Partida Rol por web

La idea de alejarnos un poco de la piedra iluminó mi rostro, era tener al menos un instante para sentirnos personas y disfrutar de algo tan bonito como el atardecer. Por ello asintió con un gesto muy delicado de cabeza ante el comentario de sentirse vivo y respondió sobre ello. 

—Es lo que necesitamos mi señor. 

Tal como lo habían conversado, ambos emprendimos el camino hacia ese punto más alto donde se podía contemplar el cielo sin tanta gente pululando alrededor. Se sentía muy extraño todo, más aún cuando estaban acostumbrados a vivir entre fortalezas siendo totalmente lo opuesto a ella y como era de esperar a Ellessäl. Ya cuando llegaron al banco de piedra, tomó asiento con delicadeza y le dejó un lugar a su compañero. Había algunos niños, pero su atención estaba puesta en él, más ahora que se había sacado la capucha. 

—No al contrario mío, mi señor—respondió con una sonrisa—. Por defecto debería abrazarme a la eternidad, aunque nunca se sabe cuando mi final está por llegar. Aún así, lo sé y no me importa... Lo acompañaré cada año de su vida si usted me lo permite. ¿Qué le preocupa?

La luz del atardecer comenzó a teñir de naranja todo el paisaje. El sol, que se perdía entre las montañas, poco a poco comenzó a esconderse para dar paso a la oscuridad. La visón era preciosa. Por un momento, los dos elfos sintieron que estaban solos, a pesar de los aldeanos que paseaban por aquella plaza en la lejanía.

Elessäl inspiró con fuerza, pues un olor fresco a hierbabuena y madera quemada de chimenea se dejaba intuir en el aire. Después, soltó el aire y miró a Elanor con una sonrisa. Comenzó a hablar, mirando al frente.

- Hace mucho años, dejé de ser inmortal, pues elegí el camino de los humanos por una persona que caminaba a mi lado, como os dije aquella noche en el campamento Rohirrim. Fue una decisión propia, guiada por el sentimiento que mi corazón vivía en aquel momento. Aquella decisión era fría como el hielo, pues no quemaba, pero hoy me arde, dama Elanor, al saber que estoy condenado a morir mientras que vos seguirá en este mundo hasta que desaparezca o decida partir.

El mago miró al suelo con aire desolado, una pequeña lagrima corrió por su mejilla, la cual se apresuró a quitar rápidamente con la manga de su túnica. Después volvió a mirar a la maga con una media sonrisa.

- Pero ahora eso no importa, a pesar de poder vivir cien años más lo único que me importa es el presente. Es el ahora.

Por un momento, su aspecto lució bello e imponente como el primer momento que Elanor lo conoció, pero al instante, volvió a verse cansado, como si soportara una gran carga. Elessäl miró al horizonte.

Aquel destello anaranjado lo inundó todo al completo mientras sintió que el instante era perfecto porque no había algo tan bonito como ese atardecer, lleno de esplendor, de paz y de alguna manera esto llenó a mi corazón de luz. En medio de aquel tan bonito escenario natural, escuché un poco más sobre la historia del medio elfo y entendía cual era el pesar que estaba en su interior. Por ello, giré mi rostro para buscar su mirada. 

—Si debo renunciar por ti, lo haría—confesó sincera—. Nunca he tenido estos sentimientos en mi vida, es todo nuevo para mi y en verdad si le inquieta la probabilidad de que debas partir antes de lo que ambos quisiéramos, eso no importa. Me iré contigo porque la vida es demasiado larga a veces y si debemos vivir el hoy, que sea junto a la persona que se ama. 

Sin más, le dejó muy en claro aquello. Estaba siendo honesta, le habló desde su alma y esperó a que pueda entender que en ese mundo de posibilidades, no hay que desaprovechar ninguna. 

El mago la miró a los ojos.

- Sus palabras me alegran el corazón, dama Elanor, pero usted sabe bien que el destino a veces es cruel y frío como el acero de una espada. No dudo de sus palabras, pues son tan reales que me puedo agarrar a ellas, pero nuestra misión es compleja y peligrosa.

