Partida Rol por web

La posada continuó durante la cena con la tranquilidad habitual, la gente allí congregada comía, bebía, reía y cantaba canciones, y conforme el alcohol se iba incrementando en la sangre de los allí presentes ésta hervía con mayor facilidad y en cierto sector comenzó una discusión que derivó en una pelea en la que se vieron involucradas cuatro o cinco personas, fue difícil precisarlo con los taburetes volando y las jarras estallando en añicos. Lyle Cervecero y algunos caballeros de baja alcurnia tuvieron que esforzarse para poder pacificar el lugar y expulsar a los violentos. La normalidad no volvió hasta que un juglar comenzó a tocar una canción sobre una princesa de Braavos y los ánimos se calmaron nuevamente. 

Ser Roshar trataba de encontrar algún rostro conocido entre la multitud, algo con lo que poder retomar el contacto con su red, pero no había vuelto a saber nada de Rata desde que escuchara los rumores de que había sido apresado por los Dannett cuando le procuró aquel peligroso encargo. Tampoco había logrado contactar con los demás desde entonces.  

Había pasado una mala noche. Las intrigas, Gladrín, el Caballero Zorro, su mujer... Y las justas. La respiración acelerada y reclanetada desde dentro de su armadura, el peso de la lanza, el trote desbocado de Bella, el calor, el sudor... La sensación que el aire no logra salir de su garganta. El barullo ensordecedor del público, en contraste con el mortal silencio previo al golpe. Todo. Todo aquello era apabullante. No podía ni concebir como debía ser la guerra. Y él había pretendido dar lecciones a su padre.

Idiota orgulloso.

Murmuró para si. Ahora sabía con quien podía contar.

Tomó un desayuno frugal. Tenía el estómago del tamaño de una nuez.

¡Willard! Venid a desayunar conmigo. Un buen escudero ha de compartir el pan con su señor. Dijo. O eso creía. Para crear ese vínculo especial entre caballero y escudero.

Desayunaron casi en silencio. Willard le habló de unos sapos azules que había visto cerca de las tiendas y Whalen asentía, pensativo.

Hemos de conseguir que la gente se centre en nosotros ocmo justadores, y no en toda esa morralla mentirosa que se ha extendido por todo Desembarco.

Sacadle brillo a la armadura. Luego me ceñiréis el arnés. Mientras ponéis a punto mi equipo voy a cepillar a Bella. Nos vemos allí, Willard.

La escena entre ambos no pasó desapercibida para el resto de la familia, pero prefirió hacer sus tareas matuitinas al margen del resto, para centrarse en la justa.

Al acabar su segunda jarra Ser Roshar se levantó y caminó hacia la salida. Le hubiera gustado acercarse a los Lugus para ver que clase de información podría lograr gracias a la cerveza, pero antes sentía la necesidad de ponerse en contacto con su red. Y de saber de Rata.

Simuló deambular por las calles de Desembarco, como un borracho, hasta llegar al lugar indicado. Para mantener una red activa hacían falta normas y procedimientos. Era necesario para poder continuar trabajando a pesar de los sucesos trágicos que podían suponer aquel modo de vida. Su agente había caído y era una pena. La vida continuaba y las conspiraciones no cesaban. Por desgracia debían seguir bailando.

Ser Roshar se detuvo contra la pared, apoyando su mano en ella. Se llevó la otra bajo sus ropas, como si estuviese molesto por algo. Empezó a pelearse para liberarse, hasta sacar un pañuelo verde oscuro con un pequeño dibujo cosido en blanco. Parecía una S o, con algo de imaginación, una serpiente. Lo tiró a un lado casi sin mirar, al menos pretendiendo esa impresión. El pañuelo quedó sobre un muro que servía de reposamanos a una de las escaleras de las calles de la capital y el caballero giró a la derecha, tomando un camino que se colaba por debajo.

Apenas treinta pasos después tomó asiento en un reborde de piedra y apoyó su espalda. La señal estaba dispuesta. Contaba con que dada la situación hubiera alguien haciendo guardia hasta que se les solicitase, y por eso esperaría lo razonable. Aunque sabía que podía no ser así. A pesar de las implicaciones que podrían conllevar.

La señora de la casa se levantó junto a su esposo y estuvo ahí para él, sabía que no podía decir nada para aliviar la pesadumbre que lo atenaza y no lo intentó, simplemente se mantuvo a su lado brindándole su apoyo. La verdad es que ella también estaba alicaída, aunque intentaba no mostrarlo, la tensión sufrida por el acoso y las falsas acusaciones que habían recibido, y la muerte de Galdrín habían hecho mella en la esbelta mujer.

