TURNO 10
La sala del Senescal cruzaba distintas opiniones. Si bien la mayoría aceptaba la presencia de aquellas criaturas de la sombra, el hecho de no haberse manifestado claramente cerca de las lindes de Minas Tirith y ni que decir, Rohan; solo hacía que las historias y habladurías se quedaran en simples leyendas o visiones producidas por el miedo y el cansancio.
Pero los aventureros, hombres y mujeres de buen corazón, se antepusieron ante el escepticismo de lo que el ojo no suele ver, pero que el alma sí puede sentir. A pesar de que solo Vánima y Elanor las sufrieron dentro de sí mismas con gran intensidad, los demás también sintieron su presencia en otras manifestaciones.
La imagen de la guerrera y la maga, juntas era imponente y bella. Dos casas unidas luchando por el por el futuro de los hombres libres. Sus palabras eran sinceras y llenas de razón, pero en aquella sala, las palabras de las elfas estaban vistas como historias de magos y criaturas que poco afectaban al día a día de los hombres.
Pero para ello, hablaron Ódvarr, Dromri y Brecca. El primero, como buen guerrero, apoyó la ayuda de los rohirrim pues no le faltaba razón, Derewen, Gleomund y sus hombres eran igual de buenos en combate que cualquiera. Y no se equivocaba, pues nada sabían de lo que podría ocurrir de camino a Osgiliath o qué podrían encontrarse allí. Al igual que Dromri, que a pesar del poco miedo que tenía sobre cualquier criatura, no era un necio y prepararse correctamente era algo esencial. Tantos años de viaje y experiencias, hacían que el enano supiera lo que hablaba con sensatez y criterio.
Pero el montaraz hizo que el Senescal mirase a Faendor. Brecca como humano y conocedor de las costumbres y las formas de actuar de los hombres de Gondor, era neutra con la opinión de las elfas por mucho que las apoyara. La relación con los orcos sí era bien conocida por Denethor y Derewen.
El medioelfo se adelantó unos pasos.
— Sé que es complicado creer en nuevas tan aterradores en estos tiempos, Senescal. También entiendo que no confíe en un grupo de desconocidos de los que ha tenido noticia solo un pequeño pueblo como Minantir, pero el señor Aendor, alguacil; y con quien vos tiene mucha relación, sabe tan bien como usted que los tiempos están cambiando y que estos aventureros han arriesgado sus vidas por un destino que no era el suyo.
» Mi señor, cualquier ayuda es buena en Osgiliath. Como bien sabe, en Ithilien vagan expediciones de enemigos. Los crea o no, no cambiará nada que viajen hasta allí junto a los Rohirrim, todo apoyo en este momento servirá para hacer más fuertes las defensas contra Mordor.
El terrateniente agachó la cabeza unos segundos, confiado en que las palabras lógicas y sinceras de aquellos hombres, enanos y elfos le hiciera creer en que lo mejor era ser precavidos y estar preparados para lo que se pudiera avecinar.
— Mi señor, nuestros hombres en principio no tienen ningún poder contra aquellas tres hechiceras. Si como bien dicen las damas Elanor y Vanima, quizás ellas puedan hacerles frente, quizás ellas tengan el poder suficiente para hacerles frente.
Elessäl suspiró levemente, esperanzado. Faendor continuó.
— El acero puede matar orcos y demás criaturas que puedan pisar esta tierra, pero contra aquella amenaza... me temo que no existe ningún plan que podamos trazar en cualquier mapa...
El Senescal se reclinó sobre el trono que presidía aquella sala. Todos los presentes guardaron silencio, mirándose los unos a los otros. Derewen negó con la cabeza mientras retrocedía al lado de Gleomund, pero no dijo nada más, aceptando lo que allí se había decidido.
- No podemos arriesgar la vida de los nuestros ante una amenaza que no conocemos de primera mano y a la que nunca hemos visto ni conocido. Si bien vuestros conocimientos ayudarán a estar preparados para ello, el pueblo de Gondor lo agradecerá.
Denethor se levantó.
- Si nadie tiene nada más que aportar, quedáis a disposición de Faendor.
TURNO 10 - VÀNIMA
La elfa, desde la parte de atrás del grupo ahora, tras las palabras del medioelfo y de Faendor y Denethor, dijo sencillamente:
- Soy una guerrera, y empeñaré mi destino en enfrentarme a la Oscuridad, no por librarme del destierro que pesa sobre los Noldor, si no por que nadie sufra con el Mal que el Señor Oscuro intenta llevar a esta tierra. Vayamos a Osgiliath.
Su cara era firme, y su voz tranquila. Creía en lo que decía.
TURNO 11
Un murmullo se creó en la sala tras haber terminado la reunión con Denethor. Las distinas opiniones y experiencias que se habían expuesto entre esas cuatro paredes habían llegado a buen puerto, pero no sin antes dejar las cosas claras con respecto a la naturaleza de dichas criaturas.
Lo claro es que después de todo, los aventureros habían ganado el favor de Gondor, no a cualquier precio, pues ahora y tras las instrucciones que le habían dado, tendrían que visitar Osgiliath, muy cerca de los terrenos del señor Oscuro. A pesar de ello, sus corazones estaban preparados pues de varias aventuras y de arriesgar la vida en muchas ocasiones, no iban detenerse.
Poco a poco, las personas allí presentes fueron despejando la sala, excepto Faendor, que hizo una seña a los aventureros para que aguardaran. Se acercó a Elessäl y se estrecharon los antebrazos. Después, se giró a los aventureros y asintió, en gesto de aprobación ante sus palabras.
— Os estaremos eternamente agradecidos, en el nombre de Gondor — comentó el terrateniente, sincero.
Pasaron a una sala contigua donde se podía ver claramente una mesa en el centro de la misma. Los asientos, alejados de la misma, hacían que pareciera más un tablero donde descansaban mapas y anotaciones que una mesa para entablar una conversación.
— Partiremos al alba. Los rohirrim irán con vosotros. Mañana os entregarán unos víveres para el viaje. A pesar de que Osgiliath está a tres días a caballo, el frío y el hambre es más duro mientras uno se acerca más a Mordor.
TURNO 11
Los aventureros se retiraron para realizar las últimas visitas y compras particulares antes de partir. La ciudad seguía viva, hasta que poco a poco cayó la noche. Los aventureros se retiraron a la posada de "El Escudo Roto" y volvieron a pasar otra noche en las mismas habitaciones, descansando y reflexionando sobre lo que les esperaba.
En unas horas, los gallos cantarían un nuevo día.