Elessäl se dio un momento para respirar.

- ¿Y si la lucha contra la sombra nos separa? ¿Y si vos, dama Elanor, solo está enamorada de mí por lo poco que me conoce?

Ante aquellas dudas, simplemente alcé un dedo y lo coloqué sobre los labios de mi compañero, quizás para que no se llene de tanto miedo. Al menos Elanor en ese sentido era más práctica. 

—Vivamos el hoy, con lo que tengamos. Si es el destino así, que lo sea pero no te niegues a disfrutar del calor de unos brazos que están dispuestos a amarte. No hay peros, estoy aquí, estás aquí. 

Sin más, me quedé mirándolo a los ojos y quité esos dedos para convertirlo en una dulce caricia en la mejilla. No era momento de lidiar con las pérdidas. 

Todo aquel momento se rompió en el instante que Elanor tocó a Elessäl. De repente, durante unos segundos, la tarde se hizo noche y el frío se hizo insoportable. Aquella plaza se convirtió en un lugar fantasmal y la visión que se apareció ante la elfa la hizo sobresaltar, retrocediendo unos pasos.

- Elessäl... - susurraban tres voces al unísono, alternándose con risas macabras.

Las tres figuras aparecieron tras el medioelfo. Poco a poco fueron alzándose hasta terminar por encima del mismo.

- Déjalo en paz... no puedes salvarle, hechicera...

Eran tres figuras con vestidos oscuros y con aspecto aterrador. Los cabellos colgaban por sus caras, ocultándolas. Las voces se alternaban como en una pesadilla y sus palabras eran frías, inundando el bondadoso corazón de la maga. La imagen se comenzó a acercar poco a poco hasta traspasar al mago, ajeno a lo que sucedía. En ese segundo, se lanzaron a por Elanor, que cerró los ojos, con un grito fantasmal.

Y al abrirlos, volvía a estar en el mismo lugar de hacía tan solo unos instantes.

El mago miró a Elanor, confundido. Frunció el ceño sorprendido por la reacción de la maga, que todavía intentaba entender qué había sucedido.

- ¿Qué... qué ocurre, dama Elanor?

Elessäl esperó, preocupado.

Sólo bastó acariciar a Elessäl para encontrarme con aquellas figuras espectrales, las tres damas esas que se escuchó de boca en boca durante todo este largo y arduo camino. ¿Quiénes eran en verdad? No lo sabía, pero la cuestión es que me estaban pidiendo algo que jamás haría porque no soy capaz de traicionar a mi corazón, incluso cuando intentan atacarme, intentan atentar con lo que soy. 

—¡Noooo! —grité nerviosa, las tenía encima. 

Y cuando abrí los ojos, me encontré con la mirada preocupada del medio elfo mientras intenté ordenar mis pensamientos, entender lo que había pasado y por esa razón es que negué con la cabeza. No quería hacerlo responsable de ellas, no quería que sienta que está maldito, aunque una pregunta comenzó a surgir en mi mente. 

—¿Qué tienes que ver con las tres damas?

Los pocos ciudadanos que habían en aquella plaza se giraron ante el grito de la maga. Comenzaron a murmurar mientras cogían a sus hijos, precavidos.

- ¿Qué? ¿De qué está hablando? 

El rostro del mago era una mezcla confusa entre sorpresa y miedo. Hizo ademán de coger a Elanor por los hombros pero se detuvo en el último instante. Miró al horizonte, hacia la Torre de Mordor y volvió a girarse hacia la maga. Se colocó la capucha rápidamente.

- Vayamos a un lugar donde estemos resguardados. ¡Vamos!

Salieron de aquella plaza y giraron varias calles entre la actividad de la gente. Esquivaron carros, puestos y tenderos que iban y venían con cestas llenas de frutas, verduras y demás alimentos. Parecía que el tiempo corría en su contra. El mago no se detenía en ningún momento hasta que llegaron a un callejón sin salida.