-Amelie, ¿cómo se encuentra el maestre Nicholas? -preguntó a su asistenta cuando se sentó para tomar algo -Sabes si nos acompañará hoy en el torneo.

Desayunó poco, como siempre, más parecía un pajarito que una persona adulta, pero como también solía hacer habitualmente se guardó un par de piezas de fruta "por si acaso". Se dirigió al terreno de las justas junto al lord y cuando éste hizo su anuncio los labios de la dama se ensancharon en una sonrisa tensa, no es que no quisiera que compitiera, es que le parecía que ahí en medio podía ser un blanco muy apetecible para quien no les quería bien.

-Claro que sí mi señor, -con sus palabras estuvo de acuerdo con él -seguro que sorprendeis a más de uno.

Willard Camfrid aceptó de buena gana la invitación a desayunar que Whalen le tendía, para él era todo un honor sentarse a la misma mesa que la de su señor, algo que no era muy habitual a pesar de que el escudero también era de sangre noble, aunque de más baja alcurnia que la de los Crogall. También escuchó con atención las tareas que le eran asignadas para aquella mañana, por supuesto que iba a dejar reluciente la armadura de Whalen, y esperaba que su pequeño ritual diario para preparar el equipo de su señor siguiera dándoles suerte. Antes de cada competición Willard colocaba la armadura y el yelmo sobre un maniquí concreto y le colocaba el escudo a la izquierda, luego, con la lanza que le pasaría en primer lugar a Whalen golpeaba el escudo, el yelmo y la armadura, en ese orden, y rezaba una oración al Guerrero. Una vez hecho esto se dedicaba a los demás preparativos que le correspondían como escudero.

Lord Crogall entre tanto había anunciado su intención de participar en la competición de arquería, y había recibido el apoyo de su esposa, quien temía por su seguridad cuando Evan fuese el centro de atención de todo el mundo. Aunque su hijo había estado justando sin ningún problema hasta entonces y los ánimos parecían más calmados conforme el torneo avanzaba y especialmente tras la marcha de los Dannett. La dama preguntó por el maestre Nicholas, y Amelie le informó que había madrugado aquella mañana para ir al Cónclave de Maestres después de tomar un desayuno frugal, pero que había dicho que probablemente llegaría a tiempo para ver los encuentros del torneo.

Los miembros de la familia se pusieron en marcha hacía el campo de justas contiguo a la zona de tiendas de las distintas familias participantes venidas de los cuatro puntos cardinales de los Siete Reinos, Ser Roshar no había aparecido allí en aquella mañana y suponían que no se había presentado en el pabellón familiar en toda la noche. Ningún sirviente lo había visto y nadie conocía su paradero, aunque aquello no era nada extraño en su persona. Cuando llegaron a las gradas el ambiente era parecido al de todos los días, el júbilo y las ganas de festividades predominaban entre los presentes. Con cada ronda que se superaba, el torneo iba volviéndose más interesante y más concurrido. Nadie quería perderse las rondas finales y poder decir que había seguido al futuro ganador desde un principio.

En el primer combate, Ser Barristan Selmy, Lord Comandante de la Guardia Real, logró tumbar a un fornido y joven caballero del Valle de Arryn en el primer envite. A pesar de tener 59 años, Ser Barristan era uno de los claros favoritos para ganar el torneo, no en vano se había proclamado ganador dos años antes en el último torneo celebrado en la ciudad. Llegaba el turno de Whalen que era anunciado por los heraldos junto a su rival, Ser Naton Lugus. Su hermano pequeño, Orten saludó a Whalen desde las gradas cuando éste miró por casualidad hacía él y le deseó suerte con un gesto. No era fácil adivinar que Orten estaría antes de parte de Whalen que de Ser Naton, a pesar de ser su hermano. El maestre Nicholas se unió a ellos cuando Whalen ya se encontraba en su extremo de la liza recibiendo la primera lanza de parte de Willard, aquella que el muchacho había bendecido en la mañana. Enfrente, el caballo de Ser Naton piafaba como la bestia medio salvaje que era, y su señor, vestido de negro y con el cáliz plateado sobre el pecho, de su yelmo brotaban dos largas plumas negras. Su aspecto era la fiereza personificada, incluso Bella se mostraba nerviosa ante su presencia.

