gran papel antes. Tal vez no fuesen las justas su mejor fuerte, aunque trataría de darlo todo para ser un hueso duro de roer para su fornido oponente. Ser Andrew parecía más decidido y confiado que él. Era un caballero ancho de hombros y de constitución fuerte. 

La señal fue dada, los caballeros picaron espuelas y Pomposo salió obediente en pos del camino recto como había sido entrenado. Ser Roshar bajó la lanza de torneo al mismo tiempo que su rival y unas décimas de segundo más tarde ambos se encontraron en el mismo centro de la liza. Al parecer, ser Andrew era más fuerza que habilidad, y aunque consiguió romper la lanza contra el escudo de Roshar, apenas había tenido mayores consecuencias. Bastante le había costado mantener recta la lanza para dirigirla hacía allí. Ser Roshar en cambio se mantuvo cauto, tal vez intimidado por las apariencias, y aunque su ataque no fue muy potente, sí que estuvo muy bien dirigido, tocando lo justo a ser Andrew como para que éste perdiera el equilibrio y su poca pericia como jinete fuera suficiente para que cayera del caballo en el primer golpe.

Ser Roshar ocultó su sorpresa por la rápida victoria y se irguió sobre Pomposo para reclamar la gloria. Avanzó con trote sosegado hacia su improvisado escudero mientras alzaba la visera del casco, dejando a la vista su sonrisa. Al llegar hasta él alzó los hombros.

- Tendrás que aguantar un asalto más. - 

Comentó mientras le tendía el escudo y se dejaba ayudar. Se le ocurrió que podría incitar sospechas con facilidad para acrecentar su mala reputación. Aunque primero habría que ver como acababa el torneo... y el estado de Adham Dannett. La adrenalina descendió en su organismo y su mente no tardó en recuperar sus preocupaciones. 

Al escuchar la señal su atención se volvió al campo de justas, donde pudo observar la cauta acometida de ser Roshar. A pesar de la figura recia y la edad del veterano caballero, derribó sin problemas al joven Andrew. Le pasó, fugaz, por la mente la imagen del taimado caballero Zorro al recordar lo engañoso de su aspecto respecto a su peligrosidad.

Galdrín siempre me decía que no me fiara de los caballeros viejos. "Si un caballero llega a viejo es que sabe algunos trucos" siempre decía. ¡No hiciste caso a tus propios consejos, Galdrín, maldita sea!

Aplaudió con una media sonrisa la actuación de ser Roshar, y Whalen pensó que su participación en el torneo debía ser para ocultar su verdadero oficio de maestro de espías. Para el joven, nada en ser Rosaher era casual ni carente de sentido. Idolatraba al caballero. Aunque no gustara de sus métodos apreciaba su lealtad hacia los Crogall.

Tras ello se acercó a su familia y los saludó con una inclinación.

Nicholas está con los Dannett. Es al único que han aceptado en su presencia. Y el único útil, a decir verdad.

Informa, lacónico. Prefiere obviar los detalles del encuentro. Y se sorprende por ello. ¿Se estará transformando en su padre? ¿Es ese el precio del poder?

-De acuerdo, asintió Evan a las palabras de Whalen. -Has obrado bien hijo. Seguro que el maestre Nicholas puede arrojar luz a todo este extraño asunto.

Confiaba en que sus palabras fuesen captadas por algunos de los presentes, e incluso puso su mano sobre el hombro de Whalen. No había pasado por alto las miradas de su hijo buscando a su esposa. La traidora Lady Scarlett.

Es lo que tiene el amor. Te ciega por completo, pensó y no pudo evitar buscar a Lady Varya. Le reconfortaba verla, cruzar miradas con ella. Y comprendía un poco más a su hijo, pues seguramente sentía lo mismo por Lady Scarlett.

Pero no son iguales. Solo una de las dos mujeres había traicionado a los Crogall.

-¿Has podido hablar con alguno de los Dannett?, preguntó de repente.

Whalen se estremació bajo el contacto de la mano amistosa de su padre. No estaba acostumbrado a sus muestras de cariño, a pesar que aquel viaje estaba siendo muy revelador en muchas cosas más allá de aquella asquerosa conjura.

Sonrió tímido como respuesta al halago de su padre.

¿Alguno de los Dannett? Dijo, repitiendo al pregunta del lord. Con Edan Ward, su maestre de armas. No... No estaba en su mejor día, seguramente. Ha aceptado que Nicholas colaborara con su maestre, el maestre Ferris. Y he dejado a Willard por si es necesario que se nos informe de lo que sea. Mi presencia no era tolerada.

Explica el joven, claramente superado por la situación. Aquello, junto a la traición de su esposa y el asunto Claviger, podía ser el último clavo del ataúd de los Crogall.

Lady Varya escuchó el veredicto del rey con una leve sonrisa, dando a entender que la verdad había sido demostrada, pero estaba tensa, su espalda se encontraba rígida y sus hombros apenas se movían. Dividía su atención entre su familia y el lugar por donde había desaparecido el séquito de los Dannett.

La justa de ser Adrik hizo que se mordiera la cara interior de la mejilla para no demostrar nada, la rapidez con la que el caballero abatió a su rival no fue nada emocionante comparada con los gritos posteriores. El nombre del hijo fallecido de su esposo, resonando distorsionado dentro del metal del casco en claro homenaje, hizo que su mano buscase la del lord y la apretase en mudo apoyo. Forzó una sonrisa para celebrar la victoria y sus ojos hicieron un breve contacto con los de Evan -Siempre a tu lado- le dijeron sin palabras, como siempre...