Volvió a quitarse la capucha. Su aspecto, aunque parecía preocupado, ahora no mostraba ese cansancio, como si se hubiera recuperado.

- ¿Qué le ha pasado? ¡Cuénteme, Elanor!

Había alertado a la gente que estaba a nuestro alrededor, eso no fue intencional y por ello, no dudé en seguir los pasos de mi compañero para ir a un lugar más tranquilo. La pregunta que le había soltado era muy significativa, una que necesitaba una respuesta bastante urgente. 

—Te diré cuando estemos en un lugar seguro y solos—dijo rápido, aunque enfatizó lo último. 

Noté como quiso acercarse y se alejó, aquello me preocupó también pero no era momento de hacer esos planteos, no cuando pude tener esa visión tan clara, significativa e íntimamente relacionada con él. Era demasiado perturbador. 

Por ello cuando seguimos avanzando, dimos con un callejón sin salida y al mirar sus ojos, sentí un nudo en el pecho que me oprimía. 

—Primero responde a mi pregunta, es importante.

El mago miró al suelo con una mueca de enfado, pero pronto se convirtió en pena y tristeza.

- Necesito saber qué ha pasado para poder explicarte, Elanor, te lo suplico...

Elessäl miró a la maga a los ojos con un aire melancólico.

—Tienes una relación con ellas, no soy la que debe dar explicaciones. No des más vueltas, por favor... Habla. 

No tenía que decir más, él era quien estaba ligado a esas tres damas y quién debía explicar. Más aún con lo que le había dicho una de ellas. ¿Sería su amor del pasado?

—No más secretos. 

El mago cerró los ojos y se giró para dar unos pasos mientras suspiraba con fuerza. Agachó la cabeza y se pasó la mano por el pelo. Volvió a suspirar y se giró hacia Elanor.

- Aquellos fantasmas… son… son mis hermanastras.

Por un momento, el tiempo se paró.

Elessäl aguantó la respiración unos segundos mientras apretaba la mandíbula, esperando la respuesta de la maga. Continuó.

- Hace muchos años, mi madre, Anawë, tuvo tres hijas, trillizas, con su primer cónyuge. De esta manera, todas ellas quedaban vinculadas a un linaje élfico, un linaje Sindar.  Formaron una familia feliz y próspera. Mis hermanas, crecieron en un ambiente relacionado con la música, el arte y la magia, siendo las mejores pupilas de mi madre. Además, tenían un gran vínculo animal con todas las criaturas, en concreto con los lobos.

El mago se dio un respiro.

- Pero el cónyuge de mi madre, falleció en combate en la Batalla de los Cuatro Vientos, en el bosque de Núath, allá por la Primera Edad. Él era un general importante y perdió la vida valientemente luchando contra la Sombra. Mi madre, afligida, tardó mucho tiempo en sobreponerse de aquel duro golpe. Mis hermanastras se unieron mucho más a ella, protegiéndola de la soledad superando el duelo juntas.

» Con el tiempo, mi madre decidió dejar su hogar y viajar para superar la herida que aquella pérdida le había ocasionado. Bosques y montañas recorrió junto con mis hermanastras, en busca de una nueva vida, lejos de la violencia. Con el tiempo, conoció a un buen hombre; conoció a mi padre, Ealber. Mi padre era un herrero humilde, el mejor en su gremio. En una expedición de caza se encontró con mi madre y surgió el amor, a pesar de las diferencias. Mi padre, un hombre mortal; mi madre una hija de Ilúvatar.

» De ese amor, nací yo. Mis hermanastras estaban ilusionadas, pues tener un hermano o una hermana era una de las ilusiones de sus vidas. Pero… mi madre no sobrevivió al parto, y murió conmigo en sus brazos, lo que hizo que mis hermanas me odiaran de por vida. Aun así, siguieron viviendo en nuestra casa hasta que yo cumplí cinco primaveras. Mi padre siguió conmigo, pues era su hijo, pero ellas nos abandonaron entre maldiciones.

Una lágrima se dibujó en el rostro del mago.