No tuvo que esperar mucho el caballero hasta que recibió respuesta a la señal que había dejado con algo de teatro, pues alguien estaba vigilando la zona como se esperaba y transcurrido un tiempo prudencial, unos quince minutos, se acercó hasta él. Pero no era Rata, ni nadie que hubiese conocido anteriormente.

Un niño de unos 8 años con la cara ennegrecida de hollín de los tejados y las chimeneas se acercó hasta él con la punta del pañuelo verde sobresaliendo de su bolsillo del pantalón. Vestía como un pordiosero, con ropas raídas y los pies descalzos, y su aspecto era famélico; la clase de niño que resultaba perfecto para acercarse con oídos indiscretos al meollo de los secretos de la ciudad.

-¿Me da una moneda, señor? - Dijo al llegar hasta Ser Roshar, la señal convenida. No cabía duda de que conocía los procedimientos, tal vez Rata había estado reclutando en el Lecho de Pulgas antes de desaparecer de la faz de la tierra. El niño alzó la mugrienta palma de la mano esperando que le dieran una propina, pero sin duda esperaba otra cosa. La contestación en clave a su pregunta.

Whalen disfrutó de la compañía de su escudero. Era un buen chico y le gustaba su carácter fantasioso. Siempre rodeado de gente mayor que él y de problemas, el cambio de alguien tan ingenuo como Willard le iba bien. Y era muy diligente en su oficio.

Cuando se enteró de la participación de su padre en la prueba de arquería no supo muy bien qué decirle, así que simplemente posó una mano sobre su antebrazo derecho y le dedicó un buena suerte, milord en tono quedo.

la desaparición de ser Roshar le preocupó un tanto. Esas ausencias eran habituales en el fiel caballero, pero en aquellas circunstáncias, y con tantos enemigos tan cerca...

Debería compartir más sus secretos, no sea que mueran con él. Pensó, aunque era muy posible que su padre supiera esos secretos. No debía rendirle cuentas a él. Él no era el lord. Y era mejor que fuera así. Cuando un secreto se comparte mucho, deja de serlo.

También se tranquilizó al saber que Nicholas estaba en el Cónclave. Eso significaba que se encontraba bien. Se avergonzó por no pensar en él, pero no se podía negar que había tenido unas horas muy convulsas.

Se dejó armar por su escudero y se dispuso a entrar en liza cuando su mirada se cruzó con la de Orten. Respondió a su gesto con una franca sonrisa. No le extrañaba aquello, pues su hermano parecía la antítesis del verdadero caballero, y se sentía muy próximo a Orten. Tan vulnerable como él.

Vamos a demostrar de qué somos capaces, Orten... Pensó, como si le hablara al joven Lugus. El porte de Naton hizo que se removiera inquieto en la silla. Bella también se mostraba inquieta por aquella bestia negra. Saludó a la grada, a los reyes, se caló la celada y probó de vaciar su mente de pensamientos y miedos, tal y como le había enseñado Galdrín.

Al tomar la lanza bendecida de Willard, el peso en su brazo le dió confianza. Tres metros de madera le separaban del brutal Naton.

Espoleó con firmeza a Bella, para calmarla y enderezó la lanza, mirando de cubrir el máximo de superficie posible con su escudo. En la primera pasada quería evaluar a su contrincante.

La postura de Ser Roshar había cambiado durante la espera. La capucha puesta, la cabeza soportada por sus manos y los codos en sus rodillas. La tranquila respiración podía parecer de una persona durmiendo. Aunque sus ojos estaban bien abiertos en la sombra, desde donde observaron el acercamiento de la menuda figura.

Al escuchar la voz alzó la vista con lentitud. Los ojos entrecerrados, como si acabara de despertar y su cabeza repiqueteara con cada leve sonido. Observó al niño mientras hurgaba con torpeza entre sus ropajes para alcanzar una moneda. No esperaba que su enlace fuera a ser alguien tan joven y tenía ciertas dudas sobre la elección. ¿Habría partido directamente de Rata? ¿quién estaba ahora al mando? El caballero tendría que dejar la reorganización de su red para momentos más tranquilos.

- Será tuya si sabes lo que vale. -

El Blackfist completó el codigo acordado y colocó su puño cerrado a un lado. No esperaba que adivinase de cuanto era la moneda oculta. Quería la información. ¿Debía preguntarse si era un agente enviado por los Dannett? ¿quizás por la información que habrían logrado sonsacar a Rata? No volvería a arriesgar a un activo con tanta información comprometida. Si aquel niño formaba parte de su red sabría que estaban investigando y no caería en contradicciones. Ser Roshar esperaba que Rata hubiera colocado alguna trampa entre todo lo que le hubieran hecho hablar para facilitar la captura de cualquier posible topo.