Después de un buen rato sin ningún nombre conocido en liza, tiempo que la dama aprovechó para intentar recordar cómo era Iris Dannett físicamente mientras seguía pendiente de noticias de los Dannett, le llegó el turno a ser Roshar. Su atención se centró de nuevo en el terreno frente a ella, pero miró a su marido cuando se dirigió a ella e inclinó la cabeza en gesto de aceptación. La justa comenzó y acabó tan rápido como la del otro caballero de la casa, parecía que el maduro Roshar tenía más de un as bajo la manga, y la señora de la casa se unió a los vítores por su victoria.

Justo después fue cuando vio a su hijastro acercarse a ellos y volvió a su expresión seria, asintió a las palabras de los dos hombres y se preparó para retirarse discretamente. No estaba segura de qué era lo mejor que podía hacer ni hacia donde dirigirse, pero estaba segura que algo se le ocurriría. 

-Mis señores, -dijo con voz suave dirigiéndose a ambos Crogall -me temo que debo retirarme por un tiempo para descansar y refrescarme. -no era ningún secreto que la salud de la dama no era uno de sus puntos fuertes, aunque ella intentaba que no se notase -Espero estar de regreso para ver a nuestros representantes en la siguiente ronda.

Sus ojos se posaron en los dos rostros que tenía ante sí, tan diferentes y tan semejantes a la vez, y con una tenue sonrisa en ellos que no se reflejó en sus labios se giró dispuesta a averiguar algo más de quién estaba tras lo que había sucedido con sus vecinos.

Mientras abandonaba el lugar intentó divisar a ser Shanin por si tenía algo para ella, si no se dirigiría a la posada Arbolverde, o más bien a buscar a cierta meretriz a la que le queria preguntar sobre una muchacha...

Con todos sus participantes en la justa clasificados para la siguiente ronda del torneo, la casa Crogall había logrado realizar un gran papel en aquella jornada inaugural. No muchas casas podían contar que habían logrado colocar tres miembros en la segunda ronda, y algunas incluso ya habían sido completamente eliminadas. Por lo que, además de limpiar su nombre en el combate de Whalen, la jornada estaba resultando especialmente fructífera.

Aunque en realidad la sensación que ellos tenían no era esa precisamente. La victoria de Whalen se había llevado a un elevado coste, y todo parecía indicar que el destino del joven Adham Dannett iba a terminar convirtiéndose en un nuevo quebradero de cabeza para ellos. Whalen se encontraba muy afectado por lo sucedido, pues no era de su agrado obtener la victoria de ese modo. Además, el resultado había arrojado más sombras que luces sobre la reputación de la familia, y pese a que las palabras del Rey servían como bálsamo momentáneo, era cuestión de tiempo que la gente comenzara a murmurar sobre ellos otra vez.

La segunda ronda de justas sería al día siguiente, comenzando nuevamente al mediodía y ocupando gran parte de la tarde. Durante aquella primera jornada pudieron ver grandes duelos, como el que mantuvieron un jovencísimo muchacho llamado ser Loras Tyrell y ser Konwell Redwine; también pudieron ver a los grandes favoritos del torneo apabullando a sus rivales con gran facilidad y suficiencia, como ser Barristan Selmy o ser Jaime Lannister. El nivel se estaba mostrando muy alto en aquel torneo. También ser Bryan Telson tuvo un gran papel en su combate, rompiendo dos lanzas y descabalgando a su rival en el tercer envite. Cuando al fin se retiraron a la tienda familiar, habían visto a lo mejor de lo mejor de todos los caballeros de Poniente batiéndose en duelo.

Willard les informó algo más tarde, cuando ya comenzaba a oscurecer y los sirvientes de la familia ya servían la cena, todo lo ocurrido hasta entonces en el pabellón de los Dannett. El maestre Ferris, que servía a la casa del convaleciente Adham, no había parado en sus idas y venidas al cónclave de maestres para consultar a sus colegas, trabajando desesperadamente por mejorar la condición de su joven señor sin mucho éxito. Tampoco había servido de mucho la ayuda ofrecida por el Maestre Nicholas, ya que Edan Ward no le había dejado pasar durante las primeras horas que habían esperado allí fuera. Sin embargo, el maestre había seguido a Ferris al Cónclave y le había dado algunas indicaciones que parecían estar sirviendo para paliar ligeramente el dolor del joven Dannett.

Lady Varya quiso hablar con su confidente, pero ser Gennady no tenía ninguna información que resultara de interés para ella. El dorniense, al igual que muchos de los allí presentes, estaban realmente sorprendidos por cómo había terminado el combate de Adham y Whalen. Aquella conversación sólo sirvió para darle una muestra de cómo estaban las opiniones al respecto de su casa: algunos creían que los Dioses habían hablado en su favor, y no había nada más que discutir, pero otros todavía sembraban dudas con respecto a los Crogall.

La dama también quiso acudir al famoso burdel, pero el establecimiento se encontraba tan abarrotado que apenas podía moverse y hacerse escuchar con las otras muchachas. Un caballero norteño apretujó su mano con fuerza en su trasero, confundiéndola con una de las meretrices. Y tuvo que soportar que más de un borracho le hablara casi gritando a pocos centímetros de la cara, echándole el fétido aliento en la cara.

No tuvo suerte en la búsqueda de la prostituta a la que quería encontrar. Según le dijeron, había salido para ver el torneo y ofrecer sus servicios por los alrededores del campo de justas, como hacían muchas de ellas. Y desde entonces nadie la había vuelto a ver.