Partida Rol por web

17 de Agosto de 2005
9:00 am

 Ves que Joan se queda con Carmen un poco más, quizá sólo esté despidiéndose o dándole unas pocas palabras de ánimo.

 Te diriges al aparcamiento donde tú mismo has aparcado el coche. No te parece haber visto el coche de Ramón allí esta mañana, pero tampoco te fijaste en ello, así que podría estar.

 Cuando llegas, compruebas que allí no está.

 El campus es grande. Puede haber aparcado en cualquier sitio. Quizá en un otro aparcamiento dentro del campus, quizá en una de las calles de los alrededores.

 Son las nueve de la mañana y el calor es ya sofocante. A tu alrededor el ambiente universitario está en pleno apogeo y estudiantes de todo pelaje van arriba y abajo. En el centro del campus médico están las paraditas que han montado los estudiantes para organizar su Maratón Médico.

Sin darse por vencido Conrad no desestima en encontrar el coche, intentando pensar en que situación se encontraría Zafra en el momento del suicidio... fue de noche quizás? Cuantas horas llevaba el cadáver muerto?

 Das un par de vueltas por las zonas de párking del campus, sin éxito. Cuando comienzas a desesperarte, piensas que si Zafra vino aquí de noche y no quería levantar sospechas lo más seguro es que no dejara el coche en ninguno de esos párkings, pues "cantaría" al quedarse el vehículo sólo en medio de un aparcamiento desierto. 

 Entonces das un par de vueltas por las calles y te llama la atención una calleja apartada. Entras y... ¡Bingo! Allí está el coche del bueno de Ramón.

 Al mirar por la ventanilla, ves un par de detalles personales en el salpicadero que te confirman que es su coche.

Confirmando con una sonrisa las sensaciones matutinas, busco rápidamente un lugar donde dejar mi Astra. Por suerte, Ramón fue lo suficientemente hábil para aparcar el coche en un lugar discreto... lo que me ayudará con el pequeño problema de abrirlo como una lata de atún..
Discretamente me acerco y examino el interior con mas detalle. Observo las cerraduras en busca de algún forcejeo o intento de apropiación a lo ajeno... parece todo normal. Genial... y ahora como abro la puerta? .

 Aparcas en ese mismo callejón, en zona de carga y descarga. Al bajar del coche inspeccionas la zona con la mirada y todo parece tranquilo. Es de esas calles que parecen ser un mundo a parte, donde el estruendoso día a día llega como un murmullo lejano y los ocasionales movimientos de cacerolas en alguna cocina se imponen sobre el sonido de los coches que llega desde la calle principal.

 No hay nadie en el callejón ni en los escasos balcones o desde las ventanas que pudiera poner en riesgo la discreción de la que necesitas para abrir el coche de Ramón sin levantar sospechas.

 Te acercas al coche de Ramón e inspeccionas la cerradura, para mirar la mejor manera de abrirla. Identificas el tipo de cerradura y crees saber la mejor manera de abrirla. También ves que el coche de Ramón no tiene alarma.

Con algo de disimulo saco un par de herramientas que llevo encima y me pongo a hurgar en la cerradura.
Esto es pan comido - pienso para mi, cuando de golpe y porrazo se me resbala la herramienta. Mierda, espero no haber bloqueado nada. Tras una breve inspección parece que no he roto nada. Perfecto, un giro por aquí, aprieto por allá y.... BINGO!. Con un suave "clack" la puerta del coche se abre, ofreciéndome coqueta pasar a su interior y explorar con afán los misterios que me oculta.
Utilizando un pañuelo, examino a fondo todo el coche, guantera, bajos de los asientos, espejos interiores, maletero, cenicero, etc etc... Si hay algo importante, seguro que Ramón no lo dejó a simple vista.

 Te sientes henchido de energía. Cuando has conseguido que se abriera la puerta es como si una especie de electricidad recorriera tu cuerpo. Como si Gaia recargase tu esencia vital y te franquease el terreno vedado.

 Sea como fuere, estás dentro del vehículo. Aunque es un coche que aparentemente tiene poco que ofrecer, a parte de una perenne capa de polvo y un cenicero cargado de colillas. Al abrir la guantera, encuentras la foto de Carmen que alguna vez el propio Zafra te enseñase. Pero no hay nada de interés, ni entre los papeles del coche, ni bajo los asientos. Al meter la mano entre los respaldos y sus respectivos asientos, reúnes algo de calderilla, menos de dos euros en total. En el cassette del coche hay una cinta puesta, al extraerla ves que se trata de un disco de Kenny G. Recuerdas que al bueno de Zafra le gustaba esa música.

 La euforia de encontrar el coche y abrirlo tan eficientemente, da paso a la decepción de que tan buen hacer quede en tan poca recompensa.

Ni una pista Ramón? no me dejas nada...? pienso entristecido. Cojo la foto de Carmen y la miro. Como es que dejaste la foto de Carmen si nunca te desprendías de ella? pienso mirando con extrañeza a la vieja foto. Mientras pienso, pongo la vieja cinta de Kenny G. para rememorar, por un breve espacio de tiempo, los tiempos con Ramón. Quizás Ramón grabara algún mensaje para Carmen? pienso dudando de mis dudas.

Rastreas la cinta que has encontrado en el coche, pasan por tus oídos las suaves notas jazzísticas que tanto emocionaban a Ramón y que alguna vez te confesó que uno de sus mayores placeres era compañar un buen wisky con buena música.

No era propio de Ramón ir por ahí dejando rastros. Eso lo sabías, pero albergabas la esperanza que en este caso dejara algo para poder guiar a quien intentara esclarecer su caso. No parece ser así. Por lo menos no en un lugar tan expuesto como podría ser su coche tirado en un callejón cualquiera.

Tras deleitarme con el arte virtuoso de Kenny G, me guardo la foto de Carmen y la cinta del maestro. Cierro el coche y, antes de irme, reviso el maletero por si quedara alguna cosa con la vana esperanza tener algún dato mas sobre sus quehaceres.
Seguramente estará tan desordenado como el papeleo del interior. Tengo que darme prisa, puede que Joan ja esté en la oficina. Dicho esto me pongo manos a la obra en el último intento de rastrear alguna pista adicional, tomando nota de llamar a Joan en cuanto me ponga en camino.

 Abres el maletero y su interior no hace disminuir tu decepción ni un ápice.

 Rueda de repuesto, herramientas reglamentarias, un bate de baseball y un bidón de aceite medio lleno (¿o medio vacío?). Nada realmente fuera de lo normal.

 Te convences que no hay nada más que el coche de Zafra te pueda decir.

Tras comprobar que ni en el coche, ni en la foto, ni en la cinta (ni en nada de nada) hay alguna remota pista sobre lo sucedido con Zafra, cierro su viejo coche y arranco el mio. Bien, por lo menos ahora hemos descartado una de las opciones. Aun así, que hacía Ramón sin la foto de Carmen? pienso mientras le doy a la llave de encendido de mi pequeño rayo azul. Veamos si con Joan a habido mas suerte. Antes de poner la primera, cojo el teléfono y llamo a Joan. Joan? eres tu? Soy Conrad. Lo del coche no ha dado resultado, luego te cuento. Estas ya en el despacho?

 Llamas a Joan y esperas que conteste.