-Más de lo que muchos piensan. - Terminó de decir el muchacho. -Pero me temo que a vos os va a costar mucho más. - Dijo en un tono más apesadumbrado, aquella era una frase que estaba fuera de las señas habituales y por algún extraño motivo hizo que el estómago de Ser Roshar se encogiera. -Soy Ruth. -Hasta que no pronunció su nombre no se percató de que en realidad era una chica con el pelo corto. -Sé que no soy a quién esperabais pero lamento deciros que no queda nadie más. Rata ha muerto. Lo atraparon los Dannett en su tienda el día que le enviasteis a sabotear a Ser Adham y lo degollaron aquella misma noche. No le culpéis, soportó torturas indecibles por medio de la cruel mano de Edan Ward y al final... -agachó la cabeza con tristeza. -Dio cuatro nombres. Ratón, Miller, Alfiler y Clavo. -Los cuatro muchachos al servicio de Ser Roshar en la ciudad. - Los cuatro han sido asesinados estas últimas horas por mano de los hijos de Ward, que todavía siguen en la ciudad. Yo soy la única que queda, ya que no me conocen... Rata guardó mi nombre.

Ser Naton se mostraba confiado sobre su caballo, que se movía inquieto y nervioso y piafaba como si estuviese deseando salir disparado a por Whalen, sólo las riendas que sostenía con firmeza su amo se lo impedían. El caballero de la casa Lugus tomó una de las lanzas que su escudero le tendía y cuando se dio la señal para que empezara la justa picó espuelas al caballo con tanta firmeza que el equino mostró los dientes y relinchó dando un salto hacia delante para empezar la carrera. 

Ser Naton, al igual que había hecho contra Ser Roshar y en anteriores justas, cabalgaba inclinado hacia delante, con agresividad y dispuesto a separar la cabeza de su rival del tronco si era preciso. Y no era para menos, su fuerza y brutalidad eran inmensas. Sujetaba la larga y pesada lanza de caballería como quien empuña una espada bastarda con una mano. No había ningún otro rival con tanta fuerza, al menos en ese torneo. 

Ambos caballeros avanzaron lanzas en ristre contra el otro sin temer el choque final que hizo saltar una nube de astillas de la madera de las lanzas por toda la liza. Mientras Ser Naton Lugus cabalgaba con agresividad y fuerza, Whalen mantenía la prudencia y un estilo más defensivo que le permitió evaluar de primera mano si Ser Naton era tanto como aparentaba.

Y la respuesta parecía ser afirmativa. Whalen sintió como la lanza del Lugus se partía contra su escudo y como la fuerza le sacudía el torso. De no haber tomado aquella posición más defensiva podría haberse visto salir despedido por los aires como le ocurrió a Ser Roshar, e incluso así sintió el dolor de soportar semejante embestida. También la respuesta de Whalen fue acertada, logrando romper la lanza contra el escudo de Ser Naton, aunque parecía que el caballero no lo hubiese notado lo más mínimo.

En la primera pasada recibió un golpe en el pecho que lo desequilibró, pero consiguió mantenerse en su silla. El pecho le dolía. Era como haber recibido un mazazo estando dentro de una campana. Aquella brutalidad de Naton le ponía de mala leche. Era sucio, rabioso, despreciable... Deseó hacerle daño. Que se cayera del caballo y se rompiera la cabeza. Pero no. No debía comportarse así. Galdrín le había dicho mil veces que debía mantener la cabeza fría en un combate. Las emociones llevan a errores. Que la emoción te inspire pero no te guíe. Eso decía Galdrín. 

Al llegar junto a Willard se sacudió la cabeza, para alejar la furia y centrarse.

Otra! Le gritó mientras alargaba la mano para tomar otra lanza. Aprovechó para tomar aire. Resopló como un fuelle viejo. Sudaba a mares y le dolía el pecho, pero no podía perder. No quería perder. Aquel pequeño descanso le permitió sentirse algo mejor. Aferró con fuerza la lanza que le tendió Willard y se encaró para una nueva vuelta.

Espoleó su caballo hacia el bravucón de ser Naton... No! Bravucón no. Es un enemigo. Un adversario. Nada más. Nada más. Parecía que la lanza se desviaba, pero el trote de su caballo modificó el ángulo de su lanza que hizo que fuera a impactar más directamente contra el caballero.