- Ajeno a lo que había sucedido, yo crecí junto a mi padre aprendiendo la profesión. Pero con el tiempo, algo dentro de mi afloraba de una manera especial: la magia. Pero lo llevé en silencio, pues no sabría cómo mi padre reaccionaría ante tal don. Nunca había mencionado la magia y yo lo interpreté como que no era un asunto en cuál no tuviera mucha creencia. El caso es que seguí así, creciendo con la magia entre los bosques.

» Pero con el tiempo, ellas comenzaron a aparecerse en sueños. Habían crecido, eran más altas, más imponentes, pero su aspecto era famélico y aterrador. Solo susurraban mi nombre, una y otra vez, pero su simple presencia con aquellas túnicas… me aterrorizaba. Pero con el tiempo, llegué a controlar esas pesadillas y esos pensamientos, fruto de la magia que día a día crecía en mí.

» Pero una tarde, años después, cuando yo tenía unas veinte primaveras, nos emboscaron en uno de los viajes que solía hacer con mi padre. Yo las reconocí al instante, pues las había visto en pesadillas, pero él no, él las vio por última vez cuando yo tenía cinco años y su aspecto ahora no era el de entonces como era evidente. Ahora eran seres de la Sombra, y por tanto, utilizaron sus viles artes oscuras para darle muerte a mi padre y su venganza quedó saldada: yo había “matado” a su madre y ellos habían matado a mi padre.

El mago se pasó la manga de la túnica por la cara.

- Pero a pesar de eso, pues ellas pensaban que ese acto les libaría de su odio; aquel odio que guardaban dentro, hizo que sus almas se corrompieran más todavía y que su poder se volviera oscuro y tenebroso. Pero también hizo que creciera y creciera. Y eso, llamó la atención de los siervos de Mordor, de los espías que vagan en la Tierra Media en busca de almas perdidas a las que puedan ofrecer más poder para hacer el Mal. Pero con el tiempo, fueron engañadas y utilizaron sus poderes para conocer sus artes oscuras y poder enseñar a más siervos de Mordor. Y shora están bajo las órdenes del Oscuro.. y es la amenaza que perturba la tranquilidad de los Pueblos Libres y la Tierra Media.

» Víctima de una maldición, se volvieron seres fantasmales…por eso no podían tocarnos en Minantir, ni en la Torre de los Orcos, incluso, su alcance no llega con toda su fuerza aquí a Minas Tirith… pero sí cerca de Mordor. Nunca podrían habernos hecho daño tan lejos, pues no pueden tocarnos, pero sí podían atormentarnos con sus apariciones... 

» Pero... cuando viajemos hacia allí, sí podrán. Pero podrán uniéndose, pues separadas no pueden hacerse un ente físico individual, pues su corrupción es tal que no pueden hacerse corpóreas, tienen que unirse, convertirse en un ser… un licántropo, por el vínculo antiguo que consiguieron cuando nacieron.

Elessäl parecía que había llegado al final de su historia.

- Las conocen como las tres Damas... pues ya nadie recuerda su nombre tras tantos años.

El momento era crucial, más aún cuando le pedí que sea sincero ya que eso determinaría un montón de cuestiones vitales para los dos. Así que esperé paciente sin decir ni una palabra porque quería o al menos mi intención era que pueda desahogarse ya que esas mujeres espectrales habían sido muy directas conmigo hace minutos atrás. 

A medida que fue escuchando todo, lo noté nervioso, inquieto y no dudé en acercarme para ofrecer contención, pero también esa dosis de comprensión. Nadie lo estaba juzgando, menos yo, pero al menos era vital entender todo esto para darle un contexto y al conocer la trágica historia de Elessal, sintió un profundo dolor en su corazón. 

—Gracias por confiar en mi, se lo agradezco y espero me disculpe por haber sido tan tajante, no era mi intención—dije en un tono apenado—. Supe que estaba ligado a ellas porque en ese momento dónde la cercanía se hizo más presente en los dos, ellas aparecieron diciendo que no podría salvarte. No es la primera vez que las veo, ni la primera vez que me amenazan. 

