Partida Rol por web

Como cada noche, el pequeño Dreon, pedía a su padre que le contara alguna historia antes de dormir. Ya eran tres días lejos de casa y aún les aguardaban, como mínimo, siete lunas más. La temporada de caza estaba llegando a su fin.

El calor del fuego se agradecía en la fría noche. Dreon se encogió en su manta, mientras su padre, Orennor, avivaba las llamas produciendo un crepitar en el fuego. Sus dos hermanas, Eli y Dania, también miraban impacientes a su padre.

- Vamos, papá…uno de tus relatos de hoguera, por favor… – pidió Dreon sonriendo con las palmas pegadas a modo de súplica.

El hombre seguía avivando el fuego, las llamas se reflejaban en sus ojos.

- El destino quiso, por fin – comenzó lentamente Orennor, con la gracia que los cuentacuentos poseen -, que los aventureros coincidieran en una noche despejada con una gran luna. Ese encuentro, fue el inicio de una gran amistad. Pero antes de que ese momento se hiciera realidad, sus caminos se forjaban separados… - el padre sonrió levemente, creando unos segundos de incertidumbre –. Hoy, os voy a contar la historia de la maga del triste corazón…

“La Sombra siempre ha existido, desde tiempo inmemoriales… desde que existió la noche y con ella los lamentos.

Pero para cada sombra, existe una luz… una luz proyectada por el Bien que aguarda en el interior de cada corazón”

En algún bosque cerca del Río Ciril (Gondor)

Ninui (Invierno), 4º día, año 2898 (Tercera Edad)

La maga llenó de aire sus pulmones mientras sentía el frío aire del anochecer en su bello rostro. Una pequeña llovizna había comenzado. Sus rasgos se concentraron en todos sus puntos vitales, sintiendo la Esencia recorrer cada rincón de su cuerpo. El sonido del bosque, vivo y constante zarandeado por el viento, le hacía recordar sus orígenes, tan lejanos hoy por hoy pero tan presentes a la misma vez dentro de su memoria.

Amaba la música, pues fue instruida en el arte del la flauta desde sus primeros pasos en su tierra natal, Beleriand, allá por la Primera Edad. Pero incluso para una elfa como ella, la no práctica… era un sinónimo de olvido. Disponía de una bella voz, propia de los de su linaje, los Teleri, capaz de hacer llorar al más valiente y enternecer al más duro de corazón. Hermosas melodías nacían de sus manos, tristes la mayoría de las veces; alegres en alguna ocasión.

Cuando la sinda partió, hace tantos años que ningún hombre podría determinar, la magia y la música fueron uno de los recuerdos que se llevó consigo. Sin ningún rencor con los suyos, Elanor, partió en busca de su propia aventura, ofreciendo su bondad al mundo y a las razas que allí habitaban. La sinda no miraba a través de una raza, sino a través de la intención del corazón.

Tocaba solitaria, en la noche. Y aunque su melodía invitaba a la melancolía, se sentía en paz.

La lluvia acompaña en aquel recodo del bosque, cuando juega con las hojas de los árboles y el aroma a tierra húmeda habla por sí solo, de caminos, de momentos plagados de añoranza que llegan al corazón. Una dulce melodía, impregnada por su melancolía surge de mi flauta mientras me veo allí en un pequeño rincón de mi mente, corriendo entre los árboles, sonriendo mientras mi dios nos observa. No estoy sola, mi amigo me acompaña y jugamos a las escondidas, descubriendo en esos instantes mágicos que todo puede valer mucho la pena. 

Una nota más profunda empaña con ese amargo dulzor la melodía, es un recuerdo más reciente, con aquel elfo en el mismo bosque. La magia de repente toma forma, esa luz azulada que surgen de mis manos y la clara expresión de horror por su parte. Quise explicar, quise decir más de lo que a simple vista se puede observar y no, lamentablemente aquello fue el principio de mi deserción, cuando mi gente me da la espalda. 

Y ahora es cuando siento como una sola lágrima se derrama por la mejilla, jugando con la tersidad de mi piel y al caer, siento que ese recuerdo se convierte en otro compás. Cuando el triste evento se disipa en el silencio de una noche que sólo habla de tristeza, cierro mis ojos a modo de despedida. Esta canción se la dedico, a él, a mi querido Angrod. Mi fiel amigo, un delator, aquel que jamás comprendió que más allá de lo que vio, seguía siendo yo... Elanor. 

Ahora la calma me abraza en su hermoso regazo, quedan unas notas más que presagian la despedida a un pasado lleno de cicatrices. Por mis venas está aquel sentimiento, ese don innato de llegar al corazón y esto sí que me abrió puertas, pese a tener la más importante cerrada. Una vez termino mi canción, guardo aquella flauta y camino bajo la lluvia, libre, solitaria, conectada con el bosque y mis emociones. 

¿A dónde me llevarán ahora?

Elanor, se movía libre haciendo sonar su flauta a cada paso que daba. Los animales del bosque asomaban sus pequeños ojos para ver de donde provenía esa bella melodía. Pudo ver un par de cervatillos que la miraban con firmeza, mientras movían sus orejas alegremente. Confiados y atraídos por la voluntad nombre de la elfa, se acercaron a ella con pequeños pasos, lomo con lomo. La sinda seguía su dulce melodía mientras acariciaba de pasada a uno de los cervatillos, inmersa en un mar de sensaciones que la hacían flotar a centímetros del suelo, sintiendo como se elevaba. Pero en ese mar de sensaciones... había sentimientos que naufragaban entre dolorosos recuerdos, como el de su querido Angrod. Y por un segundo... volvió a tocar el suelo.

De repente, un movimiento brusco de los dos animales iniciando una escapada, hizo que Elanor abriera los ojos y dejó de tocar su flauta: sabía que algo se acercaba en la distancia. La magia que envolvía el lugar pasó a ser lo que era, un bosque frío de invierno bajo la lluvia en una noche de luna llena. Respiró hondo y volvió a la realidad del mundo de los humanos, donde los peligros acechaban en cada rincón, en cualquier momento.

Con un movimiento ágil se retiró de los caminos y se adentró en las espesuras, decidiendo qué hacer.

Todo es armonía, es como latir al compás de aquel corazón compartido, el alma del bosque. Los animales están allí, como fiel compañeros en este camino que habla de nostalgia, de recuerdos que son necesario olvidar. Sólo que como todo elfo Teleri, siempre se dedica a alguien lo que surge, y esta melodía lleva su nombre. Una vez continúo caminando en mi propia sintonía, noto el movimiento de los animales y como toda la magia, se convierte en realidad. 

Guardo la flauta en mi morral y estoy atenta al entorno, como quien se detiene a contemplar. Mis oídos se agudizan, buscando escuchar algo más inusual mientras la sensación inquietante se percibe en mi cuerpo. No hay miedo, conozco los peligros que acechan en el bosque, pero sí intento convertirme una sombra. Voy caminando entre la frondosidad de los árboles, me detengo, escucho y sigo. 

Igual que en una danza, lo mismo hago aquí. Un paso, esconderse, otro más, lo mismo, así avanzando guiada por el sonido, por aquello que es llamativo.