Partida Rol por web

El trabajador del puerto te mira con desgana y puedes leer en su cara que está pensando "¿De dónde se ha caído este palurdo que quiere hacerme perder el tiempo o, lo que es peor, buscarme un problema?"

Agita la mano en tu dirección y, sin parar de andar, dice:

- Lo siente, no hablado españa. - Un fuerte acento africano enmarca tan útil frase.

Sin mirar atrás, sigue a lo suyo, con lo que te da a entender que no hay nada que rascar.

En vistas de que aquí está el pescado vendido, me planteo una retirada estratégica. Me dirijo hacia el coche, pensando en esa precaria reunión mal concertada y en el éxito que pueden haber tenido el resto en sus pesquisas.

Sin duda alguna, es un buen momento para un pequeño respiro. Pongo dirección a mi piso, donde un poco de música, una barrita de incienso y una ducha fresquita me revitaliza lo suficiente como para afrontar lo que queda de tarde.
No hay mensajes en el contestador. Parece que han pasado años desde la terrible llamada de esta mañana ...

La nevera no pasa por uno de sus mejores momentos, pero con lo que hay dentro tengo suficiente para una buena ensalada césar y un bol de pasta al pesto con frutos secos.
Con las persianas en penumbra y la música de fondo, me doy cuenta en el vacío que se ha instaurado dentro de mí. Ahora en Cunia no tengo a 'nadie' al quien poder llamar mi familia... por poco que fuera era lo único que tenía.

Tras unos minutos de relativa paz y una ligera cabezada, la alarma golpea con fuerza devolviéndose al mundo real. Es hora de partir. Espero que no sea la última vez que pueda ver mi piso.

Me visto con mi oscura camisa de noche, mis tejanos y unos cómodos zapatos a juego.
Cojo mis cosas y me pongo la chaqueta. Veamos que tiene que decir Arnau.

Tras cerrar la puerta y llegar al coche, pongo rumbo a Orion.
- Que apropiado, solo me falta un buen blues de fondo - pienso mientras pongo en el casette una de las cintas de Ramón.

Tras llegar a casa miro el reloj.
Aún hay tiempo para acabar de atar algún cabo suelto. pienso mientras agarrando la chaquetilla me dispongo a salir para dar una última vuelta.

Al llegar a casa y reencontrarte contigo mismo, una extraña sensación de relajación te envuelve. Como si se embotaran un poco los sentidos. Es increíble todo lo que ha pasado en poco menos de un par de días, pero ha pasado realmente. La oscuridad de Cunia, de la cual conocías poco, es realmente densa y voraz. Y ahora parece que os ronda, como un depredador. Es como si el destino se empeñara en haceros caer al agujero más profundo.

Con todo, tenéis un hilo del que tirar. No parece muy prometedor: una psicoanalista a la que visitó Zafra unos meses antes de morir. Pero una cosa está clara, que la relación que tenía Zafra con la universidad parecía que sólo tenía explicación por el interés que tuvo en visitar a una psicoanalista, así que habrá que ver qué se saca de todo esto, por poco que sea.

Luego están los temas de Don Víctor y el decano. Monzón y sus "chicos". Molina y los Amador... los otros casos de Zafra de los que aun no sabéis casi nada... demasiadas cosas para una mente cansada. Aun así, un poco de aire fresco te vendrá bien, así que decides salir a comprar un teléfono y volver a ser una persona del siglo XXI.

Bajas a la calle y agradeces que el horario de verano invite a las tiendas de Cunia a cerrar a las diez de la noche. Tras caminar algo más de lo necesario, pero que te viene bien pues ahora comienzas a hacer funcionar tus neuronas con un poco más de soltura, te plantas ante una tienda de telefonía.

Sin perder demasiado tiempo, compro un celular cualquiera que me permita llamar y poco mas.
Aprovecho para enviar un sms a mis compañeros de fatigas para que estén al tanto de mi disponibilidad telefónica.

- Bueno, ya está... y ahora a dar señales de vida en el trabajo. - pienso, mientras me siento en un banco.

Miro con desidia el Nokia que acabo de comprar, mientras perezosamente marco los números del Casino.
Un tono, dos tonos... una aflautada voz femenina me confirma que llamo al "Casino Cunia".

- Cristine? Soy Conrad, puedes pasarme a Trévor, por favor? - asalto a la canija recepcionista en prácticas.

- Por supuesto señor Conrad, manténgase a la espera si es tan amable - responde con deferencia mientras me obliga a escuchar el ya aborrecido gambler de Kenny Rogers.

- Rad? Tío, llevas dos días sin pisar CC. Qué está pasando? - La voz seca y rasposa que casi me arranca el tímpano es de Trévor, mi hombre de confianza en "Casino Cunia".

- Se contar Trévor y por eso te llamo. Necesito que me cubras esta noche también. Podrás librar dos días seguidos si me haces este favor. Así podrás hacer aquella escapada con tu gatita. - le vendo, a sabiendas que lleva una temporada deseando poder hacer un viaje a Zaragoza con su chica.

- Eso es un golpe bajo. Vale que entre semana no hay mucho movimiento pero no puedes saltarte a la torera tres días. Te cubro, pero mañana es viernes y sabes como queman las ruletas el fin de semana. - acepta a regañadientes.

- Ha vuelto Pacheco? Si no es así no tienes de qué preocuparte. Si pasa nada no dudes en llamar-me al mismo número con el que te estoy llamando. Cristine lo tendrá anotado en la centralita. Pídeselo, Ok? - respondo mas tranquilo, a sabiendas de que tendré un respiro esta noche para pensar en todo lo que se cuece alrededor de la muerte de Ramón.

- Ok Rad, pero no te la juegues mas tío. Y procura dar señales de vida. Estamos en contacto. -.
Una última frase agridulce corta la comunicación. No me gusta bailar sobre el precipicio, pero el bueno nombre de Ramón se lo merece.

Tomo el camino de vuelta a mi piso, pensando en esos cabos sueltos que parecen atarnos poco a poco a éste enjambre de avispas que son los bajos fondos de Cunia.