- No era necesario... - susurró el caballero al tener conocimiento de las muertes, la pena grabada en sus palabras. Era probable que los Dannett les pensasen responsables del envenenamiento de su señor y se viesen forzados a la venganza. Ser Roshar pensaba que ambas familias eran victimas de aquella trama y no sabía si confiar en aquella joven que decía ser la última enviada de Rata. Lo mismo podía ser el cepo de Edan Ward para cazar la cabeza de aquella operación. Una operación que había distado del resultado final.

El Blackfist se levantó, alzando su tamaño frente a la joven. ¿La mención del coste elevado había sido una amenaza? Sintió la necesidad de moverse. Precauciones ante la posible trampa. Se tambaleó para fingir cierta debilidad, la afección del alcohol en sangre. Aunque no tenía intención de dejarse chantajear.

- Ambos conocíamos el riesgo. Nadie ha salido como esperaba de todo esto... - relató pensativo mientras comenzaba a caminar. - Ven. - Le lanzó la moneda.

Mantuvo la capucha ocultando su rostro mientras intentaba vigilar todas las esquinas en busca de sombras sospechosas. Por desgracia ya les había dado tiempo de sobra para rodearle...

- No arriesgaré tu vida si no estás conforme, ya han habido demasiadas muertes en esta conspiración. - Una breve mirada a Ruth para estudiar su reacción. - Mi prioridad es encontrar a una joven. -

La fátiga acumulada había retenido a Ser Roshar entre las sábanas más tiempo del que le hubiera gustado. Al menos podía volver a afrontar el día descansado y en plenitud de facultades. Cada nuevo amanecer en aquella pestilente ciudad no hacía más que exigirlo con más fuerza. Solo encontraba piezas que no lograba encajar del todo, solo más victimas que pagaban las ansias de poder de unos pocos...

El caballero llegó al campo de justas tras el primer embate entre Whalen y Ser Naton, del que solo pudo escuchar la rotura de las lanzas y la tensión contenida y liberada en las respiraciones del público. Preguntó sin mostrar interés por los contendientes y se buscó un lugar desde el que poder seguir el duelo.

- Vamos Whalen, demuestra tu fuerza. -

Se llevó una mano a la cabeza fingiendo cierto dolor a causa de la resaca y se apoyó en un poste cercano.

Ruth tomó la moneda que el caballero le lanzaba al vuelo y la guardó en su bolsillo con un rápido y eficaz movimiento. Después, siguió obediente a Ser Roshar y escuchó sus palabras. Sólo se dibujó en su rostro una mueca de desagrado cuando el caballero sugirió que podía quedarse al margen.

-Con todos los respetos, señor, pero Rata y los demás eran mis amigos, haré lo que me pidáis pero quiero matar a Edan Ward y sus hijos. - Afirmó con la rotundidad de alguien mucho mayor que ella. Una mirada firme y decidida dio a entender a Ser Roshar que aquel era su precio.

-¿Qué joven? - Preguntó después.

La sacudida de la lanza de Whalen había hecho que ser Naton rompiera en estruendosas risas que se escuchaban ahogadas bajo el yelmo que le cubría la cabeza. No tuvo mucha dificultad para mantenerse sobre el caballo y llegar con él al otro extremo de la liza. Cuando ambos caballeros volvieron a cruzarse para volver a los puntos donde les esperaban sus respectivos escuderos, el Lugus se dirigió a Whalen.

-Muy bien, muchacho. Parece que ese brazo tuyo sirve para algo más que sujetar la verga de mi hermano. - Y nuevamente estalló en risas mientras apuraba al caballo a recorrer los últimos metros que le separaban de su cajón.

Después tomó la lanza que le brindaba su escudero y Whalen, a pesar de que no podía ver su rostro bajo la celada, sabía perfectamente que ya no se estaba riendo en absoluto. Nuevamente volvía enfocar su objetivo, clavaba espuelas al caballo para que éste estuviera ansioso de ir a su encuentro y cuando se dio la señal salió de nuevo como una exhalación, con la lanza en alto y prácticamente de pie sobre los estribos.

Tras un primer envite que había resultado espectacular entre ambos caballeros, en esta ocasión volvieron a cruzarse en un duelo que estaba cautivando a todo el graderío. El chasquido de las lanzas al partirse retumbó en el campo de justas mientras el público contenía la respiración para ver el desenlace de aquel choque: fuerza bruta contra habilidad. 