Tras esa explicación, sostuve la mirada. 

—Entiendo todo, pero no renunciaré a usted. Ni por ellas, ni por nadie. Me he prometido a mi misma que si mi corazón sentía amor, no le negaría ello—confesé—. Ellas intentan romper todo lo que esté adelante, si al estar más cerca de Mordor más intentarán hacernos daño, les haremos frente. No hay nada más poderoso que el amor. 

Con toda la determinación que me compete, que me nace en si, le dije todo aquello. Dispuesta a afrontar cualquier situación que se cruce en nuestro camino. 

Elessäl se mostró aliviado ante las palabras de Elanor. Temía por un rechazo asociado a su pasado, a un pasado que no estaba en su mano y que lo había arrastrado toda la vida a un sufrimiento inmerecido por un destino maldito. Pero después de abrirle el corazón a la maga, su aspecto se recompuso y volvía a ser bello como siempre había sido.

- Me ha salvado, Dama Elanor, como su hubiera expulsado todo el veneno que corría entre mis venas corrompiendo mi alma, mis pensamientos y mi cuerpo. Ahora siento que he dejado una carga a un lado y que puedo afrontar lo que el destino me depara. 

El mago se acercó poco a poco. Y abrazó a Elanor. Pero nada pasó. La ciudad siguió siendo la misma y no hubo apariciones ni visiones por ningún lado. Solo estaban él y ella en aquel callejón bajo el bullicio de la ciudad, que poco a poco iba apagándose por la llegada de la noche.

Al ver que Elessäl recuperó esa luz que tenía tan bonita, sentí alegría en mi corazón mientras sus palabras solo confirmaron lo que le estaba sucediendo, esa liberación interior necesaria para seguir dando pasos hacia delante. Con ese perturbador pasado que tenía, era lógico que sintiera esa presión en su corazón y de alguna manera, estoy tranquila porque he ayudado para que alivie esa carga. Una demasiado pesada. 

—Ya está mi señor, bendito sea Ilúvatar que nos permitió encontrarnos. Su luz resplandece en usted y espero que sea así siempre. 

Sin más, acepté el abrazo un tanto atemorizada por el miedo a recibir otro encuentro con aquellas tétricas mujeres. Lo bueno es que no sucedió y mi corazón se mantuvo tranquilo, disfrutando de ese calor, de la cercanía mientras la paz nos abrazó con fuerza. Desde lo más profundo, desde lo más dulce que pueda existir como el respeto, el cariño y el amor. De todos modos, mis manos acariciaron con dulzura el rostro del medio elfo y busqué su mirada. 

—Estamos juntos en esto, no lo olvide. 

El mago tenía un aspecto distinto y todo eso había sido gracia a lo que había ocurrido con Elanor. Contar su historia le hacia hurgar en heridas del pasado pero le permitía liberar también pensamientos oscuros que le provocaban miedo y desesperación en los más profundo de su ser. 

Ahora que Elessäl había confiado a Elanor su más profundo secreto. Le preguntó:

- ¿Me guardará el secreto, al menos, hasta que sea necesario, dama Elanor? No quiero crear ningún inconveniente en la misión.

El mago sonrió.

- Se hace de noche, creo que deberíamos ir la posada y descansar.

Aliviar cargas, de eso se trataba al fin de cuentas más allá de que más tarde que pronto le tocará enfrentar ese destino oscuro que solo está en espera. Pero no quise decirle demasiado, no cuando se lo veía mejor bastante mejor que minutos atrás. 

Eso sí, mantuvo la cercanía y asintió cuando escuchó la pregunta. 

—Eso haré, su secreto siempre estará a salvo conmigo. Puede quedarse tranquilo de que así será. 

Ya cuando mencionó que se hacía de noche, miró el cielo. 

—Regresemos. 

Elessäl asintió mientras cogía las dos manos de la maga.

- Volvamos pues.

Y después de haberse sincerado y haberse amado en la intimidad pero a los ojos de Ilúvatar, los dos elfos se dirigieron hacia la posada.