Rió ante la importancia que le daba Anser a su persona, - Vamos, no soy un noble que merezca, o pida reverencia, sólo soyun hombre que se ha encontrado con el mal y ha decidido enfrentarlo, como creo que haría la mayoría de las personas en mi lugar de acuerdo a sus capacidades. - señaló la fragua - Da la casualidad que mi entrenamiento incluye rastrear, cazar, y luchar contra el enemigo, vos hacéis lo mismo fabricando armas y herramientas para los hombres que las requieren.
- ¿Elessal? - Brecca se encogió de hombros - No inició el camino con nosotros, nos encontramos con él la noche en la que casi pierdo la vida, y tras separarnos para que él pudiera dar aviso en Minatir de lo acontecido volvió a ayudarnos en el aslato a la torre. Tengo entendido que me salvó la vida la primera noche, y ha permanecido con nosotros desde que vencimos al capitán de los orcos en las ruinas... - miró al herrero con atención - ¿Preguntáis por algo en especial?
El herrero se mesó la barba mientras agachaba la voz, como guardando un secreto.
- No puedo decirle nada seguro, maese Brecca, pero se comenta que ese medioelfo es mitad ser mitad fantasma... Se le ha visto por Minas Tirith muchas veces, sí, pero también lo han visto vagando por los Campos de Pelennor e incluso acercarse a territorio de la Sombra. ¿Se ha fijado en su aspecto, cansado y atormentado?
Anser se acercó a la puerta para confirmar que estaba cerrada, no antes sin asomarse para cerciorarse de que no había nadie husmeando por la llegada del montaraz a su negocio.
- A veces parece que está maldito... Aunque nunca ha hecho daño a nadie ni se le ha visto realizar nada extraño, pero... ya sabe, hechiceros - el herrero negó con la cabeza y una mueca en la boca -. Quizás son habladurías, maese Brecca, pero yo no termino de verle del todo de fiar.
Brecca sonrió y se encogió de hombros - Estaré atento entonces, lo cierto es que hasta ahora nos ha ayudado y no puedo poner en duda sus intenciones, está tan determinado a luchar contra el Oscuro tanto como nosotros, pero mantendré los ojos abiertos. - Quizá tuviera una charla con Elanor y Elessal esa noche en la taberna, más allá de la naturaleza del medio elfo le preocupaba lo que pudiera suceder si a hombres menos honestos y más temerosos que Anser se les ocurría actuar en su contra.
- ¿Decidme Maese Anser, cual es el pulso de la ciudad con respecto a lo que sucede? ¿Sabe algo el ciudadano de a pie acerca de las fuerzas oscuras que acechan a Gondor, o sólo unos pocos están informados? - La pregunta fue hecha en un tono normal, casi casual, aunque la respuesta era algo que le aclararía a Brecca que tanto protegían las murallas de Minas Tirith a sus ciudadanos, y que tanto los cegaba.
Anser asintió ante las palabras de Brecca, aunque no parecía muy convencido por como entrecerraba los ojos. Aún así, no hizo ningún comentario más al respecto, pues a pesar de todo, no tenía ninguna conclusión firme para dar fiabilidad a sus palabras. Volvió de nuevo a sus quehaceres mientras conversaba con el montaraz. Comenzó a examinar la espada para poder comenzar la reparación.
- Aquí hay muchas diversidad de creencias, maese Brecca. Imagine, tanta población tiene una diversidad muy amplia. La mayoría de aldeanos tiene poca opinión al respecto, pues a pesar de todo, su día a día para sobrevivir es más esencial que cualquier problema mayor. Eso sí - hizo un pausa -, no quiere decir que nadie niegue la presencia de Mordor y del Señor Oscuro, pero ya sabe... Son preocupaciones de clases más elevadas y de gremios más poderosos de la ciudad. Al final, tienen más que perder.
El herrero seguía con sus tareas de reparación.
- Los herreros estamos de enhorabuena, hay mucho trabajo, señor Brecca. Y eso, es muestra de que hay algo de qué defenderse - le dijo mirándolo a los ojos -. Están partiendo expediciones dirección Ithilien. En Osgiliath han sufrido varios ataques, pero no sabría decirle nada más.
Si no tienes más preguntas, creo que va siendo hora de volver a la posada, querido montaraz ;)
Brecca asintió, como imaginaba al hombre de a pie le preocupaba llevar el pan a la mesa y aquellas cosas que estuvieran en su mano para hacerlo. Ciertamente enfrentarse a las fuerzas del mal no era algo que calificara como necesario para hacer crecer el trigo, o vender las mercancías a los clientes, al menos no en el corto plazo.
Como bien decía el herrero, todo dependía de cuanto perdería uno en el peor de los casos, y pocos tenían la visión necesaria para entender que todos perderían todo si nadie hacía por detener al mal. - No es un buen cuadro el que pintáis Maese Anser, pero tampoco es distinto al que esperaba después de lo vivido en Ethur y en Minatir. Hombres simples unos, cuya mayor preocupación eran los bandidos, y los otros con un lider tan absorto en su poder que no era capaz de abrir los ojos para ver el peligro. - Meneó la cabeza. - Solo espero que haya mas hombres como vos, conscientes de que cada acción que realizan contribuye a la causa, como vuestras armas para los soldados.
Dicho ésto se paró y estrechó su mano - No quiero entreteneros más tiempo, debería reunirme con mis compañeros y aún me quedan unas compras antes de retirarme por el día.
Oh no, pensé que había posteado y con la vorágine de las fiestas se me pasó el tiempo. Mil disculpas, ya me parecía raro que no hubiera mas posts :P
Vamos a la taberna, lo de las compras luego te digo que y lo descontamos directo.
Anser asintió ante las palabras del montaraz.
- Ha sido un placer compartir este rato con vos, señor Brecca. Su buen corazón ha aliviado mis dudas y me ha tranquilizado, corren tiempos difíciles y más cuando el nombre del Oscuro se cierne tras las mismas.
Dio un pasos alejándose con la espada de Brecca, hacia una mesa con varios artilugios.
- Vuelva mañana al mediodía, estará lista.
Y se despidió asintiendo con la cabeza.
Continuamos en el Capítulo 4, montaraz ;)