Whalen rompió su lanza de forma precisa contra el cuerpo de Ser Naton, quien sintió que esta ocasión no se estaba enfrentando a un niño imberbe de una casa menor, sino a un serio rival que podría ponerle en apuros si no lo tomaba en serio. El golpe de Whalen fue duro y bien colocado, pero la armadura del caballero absorbió parte del golpe aunque le hizo tambalear y estar a punto de caer del caballo. Sin duda era el mayor susto que se llevaba el Lugus en todo el torneo.

Por su parte, Whalen sintió que el golpe de Naton no era tan preciso como el anterior, aunque no obstante, cada vez que golpeaba lo hacía como una roca desprendida desde el peñasco más alto. La fuerza que Ser Naton imprimía a sus golpes era brutal. Whalen sintió el impacto con el mismo dolor que el anterior.

El joven tenía miedo. Los ataques furiosos, las pullas... Y el daño. Cada golpetazo de Naton era como si una mula le arrerara una coz en el estómago. Aunque la coraza parara lo peor del impacto notó el dolor en su interior, a medida que la vibración del golpe pasaba de su armadura a sus vísceras.

No replicó nada a las palabras de Naton. Estaba asustado. Y aquello era un torneo. ¿Qué sería una batalla de verdad? Había matado lobos, se había enfrentado a los Claviger, al Caballero Zorro, al joven Dannett... Pero por alguna oscura razón aquel enfrentamiento le parecía más letal. Estaba seguro que si pudiera, Ser Naton disfrutaría rematándolo. La imagen de él mismo derribado, con Naton sobre él, clavándole una daga en el ojo por la ranura de la celada le quitaba las ganas de hablar.

Otra! Ordenó a Willard, dejando caer el asta rota. El brazo le temblaba. En parte por la tensión, en parte por el golpe de su propia lanza contra el pecho de naton. Se quería subir la celada, pero al final no lo hizo. Temía que le quedara mal bajada y sufrir un accidente. Sudaba mucho. Quería desmontar a aquel cabrón.

Cuando le dió la lanza, aún sentía un hormigueo en el brazo y dolor en el torso, pero debía continuar. Espoleó suavemente a Bella. En aquel momento no había público. No había nadie. Sólo su adversario.

Estaba cansado. No era un guerrero. Pero debía serlo aquel día. Por su padre. Por él mismo. Tenía que ser un Crogall. Paciente y Letal.

Una media sonrisa floreció en el rostro del caballero ante el ímpetu de la joven. Compartían el deseo de venganza, en caso de Ser Roshar aderezado por la constante rivalidad entre los Crogall y los Dannett. Le faltaba comprobar si mostraría el mismo empuje cuando no le arrastrase la ira. Y si sería capaz de abandonar esos deseos sentimentales cuando un interés mayor lo exigiera. Lo que podría presentarse antes de lo que le gustaría a la joven, pues el Blackfist no estaba en condiciones de prometer dichos asesinatos. Pasaba entre sus pensamientos una posible necesidad de acabar pactando con los Dannett y las muertes en sus filas podrían complicarlo.

- Una prostituta que ha dejado de trabajar en el Manantial de Jade. - Se planteó si mandaba a sus enemigos en la dirección de sus pesquisas. Pero ya pudieron haberlo sonsacado de Rata. Y mucho más...

No podía dejarse gobernar por sus miedos, como tampoco dejar que la joven manejara la situación. Ser Roshar no tenía que darle ningún permiso para que pudiera matar, ella quería que le concedieran la oportunidad de hacerlo. Tendría que ganarselo. Y saber que una vez que aceptas entrar en el juego desconoces como vas a salir. Por eso no hizo ninguna promesa ni ningún gesto que lo diera a entender, a no ser que hubiera querido darlo por hecho del leve movimiento de cabeza del caballero.

Ser Roshar se entusiasmó con la justa y se olvidó de sus preocupaciones. Reconoció la gran habilidad de Whalen. Deseaba ver el final del duelo. Y también ver a Naton rebozado en el suelo.

En el pequeño respiro que tenían para cambiar de lanzas y concentrarse para la siguiente embestida paseó la mirada entre el público en busca de caras conocidas. Esperaba encontrar a los Lugus, quizás a los pocos representantes de los Dannett que habían quedado en Desembarco... Era más una comprobación rutinaria por si aparecía un rostro inesperado. O quizás uno que estuviera buscando.

En cuanto escuchó a los caballos iniciar el galope volvió toda su atención a la liza.